LOS ÍDOLOS OCULTOS QUE TODOS TENEMOS Y NO RECONOCEMOS (Parte 1)

¡Es tiempo de ver las profundidades del corazón y quitar nuestras máscaras!

Generalmente cuando pensamos en los ídolos viene a nuestra mente la imagen de pueblos no civilizados o tribus de algún lugar remoto, que para adorar a sus dioses han creado alguna imagen de barro, metal o madera.

A la persona adoradora de ídolos, se le llama “idólatra”, y el diccionario de la RAE define la acción de “idolatrar” como “Amar o admirar con exaltación a alguien o algo”

La definición de “idolatrar” nos presenta un concepto más profundo de su significado, dando a entender que cualquier ser humano, independientemente de su sexo, condición social, cultura y educación puede transformarse en un adorador de ídolos.

Inclusive en lo que se conoce como “Iglesia Cristiana”, la historia nos dice cómo la idolatría ha penetrado en ella. Esto lo vemos hasta nuestros días en la religión católica, que a pesar de saber lo que Dios dice en la Biblia en Éxodo 20:3-5 “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios”, se promueve la adoración a imágenes de santos, vírgenes y del mismo Dios.

Pero…. la penetración de la idolatría no ha terminado allí. Generalmente en el mundillo evangélico se ha señalado acusando a la iglesia católica como idólatra, pero luego de más de cuarenta años de ser creyente en Cristo y estar en el ministerio en la Iglesia Evangélica, he llegado a la conclusión que dentro de ella también existe la idolatría. ¡Lo que hemos condenado se ha transformado parte de nosotros!

Si bien ya no somos adoradores de imágenes, debemos saber que existen hoy los llamados ídolos modernos que pueden seducir al cualquier creyente,… y precisamente no son ídolos de barro, metal o madera.

Por todo esto, considero oportuno hablar del tema para examinarnos y ver si en nuestras vidas, a pesar de ser creyentes en Cristo, y evangélicos, estamos siendo encandilados por la luces de algún ídolo moderno.

¿Estás preparado para realizar este viaje, que te llevará a examinar lo profundo de tu corazón? Comencemos entonces.

Solo Dios satisface

Para comenzar, debemos establecer que por mucho que busquemos la felicidad en los ídolos modernos que perseguimos (ahora veremos cuáles son), ellos nunca podrán darnos la satisfacción que solo se encuentra en Cristo.

Todos tenemos un vacío interior que es como un agujero que tiene la forma de Dios y que solo el Señor puede llenar. Debemos saber que cualquier sensación de “felicidad” que encontremos en los ídolos modernos es temporal y fugaz. Estaremos satisfechos en un principio, pero luego sentiremos la misma insatisfacción de siempre, un descontento persistente, un gran vacío desesperante.

Solo la revelación de quién es Dios puede hacernos entender que ningún ídolo puede llenar el vacío existencial en nuestro corazón, y que ellos son falsificaciones, falsos sustitutos, imitaciones baratas, sin valor y sin poder. Cuando esa revelación viene, somos como el salmista que dice en el Salmo 42:1-2 “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”. El salmista declara en síntesis: ¡Solo Dios satisface completamente!

Servir a Dios o a los ídolos es una opción

En 1 Reyes 18:21-24 el profeta Elías desafió a los profetas de Baal para ver quién adoraba al único Dios verdadero. Al hacerlo, vieron cuán débil e impotente era su dios. Elías se acercó a toda la gente y dijo: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él” (v. 21). Les dio un toro para ofrecer en sacrificio a Baal. “Dénsenos, pues, dos bueyes, y escojan ellos uno, y córtenlo en pedazos, y pónganlo sobre leña, pero no pongan fuego debajo; y yo prepararé el otro buey, y lo pondré sobre leña, y ningún fuego pondré debajo. Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios.” (vv. 23-24).

Los profetas de Baal hicieron todo lo posible para que su dios prendiera fuego el sacrificio. Gritaron y se cortaron a sí mismos con cuchillos. Marcharon alrededor del altar. Pero no hubo respuesta. “Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle.” (v. 27).

