Por Ritchie Pugliese
Jesús dijo en Lucas 12:15: “Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.”
En nuestra cultura occidental vivimos apasionados por las cosas. Una vida que gira en torno de las cosas puede ser definida como una vida llena de materialismo. Muy a menudo nuestros hábitos de gastar están basados en el materialismo porque queremos cosas, cosas y más cosas. El materialismo tiene un lema: “Nunca es suficiente”.
Es bueno aclarar que tener cosas no es problema. Tener dinero para comprar cosas no es el problema, pero no tendríamos que tener cosas y cosas por el simple hecho de tener el dinero para comprarlas. Como administradores de Dios no tenemos que gastar el dinero del Señor en cosas que no necesitamos.
Asi que tener recursos no es el problema y tener posesiones tampoco es el problema. Entonces, ¿Cuál es el verdadero problema? El problema espiritual viene por el amor a las cosas. Cuando caemos en querer más y más cosas todo el tiempo, allí comenzamos a sucumbir espiritualmente.
Por cierto este estilo de vida materialista contradice lo que dice la Biblia. La vida Cristiana no consiste en el materialismo.
Una definición de materialismo es “la tendencia de darle mayor importancia, interés y devoción a las cosas materiales”. Otra definición seria: “es el deseo por tener riquezas y posesiones materiales con poco interés en lo ético y en los asuntos espirituales”.
En Lucas 16:16-21 leemos: “También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.”
Esta es una historia bíblica acerca de un hombre necio y sus posesiones. Él fue llamado necio por Dios, pero en realidad ¿Era realmente una persona necia?
La historia nos muestra a un hombre rico que probablemente trabajaba mucho y era un trabajador productivo. Él había edificado un gran negocio con reservas para muchos años. El hizo como hicieron muchas personas que prosperaron. Comenzaron con algo pequeño hasta desarrollarse más y más. Este hombre era un edificador, un inversor. No hay evidencia de que fuera deshonesto ni que hubiera desobedecido las leyes ni evidencia de evadir el pago de impuestos. Aún así, Dios lo llamó “necio”. ¿Por qué? ¿Acaso ser exitoso es algo equivocado? ¿Tener riquezas es algo equivocado? ¿Acaso significa que el creyente tiene que ser pobre? ¡La respuesta es no! Abraham, Isaac, Jacob, José, David, Salomón, Daniel, José de Arimatea y Cornelio eran personas ricas, algunos de ellos muy ricos.
Entonces, ¿Cuál es la diferencia entre éste hombre, al cual Dios llamo “necio”, y estos grandes hombres recién mencionados de la Biblia? La diferencia es esta: La vida de este hombre necio estaba centrada en sí mismo, no en Dios. Todo lo que él hacía era para sí mismo. Cada compra, venta, todo lo que hacía era para su felicidad personal y bienestar. En la mente de este hombre, Dios no era el dueño de su vida y posesiones, por eso su vida tenía otras prioridades.
Este hombre utilizó la riqueza para sí mismo, para su gratificación personal sin pensar en el Reino de Dios. Su seguridad estaba agarrada a su habilidad, dinero y posesiones. El hacía todo sin tener en cuenta a Dios.
Era verdad que Abraham, Isaac, Jacob, José, David, Salomón y Daniel tuvieron riquezas, pero había una gran diferencia entre ellos y el hombre necio del pasaje de Lucas 12. Ellos tuvieron riquezas pero sus vidas estaban totalmente dedicadas y consagradas a Dios.
¿Acaso está mal gozarse en las bendiciones de Dios? Por supuesto que no, pero la bendición de Dios implica tener nuestras prioridades correctas en la vida: Primero debe estar Dios y ser reconocido como la Fuente de todas las cosas. Segundo, el Señor debe recibir todo el crédito y el control de todo lo que poseemos. Tercero, debemos saber que nuestra prosperidad espiritual es infinitamente más importante que la prosperidad material.
En 3 Juan v.2 leemos:“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.”
Proverbios 3:9 dice también:“Honra a Jehová con tus bienes, Y con las primicias de todos tus frutos;”
¿Qué vamos a hacer con la bendición que tenemos? ¿Honraremos a Dios o a nosotros mismos? ¿La utilizaremos solo para edificar nuestro “reino” sin pensar en el Reino de Dios?
Algunas personas tienen la idea equivocada sobre la riqueza y piensan que solamente implica tener mucho dinero guardado en el banco, pero las riquezas que Dios provee son muy diferente de lo que pensamos
Bajo la óptica divina” riquezas” significa, además de tener para todo lo suficiente para nosotros, para compartir con los demás y para invertir en el Reino de Dios, tener buena salud, la habilidad de disfrutar la familia y los amigos y la vida en general. Esto en realidad es verdadera riqueza. Una riqueza integral.
Por eso la propuesta materialista de la vida no tiene nada que ver con las riquezas que Dios provee. Así que cuídese del materialismo pero prepárese para ser bendecido como Dios lo dice en su Palabra si usted es una persona enfocada en los intereses del Reino de Dios.
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