Recopilado por Ritchie Pugliese
Ya hemos tratado en otros artículos, que bajo ciertas condiciones de pecado, los creyentes en Cristo pueden llegar a estar demonizados o endemoniados. La Palabra de Dios es clara al advertirnos sobre lo siguiente: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8).
Antes de avanzar con esta enseñanza bíblica, Si no lo ha hecho, le sugerimos primero leer el artículo titulado: “¿Puede un cristiano estar endemoniado?” de nuestra página. Este es el enlace para leerlo:
¿Cuáles son las puertas por dónde el enemigo pudiera ingresar?
Básicamente son seis:
1. El pecado generacional
2. El abuso infantil
3. Ira, resentimiento, rabia, rechazo y rebeldía
4. Pecados sexuales
5. Las maldiciones
6. Las practicas ocultistas
1. El pecado generacional
Pecado generacional es aquél que pasa de los padres a los hijos. Se lo conoce también como pecado transmitido, hereditario o familiar. En algunos casos los demonios parecen identificarse con el linaje, lo cual produce su transmisión de padres a hijos donde la demonización se potencia.
En las Escrituras no se detalla ninguna enseñanza ni ejemplos claros y definidos acerca de la transmisión demoníaca. Lo que sí ofrece son advertencias en cuanto a las consecuencias desastrosas que pueden tener los pecados de los padres sobre sus hijos.
En el contexto en que se dan dichas advertencias es muy claro: ciertos cabezas de familia, por lo general varones, se han rebelado contra Dios y él dice que le aborrecen (Éxodo 20:5). Esto implica un abandono deliberado del Señor y generalmente implica el servir a otros dioses, negando a Dios el amor y la obediencia que se merece (Éxodo 20:5-6).
En la mencionada rebelión la figura de autoridad se aparta de Dios para servir a otros dioses, a satanás o a los malos espíritus para cometer grandes atrocidades.
Los jefes de familia en Israel sabían que lo que hacían afectaban a sus descendientes. En algunas ocasiones de crisis se pusieron delante del Señor y confesaron los pecados familiares. Esto lo vemos en Nehemías 1:4-9; Jeremías 14:20; Daniel 9:1-19. Esta maldición generacional puede ser rota por los miembros de la familia al identificarse con esos pecados tanto antes como después de la cuarta generación. Eso fue lo que hicieron Nehemías (Nehemías 1:4-9); Jeremías (Jeremías 14:20) y Daniel (Daniel 9:1-21).
Más allá de estar involucrados en el ministerio de liberación, o no, resulta prudente confesar los pecados de nuestro linaje familiar (Nehemías 1:4-9; Jeremías 14:20) y destruir así cualquier influencia demoníaca potencial que pudiera afectarnos. Esto es conveniente para que los padres adoptivos también lo hagan para “limpiar” el linaje de un hijo adoptado. Cuando esto es roto, quebrado en el Nombre de Jesús, la influencia nefasta se acaba.
2. El abuso infantil
La víctima del abuso infantil se convierte en víctima del pecado de otros, por lo general de personas más grande en edad y/o figuras de autoridad en las que confiaba, sea en la infancia o adolescencia.
El abuso infantil es una de las peores perversidades pues tiene que ver con esa parte de la raza humana tan querida por Dios como son los niños.
Las palabras que dijo Jesús sobre la relación entre el Padre Celestial y los pequeños no se dijeron de ninguna otra unidad social humana (Mateo 18:1-10). Debido a que satanás odia a Dios, ataca todo lo que Dios ama.
Los niños son los seres más vulnerables e indefensos de todos, porque no pueden protegerse de la maldad humana y sobrenatural maligna como lo hacen los adultos. Nosotros los mayores somos su principal protección. Como consecuencia de esto los pequeños están muy expuestos a la demonización. (Mateo 15; Marcos 9 y Hechos 16).
Luego que esos niños abusados se hacen adultos y se convierten en padres, abuelos, aquellos que están demonizados y lastimados tienden a criar hijos y nietos semejantes a ellos. Otros se involucran en un estilo de vida homosexual.