Entonces Elías construyó un altar al Señor con un toro como sacrificio. Vertió agua sobre el altar hasta que la madera y el sacrificio estuvieron saturados. Elías oró: “Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos.” (vv. 36-37). Entonces Dios consumió la ofrenda con fuego. “Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!” (v. 39).

Nosotros también necesitamos tener la  revelación y ver la majestad de Dios para conocer en realidad lo que son los ídolos modernos.

Los ídolos modernos

La idolatría tiene que ver con los ídolos que tenemos alojados en nuestro corazón. Al considerar qué es la idolatría y los ídolos que podemos adorar, solo podríamos pensar en las cosas obvias y básicas que las personas de nuestra sociedad adoran en nuestra cultura: Poder, Fama y Dinero. Podríamos mirar a aquellos que son ricos y famosos y señalar los ídolos que adoran por el estilo de vida que llevan.

Al hacerlo, podríamos pensar que nosotros por ser “cristianos” jamás podríamos tener esa clase de ídolos en nuestro corazón. La verdad es que las personas, incluido los creyentes en Cristo y sus ministros, no solo  pueden adoran cosas como el poder, la fama y el dinero sino adorar incluso las cosas buenas.

Adoradores de cosas buenas

Podemos adorar las bendiciones que Dios nos ha dado, mas que a Dios, el dador de todas las cosas. Por ejemplo: los hijos, el matrimonio, el ministerio, la profesión y trabajo, las amistades, los pasatiempos, los dones espirituales; la salud, (dieta – descanso – ejercicio) entre otras cosas.

Las cosas buenas pueden volverse malas cuando se convierten en las únicas cosas que importan en nuestras vidas, cuando ellas son más importantes que Dios en nuestro corazón.

Cuando confiamos desmedidamente en las cosas buenas de la vida que el Señor nos ha dado, que sirven para mejorar nuestras vidas, vivir de manera más segura, más feliz y más cómoda, todas ellas se pueden transformar en ídolos.

Cuando nos transformamos en personas dependientes de las cosas buenas para darle “sentido” y propósito a nuestra vida, más que de Dios, ellas se han convertido en ídolos. Cuando las cosas buenas en nuestras vidas nos controlan, nos dirigen y gobiernan, son ídolos.

Cuando nos aferramos firmemente a un sueño, a una visión, una esperanza o una meta, y sentimos que nuestras vidas perderían sentido y propósito si esas ellas no se cumplen, se han convertido en ídolos.

Debemos saber que nuestra naturaleza de pecado, siempre está buscando ídolos para adorar. Y sin importar el ídolo o la motivación detrás de la adoración, cuando adoramos algo aparte de Dios, le estamos quitando al Señor el lugar de respeto y honra que solo él se merece. Dios es nuestro Creador, y dador de toda buena dádiva, por eso Él es digno de suprema adoración. Así lo afirma el Salmo 145:3 (RVR1995) “Grande es Jehová y digno de suprema alabanza; su grandeza es insondable.” Cuando fallamos en adorarle, los ídolos ocupan su lugar en nuestro corazón. De esa manera le negamos a Dios la gloria y el honor que le pertenecen.

¿Cómo saber cuáles son los ídolos que uno puede adorar? ¿Cómo saber si estoy  poniendo mi esperanza en ellos más que en Dios? Veamos algunos ídolos modernos:

El tiempo y el dinero

El tiempo y el dinero son nuestros dos activos más valiosos. La forma en que gastamos, invertimos y administramos a ambos dicen mucho sobre lo que valoramos y lo que es más importante para nosotros.

¿En qué inviertes tu tiempo pensando o soñando despierto? Por lo general, pasamos mucho tiempo pensando, planeando y elaborando estrategias sobre nuestros ídolos. Lo que más valoramos es donde mayormente invertiremos nuestro tiempo. Jesús dijo en Mateo 6:21 “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Sacrificaremos nuestro tiempo por nuestros ídolos y descubriremos que no tenemos tiempo para hacer nada más, y eso poco nos preocupará. Esto a menudo significa restarnos tiempo para desarrollar la vida espiritual. Eso significa que no tendremos tiempo para buscar a Dios, orar y estudiar su Palabra, congregarnos regularmente ni invertir en tiempo en amar al prójimo y servir a los necesitados.

