Por Ritchie Pugliese
En los tiempos que corren donde se pregona por todos lados la “libertad” sexual, y el iniciarse sexualmente a temprana edad, pareciera irrelevante y una pérdida de tiempo hablar sobre la virginidad y la pureza sexual.
Si hiciéramos una encuesta y le preguntáramos a la gente si cree en la importancia de conservar la virginidad y la pureza sexual hasta el casamiento, más de uno se burlaría diciendo que hay que abrazar la nueva modernidad sexual.
Se ha creado la idea en la sociedad que la vida sexual está para vivirla y disfrutarla, sin importar la edad para su inicio, con el fin de obtener “experiencia”, lo cual es garantía de plenitud sexual. Por ese motivo muchos padres concienten en el inicio temprano en la sexualidad de los hijos pensando que es lo correcto y que les hará bien… pero… ¿es esto así en realidad?
Así es como piensa mayormente nuestra sociedad,… pero ¿que sucede del lado de los creyentes en Cristo?
Por lo que vemos dentro del pueblo de Dios pareciera que existieran padres que si bien dicen creer en Dios y abrazan la fe cristiana, consideran como normal la mentalidad de la calle del inicio temprano sexual, y no instruyen a sus hijos desde pequeños acerca del plan sexual ordenado por Dios y las bendiciones que vienen por conservar la virginidad y la pureza sexual hasta el matrimonio.
Uno de esos motivos pudiera ser la verguenza de hablar de esos temas con los hijos. Otro pudiera ser la incapacidad o ignorancia bíblica para tratar el tema.
La consecuencia de eso es dejar tanto a niños, adolescentes y jóvenes solteros sin los fundamentos para tener una vida sexual plena. Se los ha dejado solos en la jungla moderna, ¡y eso es muy peligroso!
Por eso es muy importante como creyentes en Cristo, conocer el plan de Dios para nuestra sexualidad, y de eso quiero hablar hoy. Para hablar de sexualidad, debemos ir a la Fuente, que es la Palabra de Dios.
Dios es el Creador del sexo
Para comenzar debemos saber que el tema de la virginidad y la pureza sexual no es algo inventado y promovido por la Iglesia Católica o Evangélica, sino que es un tema que nace del corazón del Creador del sexo: Dios. Luego Dios transmitió sus principios a su pueblo elegido, Israel.
En Israel la virginidad y la pureza sexual era lo normal entre los jóvenes. Se las consideraba una cualidad distintiva que les daba honor y buena reputación social. Una y otra vez se menciona a aquellos que vivían este estilo de vida, que solo cambiaba al contraer matrimonio. Tan importante era la virginidad, que un matrimonio podía disolverse si alguno de los cónyuges no era virgen. (Leer Génesis 24:16; Levítico 21:13; Deuteronomio 22:14, 17, 19, 23; 2 Samuel 13:18; Ester 2:17; entre otros pasajes).
La propuesta de Dios, Creador del sexo, para el ser humano es la virginidad y la pureza sexual hasta llegar al matrimonio, y a partir de allí disfrutar de este regalo divino, en un marco de fidelidad y pureza, con la misma persona del otro sexo durante toda la vida.
La idea del Creador, más que reprimir al ser humano fue ayudarlo a canalizar esa fuerza muy poderosa que es la sexualidad, que a menos que sea controlada por el Creador puede conducir a verdaderos desastres.
No hace falta decir mucho para darnos cuenta que existen consecuencias por pretender vivir una sexualidad a “mi manera” y no a la manera de Dios. Si miramos a nuestro alrededor vemos algunas de las consecuencias de alterar el orden de Dios, como ser, enfermedades venéreas y otras infecciones sexuales, embarazos no deseados, etc.
Mucha gente se burla de aquellos cristianos que desean guardarse en pureza sexual hasta el día de la boda con la pareja que Dios les ha dado. Esta gente es la que pregona: “lo que no se utiliza se atrofia”. ¡Hoy día la persona promiscua sexual no pasa vergüenza, pero sí pretende que viva avergonzado el que pretende vivir conforme a los principios divinos de pureza sexual!
Hoy día las parejas ya no esperan al matrimonio para disfrutar de la vida sexual. La idea de esperar a casarse para disfrutar de la vida sexual ya casi no existe y se la ha cambiado por el pensamiento de pasar un buen tiempo de sexo, generalmente casual y sin compromiso, sin importar si la relación continúa después. Hoy día son frecuentes los encuentros de sexo casual, para posteriormente seguir cada uno por su camino como si nada hubiera pasado.
Este nivel de vida de liviandad sexual ha tergiversado el ideal de Dios de esperar hasta el matrimonio para disfrutar de la vida sexual. Nuestra cultura cada vez valoriza menos al matrimonio, por eso las parejas conviven sexualmente a manera de prueba y si todo va bien, en el mejor de los casos, contraen matrimonio y aún otros prefieren vivir en pareja libre.
Toda esta moda de libertad sexual parece innovadora y moderna, pero sin duda es la causa principal de la insatisfacción sexual. Cuando una persona altera, transgrede los límites dados por Dios sobre al sexualidad, se origina una insatisfacción que le conduce a una incapacidad para desarrollar una relación estable y madura con alguien del sexo opuesto para toda la vida y disfrutar de la vida íntima sexual matrimonial.