Los abusos que sufren los niños hoy día pertenecen por lo general a cuatro categorías que están a su vez interrelacionadas:
a. Abuso sexual
Reacciones negativas comunes: Verguenza extrema y problemas sexuales. También el miedo y la ira.
b. Abuso físico
Reacciones negativas comunes: Rabia excesiva y problemas en las relaciones interpersonales.
c. Abuso psicológico
Reacciones negativas comunes: Autoimagen muy negativa y espíritu de rechazo. Siempre produce ira.
d. Abuso religioso
Reacciones negativas comunes: Confusión extrema en cuanto a Dios y la fe cristiana, incapacidad de confiar en Dios y en el Señor Jesucristo.
El peor tipo de abuso infantil es el llamado “abuso ritual satánico” que combina todas las cuatro formas mencionadas. Es un abuso religioso ejecutado en el niño para causarle dolor indecible, es un abuso físico relacionado con el abuso sexual, a menudo constituido por violaciones o perversiones de todo tipo imaginable e inimaginable. Su resultado es un daño psicológico inimaginable.
El niño queda “programado” por esta perversidad para comportarse de manera disfuncional como joven y adulto causando múltiples desórdenes de personalidad.
La investigación revela que muchos de los casos de desórdenes múltiples de personalidad han sido consecuencia del “abuso ritual satánico” y de otras formas de abuso sexual infantil.
3. Ira, resentimiento, rabia, rechazo, rebeldía
Estos pecados son en general el resultado del daño o del supuesto daño causado en la niñez o adolescencia y se extienden a la edad adulta. Aunque el pecado reaccionario surge debido al mal o supuesto mal infligido a un individuo, este por sí mismo puede abrir la puerta a los espíritus malos.
La mayoría de los demonios de ira, resentimiento, rabia, rechazo y rebeldía entran después de que el abuso contra la víctima deja paso a la ira o a la rabia por lo que le ha sucedido.
4. Pecados sexuales
En una amplia mayoría de casos de demonización grave en cristianos adultos hay presentes demonios sexuales. Nos referimos a cualquier forma de sexo ilícito (fuera del matrimonio) y entre personas de cualquier sexo (hombre-mujer, hombre con hombres, mujeres con mujeres).
Es bueno aclarar que la vida sexual dentro del marco de la vida matrimonial con el cónyuge (un marido-una esposa) es una bendición. Aquí hablamos lo que un individuo hace de soltero o de casado fuera del vínculo matrimonial aprobado por Dios.
5. Las maldiciones
Los que vivimos en el mundo occidental no tenemos un real entendimiento de lo que significan. Algunos piensas que significa decir malas palabras o una expresión de ira cuando estamos nerviosos. ¿Acaso solo eso es una maldición?
La Biblia empieza y termina con maldiciones. Dios pronuncia la primera serie contra satanás y la tierra (Génesis 3:14, 15, 17-19) y la última referencia a la maldición proclama el fin de esta (Apocalipsis 22:3).
Las maldiciones vienen de cuatro fuentes posibles:
a. Dios
b. Los siervos de Dios
c. El mundo espiritual
d. Los servidores (seres humanos) de satanás
Al analizar lo que dice la Biblia vemos que las maldiciones o se utilizan para proferir juramentos y decir malas palabras. En el Antiguo Testamento, maldecir es un concepto de poder destinado a liberar un fuerza espiritual negativo contra el objeto, la persona o el lugar maldito.
Aunque nos cueste creerlo, la mayoría de las maldiciones de la Escritura se atribuyen a Dios o a sus siervos, actuando conforme a la voluntad divina. Es el Señor el que libera su poder de juicio.
De los doscientos dos contextos de maldición que hay en la Biblia, son Dios o sus siervos quienes la emiten ciento cuarenta y tres veces. Se dedican capítulos enteros a enumerar las maldiciones que el pecado trae sobre el pueblo del Señor (Deuteronomio 27-31), y uno de los más destacados es el de las maldiciones frente a las bendiciones, el cual también ocupa capítulos completos (Deuteronomio 28-30; Números 22-24).
