¿TODAS LAS COSAS AYUDAN PARA BIEN?

Por Ritchie Pugliese

En Romanos 8:28-30 leemos lo siguiente:

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.”

A través de toda la Palabra de Dios vemos que Dios tiene un plan de bendición para toda la humanidad. Antes que fuésemos concebidos en el vientre de nuestra madre, ya Dios nos conocía y había trazado un destino para cuando naciéramos y posteriormente fuéramos a Su santa presencia.

Note la secuencia del plan global de Dios para nuestras vidas:

1. “a los que antes conoció”, esto significa que de los millones de espermatozoides que nuestro padre expulsó en su encuentro intimo con nuestra madre, Dios ya sabía que uno de ellos iba a ser concebido. Ya Dios nos veía antes de que ese espermatozoide específico ovulara en el vientre de nuestra madre y ella quedara embarazada.

2. “también los predestinóYa en el vientre y en el proceso de gestación, Dios nos predestinó. “Predestinar” significa “dar un destino de antemano”. Todos hemos sido predestinados para llegar a ser hijos de Dios y heredar la vida eterna (Juan 3:16).

3. “éstos también llamó” Dios también preparó el momento para que alguien nos hablara del Evangelio de Cristo, para que lo recibiéramos por fe y llegásemos a ser hijos de Dios (Juan 1:12)

4. “éstos también justificó” Ser salvos implica ser justificados, es decir, merecíamos ser condenados por nuestros pecados, pero gracias a la obra de Cristo en la cruz del calvario, y nosotros arrepentirnos, Dios nos declaró justos, limpios de pecado y maldad y nos dio la posibilidad de ser semejantes a Cristo, aprendiendo a caminar en santidad todos los días de nuestra existencia (Romanos 5:1)

5. “a éstos también glorificó” El plan de Dios hacia nosotros es eterno, para toda la vida presente y aún para cuando cerremos nuestros ojos o seamos arrebatados en las nubes para estar con Él por siempre.

Todos estos puntos recién mencionados nos enseñan que no nacimos al azar, sino con un propósito definido de parte del Señor. ¡Somos hijos de Dios nacidos con un propósito especial!

Ahora bien, mientras vivamos aquí en la tierra atravesaremos distintas experiencias, buenas y malas, positivas y negativas, y es allí donde Dios quiere que la frase “todas las cosas les ayudan a bien” sea una realidad para todo creyente en Cristo. Note que la frase no dice “que todas las cosas les salen bien”. Aquí el pasaje da a entender que tanto lo bueno como lo malo, lo positivo o lo negativo Dios lo transforma milagrosamente para bien. Es sumamente fácil como creyentes aceptar que todo lo bueno y bendecido sea para bien, pero nos resulta difícil entender y aceptar que las cosas malas que nos sucedan sean para bien. ¿A usted le pasa lo mismo que a mí?

La Biblia enseña que el hecho de ser cristianos fieles no nos exime de tener que enfrentar problemas y dificultades. En Juan 16:33 Jesús dijo que en el mundo tendríamos aflicción, pero que Él había vencido al mundo. Esta clase de prédica no es muy común hoy día, donde se habla de mucho éxito y bienestar, pero la Biblia nos dice eso. Ser cristiano no significa que viviremos sin pruebas o seremos liberados automáticamente de todo problema, sino más bien que Dios nos dará de Su presencia, en medio de las luchas y dificultades, para que podamos atravesarlas y superarlas victoriosamente.

 En 1 Pedro 1:6-7 leemos lo siguiente: “En lo cual os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos por diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cuan aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,”; 1 Pedro 4:12 dice también: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese.”. Podríamos mencionar varios pasajes más, pero lo concreto aquí es que Dios con su poder puede transformar los tiempos malos y de pruebas en algo que ayude a bien. ¡Esta sí que es una buena noticia!

Ahora bien, La promesa de que “todas las cosas ayudan para bien” ¿es para todos los creyentes? Si leemos bien el pasaje nos daremos cuenta para quiénes es esta preciosa promesa. Por lo que dice el pasaje, y esto puede sorprenderle,  pareciera que no es para todos los creyentes. El pasaje dice: “Y sabemos que los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. El pasaje dice claramente que todas las cosas les ayudan a bien a los que aman a Dios. O sea que esta promesa es para todos aquellos creyentes que aman verdaderamente al Señor. Quizás usted pueda estar pensando y diciendo: – Pastor Ritchie, usted se equivoca, pues esta promesa es para todos los creyentes -. Si, es verdad es para cualquier creyente, para todos los creyentes que aman a Dios.

Muchas veces damos por descontado que somos creyentes que amamos a Dios porque vamos a una reunión, cantamos y levantamos las manos, pero todo eso solamente, no le demuestra a Dios que le amamos verdaderamente. Para Dios, amarle no es cuestión de sentimiento sino de mandamiento. Jesús dijo en Juan 14:15 que los que le aman guardan sus mandamientos. ¿Qué significa guardar los mandamientos? Vivir una vida de obediencia continua hacia Dios y su Palabra. Usted podrá llorar, reír, saltar, ofrendar, predicar, pero si todo eso no viene acompañado ni sustentado con una vida de obediencia, no significa que usted realmente ama a Dios.