Algunos de nosotros podemos invertir todo el tiempo, por ejemplo, esforzándonos para que nuestro hogar sea perfecto en todos los sentidos: limpio, bien decorado, organizado o para que nuestro ministerio pastoral sea el más reconocido o tengamos la congregación “más ungida” de la ciudad. Estas, entre tantas otras cosas, se transforman en actividades que consumen todo nuestro tiempo. Para otros, podría ser dedicar tiempo exagerado al cuidado de la salud con tratamientos, gimnasia y aún operaciones estéticas.

Analiza cómo utilizas e inviertes tu tiempo cada día: ¿Es en adoración a algo que no sea el Señor?

La segunda área que podemos considerar para determinar nuestros ídolos modernos es dónde gastamos nuestro dinero. A menudo, en lo que gastemos nuestro dinero será el indicador de lo que más amamos. Si el dinero es nuestro ídolo también nos afectará cuando no lo tengamos para comprar cosas, ¿Cómo respondemos ante esa situación? ¿Estamos enojados? ¿Llenos de desesperación y frustración? Jesús dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mateo 6: 19-21).

Podemos gastar dinero en cosas solo para que los demás vean “lo bien que nos está yendo”, para dar una “imagen ganadora”, para mostrar a los demás que vestimos las mejores ropas y zapatos. Hacemos todo con el propósito de recibir la alabanza de los que nos rodean. Esto también es un indicador de idolatría. Significa que hemos encontrado el “sentido” de la vida y que lo más importante para nosotros es recibir buenos comentarios de los que nos rodean. Hacemos todo solo para recibir la alabanza y aprobación de los demás, en lugar de gozarme en lo que Dios nos provee y dice de nosotros en su palabra.

Respuestas emocionales conectadas a la adoración de ídolos

A menudo nuestras emociones pueden están conectadas a nuestros ídolos. Como ser:

a) El temor

Los temores que sentimos generalmente están conectado al ídolo que adoramos. Medita por un instante:

¿Cuáles son tus miedos?

¿Qué es lo que no te deja dormir tranquilo en la noche?

¿Qué es lo que consume tus pensamientos?

¿De qué tratas de protegerte o proteger a tus seres queridos?

Existen diferentes tipos de temores, por ejemplo: Como padres, podemos temer que las enfermedades y lesiones afecten a nuestros hijos. Podemos temer  que las influencias externas negativas (malas amistades) perjudiquen sus vidas. Podemos temer el desorden y el caos en nuestro hogar. Podemos temer que nuestro negocio caiga en bancarrota o que la gente se vaya de la iglesia donde pastoreamos. Sea lo que sea que temamos, haremos lo que sea necesario para evitar que ese miedo se haga realidad. Cuando sientas miedo esta semana, da un paso atrás y considera el ídolo al que está conectado.

b) La ira

Otra emoción fuerte que podríamos experimentar es la ira. ¿Por qué te enojas? Cuando nuestros ídolos están amenazados, a menudo podemos responder con ira. Considere cuán enojados se ponen los niños cuando otro niño les arrebata un juguete. “¡Es mío!”, podrían gritar en respuesta. Se dice que las emociones son el espejo de nuestro corazón. Nuestras emociones revelan nuestros pensamientos e intenciones; revelan los juicios que hemos hecho sobre nuestras circunstancias.

En Hechos 16, Pablo y Silas estaban en Filipos. Una esclava poseída por demonios siguió a Pablo diciendo: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación.” (Hechos 16:17). Pablo se molestó y ordenó al espíritu inmundo que la dejara. Cuando lo hizo, sus dueños estaban enojados con ira. “Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades;… Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad.”(vv. 19, 22-23).

Del mismo modo, cuando se ataca lo que amamos y adoramos, podemos responder con ira.

¿Quién te controla?

