EL FLUIR PROFÉTICO EN LA IGLESIA LOCAL

Recopilado por Ritchie Pugliese

La profecía es uno de los dones carismáticos manifestados en la vida de los creyentes por el poder del Espíritu Santo (1 Co. 12:10-11).

Mucho se puede decir acerca del don de profecía, mirando a los profetas del Antiguo Testamento. Ellos hablaban generalmente transmitiendo la infalible y autoritativa palabra de Dios al pueblo, aunque en algunas ocasiones cuando la profecía era dada no contenía mucha revelación de Dios, pero sí eran una señal de la presencia de Dios entre su pueblo.

Un ejemplo esto lo encontramos en Números 11:4-30, donde los setenta líderes elegidos por Moisés, profetizaron cuando el Espíritu reposó sobre ellos (v.25). Aquí no se registra ningún mensaje especial de Dios, más que saber que la presencia del Espíritu estaba presente (v. 29).

Por cierto, esta clase de profecía se diferenciaba claramente de aquella que proclamaba las palabras directas de Dios (Ver Dt. 18:15-22).

En el Nuevo Testamento, el pasaje de 1 Corintios 14, muestra que todos los creyentes son animados a involucrarse en esta clase de profecía.

Uno de los resultados del derramamiento del Espíritu Santo es que todos los hijos de Dios pueden profetizar. 1 Corintios 14:31 dice: “porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados”.

El apóstol Pablo evidentemente creía que todos los creyentes tenían el potencial de tener la manifestación del Espíritu para profetizar. El mencionó que todos deberían profetizar (1 Co. 14:5, 39).

Pablo consideraba a la profecía como uno de los dones más importantes, pero a la vez reconocía que no todos los creyentes podrían tener el ministerio de profeta (1 Co. 12:28-29). Que un creyente profetice no significa que sea un profeta. Muchos se confunden con esto.

El propósito de la profecía en 1 Corintios 14:

Una y otra vez, Pablo repite que los dones son para edificar a los miembros de la iglesia. Según el v.3, la profecía simple (la que cualquier creyente puede dar) opera de tres maneras: Edificación, exhortación y consolación.

La primera palabra (edificación) en griego es “oikodome”, que significa “edificar”, como edificar una casa con materiales resistentes.

La segunda palabra (exhortación) en griego es “paraklesis”, que viene de la misma raíz que “paracleto” (consolador), palabra que Jesús utilizó en Juan 14:15-18. Esta palabra implica o da la idea de animar y aconsejar en la iglesia local.

La tercera palabra (consolación) en griego es “paramuthia”, la cual está muy asociada a la segunda, pero intensificada por el amor (Filipenses 2:1), especialmente en tiempos de pérdidas, como fue en el caso de los judíos cuando fueron a consolar a María y Martha (Juan 11:19, 31). También implica calmar y pacificar.

Otro resultado de la profecía puede ser la conversión de un incrédulo o el toque de Dios en la vida de un cristiano débil (1 Co. 14:24-25).

La regulación de la profecía en una reunión pública:

A través del Apóstol Pablo, Dios dio instrucciones acerca de las reglas o regulaciones para fluir correctamente con éste don.

La primera regulación la encontramos en el v.29, donde debían profetizar dos o tres personas como máximo, y luego dejar que las autoridades espirituales juzguen las profecías dadas.

Por el pasaje, es evidente que la persona (sea profeta o un hermano en Cristo) está de pie cuando profetiza, y si otra persona o profeta tiene algo para profetizar, debe esperar a que el primero se siente para luego el dar el mensaje profético, y así sucesivamente con el tercero.

La segunda regulación era examinar o juzgar el fluir profético (v.29). Los que fluyen proféticamente deben ser examinados, probados, porque la profecía es el trabajo conjunto del Espíritu Santo y el espíritu humano y algunas veces pueden existir errores.

Aquellos encargados de juzgar las profecías deben ser creyentes maduros, caracterizadas por el discernimiento de espíritus, para detectar cualquier cosa incorrecta y determinar si concuerda con el sentir de las Sagradas Escrituras.

Finalmente, la tercera regulación en la reunión era el obrar de una manera correcta y adecuada. Por eso Pablo menciona que el espíritu de los profetas, o de los que fluyen con palabra de profecía, debe estar sujeto a los profetas (v.32). Esto quiere decir que el Espíritu Santo viene por inspiración, no por la fuerza ni por medio de una conducta o comportamiento inadecuado.

Cuando el Espíritu Santo está en control hay una atmósfera apacible, amorosa y ordenada, pues Dios no es Dios de confusión (v.33).

¡Si tenemos en cuenta estos puntos importantes, nuestras vidas y congregaciones podrán fluir con el Espíritu de Dios y todos seremos bendecidos y edificados con el fluir profético!

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