Es por eso que la vida de obediencia a Dios es de vital importancia para cada instante de la vida y especialmente para cuando atravesamos dificultades. Como creyentes obedientes, que amamos a Dios, podremos experimentar tiempos difíciles pero los atravesaremos creyendo que lo que nos pasa Dios milagrosamente lo transformará para bien. ¡Aleluya!

La clave del pasaje de Romanos 8:28, entonces, está en la frase “los que aman a Dios” pues la promesa de que todo resultará para bien es para aquellos que son fieles y obedientes. Para el creyente que ama a Dios, los tiempos de problemas son escalones ascendentes hacia el cumplimiento del total destino que El Señor le ha trazado.

También, por otro lado, debemos decir que si siendo obedientes es posible atravesar tiempos difíciles, también es posible atravesarlos como consecuencia de que estamos viviendo en desobediencia hacia Dios.

Aquí aprendemos una verdad práctica para cuando estemos atravesando diversas situaciones difíciles. Siempre debemos hacer un alto y preguntarnos lo siguiente:

              El problema que estoy atravesando actualmente, ¿es por causa de mi obediencia o desobediencia hacia Dios y Su Palabra? –

–              Antes de que estos tiempos difíciles y de pruebas comenzaran, ¿Me encontraba obedeciendo o desobedeciendo al Señor? –

Si el problema que estamos atravesando ha venido a nuestras vidas mientras estábamos llevando una vida de obediencia, sabremos por un lado que no estamos padeciendo por causa de nuestra desobediencia, y por otro tendremos la certeza interior que Dios transformará todo para bien pero, si hemos estado viviendo en continua desobediencia, nos daremos cuenta que todo lo malo que nos está pasando es debido a que estamos cosechando lo que hemos venido sembrando. Aquí sí estamos en serios problemas, pues las cosas no resultarán para bien.

Los otros días leí una frase que decía: “Las cosas que nos oprimen hoy, ¿no serán la cosecha de lo que plantamos ayer?” ¿Se va dando cuenta la importancia de formularse estas preguntas cuando usted está atravesando situaciones difíciles y problemáticas?

Muchos erróneamente piensan que sólo decir “soy creyente” significa ser obediente. Nunca demos por sentado que amamos a Dios, a menos que sepamos realmente lo que esto significa, pues amarle siempre implica obedecerle fielmente hasta la luz que tenemos.

El término “creyente desobediente” parece contradictorio pero debemos decir que muchos de los que ocupan las bancas de nuestras iglesias viven como creyentes desobedientes. Son los fieles “infieles”. Quizás hagan todo lo que un cristiano obediente hace externamente, pero sus vidas no tienen el fundamento de la obediencia y fidelidad hacia Dios. ¿Se va dando cuenta lo realmente importante que es ser fiel y obediente a Dios y Su Palabra en todo momento, inclusive aun cuando estamos atravesando problemas y dificultades?

Si usted en este momento, luego de examinarse profundamente ante el Señor, se encuentra del lado de los obedientes en medio de sus problemas, reciba fuerzas del Señor, gócese y en fe dé Gloria a Dios porque el pasaje de Romanos 8:28 se cumplirá en su vida; pero si usted hoy se encuentra del lado de la desobediencia, de nada vale que se condene a sí mismo y diga que se merece un castigo. Usted puede hacer otra cosa. Dios le ha traído a leer este artículo para ayudarle a salir de ese estado lo antes posible, para que no se pierda Su bendición. El Señor le está extendiendo Su mano para que cambie de sector, y pase hacia el lado de la obediencia. ¿Está dispuesto?

Podemos transformar nuestros tiempos de problemas en bendición ¿Cómo hacerlo? Examinando detenidamente nuestra vida ante el Señor. ¿De qué manera? Leyendo el pasaje bíblico de Salmos 19:12-14. Allí se detalla la secuencia de vivir en desobediencia, a fin de poder examinarnos y corregir el rumbo. Leamos lo que dice la Palabra de Dios: “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.”

Aquí hay cinco preguntas para formularnos a solas con Dios que nos ayudarán para cambiar el rumbo de la desobediencia hacia la obediencia al Señor:

1. ¿Quién podrá entender sus propios errores?

Aquí la pregunta correcta para formularse es ¿Cuál fue mi error, Señor? ¿Hubo algo que yo he hecho mal?

Aquí es donde debemos sincerarnos con nosotros mismos. Todos sabemos cuándo hicimos las cosas que no correspondían, cuando hemos pecado. Reconocerlo o no es otra cuestión. Muchos creyentes no quieren reconocer sus propios errores pues ellos tienen el “síndrome de Adán y Eva”, que es echarle la culpa siempre a los demás (Génesis 3:11-13).

Esta actitud nos deja del lado de la desobediencia y nos hace perder el favor de Dios de transformar todas las cosas para bien. Cuando no existe el reconocimiento de los propios errores es porque generalmente hay algo más escondido en esa vida.

