Recopilado por Rtichie Pugliese
Una de la problemática actual que vemos dentro de la iglesia hoy es encontrarnos con personas que nos conocen del pasado o hace mucho tiempo, pero que no valoran ni reconocen nuestra posición actual espiritual en Cristo y en el ministerio, especialmente si somos pastores o estamos involucrados en los ministerios de Efesios 4:11
Ellos nos han conocido cuando éramos “uno más” del grupo o en otra “ubicación” en la iglesia, y hoy a pesar de que Dios ha hecho una obra en nosotros, nos ha promovido y nos utiliza con su poder, ellos parecieran no reconocerlo ni interesarle. Nos siguen viendo como éramos en aquellos tiempos. ¿Te ha pasado algo similar?
Esa “familiaridad” pareciera operar en contra nuestra porque ellos no pueden recibir de lo que predicamos o ministramos. ¿Por qué sucede esto? ¿Por celos, envidia, menosprecio u otra cosa?… ¿Cuál es el real motivo?
Si esto te ha pasado, has sido victima de lo que se conoce como “el espíritu de familiaridad”, pero tengo una buena noticia para animarte: ¡A Jesús le sucedió lo mismo!
Jesús y el espíritu de familiaridad
Esto que estamos hablando no es algo nuevo, pues le pasó al mismo Señor Jesucristo, cuando Dios lo utilizaba bajo la unción del Espíritu Santo y a pesar de eso los que lo conocían de pequeño decían “¿no es este el hijo del carpintero?” (Mateo 13:55). Había un menosprecio y una falta de reconocimiento por lo que Dios hacía a través de él. Así trabaja lo que se conoce como el “espíritu de familiaridad”.
Jesucristo mismo tuvo que padecer bajo el “espíritu de familiaridad” y es lo que muchas veces afecta en mayor o menor grado a los que sirven en la obra del Señor.
Lo que leemos que decían de Jesús, se repite una y otra vez entre los que sirven a Dios en el ministerio hoy. Pareciera como que la mucha familiaridad, en vez de ser algo constructivo, se transformara en algo nocivo que condujera al menosprecio.
Es bueno aclarar que donde la presencia del Espíritu reina y el señorío de Cristo está establecido esto no sucede, pues la humildad y el gozarse con la promoción de otros es parte de la comunidad de los redimidos por la sangre de Cristo, pero… debemos ser sinceros… en muchos lugares de nuestro “cristianismo” actual se ve lo contrario, y es por eso el motivo de este artículo.
Al espíritu de familiaridad se lo conoce como “el exterminador de la unción”. A simple vista la familiaridad no tendría que ocasionar ningún problema, pero quiero que veamos este tema con el enfoque correcto.
El propósito del espíritu de familiaridad
El espíritu de familiaridad es el impedimento, gestado por el enemigo, para que la gente no reciba del poder de Dios a través de la ministración de los genuinos siervos de Dios. No importa cuán grande sea el don de Dios operando sobre la vida del siervo de Dios, aun así éste puede ser neutralizado por el espíritu de familiaridad.
Para comprender lo que significa el espíritu de familiaridad necesitamos definir la palabra “familiaridad“: Es un término que significa “conocer demasiado a alguien, y que debido a esa familiaridad, se pierde el sentido de admiración y respeto espiritual por lo que Dios está haciendo en su vida“.
También este espíritu negativo conlleva un sentido de altivez y presunción, que hace que la persona muestre una falta de respeto hacia un siervo del Señor debido a la familiaridad que tiene con él.
Vuelvo a repetirlo, no importa cuán grande sea el don de Dios en la vida de un siervo de Dios, éste puede ser neutralizado por el espíritu de familiaridad.
Jesús era el más grande sanador y maestro, Dios mismo encarnado, y aún así su unción fue neutralizada por la presencia de gente conocida, familiar. En Marcos 6:1-3, 5 leemos: “Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él… Y NO PUDO HACE ALLI NINGUN MILAGRO, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos”
Este pasaje nos muestra que Jesús no pudo hacer milagros en su pueblo natal. Ellos lo conocían demasiado como “el hijo del carpintero” y eso les restaba la posibilidad de recibirle como el Hijo de Dios. Ellos lo conocían de la infancia y tenían reservas o cuestiones acerca de sus padres, su familia y su trasfondo. Para ellos no era el Mesías, sino simplemente “el hijo del carpintero”.
Cuando Jesús predicó en su pueblo natal, el pasaje dice en Lucas 4:28 que “Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira”. La palabra “ira” en el original griego es la palabra “thumos“, que significa “incipiente disgusto fermentándose en la mente“. La gente que lo conocía de antes estaba enojada con el sermón de Jesús, pero cuando predicó en Galilea, donde no le conocían hasta ese momento “… se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad” (Lucas 4:32). La palabra “admiraban” en el original griego es “ekplesso” y significa “estar admirado, asombrados e impresionados“.
Note que hay solamente cuatro versículos entre las palabras “thumos” y “ekplesso“. Note también que la palabra “thumos” ocurrió en Nazaret, el pueblo natal de Jesús. Ekplesso ocurrió en una ciudad de Galilea, alrededor de doscientos kilómetros de distancia del pueblo donde Jesús vivió.