¿Qué te controla a ti? A menudo, las cosas que adoramos se convierten en las que gobiernan nuestras vidas, las que nos dominan. A lo que amamos y confiamos también lo servimos. Cualquier cosa que se vuelva más importante para nosotros que Dios, se convierte en un ídolo que nos domina. Los ídolos nos controlan, ya que sentimos que debemos tenerlos o la vida no tiene sentido sin ellos.  ¿Qué define y rige tus días? “Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció.” (2 Pedro 2:19). La idolatría es una forma disfrazada de esclavitud.

Los ídolos también requieren sacrificios. En el Antiguo Testamento, tales sacrificios a menudo involucraban la muerte. El dios Moloc era un ídolo al que los padres sacrificaban a sus hijos (véase Levítico 18:21). ¿Qué o a quién has sacrificado por tu ídolo? Tal vez has sacrificado las relaciones con otros para satisfacer a tu ídolo. O tal vez has renunciado a tu integridad, mintiendo, para mantener satisfecho a tu ídolo. Considera los sacrificios que has hecho para sostener tu idolatría.

Pérdida

Sea lo que sea, el ídolo actúa como si fuera un salvador. Sin el estamos perdidos. Es a lo que te aferras, pensando que completa tu vida y te hace feliz. También es lo que proteges a toda costa. Sea algo material, una esperanza o un sueño, una visión, un ministerio, una relación o cualquier otra cosa, si reina en el trono de tu corazón más que el Señor, es un ídolo.

¿Qué cosa te devastaría si la perdieras?

¿Cuál es la cosa sin la cual no podrías vivir o no desearías seguir viviendo?  

¿Es la casa, el auto, el ministerio o el trabajo ideal que siempre has querido?  

¿Es el respeto y la aprobación de los demás?  

¿Es el amor y afecto?

En Hechos 19, Pablo estaba en Éfeso. Había un platero que creó santuarios de plata para la diosa Artemisa. Reunió a otros artesanos de ídolos y dijo: “a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Efeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero.” (Hechos 19: 25-27). Esto causó disturbios.

Los artesanos se enfurecieron y atacaron a los compañeros de Pablo. Cuando corremos el riesgo de perder un ídolo, así es como responde el corazón.

Confiar

¿Dónde depositas tu confianza? Un ídolo es en lo que confiamos, lo que nos hace fuertes según nuestra manera de pensar. Es nuestro refugio, donde buscamos ayuda, esperanza y realización. Cuando confiamos en cualquier otra cosa más que en el Señor, estamos adoramos a un dios falso, a un ídolo.

Si solo tuviera…sería feliz

¿Cuál es tu “si solo tuviera”? Complete el espacio en blanco: si solo tuviera ______ mi vida estaría completa. Nuestro “si” solo dice mucho sobre lo que hay en nuestro corazón. Revela lo que más nos importa en la vida. Consideramos esa “cosa” como la pieza que falta para hacer que nuestra vida sea completa y feliz. Buscamos y perseguimos esa cosa hasta que la tengamos y si no las tenemos vivimos con ira y amargura.

¿El pecado puede ser un ídolo?

Nuestros pecados están directamente relacionados con lo que más deseamos. Cuando pecamos, amamos y adoramos lo incorrecto. Pecamos para satisfacer lo que creemos que llenará nuestros anhelos. Tal vez es mentir y manipular a otros para obtener lo que quieres. Tal vez es una preocupación crónica. Tal vez sean lujurias y pensamientos pecaminosos, que te llenan de vergüenza y eso te impide confesarlos a Dios. Lo que adoramos, lo que amamos más que a Dios, nos llevará a pecar si es necesario para obtenerlo. ¿Qué pecado o pecados te encuentras haciendo una y otra vez?

Santiago 1:15 dice: “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” Pero hay esperanza para todos nosotros como pecadores, “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.” (Santiago 1:21).

Pregúntate: ¿A qué deseo insatisfecho responde este pecado que estoy cometiendo?

