UNA HABITACIÓN PERMANENTE

Por Ritchie Pugliese

El “vivir por fe” es un tema que a todos nos gusta oir, ya que nos desafía a cosas mayores para vivir más cerca del Señor. La Biblia habla mucho y bien sobre el vivir por fe en un pasaje clave de Romanos 1:16-17 “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”

El pasaje nos dice que el evangelio, las buenas nuevas de Dios, es poder para salvar y también poder para revelar en todo aquél que en El cree la fuerza de la fe.

La vida cristiana normal comienza y continúa por la fe pues el deseo de Dios es hacernos hombres y mujeres de fe. Ahora bien ¿Qué significa bíblicamente hablando “vivir por fe”? Para ser sinceros, generalmente nosotros los cristianos utilizamos esta frase para decir otra cosa de lo que la Palabra en realidad dice. Asociamos al vivir por fe como vivir sin trabajar secularmente (o como usted quiera llamarlo) y depender de la provisión del Cielo. El vivir por fe, por cierto, va mucho más allá de eso.

Para poder entender el significado “vivir por fe” debemos considerar primero al ser humano. Dios lo creó como un ser tripartito compuesto por espíritu, alma y cuerpo a fin de que no solo viviera en la tierra y pudiera desarrollarse sino también, y principalmente, para tener comunión con su Creador. La idea de Dios era que el ser humano viviera dependiendo completamente de Él y desarrollando una comunión íntima con El todo el tiempo.

Lamentablemente el ideal de Dios se vió parcialmente cortado por el pecado de Adán y Eva. ¿En qué consistió el pecado de Adán y Eva?: Desobediencia a la Palabra de Dios. Esa desobediencia produjo un cortocircuito espiritual e hizo caer al hombre (y la mujer) en el pecado y la maldición.

Para el creyente hoy, “vivir por fe” significa vivir en obediencia a Dios y a lo que dice en su Palabra. Cuando un cristiano decide vivir por fe, decide vivir en obediencia al Señor y lo que dice Su Palabra pues Romanos 10:17 afirma que la fe verdadera es la que viene como resultado de oir (u obedecer) la Palabra de Dios. Es decir, sin la Palabra de Dios haciendo raíces en nuestras vidas no puede haber obediencia ni puede existir el vivir por fe de manera estable y creciente.

Muchos de nosotros nos movemos “en el poder del alma” en vez de hacerlo controlados por el Espíritu Santo. El alma es una parte de nuestro ser que está compuesta por:

a) Las emociones o el sentimiento;

b) La mente o la capacidad para pensar y razonar y

c) La voluntad o la capacidad de decidir qué hacer.

La suma de estos tres produce lo que llamamos el “libre albedrio”.

En las situaciones de la vida cotidiana a cada paso debemos decidir si vamos a obedecer o a desobedecer. Es una lucha interior continua en la cual vivimos, pero gracias a Dios tenemos la presencia del Espíritu Santo que nos ayuda a ser fieles a Dios… pero a veces nuestra realidad es otra… diferente a lo que El Señor desea… dejamos de oir la voz de Dios y nos dejamos llevar por lo que sentimos o por lo que pensamos (generalmente diferente a lo que dice la Palabra de Dios).

En vez de ser cristianos espirituales somos cristianos “dependientes del alma” o como alguien lo definió: “cristianos almáticos”. Esta clase de vida cristiana, bíblicamente hablando, es una vida desequilibrada e inestable, parecida a las olas del mar que van de un lado al otro (Stgo 1:6). No somos estables en nuestra obediencia y es por eso que nuestra fe es débil.

Por favor, no malinterprete lo que estoy diciendo. No digo que sea malo dar lugar a los sentimientos y al razonamiento en la vida cristiana. Lo que deseo enfatizar es que si ellos no están gobernados por el poder del Espíritu Santo y la Autoridad de la Palabra de Dios iremos por mal camino y nunca seremos estables en la vida de fe.

Vivir por la fe significa caminar cada día en equilibrio y estabilidad espiritual obedeciendo la Palabra de Dios y colocando nuestra alma bajo el control del Espíritu Santo. Por eso es necesario e imprescindible practicar la obediencia, porque cuando lo hacemos la presencia del Espíritu se acrecienta en nuestras vidas y existe en y sobre nosotros una atmósfera de Gloria.

La “medida” de nuestra fe esta medida por la “medida” de nuestra obediencia. Cuando desobedecemos por movernos controlados por el alma, caemos en un estado de desobediencia que nos conduce al pecado y a la muerte espiritual. Romanos 6:12 menciona una palabra que tiene mucho significado para lo que estamos hablando. La palabra es “concupiscencias”.

La concupiscencia es la búsqueda por satisfacer mis propios deseos. En nuestro vocabulario significa “hacer la mía” o “lo que se me da la gana”. Santiago 1:12-16 habla del proceso de la tentación. A veces malinterpretamos las tentaciones y pensamos que somos tentados para mentir, odiar, adulterar, y cualquier otra forma de pecado. Vemos el resultado de ceder a la tentación como la raíz de la tentación.

