Recopilado por Ritchie Pugliese
Cuando consideramos el alcance y profundidad del Nuevo Pacto, el cual fue puesto en acción gracias a la obra de Jesucristo en la cruz del calvario, es necesario comenzar con las palabras dichas por Jesucristo en los Evangelios. Estas palabras fueron las verdades que posteriormente edificaron el libro de Hechos, las Epístolas y Apocalipsis.
Aunque estas palabras no siempre fueron dichas como una promesa, las palabras de Jesús son en sí las promesas de bendición del Nuevo Pacto.
Es bueno mencionar que las bendiciones del Nuevo Pacto son también el cumplimiento de todos los pactos anteriores con sus bendiciones prometidas. La predicación, enseñanza, y ministerio de salvación y sanidad de Jesucristo fueron la confirmación de los pactos hechos en el pasado con Adán, Abraham, Noé, Israel y David.
Todos estos pactos tuvieron su valor, pero el Nuevo Pacto a través de Jesucristo va mucho más allá que todos ellos.
En el Nuevo Pacto a través de Jesucristo hay promesas de bendición. Vemos cuáles son:
1. La bendición de la salvación
La palabra “salvación” incluye en su significado las siguientes palabras: “seguridad, estar a salvo, preservación, liberación y plenitud”.
La bendición principal del Nuevo Pacto es la salvación de nuestra alma. Es la más grande bendición espiritual (Efesios 1:1-3) que Cristo vino a traer. Jesucristo es el Salvador del mundo (Juan 4:42; Hechos 13:23).
Esta gran salvación a través de Jesucristo, incluye los siguientes beneficios:
Perdón:
El perdón y la remisión de la penalidad del pecado (Hechos 10:43; 13:36-39). Jesús perdonó los pecados (Lucas 7:36-50; Mateo 9:2; Marcos 2:5) y trajo la salvación a los pecadores (Lucas 19:1-10). El Antiguo Pacto solamente cubría el pecado perdonado mientras que ahora en el Nuevo Pacto tenemos la limpieza y el perdón del pecado (1 Juan 1:5-9).
Justificación:
Esta palabra significa “declarar justo a alguien”, es una declaración de justicia que nos permite estar delante de Dios a través de Cristo (Romanos 5:1; 3:24-26). Por las obras de la Ley, el Pacto Mosaico, nadie podía ser justificado (Romanos 3:19-20; Hechos 15:8-11). El Nuevo Pacto hace posible la justificación a través de la fe y una conducta que respalda esa fe.
Regeneración:
Por la cual una persona nace de nuevo a la familia de Dios y puede llamar a Dios “Padre” (Juan 3:1-5; Mateo 6:9; 1 Pedro 1:23). Bajo el Antiguo Pacto nadie podía nacer de nuevo, pero ahora bajo el Nuevo Pacto el milagro del nuevo nacimiento es posible.
Seguridad:
Es el testimonio interior del Espíritu Santo de que somos hijos de Dios (Hebreos 5:8, 9; 6:10-12; 10:38, 39; 1 Juan 3:19). En el Antiguo Pacto los creyentes nunca tenían esa seguridad bendecida que ahora tenemos los creyentes bajo el Nuevo Pacto.
Santificación:
Es donde uno es apartado para el Señor y su santo servicio o uso (Juan 17:17; 1 Tesalonicenses 5:23-24; Efesios 5:26-27). El creyente del Antiguo Testamento generalmente no experimentaba la bendición de la santificación, que ahora bajo el Nuevo Pacto está disponible.
Adopción:
Es donde uno es ubicado como hijo en la familia de Dios (Romanos 8:15, 23; Gálatas 4:5; Efesios 1:13-14). Por medio de este acto somos parte de la familia de Dios, siendo Jesucristo el primogénito entre una gran familia de hermanos (Mateo 11:46-50; Romanos 8:29). Los creyentes del Antiguo Pacto nunca podían experimentar lo que significa ser un hijo de Dios como ahora lo disfrutamos bajo el Nuevo Pacto.
Glorificación:
Esto significa algo glorioso de gran estima, honorable, magnífico. La glorificación es la obra final de la redención en los santos. El Nuevo Pacto le provee al creyente la bendición que va desde la justificación hasta la glorificación (Romanos 8:17, 30). El Nuevo Pacto le provee al creyente la posibilidad de acceder a la plenitud de la Gloria de Dios (Juan 17:22-24; 2 Corintios 3:18).