Caos vs tener todo controlado

¿Qué áreas de tu vida parecen “fuera de control”? A menudo, lo que intentamos controlar revelan nuestros ídolos. Tal vez pasas mucho tiempo tratando de organizar tu horario y por eso eres estricto con tus rutinas. Si algo o alguien interrumpen esas rutinas, respondes con frustración e incluso enojo. Los horarios y las rutinas no pueden estar fuera de control en tu vida. Puede ser que hayas planificado tu vida de antemano para que fuera de la mejor manera, pero te ofuscas cuando algo pareciera no salir como esperabas. ¿Qué situación te encuentras tratando de controlar?

Barreras

A menudo Dios levantará barreras para mantenernos alejados de nuestros ídolos. En el libro de Oseas, Dios describió los obstáculos que colocaría en el camino de Israel para mantenerla alejada de sus ídolos. “Por tanto, he aquí yo rodearé de espinos su camino, y la cercaré con seto, y no hallará sus caminos. Seguirá a sus amantes, y no los alcanzará; los buscará, y no los hallará. Entonces dirá: Iré y me volveré a mi primer marido; porque mejor me iba entonces que ahora.” (Oseas 2: 6-7).

Dios a menudo bloqueará el camino a nuestros ídolos para que nos volvamos a él. Nos impedirá obtener lo que deseamos en algunos casos. Él podría dejarnos con las manos vacías para que podamos volver a Él. Es en ese punto “bajo cero” donde tus ojos espirituales se alumbran. Allí entenderás que no te diste cuenta que Jesús era todo lo que necesitabas hasta que Jesús fue todo lo que quisiste tener.

Expectativas

Otra forma de identificar ídolos en nuestras vidas es mirar nuestras expectativas. ¿Qué esperas de la vida? ¿Qué esperas de los demás, de ti mismo, de Dios, del servicio al Señor? Considera tus pensamientos: ¿cuáles son los “debería” en tu vida?

Por ejemplo, ¿crees que la vida debería ser de cierta manera? ¿Crees que te merecías una mejor suerte en la vida? ¿Crees que la gente debería responderte de cierta manera? ¿Crees que tu ministerio debería haber sido de otra manera? ¿Crees que tu vida matrimonial hubiera sido diferente si te hubieras casado con otra persona?

Cuando nuestras expectativas nos fallan y la vida no funciona como esperamos, a menudo respondemos con frustración y enojo. La frustración y el enojo conducen a la ira. Esa ira interior se convertirá en desesperación. Esas emociones resaltan el hecho de que lo que hemos depositado como nuestra máxima esperanza nos ha decepcionado. Toma el tiempo para pensar y orar por tus expectativas y ver qué ídolos acechan allí escondidos.

Sentir lástima de nosotros mismos

Podemos sentir lástima de nosotros mismos cuando nuestros ídolos nos fallan, cuando no los obtenemos o nos quitan lo que deseamos. Aquí hay un ejemplo del libro de 1 Reyes 21:1-4: “Pasadas estas cosas, aconteció que Nabot de Jezreel tenía allí una viña junto al palacio de Acab rey de Samaria. Y Acab habló a Nabot, diciendo: Dame tu viña para un huerto de legumbres, porque está cercana a mi casa, y yo te daré por ella otra viña mejor que esta; o si mejor te pareciere, te pagaré su valor en dinero. Y Nabot respondió a Acab: Guárdeme Jehová de que yo te dé a ti la heredad de mis padres. Y vino Acab a su casa triste y enojado, por la palabra que Nabot de Jezreel le había respondido, diciendo: No te daré la heredad de mis padres. Y se acostó en su cama, y volvió su rostro, y no comió.”

¿Ves la respuesta de Acab cuando no obtuvo lo que quería?

El ídolo del éxito y el logro

El ídolo del éxito y el logro conducen a la persona a sentirse como si fuera Dios, donde su seguridad y valor descansan en su propia sabiduría, capacidad, fuerza y rendimiento. Una señal de que has hecho del éxito un ídolo es la sensación de seguridad que sientes y de superioridad sobre los demás. La falsa sensación de seguridad viene por deificar nuestros logros y pensar que ellos son los que nos mantendrán a salvo de los problemas de la vida.