Básicamente, la tentación es una invitación a desobedecer la Palabra de Dios y hacer nuestra propia voluntad o la del diablo. El pecado de la desobediencia origina el fruto del pecado, que son las acciones contrarias a lo que Dios espera. Por eso, cuando somos tentados, debemos mirar no lo que se nos ofrece (o el envase) sino la raíz, que es desobedecer a Dios.

En el Jardín del Edén lo único que Dios les pidió a Adán y Eva fue que no desobedecieran (Génesis 2:16-17) ¿Qué fue lo que hicieron ellos incitados por el enemigo? ¡Desobedecieron! Ese es nuestro problema hoy también, ¡desobedecer!

Es bueno mencionar que nadie desobedece de un momento a otro sino que existe un proceso interno (más lento o más rápido por cierto) y lo encontramos detallado en Santiago 1:15. Los pasos son:

1) Se concibe la concupiscencia o se gesta la idea de practicar la desobediencia;

2) El deseo de hacer lo que se me da la gana desobedeciendo a Dios me conduce al pecado;

3) El pecado da a luz y tiene su paga, que es la muerte espiritual.

La acción continua de pecado y desobediencia en nuestras vidas origina una atmósfera espiritual diabólica que nos gobierna y deforma la imagen de Cristo, en cambio vivir por fe obedeciendo a Dios y a su Palabra crea en nuestras vidas una atmósfera espiritual de gloria y libertad espiritual donde el Señor puede obrar y reforzar en nosotros su Santa Presencia, formando la imagen de Cristo. ¡Qué importante es entonces obedecer!

La clave para vivir por fe es hacerle caso a la Palabra de Dios. En Romanos 6:11-16 encontramos aún otras cosas importantes para ser hombres y mujeres de fe. El v.11 dice que debemos considerarnos muertos al pecado y vivos para las cosas de Dios. ¿Cómo practicar esto? El v.13 dice dos veces “presentéis” y el v.19 utiliza otra vez la misma palabra. Si cambiamos la palabra “presentar” por “ceder” vemos que el consejo bíblico es que cuando se origine en nosotros la disyuntiva entre obedecer y desobedecer, necesitamos considerarnos muertos o incapaces de practicar la desobediencia y a la vez vivos para ceder a la voz del Espíritu y de esa manera obedecer al Señor. En esto radica el éxito y la estabilidad de la vida de fe.

Mucho más que un “toque” del Espíritu

El Espíritu Santo no se conforma con solo darnos un “toque” de su presencia. El desea trabajar más profundo en nosotros para hacernos cristianos fieles y obedientes. Muchos hoy viven dependiendo de un “toque” espiritual pero les falta a sus vidas una habitación y trabajo permanente del Espíritu Santo. Es hermoso ser tocados por el Señor y literalmente sentir su bella presencia ministrándonos, pero su obrar va mucho más allá y es el de formar en nosotros la imagen de Cristo para que vivamos como justos por la fe.

A veces le decimos a la gente: – hermano, venga al servicio a cargar las baterías -, y les hablamos como si fueran un aparato eléctrico que se carga y descarga. ¡Y ellos se lo han creído! Es por eso que vienen siempre a buscar “un toque” en vez de una habitación permanente de la presencia de Dios.

Hacer lugar para la presencia de Dios

Hay un pasaje del Antiguo Testamento que nos habla de esto en 2 Reyes 4:8. Allí se describe al Profeta Eliseo con la mujer sunamita. Esta mujer veía en el a un varón puro y santo de Dios. Para ella el profeta representaba la Presencia de Dios y su deseo era que no solo la visitara sino que hiciera una habitación permanente. Al consultar con su esposo, él también estuvo de acuerdo de crear un espacio para que el profeta habitara e hiciera morada permanente.

Este relato es una figura espiritual para nosotros hoy. El profeta representa la presencia del Espíritu Santo y la sunamita y su esposo somos nosotros. Este matrimonio anhelaba no solo la visita sino la habitación del profeta. De la misma manera hoy el Espíritu Santo quiere hacer lo mismo en nosotros: Pasar del “toque” o visitación del Espíritu de Dios a una habitación permanente para que exista una atmosfera de gloria y bendición en nuestras vidas.

Dios nos quiere llevar más allá del “toque” (por cierto son buenos y necesarios) y nos invita a ir más allá para saborear la habitación permanente de su presencia. ¡Glorioso! Cuando eso suceda, El mismo nos preguntará, como el profeta le dijo a la mujer: – ¿Qué quieres que haga por ti? – (2 Reyes 4:13)

Lo sublime y magnífico de la habitación permanente es que entramos en una intimidad jamás soñada con el Espíritu Santo, y en esa dulce intimidad se crea un dialogo en el cual El Señor toma la delantera y nos pregunta qué necesitamos… ¡para suplir nuestra necesidad! ¡Oh, la Gloria de Su Bendita Presencia quiere manifestarse como nunca antes en nuestras vidas para que seamos un pueblo obediente que camine diariamente por fe! ¡Dejemos de vivir mediocremente y seamos un pueblo santo, obediente, que camina deleitosamente por fe a fin de que la Gloria de Dios se derrame en nuestras familias, iglesias, ciudad y nación y el mundo crea que somos un pueblo diferente en palabras y hechos! ¡Espíritu Santo necesitamos de ti mucho más que un toque, necesitamos tu habitación permanente!

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