LOS PECADOS RELIGIOSOS

Por Ritchie Pugliese

Existe una ola creciente dentro de nuestro ámbito “cristiano” de personas que con un mal espíritu calumnian, critican despiadadamente, injustamente a pastores, líderes y creyentes en general… en realidad a todo lo que a ellos no les gusta o consideran “herejía” o incorrecto.

Esto lo vemos operando en congregaciones locales (no todas por cierto) y principalmente por los medios masivos como Facebook, entre otras redes, donde desde lo oculto lanzan comentarios nocivos.

Lo increíble de esto es que esas mismas personas son los “hermanos” que se congregan, hablan de Dios, y levantan sus manos para adorar en las reuniones, pero a la hora de hablar no tienen ningún reparo, ni límite alguno, en lanzar despiadadamente comentarios agresivos contra otros hermanos en la fe y los siervos de Dios. Ellos en verdad tienen una lengua descontrolada.

La lengua descontrolada, por cierto,  significa tener un lenguaje o forma de hablar que no es controlado por el Espíritu Santo. Esta forma descontrolada de hablar ha dado lugar dentro de la Iglesia a lo que se conoce como “pecados religiosos”. ¿Por qué llamamos a estos pecados de esa manera?

Antes de responder a eso, debemos saber que esto que hoy nos causa alarma y apaga al Espíritu no es nada nuevo. La Biblia se refiere a ellos en Gálatas 5:20-21 cuando menciona a las “enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias…” como obras de la carne, o pecados religiosos (v.19).

Definimos a estos pecados como “religiosos”, porque operan dentro del círculo cristiano y son practicados por aquellos que se consideran a sí mismos “hermanos en Cristo”. Por cierto esta clase de creyentes nunca adulterarían, no fornicarían ni se involucrarían en la inmundicia o lascivia, pero son los mismos que de su corrupción interior (o sea el viejo hombre no quebrantado) hablan y escriben agrediendo y lastimando a todo el mundo.

A la luz de la Palabra de Dios queda bien en claro que lo que ellos transmiten lo tienen guardado en sus corazones. Lucas 6:45 dice: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.” ¡Cuánto daño puede hacer una lengua descontrolada!

La idea de ese artículo, no tiene la intención de ponernos en una posición de señalar ni condenar a nadie, pero si saber que a menos que le demos lugar al Espíritu Santo para que cambie nuestro corazón y nos ayude a hablar lo positivo y edificante, cada uno de nosotros en su interior tiene incubada la misma maldad. ¡Somos pecadores religiosos en potencia!

Si somos sinceros ante Dios, debemos reconocer que en más de una oportunidad hemos practicado al menos alguno de los “pecados religiosos” detallados en el libro de Gálatas.

Dios nos está llamando a que dejemos de lado toda forma religiosa de actuar y nos comportemos como verdaderos creyentes en Cristo, para que toda palabra que expresemos (vocal o escrita) esté carente de un espíritu condenatorio, negativo, calumniador, maldiciente y destructor, y en cambio transmita un espíritu redentor, positivo, edificante, que exalta a Dios y colabora con el avance del Reino de Dios.

¡Necesitamos de esta clase de cristianos hoy en nuestras iglesias, que le digan “¡No!” a los pecados religiosos!

Mirarnos a nosotros mismos primero

Te invito en este momento a reflexionar y a pensar en tú mismo, sin pensar en los demás. ¿Tú también has practicado los pecados religiosos hablando o escribiendo mal de los demás? ¿Eres rápido para hablar lo que no corresponde sobre los hermanos en la fe y los siervos de Dios?

Dios te está llamando la atención en este día para decirte que es posible vivir una vida llena del Espíritu Santo, la cual le dará dominio propio a tu lengua para transmitir lo que es para edificación e inspiración.

Si hoy te arrepientes y decides renunciar a los “pecados religiosos, no tengas dudas que la presencia del Espíritu hará una obra nueva en tu vida, y te ayudará a que lo que digas o escribas sea para bendición.

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