LAS MUJERES VERDADERAMENTE EMPODERADAS

Por Rosa Pugliese

La Real Academia Española define “empoderamiento” como la acción y el efecto de empoderar (hacer poderoso a un individuo o grupo social desfavorecido).

El movimiento de “liberación femenina”, que surgió en Inglaterra, formado por un grupo de mujeres que, en aquella época tuvo la audacia de protestar en contra de la desigualdad laboral y de reclamar el derecho al voto femenino para elegir a los gobernantes, hoy día alcanza su mayor expresión en la exigencia de la igualdad de género, el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo, el derecho al aborto… y otras consignas que no se ajustan al patrón original de Dios. (Aclaración: La protesta contra el femicidio es absolutamente válida. Dios lo rechaza, como a cualquier homicidio).

Sin embargo, estos reclamos que expresan gran parte de la población femenina están basados sobre “tres pilares de una feminidad falsa”.

PILAR 1: LA LIBERACIÓN

La liberación femenina rechaza la idea “anticuada” (según ellas) de que los hombres y las mujeres tienen roles diferentes y propósitos exclusivos de cada género. La liberación femenina aboga por que las mujeres sean libres. ¿Libres de qué? Principalmente, de los roles a desempeñar en el matrimonio, así como de las diferencias entre los hombres y las mujeres; en definitiva, libres de las enseñanzas bíblicas sobre el género.

La liberación femenina impulsa la idea de que, para ser iguales a los hombres, las mujeres deben tener el mismo propósito que ellos. Necesitan lograr las mismas cosas y perseguir el mismo estilo de vida. Solo entonces, cuando las diferencias de género desaparezcan, estarán realmente satisfechas.

Muchas creen que ser esposa y madre está bien, pero que las mujeres exitosas hacen mucho más. Trabajan. Dirigen grandes empresas o ministerios. Viajan. Demuestran que pueden hacer tanto o más que los hombres.

Hoy día las mujeres que abandonan los roles “anticuados” de esposa y madre reciben los aplausos y elogios de la sociedad. Las mujeres exitosas son las que trabajan fuera del hogar y tienen una carrera profesional.

Hoy las mujeres luchan por la aceptación de la sociedad en vez de descansar en la aceptación de Dios. Entonces se embarcan en un sinnúmero de actividades y proyectos, que finalmente las alejan del diseño de Dios para sus vidas.

“¿Estás escribiendo un libro? ¡Impresionante!”.

“¿Tienes un blog para mujeres jóvenes? ¡Increíble!”.

¿A cuántas mujeres jóvenes tienes a cargo en tu grupo? ¡Sorprendente!”.

“¿Eres la directora de ese programa? ¡Guau!”.

Sin embargo, estas cosas no pueden traer verdadera satisfacción porque no responden al diseño de Dios para la mujer.

PILAR 2:  LA INDEPENDENCIA

La independencia puede definirse como el estado de una persona que no necesita de otra para su realización, e implica la autonomía de su propia conducta. La persona independiente no depende (o no quiere depender) de otra para hacer algo.

En nuestra cultura moderna, se considera que una mujer independiente es altamente exitosa, capaz y fuerte. La mujer independiente suele entrar en competencia con el hombre y sublevarse contra él. Es autosuficiente y siempre tiene una actitud defensiva.

Sin embargo, Dios quiso que el matrimonio fuera una “sociedad de ayuda mutua”, donde los cónyuges fueran los socios minoritarios y el Señor, el socio mayoritario que les ofrezca los recursos y les revele los secretos para prosperar en su sociedad conyugal. Tanto el hombre como la mujer son criaturas necesitadas. Fueron hechos el uno para el otro. Fueron diseñados para complementarse. Es decir, que las fortalezas de uno compensen las debilidades del otro y viceversa. Cuando cada cónyuge satisface las necesidades del otro, en vez de exigir que el otro cambie a su antojo, fortalece su sentido de realización y autoestima… ¡y al final los dos se benefician!

Solo cuando la mujer busca al Señor como la verdadera fuente de su satisfacción, puede florecer, porque Él “es quien da plenitud a todas las cosas en todas partes con su presencia” (Efesios 1:23, ntv).

PILAR 3: LA LIBERTAD SEXUAL

La libertad sexual no solo implica que la mujer puede entregarse a quien quiera; sino que una mujer es la única y absoluta dueña de su propio cuerpo y puede hacer con él lo que quiera. No sólo puede entregarlo o compartirlo a voluntad; sino, fundamentalmente, decidir si tendrá o no tendrá hijos y, en caso de querer tenerlos, elegir con quien los quiere tener, cuantos quiere tener y en qué momento los quiere tener. Este es uno de los derechos fundamentales que reclaman las mujeres de todo el mundo.

