Por Ritchie Pugliese
Cuando creemos y recibimos a Jesús en nuestro corazón como nuestro salvador personal, nuestro espíritu revive (Juan 1:12) y a partir de allí podremos comprender y entender el plan de Dios registrado en Su Palabra (Juan 3:16). Ya no seremos más una persona que tiene un cuerpo, un alma y un espíritu, sino que seremos personas que somos un espíritu, que tenemos un alma y un cuerpo para movernos en la tierra. Viviremos conscientes primeramente de las cosas espirituales. Colosenses 3:1-3 “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.”
Una vez que nos hemos arrepentido y convertido a Cristo, Dios comienza a trabajar en nuestras vidas para doblegar nuestra naturaleza regida por el alma, para que podamos estar capacitados para vivir la vida sobrenatural y milagrosa del Reino de Dios.
Esto significa ser cambiados de una persona a la otra. Somos los mismos pero diferentes. Dios quiere hacer algo profundo en nuestro ser. Dios quiere quebrar nuestra naturaleza que depende del alma para que nos dejemos gobernar por Dios.
El proceso de transformación
Para entender este proceso, el ejemplo de cómo se procesa el vino nos dará un mayor entendimiento.
Cuando se procesa el vino, primero se aplastan las uvas y queda mezclado el jugo con el orujo o pellejo. Lo van pasando de una vasija a la otra y dejan asentar en la parte de abajo el orujo o pellejo. El jugo delicioso, transparente y puro se va separando lentamente del orujo o pellejo.
Lo que hace en nosotros este proceso de transformación, es que ya no más nos moveremos por lo que nuestra alma (mente, sentimientos, voluntad propia) quiere. Ahora el que gobierna es el Espíritu Santo y será nuestra responsabilidad mantenernos en esta frecuencia espiritual.
Por medio de la Palabra de Dios, al obedecer sus preceptos o mandamientos, nuestra alma se rinde incondicionalmente al Espíritu Santo. Cuando este orden queda establecido en nuestras vidas, la bendición de Dios descansa sobre nosotros. Nuestra alma es prosperada abundantemente, y ese mismo nivel se extiende a la salud y lo material. Dios nos rescató y nos dio su salvación, no para ser personas comunes y corrientes, sino para vivir como hijos del Rey, tal como lo expresa el pasaje de 1 Pedro 2:9-10 dice: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.”
Volviendo al pasaje inicial de 3 Juan v.2 “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.”, creo conveniente analizar el pasaje párrafo por párrafo, para poder entender la dimensión de lo glorioso que Dios quiere hacer en la vida de los suyos:
- “que tú seas prosperado en todas las cosas”
Cuando logramos prosperar espiritualmente con Dios, es de esperar que prospere nuestra alma, salud y que todo nos vaya bien.
No es normal que un creyente viva sin éxito en la vida, a menos que Dios tenga un propósito especial por el cual no le envía su provisión.
Una vida que está siempre acompañada de fracaso no puede glorificar a Dios. Para poder prosperar tenemos que renovar la mente para entender y creer lo que dice la Palabra de Dios acerca de la prosperidad.
Veamos algunos conceptos que necesitamos erradicar de nuestra mente:
- Necesitamos cambiar el pensamiento de que la pobreza, el dolor, la prueba y la tribulación son ingredientes necesarios de la virtud cristiana.
No aparece escrito en ninguna parte de la Biblia que no tener para comer y vivir en condiciones insatisfactorias sea algo agradable a Dios.
Por supuesto que pueden existir tiempos en los que Dios nos permita atravesar ciertos períodos de escasez para desarrollar fe o por algún trato especial, pero en regla general esto no es así.
- Necesitamos cambiar el pensamiento de que todo lo material es del diablo
Si lo material es del diablo, ¿Por qué Dios creo entonces los cielos y la tierra, y puso al hombre en ella? ¿Por qué Dios, cuando nos convertimos a Cristo, no nos llevó directamente al cielo para que no nos contaminaramos con las cosas materiales?
- Tenemos que cambiar la idea de que lo único que necesitamos son las bendiciones espirituales y ganarnos el pasaporte al cielo, y que las bendiciones materiales no son para nosotros o no las necesitamos.
No confundir prosperidad con materialismo, avaricia, codicia o amor al dinero. Debajo del cielo necesitamos posesiones, recursos financieros, etc. para vivir la vida dada por Dios.
Es bueno aclarar también, que la prosperidad según Dios abarca cada área de la vida, no solo la faz económica.
Entonces, debemos erradicar, eliminar de nuestra manera de pensar aquellas cosas que no responden a lo que Dios dice en su Palabra. ¿Qué tenemos que hacer?
Cambiar nuestra manera de pensar o como la Biblia dice, renovar la mente. Romanos 12:2-3 dice: “transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
Renovar la mente no significa añadir a nuestra manera de pensar lo que Dios dice, sino eliminar completamente “nuestra manera” de pensar para creer, pensar y decir lo que Dios dice en su palabra.
Veamos lo que Dios dice en su palabra, referido a lo que venimos hablando en este estudio bíblico:
- Dios creó el mundo material antes que al ser humano.
¿Para qué lo creó primero? ¿Por qué lo hizo? Para dárselo al hombre (ser humano), pues lo necesitaría para vivir y desarrollarse.
- Dios puso al ser humano en el Edén con toda clase de cosas para que viviera bien (Genesis 1:29-30).
- Genesis 2:10 menciona un rio para regar el huerto y hacer que la tierra sea fértil y rica.
- Genesis 2:11-12 menciona abundantes tesoros.
- Dio creó al ser humano para viviera en armonía con lo material
El ser humano no puede subsistir sin las cosas materiales. Es por eso que alimentarnos, vestirnos, cobijarnos bajo un techo, etc, son necesidades básicas que involucran las cosas materiales. Al reino material se le debe incluir también el trabajo.
Todo esto fue lo que inicialmente Dios había preparado para la humanidad. Ahora bien, debido a la desobediencia del hombre en el Edén, éste perdió todos esos privilegios, y ese sigue siendo nuestro problema: La caída del hombre creó en nosotros otra imagen, una imagen desfigurada del patrón original, una manera diferente de vivir, la cual conduce a que el ser humano refleje no la imagen de Dios sino la imagen del fracaso.
En el diccionario espiritual la palabra “fracaso” se define como: “Pretender vivir la vida sin tener en cuenta los principios de la Palabra de Dios ni aplicarlos en cada área de la vida”.
El ser humano al independizarse de Dios cayó en la esclavitud del libertinaje pero perdió la verdadera libertad. Lucas 15 refleja esa realidad (vv. 11-32).
Cuando la gente se aparta de Dios vive como un “puerco” en la bajeza, la inmundicia, desperdiciando todo lo que tiene.
La obra gloriosa de Jesucristo en la cruz del calvario:
2 Corintios 8:9 dice lo siguiente: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.”
Jesucristo nos redimió de la maldición de la pobreza al cargar una corona de espinas sobre su cabeza. Allí nos redimió de la maldición que había sobre la tierra. En Genesis 3:18 leemos que como consecuencia de la caída la tierra comenzó a producir “espinos”.
En Gálatas 3:13-14 leemos: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.”
¿Cuál es la maldición de la Ley? Leamos Deuteronomio 28 a partir del versículo 15 y hasta el 68. Sin obediencia a la Palabra de Dios no se pueden abrir las puertas hacia la bendición de Dios.
Para leer la última parte, Parte 4, favor de entrar en el enlace de abajo:
https://restorationnations.com/fundamentos-firmes-para-avanzar-en-tiempos-inestables-parte-4/