2. La bendición del Evangelio del Reino
Jesucristo no solo vino a traer salvación sino también a traer las buenas nuevas del Reino de Dios. Esto implica la predicación y la enseñanza de Jesucristo. La predicación y enseñanza de Jesús fue una parte integral de las palabras del Nuevo Testamento, el Evangelio del Reino (Mateo 4:23-25; 9:35; 10:1-42; 24:14).
La Iglesia es el instrumento para continuar la obra que Jesucristo comenzó a hacer y enseñar (Hechos 1:1; Mateo 16:15-20). El Evangelio del Reino tiene que ser predicado a todo el mundo para testimonio a las naciones antes de que el fin venga (Mateo 24:14; Mateo 28:18-20).
La Iglesia en el libro de los Hechos predicó y demostró este Reino (Hechos 1:3, 6; 8:1, 12; 19:8; 20:17-27; 28:23, 31). Por la predicación y la recepción del Evangelio, las personas podían nacer de nuevo y ser parte del Reino de Dios (Juan 3:1-5) y ser agregados a la Iglesia (Hechos 2:41-47; 5:14; 11:24). Ellos fueron trasladados del reino de tinieblas y se les dio la ciudadanía del reino de los cielos y se sentaron con Jesucristo en el trono del Reino (Colosenses 1:13-14; Efesios 2:5-19).
La enseñanza y predicación de Jesús cubre todas las leyes básicas y principales del Reino para que los creyentes las practiquen. Aunque esas verdades están en los Evangelios, están especialmente enseñadas en el Evangelio de Mateo, y se las puede agrupar de la siguiente manera:
(1) El nuevo nacimiento al Reino de Dios (Juan 3:1-21)
(2) Las bienaventuranzas (Mateo 5:1-12)
(3) Las leyes del Reino (Mateo 5:13-48; Lucas 6:20-49)
(4) Los principios de vida del Reino (Mateo 6-7)
(5) Las parábolas del Reino (Mateo 13, 20, 21, 22, 25; Marcos 4, 8; Lucas 15, 19, 20.
(6) La condición del corazón (Mateo 11:1-30; 12:31-50; Mateo 15:10-20; Marcos 7:14-23)
(7) Principios para el ministerio (Mateo 10; Lucas 10)
(8) Tradiciones versus la Palabra de Dios (Mateo 15:1-9; Marcos 7:1-13)
(9) El Pan del cielo (Juan 6; Mateo 16:1-12)
(10) La Iglesia y las llaves del Reino (Mateo 16:15-28; 24:14)
(11) Acerca de la ofensa y el perdón (Mateo 18; Marcos 9; Lucas 17:1-6)
(12) Acerca del divorcio, el matrimonio y los hijos (Mateo 19:1-5; Marcos 10:1-16)
(13) Acerca de las riquezas y la administración (Mateo 19:16-30; Lucas 12; 16:1-12)
(14) Tener un espíritu de servicio (Mateo 20:17-28; Marcos 10:32-45)
(15) El costo del discipulado (Lucas 14)
(16) Acerca de los impuestos (Mateo 17:24-27; 22:15-22)
(17) Acerca del infierno (Lucas 16:19-31)
(18) Acerca de la resurrección (Mateo 22:23-33; Juan 5)
(19) Los dos grandes mandamientos de amor (Mateo 22:34-40)
(20) Acerca de la hipocresía (Mateo 23; Marcos 11:37-54)
(21) Acerca de la adoración (Juan 4)
(22) Acerca del juicio verdadero (Juan 8:1-11)
(23) Acerca de Dios el Padre (Juan 8:12-59)
(24) Acerca de los verdaderos pastores (Juan 10)
(25) Acerca del lavamiento de pies (Juan 13)
(26) Acerca del ministerio del Espíritu Santo (Juan 14, 15, 16)
(27) Acera de la oración y la unidad entre los creyentes (Juan 17)
(28) Acerca de los eventos apocalípticos (Mateo 24; Marcos 13; Lucas 17:20-37; Lucas 21)
(29) Acerca de la mesa del pacto del Señor (Mateo 26:17-30)
(30) Acerca de la Gran Comisión para evangelizar (Mateo 28:16-20; Marcos 16:15-20; Lucas 24:49-53)
Las cosas que están escritas en los Hechos, las Epístolas y el Apocalipsis son las palabras de Jesús dadas por el Espíritu Santo a los apóstoles. Todas son palabras ampliadas de las “semillas-Palabras plantadas por Jesús”.
