LA PALABRA DE DIOS ES ESPÍRITU Y VIDA

Por Ritchie Pugliese

Juan 6:63 dice: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.”

Las palabras de Dios son espíritu y son vida. La Palabra de Dios no sirve e solamente para memorizarla, leerla o estudiarla. La Palabra de Dios debe ser por sobre todo parte de nuestro ser porque es espíritu y vida.

Porque la Palabra de Dios es Espíritu y vida tiene la habilidad de producir una fuerza espiritual en nuestro ser llamada fe.

La fe es una fuerza espiritual que crece y se desarrolla en el corazón del creyente. La fe no es algo de la mente o de la carne. No significa estar de acuerdo mentalmente o aceptarla mentalmente. La aceptación mental afirma la veracidad de la Palabra de Dios, afirma que hay sanidad, liberación y bendición pero eso solo no hace que fluya el espíritu y vida de la palabra para que la sanidad, liberación y bendición fluya.

Si la palabra es espíritu y vida significa que la misma vida de Dios están en esas palabras que sanan, liberan, etc. Es la misma vida de Dios en esas palabras lo que la hace capaz de cambiar situaciones. Es la vida de Dios en mis palabras (si están basadas en lo que Dios dice en su Palabra) la que cambia las situaciones.

Cada vez que actuamos en la palabra nuestra fe se aumenta y tenemos mayor seguridad y confianza en Dios. Por eso es importante obedecer la palabra en todo tiempo.

Cuando digo “sé sanado” y la sanidad sucede, esa sanidad es a través de la misma vida de Dios que fluye a través de la palabra dada. Por cierto que uno puede hablar, predicar, sin la vida de Dios. La evidencia de la vida de Dios en nuestro mensaje es que cambia situaciones.

Es la vida de Dios en esas palabras la que cambia situaciones. Es la misma vida de Dios, en esas palabras, las que mueven montañas increíbles.

Leemos en Gálatas 5:6 que la “fe que obra por el amor” y Efesios 5:6 dice: “palabras vanas” (o huecas, vacías). La Biblia es la Palabra de Dios en los labios de amor y fe. ¿A qué me refiero?  Que se necesita de amor para que la fe obre. La fe no puede hacer nada, es impotente, sin amor. La fe obra por amor y a través del amor. ¿Dónde está tu amor?  ¿En el Señor o en nosotros?  Es posible estar en el ministerio no por llamado sino por deseos de fama y promoción. Es posible estar en el ministerio y no tener amor por la gente necesitada, pues solo nos interesa nuestro ministerio para satisfacer anhelos ocultos vanagloriosos. Podemos ser ministros  en el ministerio de la Iglesia sin amar a Dios y sin tener amor por la gente, a la que debemos ministrar. ¿Lo había pensado?

A la persona que no ama no se le puede confiar esta clase de gracia para bendecir, sanar, liberar, salvar. Se necesita amor para que la fe opere, pues sino esa persona no la utilizará apropiadamente. La utilizará para ganancia personal, para obtener recompensas.

Sin amor, nos engañamos y lastimamos a nosotros mismos, a los demás ¡y por sobre todo al Señor! Sin amor no seremos canales disponible o accesible para bendecir a la gente.

Por eso, si no hablamos la Palabra de Dios en amor y fe, el nombre de Jesús no puede hacer nada por sí solo. Podremos decir una y otra vez “en el nombre de Jesús” y nada sucederá espiritualmente, pero cuando decimos “sé sanado en el nombre de Jesús”, con amor y fe, la sanidad sucede.

Uno puede estudiar la Palabra en un seminario y podrá obtener conocimiento intelectual pero la vida de Dios de la Palabra fluye por gracia. El corazón deber estar enraizado en la Palabra y el amor. Cuando el corazón está enraizado en la Palabra tiene fe, pero a esa fe hay que agregarle el amor para que pueda obrar.

En Hechos 3:4-6 leemos el episodio de la sanidad del cojo en la puerta del templo. ¿Qué sucedió allí? Es un episodio que trata sobre “la utilización del nombre de Jesús en los labios de Pedro”. Hemos mencionado recientemente que si no decimos el nombre de Jesús con amor y fe, el nombre solo  no puede hacer nada, pues serán palabras religiosas huecas.

¿Cuando decimos “en el nombre de Jesús”, lo decimos en amor, además de fe? Si no lo hacemos con amor no sucederá nada. Si usted no habla el nombre de Jesús con fe y amor, esas palabras carecerán del espíritu y vida de Dios, carecerá de la habilidad para cambiar situaciones como fue en el caso de Pedro con el cojo sanado. ¡Utilicemos el nombre de Jesucristo con amor y fe y tenga por seguro que sucederá lo mismo que sucedió a través de los labios de Pedro!

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