Recopilado por Ritchie Pugliese
Mateo 9:23-24 dice lo siguiente: “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.”
El clamor de este hombre desesperado, representa el clamor de muchos de nosotros hoy que estamos enfrentando situaciones desesperadas y necesitamos fe para prevalecer.
La fe es uno de los elementos más importantes de la vida cristiana. Por ejemplo la Biblia nos dice que: Somos salvos por fe (Efesios 2:8); vivimos por fe (Romanos 1:17); lo que no proviene de fe es pecado (Romanos 14:23). Si tenemos fe nada es imposible (Mateo 17:20). Si podemos obtener fe lo demás vendrá como resultado.
A pesar de que es un tema importante, muchos cristianos conocen poco sobre la fe. Existen promesas sobre la fe que nos hacen sentir un poco frustrados:
Mateo 21:21-22 dice: “Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.”
Esto es lo que dijo Jesús pero muchos de nosotros hemos orado por muchas cosas, durante mucho tiempo, que parecen no ser respondidas o que fueran negadas. Oramos por sanidad pero seguimos enfermos… ¿cómo puede ser?
Mateo 17:20 dice: “Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.”
Jesús aquí enfatiza que una pequeña cantidad de fe puede hacer milagros.
Marcos 11:24 dice; “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.”
Aquí Jesús dice que cuando oramos, si creemos que hemos recibido lo que no hemos recibido, ¡lo tendremos!
Estos pasajes nos dejan perplejos y nos hace ver que existe algo que no hemos alcanzado.
Hebreos 11:1-3 dice: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.”
El pasaje dice que lo que vemos no fue hecho de lo visible sino de lo invisible. Aquí nos encontramos con dos ámbitos: el visible y el invisible. El reino visible es donde nos movemos y vivimos. El ámbito invisible es el lugar donde Dios habita. A veces pensamos que ese ámbito es algo etéreo, que no es real y pensamos que lo visible solo es lo real. Lo visible es temporario, lo invisible es eterno. En el ámbito de lo invisible la clave es la fe.
Leemos en 2 Reyes 6:15-17 “Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos? Él le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.”
Este relato nos muestra lo visible e invisible. El criado de Eliseo asustado no veía nada excepto al ejército enemigo, en cambio Eliseo veía al ámbito invisible más real que al visible. Por eso le pidió al Señor que le abriera los ojos al criado. ¡Nuestros ojos necesitan ser abiertos para ver el ámbito invisible y considerarlo más real que lo visible!
Cuando llegamos al punto de que el reino invisible es más real que el visible, entonces hemos comenzado a caminar y vivir por fe…. Y aquí es donde los milagros suceden. Allí experimentamos el cumplimiento de sus promesas.
Veamos algunos ejemplos sobre lo visible y la realidad de lo invisible:
Cuando nos convertimos a Cristo, fuimos perdonados. En el ámbito invisible la culpa y el pecado fueron removidos y a partir de allí Dios nos ve como santos. ¡Es un hecho!… pero al otro día viene el diablo y nos recuerda los pecados y uno se siente culpable y desechado por Dios. Lo que siento no es la realidad, sino lo invisible. Es allí donde debemos enfocarnos y declarar lo que la Biblia dice.
Con el tema de las finanzas sucede lo mismo. Según la Palabra nuestras necesidades son suplidas en lo invisible pero al día siguiente de creer esto nos llega una cuenta para pagar y no tenemos el dinero… ¿Qué hacemos allí? Recordar lo que es verdad en el ámbito invisible.
También puede suceder con la enfermedad. Necesitamos estar de acuerdo con Dios en lo invisible para que lo visible se manifieste. Reclamemos por fe sus promesas y ordenémosle a los síntomas que desaparezcan en el nombre del Señor… pero luego de un tiempo los síntomas vuelven. ¿Acaso significa que la Palabra no es verdad? La sanidad está establecida en el mundo invisible.
Ante todas estas situaciones debemos preguntarnos: ¿Qué es lo verdadero, lo real? ¿Lo visible del mundo natural o lo invisible de Dios?
En Hebreos 11:1 dice: “…la convicción de lo que no se ve”. Hay cosas que oramos y esperamos que están en el ámbito invisible en este momento. Eso no significa que no están.
Es en el ámbito invisible donde Dios establece su Palabra y da sus decretos y promesas. Leemos en Génesis cuando Dios creó el universo de la nada: Dijo Dios…dijo Dios….
