En el artículo “El campo de batalla de la mente” compartí que la mente es realmente un campo de batalla contra el enemigo, donde se disputa quién es el que gobernará nuestros pensamientos.
Mencioné la importancia de aprender a controlar y eliminar aquellos pensamientos que no provienen del Espíritu sino del alma (llamados también pensamientos almáticos), para no perder la batalla de la mente y de esa manera tener una mentalidad estable de fe.
En esta oportunidad, quiero mencionar los diferentes tipos de mente que existen. Estas clases de mente, por cierto, no pertenecen a la “mente firme y estable de Cristo” que necesitamos desarrollar, sino más bien al ámbito fluctuante del alma.
Veamos cuáles son:
- Mente errante o errabunda
Esta clase de mente es la que está vagando o viajando por todos lados. Es una mente distraída. Manifiesta una incapacidad para concentrarse y enfocarse en las cosas.
La falta de concentración podría originarse por varias causas, y una de ellas es por permitirle por años a nuestra mente a “volar” y pensar lo que quiera y cuando quisiera. También, pudiera darse por causa de la fatiga o cansancio extremo. Es verdad, cuando uno está muy cansado prácticamente es imposible concentrarse.
Dicen los estudiosos, que la incapacidad para concentrarse puede ser solucionada naturalmente con algunas vitaminas, como la vitamina B, la cual ayuda para mejorar la concentración.
Tener una mente errante no es bueno porque nos desequilibra emocionalmente y nos hace perder muchas cosas de lo espiritual, pues nos impide concentrarnos en el Señor, su obrar y su palabra.
- Mente razonadora
Es la clase de mente que analiza todo al detalle y para todo se formula la siguiente pregunta: “Yo me pregunto si…”, y luego sigue diciendo lo mismo una y otra vez.
La razón y la duda van tomadas de la mano. Cuando no podemos entender, cuestionamos con un sinfín de preguntas que nos conducen a limitar el poder de Dios en nuestras vidas.
La mente razonadora es la que pretende encontrarle un “por qué” a todas las cosas. Si no lo entiende no puede creerlo.
Tener esta mente nos limita para obedecer a Dios, ya que muchas veces lo que el Señor nos pide pareciera no tener sentido. Dios tiene un sentido sobrenatural y desea que lo entendamos por su Espíritu.
La Palabra es clara y dice en 1 Corintios 2:14 que el hombre natural no comprende las cosas espirituales, por eso es necesario tener la mente de Cristo. El hombre natural ve lo que ven sus ojos pero carece de visión para lo espiritual. La mente razonadora no puede comprender el mundo espiritual ni entender el mover del Espíritu Santo.
- Mente dubitativa e incrédula
La mente que duda no puede nunca llegar a ser una mente de fe, sino más bien una incrédula. Dudar implica situarse en una posición dual, la cual crea incertidumbre en cuanto a que camino tomar.
La duda hace que la persona vacile entre dos opciones, mientras que la incredulidad conduce a la desobediencia.
La duda no es algo que Dios puso en nosotros. Todo lo contrario. Romanos 12:3 dice que Dios a cada uno nos ha dado “una medida de fe”, para que la desarrollemos gradualmente en la vida. La duda viene en forma de pensamientos opuestos a la Palabra de Dios. La duda generalmente viene por los argumentos mentirosos del diablo.
- Mente ansiosa y preocupada
La ansiedad y la preocupación son ataques a la mente que vienen con la intención de acabar nuestra paz y hacernos sentir mal.
La ansiedad altera los nervios y nos desestabiliza para pensar prudentemente. Nos conduce por el sendero de la irritabilidad.
Mucha gente es adicta a la preocupación, porque siempre está buscando algo en que preocuparse. Preocuparse significa hacerse problema de antemano por pensar sobre un tema de manera negativa. Es imposible preocuparse y vivir en paz al mismo tiempo.
La preocupación es ocupar la mente en algo que nos produce temor, ansiedad y nos hace estar intranquilos. La preocupación es la manera de estar afligidos por algo que no sabemos si va a suceder. Nuestra mente crea situaciones negativas y eso nos lleva a turbarnos y perder la paz y estabilidad.
