LA IMPORTANCIA DE RESPETAR LA PRESENCIA DE DIOS

El ejemplo de la mujer sunamita

En 2 Reyes 4:8-11 leemos lo siguiente:

“Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer. Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios. Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros, se quede en él. Y aconteció que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento, y allí durmió.”

Para poder entender lo que Dios nos quiere decir, es necesario que veamos a los personajes de este relato en forma figurativa o profética.

Por un lado tenemos al profeta Eliseo, el cual representa la presencia de Dios. Por otro lado tenemos una mujer importante de la ciudad, no se conoce su nombre. Ella representa al cristiano buscador de Dios.

La mujer sunamita era una persona que reconocía, respetaba y valoraba la Presencia de Dios. Por ese motivo ella le dijo a su marido en el v.9Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varon santo de Dios.” Ella era una mujer bajo la cobertura de su esposo y reconocedora de la importancia de crear un espacio para la presencia de Dios, representada en la vida del profeta. Por eso en v.10 dijo: “hagamos un aposento… para que se quede”

El ejemplo de la vida de la mujer sunamita, es un reflejo de lo que Dios esta buscando hoy de Su pueblo: Personas que preparen un espacio principal en sus vidas, para darle lugar a la presencia de Dios.

Así como la sunamita no se conformó con la visita del profeta, y quería que se quedara lo más que pudiera, así nosotros hoy podemos ser igual a ella, si creamos un espacio en nuestra vida para darle lugar a la presencia de Dios.

Ahora bien, ¿Cuál fue el resultado de respetar la presencia de Dios?

En el v.13 leemos: “¿qué quieres que haga por ti?”

Siempre hay una recompensa para los buscadores de Dios. El Señor les pregunta específicamente: ¿que quieres que haga por ti? ¿Sabremos cómo responder cuando Dios nos pregunte esto?

Parece, por lo que dice el relato, que la pregunta tomó por sorpresa a la mujer sunamita. Ella simplemente respondió: “Yo habito en medio de mi pueblo.”, como diciendo “soy una mas del pueblo”. Eso lo pensaba ella, pero Dios no. Él es galardonador de los que le buscan y le hacen espacio para que se mueva en sus vidas.

La sunamita a esta altura no parece una mujer de fe intrépida, que todo lo pide a su Dios. Ella era una persona humilde, buscadora de Dios y de Su presencia. A pesar de todo, se le profetiza que iba a tener un hijo pronto (v.16). Ella era estéril y su esposo ya era viejo. ¡¡Era la situación indicada para un milagro!!

El relato continúa diciendo que ella quedó embarazada y en el tiempo indicado tuvo a su hijo entre sus brazos. ¡¡Todo era felicidad para esta buscadora de Dios!! ¡Ella tenía entre sus brazos a la bendición prometida de Dios!

Una situación complicada        

A partir del v.18 las cosas comenzaron a complicarse: “Y el niño creció. Pero aconteció un día, que vino a su padre, que estaba con los segadores; y dijo a su padre: !!Ay, mi cabeza, mi cabeza! Y el padre dijo a un criado: Llévalo a su madre. Y habiéndole él tomado y traído a su madre, estuvo sentado en sus rodillas hasta el mediodía, y murió.”

Imaginese usted la situación: ¡El hijo profetizado, el hijo nacido con el favor de Dios ahora estaba muerto!

¿Qué hizo la mujer sunamita?

Los vv.21-25 dicen lo siguiente: “Ella entonces subió, y lo puso sobre la cama del varón de Dios, y cerrando la puerta, se salió. Llamando luego a su marido, le dijo: Te ruego que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo al varón de Dios, y regrese. El dijo: ¿Para qué vas a verle hoy? No es nueva luna, ni día de reposo. Y ella respondió: Paz. Después hizo enalbardar el asna, y dijo al criado: Guía y anda; y no me hagas detener en el camino, sino cuando yo te lo dijere. Partió, pues, y vino al varón de Dios, al monte Carmelo.”

Ella hizo dos cosas;

1. Puso a su hijo muerto en el lugar donde paraba y dormía el profeta, .

2. Fue a buscar la ayuda del profeta, (que representa la presencia de Dios).

Esta mujer sabia realmente lo que significaba la presencia de Dios. Era cuestion de vida o muerte.

El relato continúa diciendo como Dios hizo resucitar al niño: “Partió, pues, y vino al varón de Dios, al monte Carmelo.Y cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: He aquí la sunamita. Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla, y le digas: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido, y a tu hijo? Y ella dijo: Bien. Luego que llegó a donde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Y se acercó Giezi para quitarla; pero el varón de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado. Y ella dijo: ¿Pedí yo hijo a mi señor? ¿No dije yo que no te burlases de mí? Entonces dijo él a Giezi: Ciñe tus lomos, y toma mi báculo en tu mano, y ve; si alguno te encontrare, no lo saludes, y si alguno te saludare, no le respondas; y pondrás mi báculo sobre el rostro del niño. Y dijo la madre del niño: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. El entonces se levantó y la siguió. Y Giezi había ido delante de ellos, y había puesto el báculo sobre el rostro del niño; pero no tenía voz ni sentido, y así se había vuelto para encontrar a Eliseo, y se lo declaró, diciendo: El niño no despierta. Y venido Eliseo a la casa, he aquí que el niño estaba muerto tendido sobre su cama. Entrando él entonces, cerró la puerta tras ambos, y oró a Jehová. Después subió y se tendió sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas; así se tendió sobre él, y el cuerpo del niño entró en calor. Volviéndose luego, se paseó por la casa a una y otra parte, y después subió, y se tendió sobre él nuevamente, y el niño estornudó siete veces, y abrió sus ojos. Entonces llamó él a Giezi, y le dijo: Llama a esta sunamita. Y él la llamó. Y entrando ella, él le dijo: Toma tu hijo. Y así que ella entró, se echó a sus pies, y se inclinó a tierra; y después tomó a su hijo, y salió.” (vv. 25-37)

