Por Ritchie Pugliese
Vivimos en tiempos donde se están propagando un sinfín de ideas consideradas “la nueva moralidad” con la intención de cambiar la manera de pensar de la sociedad en varios aspectos de la vida, el matrimonio y la familia.
Esta avalancha de propaganda contraria, que tiene al matrimonio y la familia como objeto de burla y menosprecio constante, llama a los cristianos a conocer la verdad de Dios para poder detectar las mentiras del enemigo y el modelo falso de matrimonio y familia que se pretende imponer.
Para comenzar, cabe señalar que el matrimonio es una idea divina concebida en la eternidad, que Dios mismo estableció en el huerto del Edén desde el comienzo mismo de la humanidad. Y que Dios creó el matrimonio para su propia gloria y para que reflejara su gloria ¡por eso el diablo odia tanto a los matrimonios!
Bajo la perspectiva natural se podría decir que el matrimonio es el resultado del enamoramiento entre dos personas y su decisión de vivir juntas. Sin embargo, bajo la perspectiva divina-creacional es la relación amorosa de pacto (de por vida) entre ambos cónyuges y Dios. Son dos modelos de matrimonios completamente distintos: Con Dios o sin Dios; con la participación o la ausencia del Creador.
Desde la perspectiva divina-creacional se puede definir al matrimonio de la siguiente manera: “Es la unión entre un hombre y una mujer que han decidido estar juntos toda la vida con la promesa de amarse, respetarse, valorarse, cuidarse, protegerse, en un marco de fidelidad, teniendo a Dios como el centro de sus vidas”. ¡Qué glorioso tener un matrimonio así!
UNA MIRADA AL PRINCIPIO
Génesis 1 revela claramente que Dios es Eterno y Creador de todas las cosas. Leemos: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (v. 1). Dios determinó crear al ser humano y diferenciarlo en dos géneros, varón y hembra (hombre y mujer): “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (v.27).
Posteriormente, dispuso crear un vínculo entre ellos para que el ser humano no estuviese solo en la vida. “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Gn. 2:18). Ese vínculo glorioso fue el matrimonio. “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban” (Gn. 2:24-25).
Dios creó el matrimonio compuesto por un solo hombre y una sola mujer, lo que hoy se conoce como monogamia. Les dio su bendición y estableció ese vínculo íntimo con Dios mismo como la cabeza principal, debajo de él (a la misma altura, pero con diferentes funciones) el hombre y luego la mujer.
Bajo ese patrón divino, el matrimonio está en condiciones de reflejar la gloria de Dios.
LA GLORIA DEL MATRIMONIO
Existen dos aspectos de la gloria del matrimonio que agradan y honran a Dios, pero que despiertan el odio y menosprecio del enemigo. Recordemos que la lucha de los siglos siempre ha sido que el desafío del enemigo en contradecir lo que Dios dijo, como lo hizo en el principio cuando se dirigió a Eva y le preguntó: “Con que Dios os ha dicho?” (Gn. 3:1) con la maligna intensión de incitarla a desobedecer al Creador.
- Primer aspecto de la gloria del matrimonio
Es la manifestación del milagro que se produce cuando dos personas de diferente sexo y personalidad (antes desconocidas, pero ahora enamoradas) deciden unirse en matrimonio bajo Dios. A través del sello de esa relación con la bendición de Dios, esas dos personas se fusionan milagrosamente en una sola carne. “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn. 2:24). Es decir, que ya no son dos, sino uno a los ojos del Creador. Los cónyuges están entrelazados entre sí y a la vez con el Señor, formando un cordón de tres dobleces: “Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Ec. 4:12).
A los ojos de Dios, el matrimonio da comienzo a la práctica sexual activa entre los cónyuges. Es decir que Dios ha diseñado que el ser humano conserve su virginidad en pureza sexual hasta el momento de unirse en matrimonio. Hoy día llegar virgen al matrimonio parece una idea anticuada y retrógrada, pero en realidad el Señor advierte sobre el peligro de tener relaciones sexuales libres como podemos leer en 1 Corintios 6: “¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne” (v. 16).
Aquí encontramos la razón porque muchos matrimonios tienen problemas con su sexualidad. Hoy, salvo raras excepciones, se llega al matrimonio con experiencia previa. Muchos consideran la experiencia previa como un hecho favorable que ayuda a la pareja, pero en realidad es una de las causas principales de los problemas sexuales en el matrimonio ya que cada encuentro sexual produce una unión entre el hombre y la mujer donde las dos almas se fusionan de tal manera que incluso pueden quedar ligadas para siempre. En muchos casos, la relación sexual con una persona impía puede dar lugar a una transferencia de demonios, con la consecuente necesidad de recibir oración por liberación. (Por lo general, sugerimos que purifiquen su sexualidad con las herramientas espirituales pertinentes a los novios que se van a casar y aun aquellos que vienen a Cristo ya casados y empiezan una nueva vida bajo el gobierno de Cristo).
Entonces, el primer aspecto de la gloria del matrimonio es la manifestación del milagro que se produce cuando dos personas de diferente sexo y personalidad (antes desconocidas, pero ahora enamoradas) deciden unirse en matrimonio bajo Dios.
- Segundo aspecto de la gloria del matrimonio
Es la demostración, a manera de testimonio público, de que el matrimonio es la expresión visible ante la sociedad de la relación profunda que existe entre el Señor Jesucristo y su Iglesia.
Así lo expresa el apóstol Pablo al describir la relación matrimonial que el Señor tiene con su Iglesia:
“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; más yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (Ef. 5: 23-23).
EL MATRIMONIO BAJO EL ATAQUE DEL ENEMIGO
La gloria del matrimonio en sus dos aspectos desata la furia del maligno. Por eso vemos hoy tantos matrimonios bajo ataque y, lamentablemente, muchos son destruidos. En nuestro libro “El matrimonio bendecido por Dios” mencionamos lo siguiente: “La Iglesia de Jesucristo es la expresión visible de quién es Jesucristo y lo que hace. De la misma manera, el matrimonio es la expresión visible de la relación entre el Señor Jesucristo y su Iglesia. Por eso no deben extrañarnos los ataques de todo tipo que han recibido y siguen recibiendo los matrimonios. Los altos índices de divorcios y separaciones hablan por sí solos. El propósito de Dios es que los matrimonios cristianos sean un testimonio vivo para el mundo. Cuando somos felices en nuestra vida matrimonial, no solo glorificamos al Señor, sino que estamos dando testimonio de la unión y relación que existen entre el Señor Jesucristo y la Iglesia”[1].
Esto explica la dimensión de los ataques del enemigo contra el matrimonio y la familia. El diseño divino del matrimonio glorifica a Dios y, a la vez, refleja su gloria en la sociedad. Es reconfortante saber que aquellos, que decidan tener un matrimonio como Dios estableció, experimentarán las bendiciones que Él ha prometido.
LA BUENA NOTICIA
En Mateo 16, Jesús ha prometido: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (v. 18). Jesús prometió que las fuerzas del mal no prevalecerán contra la Iglesia y tampoco prevalecerán contra el matrimonio creado por Dios.
Por eso, hoy como nunca antes, decidamos ser de aquellos que con valentía practiquemos, defendamos y promocionemos los principios que traen bendición a la vida matrimonial, porque hemos sido llamados a glorificar a Dios y reflejar la gloria del matrimonio.
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[1] Ritchie Pugliese, El Matrimonio bendecido por Dios (Miami, FL., Editorial Unilit, (Miami, FL., 2011) p. 198.