2. “Líbrame de los que me son ocultos”

Cuando una persona no quiere reconocer los propios errores, generalmente es porque tiene enraizado en su vida algún pecado oculto, que nadie sabe y que le conviene guardar. Cuántos creyentes existen hoy en nuestras iglesias, que usted los ve asistir a todas las reuniones, parecen gente muy buena, simpática, que sirven a Dios y hasta predican el Evangelio, que tienen dentro de sus vidas un pecado oculto que no quieren sacar a la superficie. Son personas que tienen más miedo a la gente que temor de Dios. Aquí la pregunta para formularse seria: – Señor, ¿tengo todavía algo oculto en mi corazón que no te lo he confesado? –

El pecado oculto es un grave problema, pues deteriora a la persona no sólo espiritualmente sino también emocionalmente y físicamente. Son personas que generalmente contraen enfermedades o dolencias constantemente, que los médicos no pueden detectar. Son síntomas espirituales que afectan su cuerpo y alma. ¡Gracias a Dios que tenemos la puerta del arrepentimiento abierta en todo momento, para volvernos al Señor! (Hechos 3:19)… pero quedarnos con pecados ocultos, sin confesar, nos deja del lado de la desobediencia y nos hace perder el favor de Dios de transformar todas las cosas para bien.

3. “Preserva también a tu siervo de las soberbias”

La soberbia, el orgullo en el corazón es una clara indicación de que hay siempre pecados ocultos. La persona orgullosa y altiva nunca quiere reconocer sus propios errores y menos sus pecados ocultos. Vive generalmente disfrazada de una máscara espiritual. No hace falta entrar en más detalles para decir que la soberbia es el espíritu que dominó a Lucero para rebelarse contra Dios y transformarse en un diablo, adversario de Dios. Aquí la pregunta para formularse es: – Señor, ¿tengo todavía orgullo y soberbia en mi corazón? – ¡Gracias a Dios que tenemos la puerta del arrepentimiento, abierta en todo momento, para volvernos al Señor! (Hechos 3:19)… pero quedarnos con pecados ocultos, sin confesar, nos deja del lado de la desobediencia y nos hace perder el favor de Dios de transformar todas las cosas para bien.

4. “que no se enseñoreen de mi”

La persona que persiste en vivir dominado por su orgullo y soberbia, llega al punto en el que el pecado se adueña totalmente de su vida. En vez de ser un creyente que experimenta el Señorío de Cristo, experimenta el señorío del pecado. ¿Ahora entiende porque hay creyentes mundanos?

La pregunta en esta etapa decadente seria: – Señor, ¿vivo dominado por el pecado o con tu ayuda lo estoy dominando? –

– ¡Gracias a Dios que tenemos la puerta del arrepentimiento, abierta en todo momento, para volvernos al Señor! (Hechos 3:19)… pero quedarnos con soberbia y orgullo, sin confesar, nos deja del lado de la desobediencia y nos hace perder el favor de Dios de transformar todas las cosas para bien.

5. “estaré limpio de gran rebelión”

En este punto el creyente ya está más con un pie en el mundo que en las cosas de Dios. Cuando no existe un reconocimiento genuino de los propios errores, del pecado oculto, de la soberbia latente y el pecado se enseñorea del creyente, apartarse de la fe y apostatar está sólo a un paso. Ya la convicción del Espíritu ha sido rechazada y despreciada, sólo para justificar su desobediencia.

– ¡Gracias a Dios que aún en este estado terminal espiritual, si lo reconocemos, tenemos la puerta del arrepentimiento, abierta en todo momento, para volvernos al Señor! (Hechos 3:19)… pero quedarnos sin confesar que estamos en gran rebelión contra el Señor, nos deja del lado de la desobediencia y nos hace perder el favor de Dios de transformar todas las cosas para bien.

No importa cuán bajo podamos haber caído, ¡tenemos un Dios que nos puede levantar hacia lo más alto en Cristo, si estamos dispuestos a reconocer que hemos estamos del lado de la desobediencia y que estamos cosechando lo malo que hemos sembrado, pero que hoy y ahora anhelamos arrepentirnos para volver al sendero de la obediencia! ¡Gracias a Dios que podemos volver a encausar nuevamente nuestras vidas! ¡Esa sí son buenas noticias!

El pasaje bíblico de Hechos 3:19, en este día, quiere una vez hacerse real en su vida. El Señor le dice en esta hora: “Así que, arrepentíos y convertíos; para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia de Dios tiempos de refrigerio…”

No hay pecado o desobediencia que Dios no pueda perdonar. 1 Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”

Dios también perdona y olvida nuestros pecados y desobediencias cuando nos arrepentimos: “El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.” (Miqueas 7:19).

¡No se demore más, allí donde se encuentre en este momento, reciba el Favor de Dios y decida estar del lado de los que aman y obedecen a Dios! ¿Qué será de sus problemas y dificultades? ¡El Señor se encargará de ellos y todo le ayudará a bien! ¡Amén!

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