La libertad sexual incita a las mujeres hacia una sola cosa: demostrar cuánto valen a través de su cuerpo. La feminidad falsa afirma que las verdaderas mujeres son sensuales, atractivas, libres y desvergonzadas.

Ahora bien, si una “mujer exitosa” vive en libertad sexual, ¿por qué hay tantas mujeres sexualmente libres que son infelices? ¿Por qué un ícono sexual como Marilyn Monroe se suicidó si tenía todo lo que la cultura afirma que hay que tener para ser una mujer plena?

Si la libertad sexual es tan beneficiosa, entonces ¿por qué no funciona? ¿Por qué hay tantas mujeres que todavía sienten que no valen nada? La explicación es que se conforman con mucho menos de lo que Dios diseñó para ellas.

  1. S. Lewis (escritor británico, 1898-1963) dijo: “Somos criaturas poco entusiastas, que pierden el tiempo con la bebida, el sexo y la ambición sin darnos cuenta de que Dios nos ofrece una alegría infinita y superior, como un niño indigente que quiere seguir jugando en el barro porque no se imagina cómo son unas vacaciones cerca del mar. Nos conformamos con muy poco”.

Nunca encontraremos la verdadera satisfacción si vamos tras la feminidad falsa. Dios tiene un diseño superior y un propósito divino, que es mucho más gratificante que la feminidad falsa.

LOS TRES PILARES DE LA FEMENIDAD BIBLICA

PILAR 1: CREADA PARA AYUDAR

Sin duda, cuando consideramos el rol de ayuda de la mujer no pensamos en una mujer exitosa, sino en una mujer exhausta y agotada, que trabaja y sirve a los demás… como si la palabra ayuda fuera sinónimo de sirvienta o criada. Si somos sinceras, debemos reconocer que esta palabra no nos despierta el deseo de cumplir el rol de ayuda.

¿Por qué nos molesta escuchar esta palabra? ¿Por qué despreciamos este aspecto del diseño de nuestra feminidad? La razón es que no tenemos un conocimiento sólido de la palabra “ayuda” según la perspectiva de Dios.

Ahora bien, veamos por qué el primer pilar de la feminidad bíblica es “ayudar”. En la creación “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Pero después vio que faltaba algo y señaló: “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18a).

Dios no hace las cosas imperfectas, Él ya tenía una solución en mente. “Le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18b). Eva, una mujer, una ayuda, fue la solución de Dios al problema. Sin embargo, cuando leemos este versículo pasamos por alto el verdadero significado de la palabra “ayuda”.

En este versículo (Génesis 2:18), hay 2 palabras que nos ayudan a comprender mejor la creación de Eva como la primera mujer. La palabra traducida “ayuda” proviene del término hebreo ezer. Esta palabra se usa incluso en referencia a Dios cuando la Biblia dice que Él es nuestra ayuda: “Oh Israel, confía en Jehová; Él es tu ayuda y tu escudo. Casa de Aarón, confiad en Jehová; Él es vuestra ayuda y vuestro escudo. Los que teméis a Jehová, confiad en Jehová; Él es vuestra ayuda y vuestro escudo” (Salmos 115:9–11).

Entonces, así como no vemos a Dios como si fuera un “sirviente” subordinado a los seres humanos, tampoco deberíamos entender el rol de “ayuda” de la mujer como de subordinación al hombre; sino más bien de “compañera fiel e ideal”.

La segunda palabra hebrea importante en este versículo, es “idónea”, que deriva del término hebreo kenegdo, y, literalmente, significa “lo opuesto a él”. En otras palabras, es su contraparte adecuada. Dios no creó a Eva por encima ni por debajo de Adán; sino como un complemento. Cada uno de los animales que Dios creó tenía una pareja adecuada (“Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él”, Génesis 2:20), por eso Dios creó una compañera idónea o adecuada para Adán. Eva era el complemento justo e indicado para él.

Dios usa exactamente la misma palabra hebrea, que significa ayuda, para describirse a sí mismo. Dios es perfecto y santo, y nunca usaría una palabra que no fuera digna para referirse a Él mismo. ¿Cómo podemos nosotras, como mujeres, ofendernos del rol de ayuda que nos toca cumplir si Dios mismo se describe como “ayuda”?