¡Gloria a Dios! El niño fue resucitado y todo volvió a la normalidad.

¿Qué podemos aprender del ejemplo de la mujer sunamita?

“Cuando hacemos lugar y creamos espacio para la Presencia de Dios, experimentaremos el poder RESUCITADOR de las promesas muertas de Dios”

Es probable que usted hoy se encuentre en una situación similar, donde luego de que Dios le prometió algo, y usted lo recibió, en un momento la bendición por una causa u otra desapareció. Usted se quedó con las manos vacías. Recibió la bendición pero ésta se “murió en el camino”. ¿Sabe algo? Dios en este día quiere manifestar su poder resucitador, como lo hizo con esta mujer buscadora de la presencia de Dios. ¡Recíbalo en el Nombre de Jesús!

Respetar, valorar y hacer espacio para la presencia de Dios tiene sus recompensas, … pero aún hay algo más que podemos aprender de la mujer sunamita.

Mas adelante, leyendo 2 Reyes 8:1-6 aparece en escena otra vez la mujer sunamita. En los vv.1-2 leemos: “Habló Eliseo a aquella mujer a cuyo hijo él había hecho vivir, diciendo: Levántate, vete tú y toda tu casa a vivir donde puedas; porque Jehová ha llamado el hambre, la cual vendrá sobre la tierra por siete años. Entonces la mujer se levantó, e hizo como el varón de Dios le dijo; y se fue ella con su familia, y vivió en tierra de los filisteos siete años.”

Esta mujer era muy sensible a la presencia de Dios y a la guía del Espíritu Santo. Ella inmediatamente obedeció, dejando todo… no se si usted puede entender lo que está sucediendo…. Esta mujer por seguir la guía del Espíritu Santo se quedó sin nada… perdió todo lo que tenía. Ella perdió todo, no por desobediencia, sino por obediencia. ¿Puede entender la diferencia?

En el v.3 leemos que ella volvió y fue a ver al rey para que le devolviesen lo que ella había dejado y le habían expropiado injustamente: “Y cuando habían pasado los siete años, la mujer volvió de la tierra de los filisteos; después salió para implorar al rey por su casa y por sus tierras.”

Por lo que leemos, no había manera humana de que le devolviesen lo que injustamente ella había perdido y ellos le habían quitado.

Aquí es donde comienza a suceder un evento sobrenatural, que se desata exclusivamente sobre los fieles buscadores de la Presencia de Dios. Humanamente hablando, ella estaba “terminada”… pero Dios tiene recompensa para sus buscadores. Si no me lo cree, lea lo que dice la Biblia en los vv.4-5: “Y había el rey hablado con Giezi, criado del varón de Dios, diciéndole: Te ruego que me cuentes todas las maravillas que ha hecho Eliseo. Y mientras él estaba contando al rey cómo había hecho vivir a un muerto, he aquí que la mujer, a cuyo hijo él había hecho vivir, vino para implorar al rey por su casa y por sus tierras. Entonces dijo Giezi: Rey señor mío, esta es la mujer, y este es su hijo, al cual Eliseo hizo vivir.”

Parece increíble pero fue real. Dios preparó la situación para que el rey fuera tocado por la presencia de Dios y le devolviese a la sunamita todo lo que había perdido en esos siete años. El v.6 asi lo relata: “Y preguntando el rey a la mujer, ella se lo contó. Entonces el rey ordenó a un oficial, al cual dijo: Hazle devolver todas las cosas que eran suyas, y todos los frutos de sus tierras desde el día que dejó el país hasta ahora.”

¿Se imagina la alegría de esta mujer? Le devolvieron TODO, el cien por ciento de todo lo que había tenido que dejar injustamente.

Aqui aprendemos otra verdad impresionante:

“Cuando hacemos lugar, y creamos espacio para la presencia de Dios, experimentaremos Su poder RESTAURADOR”

Es probable que usted, por obedecer a Dios, haya perdido muchas cosas o todo. Se quedó sin nada injustamente. ¿Sabe una cosa? En esta hora el poder restaurador de Dios se ha soltado sobre su vida, y las circunstancias se acomodarán para que le sea devuelto todo, absolutamente todo de lo que tuvo que dejar o ha perdido injustamente. ¡Aleluya!

¡Que glorioso lo que hemos visto, y que puede ser una realidad en nuestras vidas, si nos animamos como la mujer sunamita, a ser hombres y mujeres buscadores de la presencia de Dios!

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