LAS CAUSAS DEL ADORMECIMIENTO ESPIRITUAL

El adormecimiento espiritual es un tema del cual no se habla mucho en los tiempos que vivimos, pero no por eso deja de ser un tema importante para tratar porque, lamentablemente, es una realidad que afecta la vida de muchos creyentes modernos.

Para comenzar debemos decir que el adormecimiento espiritual no afecta al cristiano por arte de magia o por una desgracia. Nunca viene de repente sino que siempre es un proceso gradual descendente, que comienza cuando dejamos de cultivar nuestra vida espiritual e intimidad con el Señor.

La historia y la experiencia nos muestra que muchas veces podemos estar tan ocupados en hacer cosas para Dios, que perdemos de vista el cultivar una relación íntima con Dios.

Esto lo vemos reflejado en las palabras del Señor a la Iglesia de Efeso en Apocalipsis 2:3-4 cuando les dice: “… has trabajado arduamente por amor de mi nombre…Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.”

El reclamo del Señor se puede sintetizar de esta manera: “¡Haces cosas para mí pero ya no estas enamorado de mí!”. Y luego prosigue diciendo en el v. 5 “Recuerda de donde has caído…”

Así es, el adormecimiento espiritual es un estado de decaimiento, caída o descenso espiritual. La voluntad de Dios es que seamos fervientes en el Espíritu como dice Romanos 12:11: “no perezosos; fervientes en espíritu”

Sin lugar a dudas nuestra temperatura espiritual está determinada por la medida de nuestra entrega, búsqueda de Dios, y la comunión que tengamos con el Espíritu Santo. Apocalipsis 3:16 define muy bien los tres estados o niveles espirituales que podemos experimentar: “por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.

Entonces, podemos ser calientes (o fervientes), tibios o fríos espirituales.

En cuanto a la tibieza, es importante aclarar que existen dos clases: 1) la momentánea cuando uno está en proceso ascendente de transformarse en ferviente espiritual y la otra, 2) (la que no agrada a Dios) la tibieza continua que conduce a un descenso espiritual hacia la frialdad. Esta es la que desagrada al Señor.

Entonces, el adormecimiento espiritual es una expresión de tibieza espiritual descendente hacia lo frío y congelante espiritual.

Existen algunas causas que conducen al creyente por el sendero descendente del adormecimiento espiritual.

En una persona específica pueden darse una o varias de ellas pero, cualquiera sea el caso, siempre conducen a alejarnos de la vida llena del Espíritu Santo:

  1. UNA VIDA EGOCÉNTRICA

Muchos creen que lo contrario al amor es el odio cuando, en realidad, la Biblia enseña que lo contrario al amor es el egoísmo (1 Co. 13:5)

El egoísmo es el “yo” no crucificado ni quebrantado; es la carne gobernando nuestro ser; es la falta del señorío de Cristo en toda nuestra manera de vivir.

El egoísmo entroniza al “yo” y deja a Cristo en segundo lugar. Bíblicamente hablando, no es posible andar en el Espíritu y, a la vez, satisfacer los deseos de la carne (Gal. 5:16.)

Pareciera que la mediocridad espiritual que conduce al adormecimiento fuera un estilo de vida “conveniente” para muchos creyentes. Se han acostumbrado a vivir un cristianismo por debajo del nivel de las Escrituras pensando que esa es la manera de vivir la vida cristiana. Ocultan su carnalidad y mundanalidad “entre los hermanos” hablando quizás con mucha terminología bíblica como si fueran grandes maestros de la fe, se involucran en todas las actividades posibles de la iglesia, pero su vida espiritual en realidad es un caos.

Basado en mi experiencia de más de cuarenta años en el ministerio, he notado que este tipo de “cristianismo doble” es muy común en congregaciones locales de poca demanda espiritual y también en aquellas de mucho “ruido religioso” pero que carecen de sustancia espiritual.

El cristiano egoísta es aquél que a la vista de los demás parece un buen creyente, pero en la intimidad donde nadie lo ve, y él lo sabe, no tiene fervor espiritual. Está adormecido espiritualmente.