Tan precioso es para Dios su pueblo que tres veces declara que maldecirá al que lo maldiga, y también expresa: “Benditos los que te bendijeren, y maldito los que te maldijeren” (Números 24:9).
Es peligroso maldecir a otra persona y solo un siervo del Señor guiado por el Espíritu Santo pudiera hacerlo debidamente.
El diablo también conoce el concepto del poder de las maldiciones. Dios veces le dijo a Dios que en realidad Job no le amaba sin algún motivo en particular: “quita tu mano de su vida”, expresó el diablo, “déjamelo a mí y te maldecirá en la cara” (Job 1:11; 2:5). No pasó mucho tiempo antes de que la orden de maldecir a Dios llegara a los oídos del santo, y tristemente fue su mujer quien se convirtió en la voz acusadora de satanás para ese fin: “Maldice a Dios”, le dijo, “y muérete” (Job 2:9).
Bajo la ley que se dio más tarde, una persona que maldecía a Dios debía ser ejecutada. También se nos advierte a no maldecir a los príncipes y se registran algunas ocasiones donde dichos príncipes fueron maldecidos por hombres airados. Simei maldijo a David, y aunque este lo permitió, en el momento de su humillación, después ordenaría que fuese ejecutado (1 Reyes 2:8 y siguientes)
Noé pronunció una maldición sobre Canaán y una bendición sobre Sem y Jafet (Génesis 9:25-27)
Isaac bendijo a sus hijos mellizos y pronunció una maldición sobre cualquiera que maldijese a Jacob (Génesis 27:27-28)
Jacob bendijo a sus doce hijos (Génesis 49:28)
El poder que se liberaba en una bendición o maldición era real. La maldición debía ser temida y la bendición buscada.
Una maldición pronunciada o escrita en nombre de Dios por sus figuras de autoridad era considerada eficaz para traer el juicio divino sobre la persona, lugar o la cosa maldecida. Moisés puso delante de Israel “la bendición y la maldición” (Deuteronomio 30:1); Jeremías habló de la maldición sobre el desobediente Israel que había hecho que la tierra estuviese desierta (Jeremías 23:10).
Jesús mismo maldijo a una higuera que no daba fruto (Marcos 11:12-14) y nos exhorta a “bendecid a los que os maldicen y orad por lo que os calumnian” (Lucas 6:28). Pablo aún fue más allá al decir: “bendecid a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis” (Romanos 12:14); Santiago nos anima a no maldecir (Santiago 3:9-10).
Las maldiciones solo pueden ser quebradas por el poder de Dios y la autoridad de nuestro Señor Jesucristo. En el nombre del Señor, individualmente o como congregación local, debemos quebrar y romper toda maldición de las vidas, familias, ciudades, naciones.
6. Las prácticas ocultistas
No toda la gente se interesa por involucrarse en la adoración directa a satanás o a realizar ritos satánicos en alguna secta, pero existen maneras que parecen “inocentes” o aún “saludables” pero que en el fondo son prácticas que les abren la puerta de nuestra vida a los demonios para que ellos ingresen y hagan de las suyas.
Puede ser la lectura del horóscopo, o consultar a una médium o bruja para que nos lean las manos, tiren las cartas; puede ser la tabla Ouija, o el juego de la copa o la práctica del yoga y toda forma orientalista de “búsqueda de Dios” y relajación; puede ser la meditación transcendental (que no tiene nada que ver con meditar la Palabra de Dios) que no es otra cosa que dejar la mente en blanco para que los demonios dominen a la persona; pueden ser los perfumes aromáticos para “limpiar” el ambiente, etc.
No olvidemos el consejo bíblico 1 Pedro 5:8-9: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.” y por sobre todo la exhortación de Santiago 4:7, el cual nos da la clave para vivir seguros, protegidos, cerrándole al enemigo todo acceso a nuestra vidas: ¡“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.”!
(Esta impactante enseñanza bíblica fue escrita por el Dr. Ed Murphy en el “Manual de Guerra Espiritual”, publicado en 1992 por Editorial Caribe, páginas 511-523)