El espíritu de familiaridad también en el Antiguo Testamento
1. David
En el Antiguo Testamento, encontramos que Mical tuvo la misma actitud hacia su esposo David. Ella pagó muy caro eso pues llego a ser estéril posteriormente. La familiaridad es la causa de esterilidad espiritual en la Iglesia de hoy. Dice 2 Samuel 6:20-23 “Volvió luego David para bendecir su casa; y saliendo Mical a recibir a David, dijo: ¡Cuán honrado ha quedado hoy el rey de Israel, descubriéndose hoy delante de las criadas de sus siervos, como se descubre sin decoro un cualquiera! Entonces David respondió a Mical: Fue delante de Jehová, quien me eligió en preferencia a tu padre y a toda tu casa, para constituirme por príncipe sobre el pueblo de Jehová, sobre Israel. Por tanto, danzaré delante de Jehová. Y aun me haré más vil que esa vez, y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado. Y Mical hija de Saúl nunca tuvo hijos hasta el día de su muerte”
2. Moisés
Moisés, quien condujo al pueblo de Dios bajo la columna de fuego en la noche y la nube de día, no impresionó a su hermana María. Ella criticó su matrimonio y padeció por hacerlo (Números 12). Como ministros de Dios, es bien difícil ministrar a los que son conocidos o familiares porque nos conocen. Simplemente no podemos fluir espiritualmente hacia ellos. Podemos sentir las dudas que tienen en sus corazones, por ser afectados por espíritu de familiaridad.
Existen tres grupos que a menudo son afectados por el espíritu de familiaridad:
1. Las esposas de los siervos de Dios
Las esposas de los siervos de Dios pueden ser víctimas del espíritu de familiaridad severa, como Mical, que cuando todos son impresionados, ellas no lo son con sus esposos. Ellas dicen palabras como “yo te conozco”; “Nadie te conoce mejor que yo”; o “Yo no soy como la gente que te admira en la iglesia”, etc. En cierto sentido, tienen razón, pero el hecho es que ellas también pueden ser víctimas del espíritu de familiaridad, si se descuidan y no logran ver la obra que Dios ha hecho en nuestras vidas.
2. Familiares
Los familiares también pueden ser afectados por el espíritu de familiaridad. Ellos dicen: “¿No es este el hijo de Pugliese?, o “Yo conozco muy bien a tu padre”, o “Yo te conozco de niño” o “Te conozco antes de que empezaras a predicar”. Con todas estas cuestiones, ¿Cómo tales personas pueden recibirnos como siervos de Dios y recibir de Dios a través nuestro?
3. Amigos, asociados
Estas personas también experimentan lo mismo. Han estado alrededor nuestro por mucho tiempo y han visto nuestras luchas y debilidades. Es bien fácil caer en el espíritu de familiaridad. Algunas veces es mejor no conocer a alguien demasiado para que no se desarrolle un aire de negativa familiaridad en ellos.
La familiaridad es peligrosa porque puede engendrar deslealtad. Cuando la persona se mueve bajo el espíritu de familiaridad, pueden transformarse en irrespetuosos y “cruzan la línea” que nunca deberían cruzar. La familiaridad hace muchas veces que la gente diga cosas que nunca debieran decir.
Cuando Mical habló contra su esposo David, ella se puso, por así decirlo, en los zapatos de una persona rebelde, oponiéndose y peleando con el ungido de Dios. Ella criticó a un hombre que iba tras el corazón de Dios. Así fue como Dios lo llamó a David, pero su esposa lo despreció. ¡Imagínate que Dios se impresiona de ti y los demás no lo hacen!
La familiaridad está impregnada de celos y carnalidad. Mical estaba celosa de las muchachas que apreciaban el ministerio de David. A ella le disgustaba el hecho de que David hubiera impresionado espiritualmente a las jóvenes (2 Samuel 6:20).
A veces pareciera que es mejor conocer lo menos posible de alguien para recibir algo espiritual de esa persona. Cuando uno es demasiado familiar con su pastor, por ejemplo, uno puede equivocadamente verlo como un hombre “común” sin unción.
En cambio, cuando uno piensa acerca del hombre de Dios al que respetamos por la bendición que es para nuestra vida, ni se nos ocurre pensar acerca de sus fallas y debilidades.
Cuando hay un predicador visitante, nadie se poner a pensar si es impaciente o se enoja fácilmente. Nadie piensa si está endeudado o si tiene un estilo de vida extravagante. Todo lo que hacemos es recibir espiritualmente de esa persona. Sin embargo, cuando conocemos a alguno con el que tenemos familiaridad, tenemos la tendencia de pensar que como lo conocemos, ya su palabra o mensaje no es tan impactante para nosotros.
Cuando alguien nos es familiar, ya nos cuesta verlo “espiritualmente”. Ya no vemos su unción. Todo lo que vemos son cosas naturales. Vemos más al hombre que a la unción que reposa sobre el hombre. Si tus ojos están puestos en lo natural, verás debilidades, deshonor y corrupción.
La unción para ministrar es transferida de un hombre de Dios a otra persona, y gloria a Dios que no todas las personas que nos rodean son afectadas por el espíritu de familiaridad. Algunas personas pueden estar cerca del hombre de Dios o lo conocen desde hace muchos años y porque son maduros espirituales mantienen su respeto por la unción que este tiene. Podemos tener gente alrededor nuestro que conocen nuestras debilidades humanas o nos conocen desde hace mucho, pero aún así mantienen un sentido de admiración y respeto espiritual por la presencia de Dios en nuestras vidas.
¡Hermanos en Cristo, tengamos cuidado con el espíritu de familiaridad; siervos de Dios, tengan cuidado también del espíritu de familiaridad! ¡Tengamos todos sumo cuidado con el espíritu de familiaridad que ronda por nuestras congregaciones! ¡No nos dejemos atrapar y seamos creyentes maduros que saben reconocer todo lo bueno que Dios está haciendo en los demás!