El éxito según la Palabra de Dios

El éxito en la Biblia es diferente al del mundo. El mundo mira el éxito en términos de números, tamaño y resultados, ganancias, dólares, seguidores, años de experiencia, apariencia impactante y carismática, libros publicados, valor de mercado, puntaje alto en una prueba, grandes edificios, lujo, etc.

En contraste, la Biblia considera el éxito como el cumplimiento de los propósitos del Reino de Dios, en ser fieles para hacer la voluntad de Dios. Éxito para Dios es vivir para servir en lugar de pretender ser servidos y adorados por nuestros resultados; es obedecer a Dios incluso cuando nadie más lo hace; cuando no hay resultados, es vivir en la luz cuando todo es oscuridad. El éxito según la óptica divina implica morir a uno mismo para que se refleje la imagen de Dios. El éxito bíblico se encuentra en la mansedumbre, la humildad, la obediencia, el sacrificio y la muerte.

Dios no busca a quienes ya tienen todo y son fuertes; Él utiliza a los débiles y los hace fuertes. Eligió por ejemplo a María, una joven adolescente a punto de casarse. Era de condición social pobre y desconocida a los ojos del mundo. Su futuro esposo no era más que un carpintero trabajador de barrio. Sin embargo, Dios la eligió para ser la madre del Salvador.

Jesús no nació en un castillo ni fue criado en medio de la realeza; más bien, nació en un establo y vivió una vida normal con gente común y corriente. Si bien durante su ministerio Jesús tuvo muchos seguidores, al final, uno lo traicionó y los once discípulos se dispersaron dejándole solo cuando más los necesitaba.

Pablo describió esta perspectiva en 1 Corintios 1:26-31:

“Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (vv. 26-31).

El éxito bíblico implica buscar a Dios primero y vivir para Su gloria en todo lo que hacemos. Se basa en su gracia para vivir a lo que hemos sido llamados, sin confiar en nuestra propia fuerza, habilidades, conocimiento o trabajo duro. Es por eso que Zacarías 4:6 (NVI) dice: “No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu —dice el Señor Todopoderoso—.

Finalmente, nuestro éxito se encuentra en Cristo. Es en Él en quien nos gloriamos. 2 Corintios 10:17 (TLA) dice: “Si alguien quiere sentirse orgulloso de algo, que se sienta orgulloso de creer en el Señor.”

Dios nos ama por lo que somos, no por lo que hacemos

Efesios 2:8-10 dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”

Desde el comienzo mismo de nuestro caminar con Dios, al nacer de nuevo en el Espíritu, el Señor deja establecido que todo ha sido un regalo suyo y especifica: “no por obras, para que nadie se gloríe” Yo a esta frase, según mi propia versión, la diría de la siguiente manera: “no por obras, para que nadie me robe la gloria que solo a mí me pertenece

Esta aclaración que Dios hace es poderosa, ya que revela por un lado su amor, y por el otro, aceptación incondicional hacia nosotros. Dios nos ama tal como somos (Juan 3:16) Dios no nos ama por lo que hayamos o no hayamos hecho. La verdad es que no hay nada que podamos hacer para ser más dignos ante un Dios santo y justo. No hay nada que podamos hacer para ser considerados “dignos”. Debido al pecado, fuimos separados de Dios. Estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Efesios nos dice que Dios nos escogió antes de la fundación del mundo (Ef. 1: 4). Él nos creó a su imagen y semejanza. (Génesis 1:26) Mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros (Ro. 5: 8). El Espíritu nos despertó de la muerte y nos dio nueva vida. Nos dio el don de la fe y nos salvó del castigo de nuestros pecados. “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:23). El Espíritu Santo vive en nosotros, consolándonos, guiándonos y cambiándonos. Cristo nuestro Señor intercede ante el Padre por nosotros, cubriéndonos con su justicia. Se nos promete vida eterna en la presencia de Dios. Todo esto nos llega por la gracia de Dios; No hacemos nada para ganar o lograrlo. ¡Maravilloso plan de Dios!

Para continuar con la segunda parte de este cautivante estudio, entra en el enlace de abajo:

https://restorationnations.com/los-idolos-ocultos-que-todos-tenemos-y-no-reconocemos-parte-2/

 

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