  1. VIDA CENTRADA EN EL MATERIALISMO

La presión de una sociedad ultra materialista en la que vivimos, sumada a la enseñanza exagerada en algunos sectores de la iglesia sobre prosperidad, ha creado una generación de cristianos enfocados en el materialismo y la gratificación personal. Una cosa, por cierto, es experimentar prosperidad divina y otra es vivir atrapado por el materialismo.

Dios ha diseñado un glorioso plan de provisión para su pueblo, pero lamentablemente, ciertas enseñanzas exageradas de algunos predicadores han llegado a los oídos de cristianos carnales e ignorantes de las verdades espirituales, haciéndoles perder de vista la real perspectiva espiritual. Cualquier doctrina bíblica en manos de gente no quebrantada por el Espíritu Santo generalmente es mal interpretada, y aplicada.

Además de eso, el espíritu del mundo ha conquistado la mente y corazón de muchos creyentes haciéndoles creer que ellos valen por lo que tienen. Siempre la falta de identidad de lo somos en Cristo nos conduce a buscar otras vertientes para sostener nuestra baja autoestima y hacernos valer. La Palabra de Dios es clara y nos dice que no se puede servir a Dios y a las riquezas. O nos gobierna el Espíritu de Cristo o el espíritu de Mamón (Mateo 6:24.).

Por cierto, esto no significa que tengamos que vivir en la pobreza y que ésta sea un sinónimo de alta espiritualidad, sino que el cristiano no debe vivir sólo para enriquecerse materialmente, porque la verdadera prosperidad es la que abarca el espíritu, el alma y el cuerpo (3 Juan v.2). La búsqueda del Reino de Dios y su justicia le asegura, al cristiano fiel, que todo lo demás se le añadirá (Mt. 6:33.) El materialismo, sin duda alguna, ahoga la frescura espiritual y fomenta el adormecimiento espiritual.

  1. FALTA DE INTIMIDAD CON DIOS

Así como en la vida matrimonial es posible perder la intimidad con el cónyuge, en nuestra relación con el Señor nos puede suceder lo mismo. La intimidad debe crearse y fomentarse cada día si queremos conocer a Dios y alcanzar la frescura espiritual.

La privacidad es una de las claves para lograr una buena intimidad con Dios. Por cierto no me refiero al “rito” de tener que apartarse para orar o meditar en la Palabra de Dios por la fuerza o costumbre religiosa, sino en la necesidad ardiente que nuestro espíritu tiene de encontrarse a solas con Dios cada día porque sabe que ese es su “oxigeno” espiritual para vivir en victoria.

Para el creyente fervoroso espiritual, la intimidad con Dios es mucho más que un acto religioso, es en realidad una cuestión de “romance o enamoramiento espiritual” que trasciende los sentimientos. Es el deseo del Espíritu por tener intimidad con el Señor, para abrir nuestro corazón, derramarnos ante El y a la vez experimentar su gloriosa y transformadora santa presencia. Se produce un encuentro íntimo espiritual que nos hace fervientes espirituales como dice Romanos 12:11.

  1. FALTA DE FIDELIDAD A DIOS EN LAS COSAS BÁSICAS DE LA VIDA

Recuerdo un episodio de muchos años atrás, mientras hablaba con un hermano, que en un momento dijo una mala palabra. Al ver en mí rostro una expresión de asombro por lo que había dicho, me dijo: – Tranquilo, hermano, total nadie me ve.- A ese hermano le preocupaba quedar bien a los ojos de los demás, sin importarle que hay Alguien a quien nada se le puede ocultar: Al Señor, que todo lo ve.

La fidelidad de muchos cristianos adormecidos está condicionada a la atmósfera por la cual están rodeados. Si están en un lugar pecaminoso, no tienen problemas en participar de lo que allí se haga; si están en una reunión de la iglesia, parecerán los más santos y comprometidos de todos.

La fidelidad es una cualidad interior producida por la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. No se puede fingir fidelidad ante el Señor cuando estamos solos. Es posible hacerlo ante los demás pero no ante Dios. La hipocresía espiritual es fidelidad fingida. Es un disfraz. El hipócrita es aquel que quiere dar una buena imagen exterior para ocultar su mal interior; es aquel que vive la vida disfrazado con máscaras religiosas.