3. La bendición hacia los gentiles
El origen de las naciones se ve reflejado en el Pacto de Dios con Noé. La bendición sobre estas naciones se ve prometida en el Pacto hecho con Abraham, pero bajo el Pacto Mosaico las naciones gentiles quedaban excluidas de la bendición hasta que el Mesías viniera.
Al principio de su ministerio Jesús les prohibió a sus discípulos ir a predicarle a los gentiles para enfocarse en las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 10:1-8). Esto fue para darles la oportunidad primero a los judíos de reconocer al Mesías, sin embargo, debido a la incredulidad y rechazo de ellos, Jesucristo comenzó su ministerio hacia los gentiles, abriendo la puerta en su debido tiempo (Juan 1:11, 12; Mateo 8:5-13; Juan 4:1-41; Mateo 15:21-28; Hechos 14:27).
Después de su muerte y resurrección Jesucristo comisionó a sus discípulos a llevar el Evangelio a todas las naciones (Mateo 28:18-20; Marcos 16:15-20; Hechos 1:8; Gálatas 3:8). Esto fue dicho para cumplir el misterio de los gentiles entrando a disfrutar la bendición mesiánica y llegar a ser un cuerpo con los judíos creyentes, nacidos de nuevo (Efesios 2:11-22; 3:1-12; Romanos 9-11; 15:8-16).
4. La bendición del derramamiento del Espíritu Santo
Los profetas del Antiguo Testamento hablaron de la llegada del derramamiento del Espíritu Santo bajo el ministerio del Mesías y en tiempos del Nuevo Pacto (Joel 2:28-32; Isaías 44:3; Ezequiel 36:25-27; Zacarías 12:10). Estas predicciones estaban basadas en la promesa de pacto que Dios le había hecho a Abraham. La bendición que iba a venir sobre todas las naciones a través de la simiente de Abraham, era la “promesa del Espíritu” (Gálatas 3:8, 9, 14, 16, 29).
Jesucristo enseñó mucho acerca de la venida del Espíritu Santo, del sello del Nuevo Pacto (Lucas 11:9-13; Juan 7:37-39; 14:16, 17; 15:26; 16:7-15). El cumplimiento de esta promesa comenzó en el libro de los Hechos y tanto judíos como gentiles fueron bautizados en el Espíritu Santo (Hechos 2:10, 11).
5. La bendición de sanidad
Los profetas también anunciaron el gran ministerio de sanidad del Mesías. No solo traería sanidad espiritual del alma y el espíritu, sino también sanidad física. Los santos del Antiguo Testamento experimentaron “toques” del poder de sanidad de Jehová Rapha, el Señor que sana (Job 42:10; Éxodo 15:20-27; Salmos 105:37; 2 Crónicas 30:18-20). David habló de la bendición “melliza” del perdón de pecados y la sanidad de las enfermedades (Salmo 103:1-4).
El profeta Isaías predijo el hecho de que el Mesías llevaría nuestras enfermedades y dolencias, así como nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz y que por Su llaga nosotros seríamos sanados (Isaías 35; 53). Los escritores del Nuevo Testamento claramente interpretaron esto para hablar acerca del ministerio sanador del Mesías, espiritualmente y físicamente (Mateo 8:16-17; 1 Pedro 2:24).
Los Evangelios abundan con situaciones del ministerio sanador de Cristo, lo cual es una bendición del Nuevo Pacto. Jesús, el Nuevo Pacto personificado, hizo la voluntad del Padre celestial y confirmó esta promesa hecha a los padres (Mateo 8:9, 10; Lucas 10:1-16; Romanos 15:8).
Así como Cristo, los doce apóstoles, los setenta y demás creyentes sabían de la bendición de la promesa del Nuevo Pacto. El ministerio de sanidad de Cristo continua en la Iglesia hoy (Marcos 16:15-20; Hechos 4:1; 1 Corintios 12:1-12; Santiago 5:14-16). Los santos del Antiguo Testamento nunca testificaron de tal poder sanador como lo hizo la generación que recibió el ministerio del Mesías del Nuevo Pacto.