El diccionario define la palabra ayuda de una manera breve y concisa: “Persona que ayuda a otros en un trabajo o tarea”. Todas las mujeres hemos sido diseñadas con este propósito. Tanto las mujeres casadas como las solteras. Las casadas están destinadas a cumplir la función de ayuda idónea para su esposo y, las solteras a cumplir la función de ayuda a todas las personas en general.

Algunas mujeres reaccionan negativamente ante la idea de que la mujer fue creada para ser ayuda del hombre. Creen que eso las relega a un rol secundario, donde la mujer es la que atiende al hombre; que su ayuda es unilateral. Le cocina, le lava, le plancha la ropa, etc. Esta perspectiva del rol de ayuda no toma en cuenta un importante aspecto.

Contrario a lo que algunos sugieren, “ayuda” no es un término degradante, que indique un estatus inferior. La palabra hebrea ezer tiene un significado poderoso. Como ya hemos visto, se usa muy a menudo en referencia al Señor como nuestra ayuda: “Nuestra alma espera a Jehová; nuestra ayuda y nuestro escudo es él” (Salmos 33:20). Así como el Señor es nuestra ayuda, la persona “ezer” brinda una ayuda absolutamente indispensable.

Eso es exactamente lo que Dios tenía en mente cuando creó a Eva. La creó para ser “absoluta y totalmente indispensable”. La creó para que fuera lo opuesto a Adán. La creó para ayudar a Adán a glorificar a Dios. En definitiva, el rol de Adán como líder y el de Eva como ayuda tienen el mismo propósito subyacente. Todo tiene que ver con servir y glorificar a Cristo. Ningún rol tiene que ver con nosotros mismos. Si servir a Dios es nuestro objetivo, el rol de “ayuda” no tiene por qué molestarnos, sino que es precisamente en ese rol que encontramos el propósito de nuestra vida.

Cuando pensamos en la vida de Noé, vemos a un hombre que creyó a Dios y estuvo dispuesto a obedecer su mandato de construir un arca frente a la incredulidad y la burla de los hombres de la época. ¿En serio, habría un diluvio? ¿Quién podía creerle? Nunca antes había llovido. ¡Qué hombre de fe inquebrantable fue Noé! Sin embargo, el plan de Dios no podría haberse cumplido sin una mujer, como su esposa, que lo apoyó y lo ayudó a cumplir el mandato de Dios. Este es el diseño divino para la mujer. Y solo así se podrá cumplir el propósito de Dios en nuestra vida y solo así podremos tener verdadera satisfacción (Génesis 6–9).

De manera que ayudar es fundamental en el diseño de Dios para la verdadera feminidad.

PILAR 2: CREADA PARA DAR VIDA

Todos sabemos que el proceso del embarazo y el alumbramiento es absolutamente extraordinario y milagroso. Sin embargo, lo que es aún más sorprendente es que de aproximadamente siete mil millones de personas en el mundo, solo la mitad están dotadas para dar vida.

Somos el género que Dios ha elegido para llevar en nuestro vientre a un bebé y traer una nueva vida al mundo. “Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes” (Génesis 3:20).

De manera que el segundo pilar de la feminidad bíblica es: “dar vida”. La mujer es la única diseñada para cumplir esta función. El embarazo y el alumbramiento (parto) son exclusivos del género femenino. Un hombre jamás podrá experimentar de forma natural este proceso. Su cuerpo no está diseñado para este propósito. Obviamente, el hombre es un factor clave para el embarazo, pero la que lleva al bebé en su vientre y trae una nueva vida al mundo es la mujer.

Dar vida (tanto física como espiritualmente) es parte central de la feminidad. Nosotras, como mujeres, estamos diseñadas para esta función, aunque, como resultado de la caída, algunas mujeres no puedan concebir hijos.

El aspecto físico de nuestro diseño es solo un símbolo externo de una realidad interna. El diseño original de Dios para el cuerpo femenino intenta mostrar algo mucho más profundo que el solo hecho de dar a luz.

Hay un significado invisible en las características visibles del cuerpo de una mujer como su dulzura, su suavidad, sus huesos y su estructura muscular más liviana, sus senos, su útero. Nuestra identidad está íntimamente ligada a estas características que reflejan la capacidad de tener hijos tanto físicos como espirituales.

De manera que también damos vida cuando tenemos “hijos espirituales”. Damos vida con nuestra influencia. El Salmo 113:9 señala: “Él hace habitar en familia a la estéril, que se goza en ser madre de hijos. Aleluya”. No es un hecho que todas las mujeres se van a casar, o que todas las casadas van a poder tener hijos. Lo que sí es un hecho es que todas las mujeres son llamadas a ser espiritualmente fértiles y tener hijos espirituales. El Señor quiere que todas las mujeres, incluidas las solteras, las que no tienen hijos y las que han pasado la edad de tener hijos, “habiten en familia” y se gocen “en ser madre de hijos”.

