Por Ritchie y Rosa Pugliese
Últimamente, ha cobrado gran auge la palabra “resiliencia”, y se la utiliza en todos los ámbitos para referirse a las personas que se sobreponen a las adversidades de la vida y siguen adelante con fortaleza y determinación, como bien la define el diccionario de la RAE: “Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”.
La segunda definición del diccionario hace referencia al ámbito de la física: “Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”. En esta definición, la palabra resiliencia está asociada con la resistencia que ejercen los materiales ante la presión de agentes exteriores y su posterior recuperación a su forma original.
Uno de los mejores ejemplos de resiliencia que podríamos dar es el de una banda elástica, que posee flexibilidad y capacidad de adaptación al estiramiento. Cuando ésta se estira, se expande y luego vuelve a su forma original sin romperse.
En términos espirituales, podemos decir que nuestra vida es semejante a una banda elástica que, ante los problemas, las dificultades, las luchas, las experiencias negativas (fracasos o pérdidas en el área sentimental, laboral, ministerial) y las tragedias, se estira más allá de nuestras propias fuerzas. La pregunta a responder es: ¿Hasta dónde podemos “estirarnos” sin rompernos?
Debemos reconocer que los “golpes de la vida”, nos dejan aturdidos y desconcertados, especialmente si aparecen de repente o de manera impensada. Nos dejan en un estado de conmoción, del cual si no reaccionamos rápidamente podría ser totalmente devastador para nuestra salud física, psicológica y espiritual.
Sabemos que una banda elástica puede estirarse, pero todo objeto tiene lo que se denomina “un punto de quiebre”. Cuando el estiramiento llega a ese punto, el objeto se rompe. Si esto puede suceder a un objeto, ¡cuánto más a nuestras vidas!
Todos los golpes de la vida llevan al ser humano a un punto de quiebre, momento en el cual se determina quién se sobrepondrá y saldrá adelante, y quién se hundirá bajo los escombros de una vida derrumbada. Sin duda, todos conocemos personas que no soportaron su punto de quiebre y comenzaron a vivir como muertos en vida, sin esperanzas.
Quizás esto es lo que estás experimentando en esta etapa de tu vida: Te encuentras sin capacidad de reacción y vives sin expectativas ni esperanzas. Te sientes como muerto en vida a pesar de ser un cristiano fiel.
La buena noticia es que nuestro Dios tiene poder no solo para sanarnos y restaurarnos, sino también para hacer de nosotros personas resilientes que no se rompan en elpunto de quiebre.
Esta resiliencia divina solo es posible cuando estamos fundados sobre lo que declara la Palabra de Dios en Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (énfasis añadido).
Sinceramente, a veces es difícil creer que “todas las cosas [nos] ayudan a bien”. Solemos considerar que algo es para bien cuando todo sale como imaginamos: disfrutamos de bienestar, paz, armonía, prosperidad, salud, realización y felicidad. Sin embargo, cuando enfrentamos una situación adversa, como el abandono, el rechazo, la traición, una pérdida, un fracaso, la muerte de un ser querido, incluso de un sueño o una visión, solo por la fe en Dios podemos creer que todo es para nuestro bien. Solo por la fe, podemos usar ese punto de quiebre para nuestro beneficio. Y ¿cómo podemos obtener beneficio de semejante situación? Por medio de un quebrantamiento interior, que nos encause en el propósito de Dios. Cuando llegamos a ese punto, podemos orar: “No lo entiendo, pero creo en tu Palabra, Señor”. Y esa oración que sale de un corazón quebrantado hará que el Espíritu Santo nos otorgue resiliencia.
El alcance de la resiliencia
El término “resiliencia” va mucho más allá de la simple definición del diccionario. Sus resultados abarcan:
- Resistencia
- Elasticidad
- Flexibilidad
- Poder de recuperación
- Capacidad de adaptación
Todos estos resultados de la resiliencia, requieren de un proceso y colaboración de nuestra parte, como bien lo expresa el apóstol Pablo en Filipenses 4:11-13:“… he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación… en todo y por todo estoy enseñado…Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Observa que las declaraciones de Pablo (“he aprendido…”, “… estoy enseñado…”, “todo lo puedo en Cristo…”) hacen referencia a la obra del Espíritu Santo en nuestro interior. Solo con el poder del Espíritu Santo se puede tener resistencia, elasticidad, flexibilidad, poder de recuperación y capacidad de adaptación frente a los duros golpes de la vida.
Todos conocemos bien la fragilidad humana. Sin la ayuda sobrenatural de Dios, el ser humano está a expensas de sus propias fuerzas y sus propios recursos. Sin embargo, el creyente que se quebranta y se rinde al Señor, recibe fuerzas del cielo para estirarse más allá de su punto de quiebre sin romperse. ¿No es maravilloso?
“… estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (2 Corintios 4:8-10).
La resiliencia no es ninguna capacidad humana. ¡Es una capacidad que Dios concede al ser humano!
“El [Señor] da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:29-31).
Finalmente, el versículo de Hebreos 12:1 nos instruye a “[correr] con paciencia la carrera que tenemos por delante”. ¿Puedes comprender? Todas las adversidades y desgracias que nos han acontecido no implican que haya llegado nuestro final, por más difícil que sea. Dios dice que aún tenemos una carrera por delante. Recibe fuerzas del cielo, transfórmate en una persona resiliente, y corre con paciencia la carrera que tienes por delante. Cuando llegues a la meta que Dios ha estipulado para ti, tendrás tu recompensa.