LAS PALABRAS TIENEN PODER

En la Biblia encontramos que se le da una gran importancia a las palabras que decimos. La Palabra de Dios nos revela un secreto espiritual para utilizarlo en nuestras vidas, del cual quiero hablar hoy.

Para entender la profundidad e importancia de nuestras palabras como creyentes en Cristo, es interesante señalar que por lo que leemos en las Sagradas Escrituras pareciera que el lenguaje fue diseñado inicialmente por Dios para crear o recrear. Esto lo vemos reflejado en la expresión “dijo Dios”, la cual se repite varias veces en Génesis capítulo 1. Dios dijo, y las cosas fueron creadas. Lo invisible dio a luz lo visible cuando Dios habló.

Esta secuencia de la creación establece el principio divino de crear con la palabra.

El diccionario de la RAE define la palabra crear como: “1. Producir algo nuevo. 2. Producir algo de la nada. 3. Dar principio a algo y 4. Establecer o instituir algo” y según el “diccionario espiritual” podríamos definirla como “la capacidad innata de Dios utilizada para la creación y recreación de las cosas.”

Esa capacidad innata de Dios de crear con la palabra le fue transferida al ser humano. Esto lo vemos reflejado en Génesis 2:19 cuando Dios creó a Adán y lo ubicó en el Jardín de Edén para, entre otras cosas, que pudiese crear con sus palabras. Allí leemos: “Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó (hebreo= “Qarah”, proclamar, nombrar, darle nombre) a los animales vivientes, ese es su nombre.”

Note lo que dice el pasaje: “todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre”. Adán primero pensó y luego expresó, lo cual dio lugar a los nombres de los animales vivientes. Con las palabras de Adán quedó establecido visiblemente lo que tenía en su mente.

Las palabras tienen un sentido muy especial para Dios. Romanos 4:17 dice que El llama (les dice, les habla a) las cosas que no son como si fuesen, para que sean.

Dios ha puesto en el ser humano por naturaleza la capacidad de crear con sus palabras. Lamentablemente como resultado de la caída eso se pervirtió, y el ser humano sin Dios ahora también podría utilizar sus palabras para crear lo malo, destruir a su medio ambiente y flagelar a sus semejantes con palabras negativas y de maldición. Proverbios 12:18 dice: “Hay hombres cuyas palabras son como golpes (perforación o las estocadas) de espada”.

Es importante saber que aunque ahora seamos creyentes en Cristo, cohabita en nuestro interior la dualidad de bendecir o maldecir con nuestras palabras. Podemos escoger bendecir o maldecir con nuestras palabras.

Santiago 3:6-12 refleja esta dualidad que reside en nuestro interior: “Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. 7 Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; 8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. 9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. 10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? 12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.

Entonces, con nuestras palabras podemos crear lo bueno o lo malo, pero se espera de nosotros como creyentes que la presencia del Espíritu Santo controle nuestra lengua y utilicemos nuestras palabras para bendecir.

Gracias a la obra de Cristo en la cruz, la persona conectada con Dios tiene en su interior el caudal espiritual creativo para traer lo invisible a lo visible por medio de sus palabras y crear palabras que edifiquen.

Por eso, debemos ser sabios y cuidadosos lo que expresamos con nuestras palabras. En primer lugar, porque según la Biblia ellas revelan lo que hay en nuestro corazón. “porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Lucas 6:45).

Aquí surge una pregunta para reflexionar: ¿Qué tenemos en nuestro corazón? ¿De qué está lleno nuestro ser interior?

Necesitamos ser cuidadosos con lo que decimos: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. “(Mateo 12:37).

Romanos 10:10 dice: “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” El pasaje nos muestra que es importante que exista una alineación primero y principal con Dios y su palabra para que nuestras palabras reflejen la fe interior y edifiquen a los demás.

Hablando de las palabras que decimos, Jesucristo mismo siguiendo la misma línea del Padre celestial expresó una verdad desafiante para nuestra fe: “Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.” (Marcos 11:23).

Es por eso que ante tanta evidencia, es vital seguir el principio de 1 Pedro 4:11 “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”

Hablar conforme a las palabras de Dios no es solamente expresar palabras religiosas o espirituales como dice Efesios 5:19 “, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”, significa que la característica de nuestro hablar sea siempre hecho en un lenguaje de fe.

Expresar un lenguaje de fe es lo contrario a expresar palabras sentimentales, nocivas, negativas (no me refiero a insultos o malas palabras), huecas, sin sentido, carentes de propósito y sentido espiritual que en vez de bendecir, edificar e inspirar al oyente producen todo lo contrario.

Necesitamos entender que las palabras que expresamos crean una atmósfera en y sobre nosotros, positiva o negativa. La invitación de Dios es que utilicemos la capacidad que Dios nos ha dado de crear lo bueno, lo que bendice, con un lenguaje de fe.

Un gran ejemplo de utilizar un lenguaje de fe

Un lenguaje de fe práctico aplicable para nosotros hoy, lo encontramos en el ejemplo de la mujer sunamita en 2 Reyes 4. Ella era una mujer importante de su ciudad, que amaba a Dios y siempre con su esposo recibían al profeta Eliseo para que parase en su casa cuando el profeta pasaba por allí. Era una mujer conectada con Dios y sensible a las cosas de Dios. (vv. 8-11)

La mujer era virtuosa pero estéril, hasta que en un momento recibió una palabra del profeta de que tendría un hijo, y así fue (vv. 16-17).

Pasado el tiempo, el niño creció y un día fue a trabajar con su padre. El relato nos dice que de repente le dio un dolor de cabeza, y el padre se lo envió a la madre. El v.20 dice que el niño se murió en las rodillas de su madre.

La mujer salió en busca del profeta, y por lo que dijo demostró que era una mujer que utilizaba un lenguaje de fe. Cuando el criado del profeta le pregunta cómo está todo, ella le dice: “bien” (v.26). Su respuesta parece una locura, porque su hijo estaba muerto.

En medio de su difícil situación ella escogió hablar un lenguaje de fe. La palabra “bien” en el hebreo es “shalom” que significa no solo paz sino también salud, plenitud, etc.

Esta mujer conocía bien la dimensión del lenguaje espiritual y la profundidad de lo que significan las palabras. Ella en medio de su tragedia, expresó un lenguaje de fe. En lo natural su hijo estaba muerto pero ella en lo espiritual declaró “shalom” creyendo que la salud de su hijo seria restaurada.

Resultado: Dios premió su actitud, su hijo fue resucitado y Dios fue glorificado.

Nos conviene siempre tener un lenguaje de fe, porque nuestras palabras tienen poder para crear lo bueno, para cambiar la atmósfera pesada reinante y situaciones adversas.

¿No es glorioso verdad?

Preguntas para formularnos son:

¿Qué pensamos y hablamos de nosotros?

¿Qué hablamos o decimos de nosotros mismos?

¿Qué hablamos entre nosotros?

¿Qué chateamos entre nosotros?

¿Qué publicamos en las redes?

¿Qué le hablamos o decimos a los demás?

¡Decidamos ser un pueblo que habla y se expresa para crear bendición. Decidamos hablar un lenguaje de fe por de esa manera reflejaremos la imagen de Dios y por cierto viviremos mejor!

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