LA AUTORIDAD ESPIRITUAL QUE TENEMOS EN CRISTO (1)

Recopilado por Ritchie Pugliese

El creyente en Cristo necesita darse cuenta cuál es la posición que tiene en Cristo, cuál es su responsabilidad, cómo es su batalla contra las fuerzas del mal y cómo utilizar la armadura espiritual que Dios le ha provisto para tener completa victoria.

El creyente no necesita estar temeroso (2 Timoteo 1:7), ni ser ignorante de las maquinaciones del enemigo, de la armadura y el armamento espiritual que Dios le ha provisto gracias a la victoria de Cristo en la cruz del calvario (2 Corintios 2:11; 10:4-5).

El Nuevo Testamento habla de la posición que el creyente tiene en Cristo. Basado en el fundamento de todo lo que Jesucristo es, todo lo que él dijo e hizo, el creyente debe permanecer firme en su posición de victoria, pero así como Israel en la antigüedad tuvo que pelear para recibir la tierra que se le había entregado, así el creyente hoy tiene que batallar espiritualmente para poseer las promesas de Dios (Josué 1:2-3; Deuteronomio 1:8).

Jesús, nuestro “Josué” espiritual, ya ha conquistado a nuestro enemigo para que podamos movernos en la victoria que él ya ha ganado. Esto solo puede ser experimentado cuando reconocemos nuestra completa identificación con Cristo.

a.            La posición del creyente

1.            Estamos en Cristo (Efesios 1:3-7). En Cristo somos participantes de la divina naturaleza (2 Pedro 1:4).

2.            Somos nuevas criaturas (2 Corintios 5:17; Gálatas 6:15)

3.            Estamos en el reino de la luz (Colosenses 1:13-14; Romanos 8:38; Hechos 26:18).

4.            Estamos sentados en los lugares celestiales con Cristo (Efesios 1:3; 2:2; 6:12).

b.            La responsabilidad del creyente 

1.            El creyente debe vivir en victoria sobre los pecados de la carne, para no darle lugar al enemigo (Juan 16:31; Romanos 6:7-8; Efesios 4:27; Gálatas 5:22-23).

2.            El creyente debe guardarse en el amor de Dios para que el maligno no pueda tocarlo (1 Juan 4:17-18; 5:18).

3.            El creyente debe someterse a Dios y luego resistir al diablo (Santiago 4:6; 2 Corintios 2:11).

c.             El campo de batalla del creyente

Satanás busca atacar el creyente en las tres áreas de su ser. El ataca el cuerpo y el alma para tocar el espíritu (1 Pedro 2:11). Esto es una batalla espiritual. En la medida que el creyente reconoce su posición en Cristo y cumple su responsabilidad, no hay terreno donde el enemigo pueda obrar (1 Tesalonicenses 5:23; Juan 16:31).

Lo que veremos a continuación es como satanás se relaciona con las tres áreas del ser humano y su forma de ataque:

1. El Espíritu

Debido a que el creyente es un templo de Dios, su espíritu es el lugar santísimo o el lugar más santo. Este es el santuario interior de Dios. El espíritu del creyente nacido de nuevo es regenerado, justificado y habitado por el Espíritu Santo. Es uno con el Espíritu Santo (1 Corintios 6:17; Romanos 8:16; Juan 3:1-5). Ningún verdadero creyente nacido de nuevo puede ser poseído por demonios. El Espíritu Santo viene al espíritu del creyente para traer su espíritu a una total unión con Dios, a través de Cristo, y no hay lugar alguno para que los demonios residan allí.

2. El Alma

El alma representa el lugar santo del templo de Dios e incluye la mente, la voluntad y las emociones. El alma tiene que ser renovada por la Palabra de Dios. A esto se refiere Romanos 12:1-2 donde leemos que el creyente tiene que ser transformado por la renovación de su mente. La mente, voluntad y emociones tienen que ser traídas a una armonía total con el Espíritu Santo y la Palabra de Dios.

Es en esta área donde el creyente experimenta los dardos de fuego del maligno. La opresión, depresión, temor, incredulidad, malos pensamientos tormento mental y emocional, acusaciones y engaño son algunos de los dardos del enemigo que tienen que ser identificados, resistidos y eliminados con las armas espirituales de Dios. La batalla por la mente es la mayor área de conflicto (2 Corintios 10:3-5; Mateo 15:19-20; Proverbios 23:7).

Es importante reconocer las tres fuentes de los pensamientos. En Mateo 16:15-23 tenemos una clara ilustración de estas fuentes: a) los pensamientos del hombre o de uno mismo (vv.13-14); b) los pensamientos de Dios (vv.15-17); y c) los pensamientos de satanás o de los malos espíritus (vv.21-23).

El creyente debe aprender a reconocer la fuente o el origen de sus pensamientos, debe aprender a no entretenerse con pensamientos que son contrarios a la palabra y el Espíritu de Dios. Nadie puede impedir que los dardos de fuego sean enviados, pero debemos eliminarlos con la Palabra de Dios. Dios nos ha dado el yelmo de la salvación para proteger la mente.

El pecado entró en la mente cuando la serpiente tentó a Eva (2 Corintios 11:3). Pedro permitió que entraran a su mente pensamientos del diablo (Mateo 16:22-23). Judas aceptó los pensamientos de traicionar a Jesús, los cuales vinieron del diablo (Juan 13:2, 27). Por eso, la mente tiene que ser renovada (Romanos 12:1-2); y el creyente debe permitir que la mente de Cristo habite en el (Filipenses 2:5-8). El creyente debe disciplinar su mente para pensar en las cosas santas (Filipenses 4:8-9). La mente carnal debe ser crucificada (Colosenses 2:18; 1:21; Romanos 8:7-9; Efesios 4:17-23).

Todo pensamiento e imaginación que se exalta a si misma sobre el conocimiento de Cristo debe ser echado fuera y traído cautivo a la obediencia en Cristo (2 Corintios 10:3-5).

3. El cuerpo

El cuerpo representa el atrio del templo de Dios (1 Corintios 6:19-20). Sus facultades son los cinco sentidos: oir, ver, gustar, sentir, oler. El cuerpo es la parte física por la cual el ser humano se contacta con lo natural. El ataque del enemigo aquí es sobre los apetitos e instintos que Dios le ha dado al ser humano. Otro dardo de fuego que ataca el cuerpo es la enfermedad, la dolencia. Los espíritusopresores pueden atacar el cuerpo del creyente, pero, este debe tomar la Palabra de Dios y utilizar sus armas espirituales que Dios le ha dado para vencer.

¡Qué glorioso es saber que Dios nos ha dado el armamento necesario, sumada a la obra victoriosa de Jesucristo en la cruz del calvario, para que podamos vencer al enemigo y ser creyentes más que vencedores en Cristo!

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