  1. FALTA DE COMPROMISO CON EL AVANCE DEL REINO DE DIOS

El cristiano adormecido espiritualmente se conforma con participar de una reunión semanal, y con eso se considera satisfecho por haber “cumplido” con Dios. No existe un genuino compromiso espiritual con el lugar donde asiste ni apoya la visión que Dios le ha dado a los pastores. Es más un visitante observador que un participante activo.

Uno de los “dones” más explotados en la iglesia es el de “calentar el asiento”, es decir, conformarse con asistir a la reunión de la iglesia, para luego irnos hasta la próxima semana. Este tipo de cristianismo se asemeja mucho a cuando alguien va al cine: entra a “la sala” (la iglesia), “paga la entrada” (da una ofrenda), “ve la película” (escucha la predica) y luego se va para su casa.

Cuando miramos las conversiones que sucedieron el día de Pentecostés, la Palabra dice que ellos se reunían todos los días y lo hacían con devoción, interés, dedicación y compromiso (Hechos 2:46-47), no por la fuerza. A partir de su conversión a Cristo algo había dentro de ellos que los comprometía sin reservas con la causa de Cristo y con Su Iglesia ¿Cómo esto era posible? Porque había en ellos fervor espiritual.

  1. MALAS AMISTADES

El Salmo 1:1 nos advierte acerca de la clase de amistades que tenemos. Al hablar de amistad, no me refiero a conocer personas ocasionalmente o estar con algunos circunstancialmente, sino a aquellos con los que invertimos más tiempo. Son aquellos a los cuales tenemos quizás como referentes y escuchamos con atención.

Los amigos que tenemos revelan la clase de personas que somos. Generalmente nadie desarrolla una amistad íntima con otra persona sin compartir la mayoría de las cosas que piensa el otro. Existen muchas cosas en común que los unen. Tanto para el pecado como para la santidad.

En el mundo espiritual sucede algo especial y es que los “polos” iguales se atraen. Tener amistades con personas santas elevará nuestra vida espiritual. Su compañía creará un marco de santa influencia, la cual puede resguardarnos del mal. El cristiano que camina con fervor espiritual buscará siempre cultivar amistades que también caminen en esa misma dimensión.

Si bien debemos acercarnos a todos para predicarles el evangelio, los cristianos debemos seleccionar con quiénes nos juntamos para fomentar una amistad, porque si elegimos mal podemos perder lo que hemos recibido de parte de Dios. El mismo Señor Jesús se acercaba y hablaba con gente de mal vivir, no para entablar una amistad íntima con ellos, sino para predicarles el Reino de Dios.

Quizás, como cristianos, ya no tenemos “amistades del mundo,” pero compartimos tiempo con aquellos que, llamándose creyentes, practican el chisme, la división, la discordia, la rebeldía y toda otra clase de carnalidades. ¡Debemos cuidarnos de esta clase de “creyentes” adormecidos espiritualmente! Gracias a Dios, no todos son así, siempre hay un remanente de hermanos que  viven una vida llena del Espíritu y nos brindan su saludable amistad!

Compartir tiempo con alguien lleno del Espíritu Santo nos hará crecer espiritualmente. Será una amistad con propósito. He llegado a la conclusión, a fin de conservar mi frescura espiritual, que más vale quedarse sólo (si fuera necesario) que tener “hermandad” con aquellos que viven una vida por debajo de lo deseado por el Señor, con personas adormecidas espiritualmente.

Es posible vencer el adormecimiento espiritual y comenzar a vivir con fervor espiritual. El primer paso, es aprender a detectar todas aquellas cosas que le han llevado a vivir en su actual grado de adormecimiento espiritual. Le invito a que haga un alto en la lectura para examinarse ante el Señor. Entréguele a Dios cada uno de los impedimentos que he mencionado y renuncie a ellos en el Nombre del Señor. Decida comenzar a avivar su vida espiritual y la mejor manera de hacerlos es humillarse y rendirse ante el Señor para que Él nos imparta de su presencia y podamos levantarnos espiritualmente.

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