6. La bendición de milagros
Además de la sanidad física y espiritual, el Mesías bendijo a la gente con grandes milagros, alimentando a las multitudes con pan y pescado (Mateo 14, 15); caminando sobre las aguas (Juan 6:15-21); calmando la tempestad en el mar (Marcos 4:36-41); cambiando el agua en vino (Juan 2) y muchos otros Milagros confirmaron que Jesucristo era el Mesías del Nuevo Pacto y la promesa hecha a los padres (Juan 20:30, 31; Romanos 15:8; Daniel 9:24-27).
Los milagros sucedieron bajo el ministerio de Cristo, pero no en sucedieron en pactos anteriores. El don de hacer milagros fue activado en la Iglesia para continuar el ministerio del Nuevo Pacto de Cristo (1 Corintios 12:1-13).
7. La bendición de liberación
Una de las más grandes bendiciones del Nuevo Pacto que Cristo trajo fue la liberación del poder de diablo y de la posesión, opresión y atadura demoníaca. Jesús echó fuera a los espíritus con su palabra y libertó a la gente del poder satánico (Mateo 8:16, 16; Marcos 1:23-27, 39; 5:1-20; Hechos 10:38. Todo esto sucedió para que se cumpliese la promesa dada en el Pacto Adámico, el cual decía que la simiente de la mujer le daría un golpe mortal en la cabeza a la serpiente (Génesis 3:15).
No hay registros en el Antiguo Testamento de tal poder sobre el diablo y sus demonios. Las liberaciones son parte de las bendiciones del Nuevo Pacto. El mismo ministerio fue dado a los doce, a los setenta y a la Iglesia, el cuerpo de Cristo (Lucas 9:1-2; 10:1-20; Marcos 16:15-20; Hechos 16:16-18; Romanos 16:20).
8. La bendición de la resurrección
Cuando Adán y Eva quebraron el Pacto Edénico, ellos vinieron a estar bajo la pena de muerte, la cual era el poder más grande de satanás (Génesis 2:16; Hebreos 2:14-15). Los santos del Antiguo Testamento ansiaron ver quebrado el poder de la muerte (Salmos 16:9; 17:15; Isaías 26:19; Job 19:25-27; Oseas 13:14; Daniel 12:1-3). Había anuncios y ejemplos del poder de Dios quebrando del poder de la muerte (Génesis 5:24; Hebreos 11:5; 1 Reyes 17:17-24; 2 Reyes 4:18-37; Judas 9). Fue Jesucristo quien enseñó y demostró que Él era la resurrección y la vida, quien conquistó y venció a la muerte en favor de la humanidad (Juan 5:28-29; 6:39-54; 11:25, 26, 43, 44; Mateo 9:18-26; Lucas 7:11-23). Al vencer a satanás, quien tenía el imperio de la muerte, Jesús obtuvo las llaves de la muerte y el hades (Hebreos 2:14-15; Apocalipsis 1:18). El hombre debe experimentar la resurrección espiritual de la muerte debido al pecado, para experimentar la bendición de la resurrección física (Juan 5:24-29; Efesios 2:1-4; Apocalipsis 20:1-6; Hechos 24:15; 1 Corintios 15). Dios le ha dado a la Iglesia el poder para resucitar a los muertos (Hechos 9:36-42; 20:7-12).
9. La bendición de la vida eterna
En contraste a la muerte total debido al pecado, la más grande promesa del Nuevo Pacto es la plenitud de la vida eterna, que viene por la fe en la justicia de Cristo (Juan 3:16). Esta bendición es para restaurar al hombre y darle acceso al árbol de la vida, el cual le fue quitado bajo el Pacto Adánico, luego que Adán lo quebrara al pecar (Génesis 2:17; Apocalipsis 2:7; 22:2, 14). Esta vida eterna incluye el compartir la vida de Dios, la comunión con él, la calidad de vida divina y eterna (1 Juan 5:11, 12; Juan 5:39, 40; Gálatas 2:20; Hebreos 7:16).
Alabemos al Señor pues él nos ha colmado de sus beneficios como lo dicen los Salmos 68:19 “Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios El Dios de nuestra salvación”; y Salmos 103:2 “Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios”.