Toda bendición sale de lo invisible. Todo lo visible tiene su raíz en lo invisible. El v. 3 de Hebreos 11 también dice: “de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” Todo comenzó con una Palabra de Dios. Dios decretó, ordenó desde el ámbito invisible.
Lo que se ve no es lo real. Lo invisible es lo real. Es como la imagen que vemos en la pantalla de nuestra computadora. Vemos lo visible, la imagen con letras o figuras, pero si vamos al sistema detrás de la pantalla veremos solo códigos que dan lugar a las letras e imágenes. Hebreos 1: 3 dice que la Palabra sostiene todo lo visible: “quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”. Cuando Dios decreta algo en lo invisible es real aunque no lo podamos ver. ¡Está hecho!
Algunas veces es lo recibimos instantáneamente… pero no siempre es así. En Génesis 17 leemos que Dios le dijo a Abraham que iba a ser padre de naciones. Esto fue decretado desde lo invisible sobre su vida pero lo real era que su esposa era estéril y el tiempo pasaba y nada sucedía. Ellos caminaron por fe más de veinticinco años hasta que nació Isaac.
Con la tierra prometida sucedió algo similar. Leemos en Números 33:53: “y echaréis a los moradores de la tierra, y habitaréis en ella; porque yo os la he dado para que sea vuestra propiedad.” En lo invisible les fue dada la tierra pero no fue inmediato, ya que luego de cuarenta años recién recibieron lo que era de ellos.
Dios decidió desde antes de la creación del mundo dar a su único hijo para redimir a la humanidad. En lo invisible eso estaba decretado y otorgado. En Apocalipsis 13:8 leemos: “… el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.” Fue por eso que los santos del Antiguo Testamento pudieron ser salvos por la sangre de Jesús, el Cordero de Dios, aunque físicamente recién Jesús vino varios siglos después.
Todo comienza en lo invisible y las respuestas a la oración también comienzan en lo invisible.
En Daniel 10 leemos que Daniel oró y tuvo inmediatamente la respuesta en lo invisible pero se demoró veintiún días para que se hiciera visible. Daniel en el “mientras tanto que la respuesta llegaba” tuvo que permanecer en fe hasta que la respuesta se hiciera visible.
Existen muchas oraciones que Dios ya ha respondido, que no las hemos visto manifestadas en nuestras vidas. Por eso necesitamos de la fe. Entre el tiempo que pedimos y el tiempo que la respuesta se hace visible necesitamos fe. La fe es reconocer la realidad de la respuesta antes que la veamos.
En Hebreos 11:1 se menciona la palabra “convicción”. Esta es una palabra griega “Hupostasis” la cual significa “lo que está debajo, fundamento sólido. En el griego esa palabra era utilizada para la palabra “escritura legal de una propiedad” El título de una casa a mi nombre es mío aunque no haya visto la casa. La fe es el título de propiedad para adueñarnos de todas las bendiciones de Dios concedidas en el ámbito invisible. La fe es la seguridad de lo que no hemos visto. Es un convencimiento firme y expectante de que Dios hará todo lo que nos ha prometido.
Cuando uno ora, es similar a una mujer embarazada. Uno se “embaraza” de la respuesta. El niño no se ve pero allí está. La fe le da a la mente la realidad de lo que sus ojos no ven. Caminar con fe hace trasladar la bendición de lo invisible a lo visible.
¿Cómo sabemos que Dios nos ha dado las cosas invisibles?
A. Por la Palabra de Dios
La fe viene por oír la Palabra de Dios, así lo dice Romanos 10:17
2 Pedro 1:3 dice: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,…”
Pidámosle al Señor que abra nuestros ojos, como lo afirma Efesios 1:19-22: “para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,”
B. Por creer
Marcos 11:24 dice: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.”
¡Esto implica caminar por fe!
Así fue como anduvo Josué. A él se le dio la tierra pero tuvo que poseerla. Había enemigos ocupando la tierra dada por Dios. Él tuvo que moverse y actuar por fe. Algunas veces caminar por fe implica involucrarse en un conflicto espiritual.
Así fue como anduvo también Abraham. Dios le había prometido que iba a ser padre de multitudes pero no tenía ni un solo hijo. Su esposa era estéril y estaban ya viejos. Ellos decidieron creerle a Dios en los veinticinco años de trayecto.
La fe no es instantánea pero si perseveramos, ganaremos. La fe es más real de lo invisible que de lo visible.
¡Creamos en las promesas de Dios, en sus decretos, en su poder, y que las oraciones ya han sido contestadas y están activadas en el mundo invisible!
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