LA PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA FAMILIAR

Por Ritchie Pugliese

Cuando hablamos del Espíritu Santo y su obrar, la mayoría de las veces (por no decir todas las veces) lo asociamos a lo que él pueda hacer únicamente en la iglesia. Predicamos y enseñamos sobre los dones del Espíritu, el fruto del Espíritu, como adorar en el Espíritu, y toda otra cosa relacionada donde el Espíritu desea obrar, pero perdemos la perspectiva general de que Dios está interesado que Su Presencia sea algo real y activa no solo en la congregaciones sino también en nuestros hogares.

Debemos decir con dolor que muchos en la iglesia de hoy son “llenos del Espíritu” pero en casa no lo son. Si tuviéramos que analizar el poder de Dios mirando únicamente la vida familiar de algunos, llegaríamos a la conclusión de que su poder “no funciona”, debido a los desarreglos y la falta de amor, armonía y felicidad que existe en muchos hogares.

En éste tiempo, donde El Señor está derramando de su Santo Espíritu y preparando a su iglesia para cosas grandes antes de su venida, creo que está llegando el momento en que el avivamiento empiece primero en nuestra vida de hogar para llevarlo luego a la vida de la iglesia. A veces perdemos de vista quién es el Espíritu Santo y el alcance de lo que él quiere hacer.

Muchas veces lo vemos como un poder abstracto o como un “fluido” especial que quiere bendecirnos y no lo vemos como lo que realmente es: Una persona, Dios mismo, que no sólo quiere que le demos lugar en las actividades de la iglesia sino también en nuestro hogar.

En el libro a los Efesios encontramos esto. Cuando leemos el capítulo 5:18 vemos allí el mandato a vivir una vida llena del Espíritu Santo, pero cuatro versículos después v. 22 en adelante) vemos que comienza a hablar sobre la relación familiar, dando a entender la relación que existe entre el Espíritu Santo y su poderoso obrar en la familia.

El diablo por años ha venido destruyendo la vida familiar de muchas personas, pero creo que está llegando el tiempo en que, como Pueblo de Dios, comencemos a restaurar lo que la oruga, el revoltón y el saltón y la langosta (todas ellas son figuras del obrar del maligno) se comieron por años .

Es tiempo de que la renovación espiritual comience por casa, nuestra propia casa. El enemigo sabe que si destruye a la familia destruye a la nación y a la iglesia, pues ella está compuesta por integrantes de la familia.

En este tiempo el Señor nos está preguntando: ¿Qué tienes en tu casa? ¿Qué espíritu reina en tu hogar? En 2 de Reyes 4:2-7 se relata un episodio de un hogar que estaba en real necesidad. Este relato es conocido como “el profeta Eliseo y el aceite de la viuda”. Aunque no lo parezca, este pasaje tiene una enseñanza bien profunda acerca de lo que Dios quiere que haya en nuestra vida familiar.

Esta mujer, viuda, desamparada y con pocos recursos económicos, fue en busca del profeta para pedirle ayuda. Es sorprendente lo que le dice el profeta en respuesta a la pregunta: “¿Qué tienes en tu casa?”. La mujer atónita, pues esperaba otra respuesta, le respondió diciendo: “ninguna cosa, solo una vasija de aceite”.

Ella le mencionó lo poco que tenía sin darse cuenta que ALLÍ radicaba la clave para solucionar su problema, pues el aceite era lo que la viuda necesitaba para solucionar el problema de su casa.

En la Biblia el aceite es una de las figuras utilizadas que representa la presencia del Espíritu Santo. Nosotros hoy, del episodio de la viuda, también podemos aprender que en nuestras necesidades lo que debemos primero y ante todo saber es QUÉ TENEMOS EN CASA.

El propósito de Dios es que en nuestro hogar haya por sobre todas las cosas aceite, es decir, una unción fresca del Espíritu Santo. Si tenemos eso, tenemos el éxito asegurado como le sucedió a la viuda. Note como sigue el relato en el v.3: el profeta le ordena que consiga vasijas vacías, aun de sus vecinos, y que se encerrase en su casa con su hijo y que vertiera en cada una de ellas el aceite.

Aquí nos enfrentamos a un verdadero milagro de parte de Dios de multiplicación del aceite, pero lo que deseo enfatizar es que si queremos que haya aceite del Espíritu en nuestra casa debemos conseguir más “vasijas vacías”.

Esto significa que nosotros, las “vasijas de Dios”, necesitamos crear el espacio necesario para que el aceite sea derramado, es decir, presentarnos vacíos ante el Señor. Note que cuando se acabaron las vasijas vacías, se acabó el aceite (v.6).

Muchas veces en nuestro matrimonio y vida familiar llenamos nuestras “vasijas” de cosas triviales y sin importancia en vez de venir vacíos ante Dios y decirle: – Señor, mi vasija está vacía y anhela ser llenada de tu aceite divino -. Si hacemos esto, sucederá como con las vasijas ¡Dios llenara nuestras vidas y familias de su Espíritu y veremos su gloria!, en cambio sí llenamos los espacios que Dios quiere llenar de otras cosas, nos quedaremos vacíos y sin la hermosa presencia del Señor.

Cuanto más vacíos de nosotros nos presentemos al Señor, el derramará más de su aceite celestial. ¿Qué tienes en tu casa? hoy te pregunta el Señor. Él está esperando a que nos vaciemos de toda cosa que frene su fluir para llenarnos con aceite renovador del cielo para que alcancemos el éxito y la bendición familiar. ¿Estás dispuesto a crear los espacios necesarios para que en tu propia vida matrimonial suceda el milagro de multiplicación del aceite, es decir, una mayor presencia del Espíritu de Dios?

Hoy es el tiempo para que usted tome por la fe esta promesa que puede cambiar el clima de su vida hogareña y familiar. La idea de Dios es que cada una de sus promesas se cumpla en nuestras vidas. Para que eso suceda, debemos apropiarnos de cada una de ellas con una actitud de fe.

A veces decimos: – hay tantas promesas pero pareciera que en mi vida no su cumple ninguna, ¿qué me está pasando? -. Déjeme decirle que una cosa es saber que soy heredero de las promesas de Dios y otra muy distinta es tomarlas, una a una, por la fe.

Usted puede comprar una casa y tener los papeles de la escritura, pero hasta que no se haya mudado y empiece a vivir dentro de ella no lo será prácticamente.

Hoy es el tiempo de que usted deje la duda de lado y reciba por la fe lo que Dios quiere hacer. Si cree, con seguridad verá la gloria de Dios. Hoy es el día para que se humille ante el Señor y postrado ante Él dígale: -Señor vengo a ti vacío para que me des más de tu Espíritu -.

Quizás éste sea el momento para que usted se junte con su cónyuge para que busquen unidos el rostro de Dios pidiendo que en su casa haya “Aceite del cielo”.

Es tiempo de que nuestras familias den lugar a la presencia activa del Espíritu de Dios para que él se mueva con libertad y seamos cristianos llenos del Señor en el hogar y en la iglesia. ¡Cuando lo hagamos experimentaremos en verdad un real avivamiento en nuestras congregaciones locales!

No se demore más, levante hoy mismo su oración a Dios y dígale: – Señor, Llena tú casa (la iglesia) de tu Espíritu Santo… ¡y también la mía!-

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