Cuando nosotras, como mujeres, decidimos dar vida (espiritual o física), imitamos a nuestro Salvador Jesucristo, que decidió dar su vida para que nosotros pudiéramos tener vida eterna. De la misma manera, cuando damos de nuestro tiempo, cuando servimos y guiamos a otros, también estamos dando vida.

Tu vida como mujer es mucho más que solo tu constitución física. Tu cuerpo debería siempre recordarte el objetivo superior de Dios para tu feminidad: dar vida en todos los aspectos posibles.

PILAR 3: CREADA PARA CULTIVAR RELACIONES

“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). “Mas para Adán no se halló ayuda idónea para él” (Génesis 2:20). La palabra clave aquí es “para”. Dios creó a Eva para alguien.

El haber sido creadas “para alguien” indica que Dios creó a la mujer para ser una criatura totalmente relacional. A diferencia del hombre, nuestra identidad no está basada en trabajar como lo está en relacionarnos y comunicarnos con los demás. Desarrollar fuertes vínculos relacionales es parte integral de lo que significa ser mujer.

El hecho de haber sido creadas para alguien nos ayuda a comprender nuestro deseo interno de relacionarnos profundamente con otros. Es parte integral de quiénes somos. Hemos sido diseñadas así. No podemos cambiar este aspecto de nuestra feminidad. Fuimos creadas para encontrar satisfacción en nuestra relación con otros.

Solo basta con mirar a nuestro alrededor para ver el resultado de esta tendencia hacia las relaciones. ¿Alguna vez has notado que las mujeres a menudo van en grupo (o al menos de a dos) al baño? ¿Por qué? Porque nos gusta estar juntas. Es algo propio del género femenino. ¿Te puedes imaginar a los hombres haciendo eso? Jamás.

Según estudios recientes, se estima que las mujeres hablan un promedio de 20.000 palabras por día, mientras que los hombres hablan un promedio de solo 7000 palabras. Como mujeres, nos gusta hablar y comunicarnos con otros seres humanos.

Muchas mujeres pueden reunirse para desayunar, almorzar, cenar o tomar un café y conversar durante horas. Pueden verse por primera vez, y sin darse cuenta, están sacando un pañuelo y llorando juntas. ¿Por qué? Porque a las mujeres les encanta vincularse relacionalmente.

La conclusión es esta: Las mujeres somos seres relacionales, porque Dios nos diseñó así. Él quiere que primero nos llenemos de Él para que luego salgamos y compartamos el amor de Dios con otros.

La posibilidad de cultivar relaciones es ilimitada, y nada tiene que ver con la etapa de la vida en que te encuentres. Puedes cultivar una relación con tus padres, con tus hermanos, con tu esposo, con tus hijos, con tus sobrinos, con tus compañeras de trabajo, con tus vecinas, con cualquier persona que se cruce en tu camino. Quizás nunca sepas la influencia que tienen tus palabras en la vida de otra persona. Tus palabras de aliento y consejo bíblico tienen un poder inimaginable, y si vienen cargadas de oración mucho más. No sabes el impacto que puedes provocar en la vida de otra persona cuando te tomas un tiempo para escucharla. Ya sabemos que las mujeres podemos hablar hasta “por los codos”, pero ¿has pensado en el poder sanador que pueden tener nuestros momentos de silencio, cuando callamos para escuchar lo que aflige y duele a otra persona?

Dice la Palabra en Mateo 5:13-16: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero, si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo”.

El Señor nos pide que seamos “la sal de la tierra” y “la luz del mundo”. Cuando manifestamos la feminidad bíblica estamos siendo la “sal” que impide la corrupción humana. Cuando manifestamos la feminidad bíblica estamos siendo la “luz” que abre los ojos a los ciegos y disipa las tinieblas en este mundo. Y es precisamente cuando hacemos esto, que vivimos en plenitud y en el propósito de Dios.

Los tres pilares de la feminidad bíblica son la receta de Dios para la verdadera satisfacción en nuestra vida. Ayudar, dar vida y cultivar relaciones son características distintivas de cada mujer. Por eso solo cuando basamos nuestra vida en el diseño de Dios para la feminidad encontramos la verdadera realización en nuestra vida y somos mujeres verdaderamente empoderadas.

“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia” (2 Pedro 1:3).

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