Los estudiosos afirman que la primera experiencia sexual que tengamos quedará marcada a fuego en nuestro ser y que siempre la recordaremos. Esto tiene un propósito divino: El ser humano ha sido diseñado para tener su primera experiencia sexual con la persona del sexo opuesto que ama, luego de haber recibido la bendición del cielo y de haber realizado un pacto con Dios y con su pareja para toda la vida en el altar. El sello de ese acto, sería adornado con la unión amorosa sexual de dos inexpertos, que de allí en más se brindarían sexualmente el uno al otro durante toda la vida.
En la Biblia encontramos que el sexo dentro de los límites de Dios (el matrimonio) tiene primero un propósito, luego una misión y tercero una causa: El propósito es honrar y glorificar a Dios, utilizando el sexo dentro de los parámetros del Creador, la misión es extender la raza humana y, en tercer lugar, la causa es experimentar deleite mutuo entre los cónyuges.
Beneficios de conservar la virginidad y de mantenerse puros para Dios hasta el día del casamiento:
1. Nos guarda de problemas emocionales. Muchas mujeres han experimentado su primera experiencia sexual de manera traumática, sea por la fuerza o bajo ciertas circunstancias (efectos del alcohol, drogas) con un hombre que bajo la “promesa de amor eterno” o simplemente “pasar un buen momento”, lo único que hizo fue aprovecharse de su inocencia. La conocida “prueba de amor” (si me amas, tengamos relaciones sexuales), lo único que ha logrado son embarazos no deseados y jóvenes que escapan y dejan a la que amaban sola con “el paquete” (así se le dice en algunos lugares al embarazo no deseado). Estas mujeres terminan por sentirse “sucias” y culpables de lo sucedido y algunas incluso desprecian de por vida a esos hijos que son fruto de una relación casual.
2. Nos guarda de infecciones y enfermedades sexuales que se contraen en la relación sexual con personas que tienen ciertas infecciones contraídas en anteriores aventuras sexuales. Esto incluye la transferencia de demonios por la vía sexual.
3. Realza los valores del Creador, de cuidar al ser humano y valoriza la virginidad como una virtud moral de alta estima a los ojos de Dios.
4. Desarrolla una mentalidad de disciplina para prepararse y cuidarse sexualmente durante toda la vida de soltero para el compañero o la compañera que Dios le dará a su tiempo.
5. La virginidad no es una forma de reprimir al hombre o a la mujer, sino una salvaguarda y una corona de virtud. Está comprobado que aquellos que han llegado virgen al matrimonio tienen muchas más posibilidades de mantenerse unidos y felices y disfrutar de una extraordinaria vida íntima sexual, que aquellos que han llegado al matrimonio luego de haber tenido experiencias y parejas sexuales de todo tipo.
A pesar de ridiculizar a la virginidad, más de una mujer que ha vivido su sexualidad fuera del contexto divino, daría lo que sea si le dieran la posibilidad de recuperarla. Existen hoy operaciones reconstructivas para que la mujer vuelva a ser “virgen”, pero la pérdida de la virginidad va mucho más allá de la pérdida del himen. En el fondo de su ser a ninguna mujer le gusta que la traten como un objeto de satisfacción masculina y como un material descartable una vez que el candidato logró su propósito. Toda mujer anhela ser amada y valorada como persona, más que como un simple objeto sexual.
Para el joven varón quizás sea aún más complicado conservar la virginidad. En la calle, en la escuela o en el lugar trabajo se habla todo el tiempo de sexo y se bombardea la mente de los jóvenes con la idea de que lo máximo para disfrutar de la vida es tener la primera experiencia sexual. En las conversaciones entre jóvenes uno de los temas principales es contar aventuras sexuales (reales o ficticias), para mostrar ante los demás que es el “más macho”. Muchos padres se deleitan en llevar a sus hijos con prostitutas para que tengan su “debut sexual” pensando que de esa manera su hijo será “un verdadero hombre”. ¡Nuestra juventud se siente avasallada con la perspectiva que la sociedad tiene sobre el sexo!
Si nuestra sociedad tiene razón con su propuesta de ridiculizar la virginidad y la pureza sexual, ¿por qué vivimos en un mundo donde hay cada vez más gente insatisfecha con su sexualidad? La respuesta sigue siendo la misma, lo creamos o no: Cuando utilizamos nuestra sexualidad a nuestro antojo, o por la presión de la sociedad, sin tener en cuenta los principios de Dios, estamos expuestos a todas las consecuencias negativas y lamentables que hemos mencionado.
Como cristianos necesitamos formar nuevas generaciones donde la virginidad y la pureza sexual sean las características.
A aquellos jóvenes que han venido a Cristo y han vivido una vida sexual promiscua previa, primero y principal debemos ministrarles con un espíritu de misericordia para que sean limpiados y sanados. Luego enseñarles a renovar la mente conforme a los principios de la Palabra de Dios. Y por supuesto explicarles el estilo de vida sexual de los ciudadanos del Reino de Dios.
A aquellos matrimonios cuyos integrantes comenzaron su vida sexual con otras personas o antes del tiempo estipulado por Dios, es necesario ministrarles sanidad interior. Las acciones del pasado no se pueden cambiar pero si se puede anular y cancelar el efecto nocivo de haber vivido con la impureza sexual a cuestas. Cuando una persona le consagra a Dios su vida sexual, puede experimentar: 1) liberación; 2) limpieza y 3) santificación que conduce a una restauración y renovación sexual.
¡Restauremos en la Iglesia la valorización de la virginidad y la bendición de vivir en pureza sexual hasta el matrimonio. Sanemos a aquellos matrimonios que por alterar el orden divino no pueden disfrutar de una vida sana sexual!
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