La pregunta típica de los que tienen esta clase de mente es: “¿Qué vamos a hacer? ¿Qué haremos? ¿Qué será de nosotros?”.
- Mente enjuiciadora, critica y suspicaz
Con dolor debo decir que esta es la clase de mente predilecta de muchos creyentes hoy día. Por algún motivo nos encanta emitir juicios sobre otros, sobre las cosas, sobre todo, bajo una perspectiva acusadora y condenatoria egoísta.
Muchos dicen que no enjuician sino que están “discerniendo” la situación. Creen que porque ellos ya son salvos tienen el derecho de emitir juicios condenatorios y crítica hacia los demás. Ellos se consideran maestros a sí mismos con derecho enjuiciar y criticar. La mente enjuiciadora es rápida para enviar al infierno a la gente y hablar mal de los demás.
La mente suspicaz es la que desconfía de todo. Pretende mirar lo que hay detrás de las vidas y acciones de los demás.
Es interesante destacar que la mente enjuiciadora, critica y suspicaz, la persona nunca la utiliza para sí mismo, sino siempre contra los demás.
- Mente pasiva
La mente pasiva es aquella a la que le falta fuerza y deseo, tiene una apatía general por todo. Es la ausencia de sensaciones la cual conduce a la inactividad. La mente pasiva es la antesala de la mente esclavizada por los malos pensamientos y el enemigo.
Esta clase de mente es muy vulnerable a los argumentos y mentiras del enemigo. No tiene la capacidad de rechazar los malos pensamientos y su mente se transforma en un cesto de basura. No tiene la capacidad de quitarse la basura mental. La mente pasiva es una mente dormida o adormecida por los dardos del diablo.
- Mente perversa y lasciva
La mente perversa es aquella enfocada en hacer daño y lastimar, sea a los demás, inclusive a sí mismo. Aloja pensamientos de rencor y venganza. Es una mente que maquina toda clase de males con la idea de ejecutarlos. Es una mente destructora.
La mente lasciva es aquella que está infectada o ensuciada con pensamientos sucios, generalmente relacionados a lo pervertido sexual. Es una mente que maquina pensamientos obscenos y habla siempre con una doble intención. Es una mente enfocada en lo perverso de la sexualidad y se retroalimenta viendo cosas impuras todo el tiempo, como la pornografía.
Todas estas clases de mente necesitamos erradicarlas y eso solo es posible con la ayuda de Dios y su poder.
La Palabra de Dios nos dice en 1 Corintios 2:16 que los creyentes tenemos la mente de Cristo. La Biblia nos habla cuál es nuestra posición “normal” espiritual, pero muchas veces no es nuestra realidad. Por eso es importante darnos cuenta que hemos sido llamados a tener la mente de Cristo.
Para finalizar, quiero enfocarme qué significa prácticamente tener la mente de Cristo:
- Significa tener una mente enfocada en Dios. Cuando mi mente está enfocada en Dios, siempre lo veo a él sentado en el trono reinando con poder. Tenemos la óptica espiritual correcta.
- Significa desarrollar una mente de fe, de creerle siempre al Señor para no dejarnos llevar por la evidencia ni lo que sintamos.
- Significa desarrollar una mente enfocada en las promesas de la Palabra de Dios. Ante cada desafío nuestra mente debería guiarnos a preguntarnos: – ¿Cuál promesa de la Palabra tengo para aferrarme en medio de mi necesidad presente? -, y a partir de ahi decidir creerla.
Esta clase de mente nos dará fuerzas para seguir y aliento para vivir. Nos permitirá tener estabilidad espiritual. Nos transformará en canales de bendición a otros, porque al reaccionar espiritualmente en vez de almáticamente, podremos discernir lo que Dios quiere, podremos alentar y motivar y siempre dar una palabra adecuada que edifique a los demás.
Desarrollar y tener la mente de Cristo, es una necesidad no una opción, si es que queremos experimentar la vida cristiana abundante y victoriosa que Dios ha preparado para cada uno de nosotros.
¡Desarrollemos la mente de Cristo!
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Los conceptos generales de este artículo fueron tomados del libro originalmente publicado en inglés bajo el título Battlefield of the Mind por Joyce Meyer, publicado en 1995 por Harrison House, Inc.