Recopilado por Ritchie Pugliese
El Apóstol Pablo cuando pensaba y hablaba de sí mismo y de sus logros, se calificó de una manera especial y sorprendente, muy diferente a lo que muchos pensaríamos y diríamos de nosotros mismos y nuestros logros. A medida que iba creciendo en el camino de la fe, iba cambiando su manera de verse a sí mismo.
Te invito a que leas lo que sigue a continuación y descubrirás cuál característica tendríamos que imitar del Apóstol:
1. En los primeros años de su vida cristiana, él se vio a sí mismo como alguien al mismo nivel que cualquiera de los demás apóstoles.
“porque en nada he sido menos que aquellos grandes apóstoles,…” (2 Corintios 12:11)
2. Más tarde Pablo se consideró a sí mismo como el menor de los apóstoles
“Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios” (1 Corintios 15:9)
3. Después de un tiempo, el apóstol se detuvo de compararse con los apóstoles y se comparó a sí mismo como el menor de los santos
“A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo,” (Efesios 3:8)
4. Por último, al llegar casi al final de su vida, en una de sus últimas cartas, el apóstol no se comparó con ningún apóstol ni con ningún santo (otro creyente en Cristo). ¡Él llegó a la conclusión de que era el jefe de los pecadores!
“Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.” (1 Timoteo 1:15).
Para reflexionar y obtener una conclusión que edifique nuestra vida
La vida del Apóstol Pablo nos enseña la importancia de la humildad. Él no se promocionaba a sí mismo como el “mejor, el más ungido o famoso”. El no promocionaba sus dones sino que sus dones lo promocionaban a él.
A lo largo de su vida cristiana el Apóstol fue creciendo en humildad. Por eso él se calificó en forma descendente, es decir, el menguaba más y más para que la presencia de Cristo en él se reflejara más y Dios sea el que se llevara toda la gloria y el honor. ¿Somos así nosotros?
Aprendamos del ejemplo del Apóstol Pablo. ¿Estamos creciendo en humildad o todavía seguimos pensando, como niños espirituales, que somos “grandes”, “mejores” hombres y mujeres de Dios, superiores a los demás?
Nunca lo olvidemos: ¡¡En el Reino de Dios el ÚNICO GRANDE ES EL SEÑOR!!