Por Ritchie Pugliese
Zacarías 12:10 dice: “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por el cómo quien se aflige por el primogénito”
Este pasaje profético nos muestra algo que Dios quiere hace en Su Pueblo. Dios quiere derramar sobre Su Casa un espíritu de oración, dando a entender que Dios quiere intervenir directamente para poner una carga especial acerca de la oración.
Muchos cristianos de hoy pretenden vivir la vida cristiana sin oración, pensando que así están bien; otros han visto a la oración como algo aburrido o frustrante, pues las respuestas no han llegado y no le han encontrado la forma para orar exitosamente. El Espíritu Santo nos quiere recordar hoy acerca de la importancia de practicar la oración que libera el poder de Dios.
Dios quiere en este tiempo hacer algo nuevo con el tema de la oración. En los tiempos que se vienen la oración será el termómetro medidor de nuestras victorias o derrotas. Las más grandes victorias espirituales serán como consecuencia de haber utilizado la herramienta de la oración que llega al trono de Dios y libera Su favor.
Muchos creen que orar es repetir palabras preestablecidas cuando en realidad debemos ver a la oración como una conversación entre Dios y nosotros. Es una sociedad poderosa, es una conexión tierra-cielo. Mateo 7:7-8 dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallareis, llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”
Este pasaje nos enseña que la oración tiene tres niveles:
1) Pedir;
2) Buscar y
3) Llamar.
El pedir está considerado como la forma más fácil de la oración, en la cual individualmente le pedimos ayuda a Dios. La frase: – “dame, dame” – refleja el primer nivel de la oración. Esto es bueno hacerlo, pues Dios nos invita a que le pidamos con fe. Buscar, es un paso más profundo que pedir, pues aquí ya no nos conformamos con recibir cosas solamente, ahora queremos más de Dios mismo, más de Su presencia. Esta clase de oración es de intimidad personal con el Señor. La tercera, llamar, es la oración menos egoísta pues aquí ya no se pide por uno mismo sino por la necesidad de otros. Esta es la oración intercesora, en la cual nos ponemos en la brecha por los intereses de Dios y de los demás.
Entonces, la conexión tierra-cielo de la oración entre Dios y el creyente tiene tres niveles básicos. Quizás usted se haya preguntado en este momento: ¿Por qué ha puesto primero la tierra y luego el cielo? ¿No hay un error?
Mateo 18:18-20 dice: “De cierto os digo que todo lo que atéis en LA TIERRA, será atado en EL CIELO, y todo lo que desatéis en LA TIERRA, será desatado en EL CIELO. Otra vez os digo que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo EN LA TIERRA acerca de cualquier cosa que pidiereis, les será hecho por mi Padre que está en LOS CIELOS”
El pasaje claramente enseña que lo que hace la tierra PRIMERO, el cielo lo hará DESPUÉS. Es el cielo el que sigue las órdenes de la tierra. ¿Increíble, verdad? Esto nos muestra la grandeza de Dios y la confianza que Él ha depositado en nosotros sus hijos. Aquí vemos reflejado como el poder del acuerdo tierra-cielo hace maravillas y trae gloriosos resultados.
Es probable que a esta altura usted esté cuestionando que ha orado y no ha recibido respuesta. La Biblia dice que podemos orar mal (Santiago 4:3) y a la vez, a pesar de orar correctamente, podemos recibir interferencia diabólica intentando demorar, destruir o aplazar la llegada de la respuesta. (Efesios 6:10-20 y Daniel 10:13). ¿Lo había pensado?
En Apocalipsis 8:1-5 tenemos un cuadro celestial de lo que sucede cuando nuestro clamor ha llegado a la presencia de Dios. Allí se detalla una secuencia que necesitamos conocer para motivarnos a seguir orando y orando sin cesar creyéndole al Señor: “Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora. Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas. Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dio el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomo el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto”
En v.2 se encuentra Dios y los ángeles rodeando su trono. En el v. 3 menciona que otro ángel especial se para ante el altar con un incensario de oro. ¿Qué es un incensario de oro? En Apocalipsis 5:8 dice que son las “copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos”, es decir, un recipiente lleno de oraciones. Aquí aprendemos que para que venga una respuesta de Dios hay que llenar una medida de oración. Es probable que para un gran desafío de fe haya que derramar mucho clamor en oración primero. ¿Nunca la pasó que ha orado por algo y al poco tiempo ya tuvo la respuesta y que por otras cosas ha clamado por mucho tiempo y aún no ha recibido la respuesta? Seguramente la medida o dimensión de lo que estamos pidiendo requiere una medida superior de oración. No se requerirá mucha oración si necesito recibir un dólar, pero si tendré que clamar abundantemente si mi petición es para recibir cincuenta mil dólares.
Luego sigue diciendo en el capítulo 8: 3 que se le dio mucho incienso “para añadirlo a las oraciones de todos los santos” ¿A cuáles santos o creyentes se refiere? A los santos que pagan el precio y oran. El relato luego continúa diciendo que “de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó de fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, voces, y relámpagos, y un terremoto”
Esta secuencia es impresionante y a la vez motivadora, pues refleja lo que sucede cuando nuestro clamor llega a la presencia de Dios. A veces pensamos que Dios está ocupado y no nos escucha, cuando en realidad Él siempre está atento al clamor de los suyos y dispuesto para enviar la respuesta.
Una vez que la oración llegó al trono y fue autorizada su contestación, viene el proceso de lanzamiento de la respuesta divina hacia la tierra. La oración llegó al tercer cielo, o lugares celestiales (Efesios 1), lugar de la morada de Dios y sus ángeles. Ahora al “bajar” la respuesta hacia la tierra, debe atravesar el segundo cielo o regiones celestes (Efesios 6:12), lugar donde se mueve el enemigo. Allí se desencadena una lucha opositora como la que vemos en Daniel 10:13, pero gloria a Dios que en el libro de Hechos 16:23-26 leemos que Pablo y Silas, luego de estar orando en medio de su terrible dolor, experimentaron un terremoto de Dios que les abrió las puertas. Lo que sucedió espiritualmente fue que la oración de ellos llegó al trono de Dios, el ángel tomó la oración y luego le puso fuego del altar y arrojó la respuesta a la tierra… ¡¡y el terremoto de Dios llegó!!
¿Puede ver el paralelo entre lo que sucedió en Hechos 16:23-26 y lo que dice Apocalipsis 8:1-5 y 5:8? En los dos textos aparece la palabra “terremoto”, uno desde la óptica celestial y el otro desde la óptica terrenal.
Dios en esta hora quiere desatar un “terremoto” bendecido espiritual en su situación desesperante actual, Dios quiere irrumpir sobrenaturalmente en aquellas circunstancias que usted ha “empapado” con oración. Jeremías 33:3 no ha cambiado y sigue vigente hoy, para todo el Cuerpo de Cristo. Si clamamos, Dios responderá y nos enseñará cosas grandes y de dimensiones desconocidas que a la fecha no conocemos. ¿Necesita experimentar un “terremoto” bendecido espiritual? El cauce para que eso suceda vendrá cuando practiquemos la oración que libera el poder de Dios.