Por Ritchie Pugliese
La pobreza ha sido y sigue siendo un tema que preocupa tanto a los gobernantes como a los ciudadanos. Vemos una y otra vez que se hacen esfuerzos para frenar su avance e incluso erradicarla, pero sin resultados.
Para el que está en situación de indigencia, los discursos sobre la pobreza no tienen sentido, porque lo que necesitan es una ayuda real y tangible.
Muchas veces la erradicación de la pobreza no ha sido más que el discurso de una propaganda política o promesa que luego, con el paso del tiempo, ha quedado solo en eso… una promesa sin cumplir.
Nuestros gobiernos tratan de proveer asistencia social y ayuda financiera a los que están en necesidad con el afán de reducir los índices de pobreza. Pero… ¿es esa la solución?
En estos tiempos de incertidumbre económica y aumento de la pobreza, la Iglesia de Cristo necesita conocer este tema, porque la mayor preocupación de la gente es su situación financiera. No basta con tomar fuera de contexto las palabras de Jesús y decir que “los pobres siempre estarán con nosotros”. La pregunta que surge es ¿Qué podemos hacer para erradicar la pobreza? ¿Se puede erradicar la pobreza?
Conceptos generales sobre la pobreza
En el libro “Redeeming the Time” (Redime el tiempo), páginas 194-195, Chuck D. Pierce dice lo siguiente: “El espíritu más grande que parece atacar a nuestra sociedad es la segunda cuerda de la trenza de la cautividad: La pobreza (la otra cuerda es la enfermedad). Ser pobre es “negarse a ser lo que Dios ha creado y destinado que seamos” y no creer que el Señor puede llevarnos a alcanzar la plenitud de su plan divino.
La pobreza no es solo la experiencia de la escasez, sino el temor a la escasez. La pobreza ocurre cuando conformamos nuestras circunstancias al patrón de este mundo, que nos rodea y nos influencia con su perspectiva.
Como consecuencia, nos olvidamos de que Dios tiene poder para obrar en medio de nuestras circunstancias. La pobreza es la voz que dice: Dios no puede ayudarte.
La pobreza puede ocurrir por diferentes medios:
1. Por medio de la opresión y estructuras de autoridad equivocadas (malos gobiernos) (Isaías 5:8).
2. Por desarrollar una mentalidad de avaricia o glotonería (Proverbios 23:21).
3. Por indolencia o pereza (Proverbios 24:33-34).
4 Por ser apresurado y querer hacerse rico rápidamente (Proverbios 28:22).
5. Por resistir al Espíritu Santo y, por lo tanto, invalidar las bendiciones del Señor.”
La principal causa de pobreza en nuestras vidas es no cosechar. Cuando no recogemos la cosecha, empieza a establecerse en nosotros una mentalidad de pobreza. Muchas veces el enemigo espera hasta el momento en que vamos a cosechar para desarrollar una estrategia para devastarnos. Al igual que los madianitas, que siempre robaban a los Israelitas (Jueces 6), el enemigo ha diseñado un plan para robarnos nuestros ingresos y nuestros bienes. Podemos plantar, podemos ver cómo crece la cosecha e incluso ver que se acerca el tiempo de la cosecha; pero si no aprovechamos la oportunidad de recoger y administrar la cosecha, el enemigo empezará a desarrollar una estrategia de pobreza contra nosotros. Cuando aumentamos nuestros ingresos sin preparar lugares de depósito que contengan lo que hemos cosechado, el enemigo tendrá acceso a nuestros ingresos y a nuestro futuro.
6. Otra causa de pobreza incluye alinearse con estructuras que originan índices de intereses que no corresponden a una mentalidad piadosa (Nehemías 5:1-5); el temor y la renuencia a enfrentar a nuestro enemigo (Proverbios 22:13) y sucumbir ante la persecución de la fe (2 Corintios 6, 8)”.
¿De dónde viene la pobreza?
La pobreza no es exclusivamente geográfica. Aun en los países del tercer mundo considerados extremadamente pobres hay cierto sector de la población que vive en opulencia. Un familiar cercano, casco azul de las Naciones Unidas, me dijo una vez con asombro que aun en Haití, uno de los países más pobres del mundo, hay gente rica.
