ESPOSA: MUCHO MÁS QUE UNA MUJER DÉBIL… UNA LUCHADORA

Por Rosa Pugliese

La Palabra de Dios resalta las virtudes de la mujer en un contexto de respeto, honra y valorización. Hay numerosos ejemplos en la Biblia de mujeres piadosas que servían a Dios con sus dones y talentos. ¿Quieres conocerlas?

Sara: Era una mujer hermosa, risueña, aunque a veces un tanto irreverente y obstinada. Sin embargo, era una mujer hogareña, que gobernaba bien su casa y tenía muy en claro que Abraham era la cabeza del hogar y lo respetaba como tal. Con sus virtudes y defectos, Dios la eligió para ser madre de “una gran nación” cuando prometió dar una descendencia a Abraham (ver Génesis 12:2).

Débora: Fue una profetisa y la única mujer que llegó a ser jueza de Israel en el Antiguo Testamento. Esta mujer valiente apareció en el año 1125 a.C. Débora gozaba de una excelente reputación como profetisa y jueza. El pueblo acudía a ella para consultarle sobre sus problemas familiares. Sin duda, fue una mujer muy importante para la historia del pueblo de Dios, como una “madre en Israel!” (Jueces 5:7).

Ester: Además de ser una mujer piadosa y bella, también era valiente, sabia y muy patriota. Ester era huérfana; sin embargo, eso no impidió que, en el tiempo de Dios, fuera elegida como reina de los Medos, hasta que llegó el momento cuando intercedió ante el rey, su esposo, en favor de su pueblo: “Si he hallado gracia a tus ojos, ¡oh rey!, y si el rey lo cree bueno, concédeme la vida mía: he ahí mi petición, y salva a mi pueblo: he ahí mi deseo. Porque estamos vendidos yo y mi pueblo para ser exterminados, degollados, aniquilados” (Ester, 7: 3-4). Finalmente, libró a su pueblo, los judíos, de una muerte segura. Aunque en esa época la mujer no era valorada en la sociedad, Dios la escogió como un elemento clave para salvar a su pueblo.

Podría seguir citando ejemplos de mujeres muy valiosas para Dios, que cumplieron un papel fundamental en la historia de la humanidad. Si bien hoy día la mujer es más respetada en la sociedad, todavía vemos vestigios de la antigua desvalorización de la mujer en ciertas regiones del mundo e incluso en ciertos sectores culturales. Lamentablemente, muchas veces se considera a la mujer como un objeto, que solo sirve para satisfacer los deseos sexuales o como una “sirvienta”, que tiene la obligación de criar a los hijos, cocinar, limpiar la casa, lavar la ropa, hacer las compras para el hogar… y la lista puede ser interminable.

La mujer que ama a Dios debe desarrollar el carácter piadoso de una sierva, que es el resultado de una vida de obediencia a Dios y rendición al Espíritu Santo; pero nunca debe considerarse como un ser inferior ni como una “sirvienta” o una persona de segunda categoría. Tanto varones como mujeres hemos sido creados a la semejanza de Dios, con derechos y deberes únicos y distintivos. El deber del varón es ser cabeza del hogar y el de la mujer es sujetarse en amor a su marido; pero no como una persona sometida a humillación, sino como una “socia del pacto” junto con él. El modelo bíblico para la mujer comienza en Genesis 2:18 donde leemos que Dios concluyó que el varón necesitaba “una ayuda idónea”. La palabra “ayuda” en el hebreo es “ezer”, que tiene una connotación de asistencia para la realización de una tarea. También se usa para referirse a Dios mismo en su actividad de socorrer a los suyos. En otras ocasiones, se refiere a la ayuda que proviene de la fuerza de un ejército, sin la cual es probable que se pierda la batalla. “Ayudar”, entonces, implica compensar lo que le falta a otra persona. La mujer cumple ese papel de ayuda idónea, ¡que dista mucho de ser sirvienta o esclava del varón!

Dios no ve a la mujer solo como un ser sensible, delicado y frágil; sino también como la “ayuda idónea” que compensa las flaquezas de su marido y aquella que, junto a él, toma las armas para batallar y vencer al enemigo. En este contexto, la mujer se ve aún más bella y gloriosa, imponente como una guerrera y una gran luchadora. “¿Quién es ésta, que se muestra como el alba, hermosa como la luna, radiante como el sol, imponente como ejércitos en orden de batalla?” (Cantares 6:10, RVR-1995, énfasis añadido).

Dios tiene un destino victorioso para la mujer que lucha al lado de su marido. Por lo tanto, no te intimides ni te acobardes frente a los desafíos de la vida. Dios te ha colocado en una posición de fundamental importancia en tu familia. Mucho depende de ti. Sométete a Dios, sujétate a tu marido, valórate a ti misma y sirve a tu familia. Saca fuerzas de la debilidad de tus heridas, tus fracasos, tus dificultades; porque el poder de Dios se perfecciona en la debilidad (2 Corintios 12:9).

¡Pelea junto a tu marido las batallas de la vida, y tendrás la victoria en el nombre de Jesús!

¡Dios te bendiga!

 

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