La pobreza tampoco es completamente social, porque siempre hay sectores que viven de manera más privilegiada, aunque por lo general son una minoría. De manera que la pobreza va mucho más allá del lugar geográfico y de la condición socio-económica.
La mayoría considera “pobre” a aquel que no tiene posesiones ni recursos y pide limosna en la calle o simplemente a aquel que con lo que gana en su trabajo no le alcanza para suplir sus necesidades básicas. Mayormente, clasificamos a una persona como “pobre” por lo que no tiene (posesiones).
En mi caso personal, pensaba que no existía la pobreza en los países desarrollados, hasta que me fui a vivir a un país del primer mundo. Allí he visto a personas oriundas de países pobres seguir siendo pobres a pesar de habitar en una tierra de prosperidad. Al recorrer ciertos barrios o sectores de la población donde viven estos inmigrantes se puede ver la pobreza y la miseria reinante. Por cierto, la pobreza no está asociada con los inmigrantes, pero este ejemplo sirve para graficar que tampoco depende del lugar geográfico.
Estoy convencido de que para entender la problemática de la pobreza debemos ir más allá de lo que vemos exteriormente y ahondar en una fuente más reveladora: el Manual del Creador, la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios es mucho más que un libro religioso y moral. ¡Es la Palabra de Aquél que creó y diseñó todas las cosas visibles e invisibles!
A grandes rasgos, podemos afirmar que la Biblia dice que la pobreza es el resultado del pecado (1) y abarca lo siguiente: (1)
Aclaración: Según la perspectiva bíblica, “el pecado” no consiste en cometer errores y delitos, sino en vivir la vida independiente de Dios y sus sabios consejos, lo cual nos conduce a errar y vivir equivocados en la vida.
1. Pecado personal
2. Pecado generacional-familiar
3. Pecado social
4. Pecado nacional-gubernamental
No tener esta cosmovisión del Creador nos hará caer en la victimización de la realidad con el argumento de que la pobreza es causa de la mala suerte o la culpa de otros. La pobreza de los países puede ser resultado de la opresión, la tiranía, los conceptos políticos anti-Dios (comunismo), la mala administración de los recursos y la corrupción mediante los cuales se roban los recursos de la nación. Sin embargo, en esencia, la pobreza es una cuestión personal.
Principalmente, la pobreza es una enfermedad interior espiritual. La pobreza proviene del alma y del espíritu y se manifiesta en el mundo externo. La pobreza es un conjunto de decisiones que se convierten en un estilo de vida.
Por eso la propuesta de Dios a través de Jesucristo es, inicialmente, sacar la pobreza de las personas, no a las personas de la pobreza. Cuando se elimina del interior del ser humano la mentalidad de pobreza, todo el mundo que lo rodea comenzará a cambiar en un proceso. La pobreza tiene su raíz en la desobediencia y la rebelión según la Palabra de Dios. Lo encontramos en Génesis 1-3 donde como resultado de la desobediencia, la tierra quedó maldecida (Génesis 3:17-19).
Cuando vemos todo desde la perspectiva divina tenemos el panorama completo de la situación, porque lo espiritual afecta lo natural. La Palabra de Dios dice que primero está lo espiritual y luego lo natural. Hebreos 11:3 así lo afirma: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. Para traer soluciones a los problemas de la humanidad necesitamos ir a la fuente más segura, que es la Palabra de Dios, donde se nos revela la raíz y las causas de la pobreza.
Si nos movemos con un enfoque social, sin tener en cuenta la perspectiva del Creador, solo estaremos tratando de ayudar a la gente a salir de la pobreza con soluciones momentáneas; pero a pesar de nuestras buenas intenciones nuestra ayuda no servirá de mucho. Es como pretender poner una venda a una herida infectada y pensar que de esa manera se va a sanar.
La ayuda social ha demostrado ser un fracaso en términos de erradicación de la pobreza. Las estadísticas demuestran que los receptores de esa ayuda, inicialmente, tuvieron cierto alivio; pero al final terminaron siendo aún más pobres. Hace varios años, se hizo un estudio en los Estados Unidos en el cual se dio ayuda financiera a personas que vivían en los sectores pobres de Chicago sin pedirles nada a cambio. El resultado fue que estas personas siguieron siendo pobres y terminaron viviendo en la misma indigencia.
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