Recopilado y ampliado por Ritchie Pugliese
Existen muchos creyentes en Cristo sinceros que viven bajo culpabilidad cuando son tentados. Algunos creen que aquellos que son “más santos” nunca son tentados por nada, y que a ellos les pasa por ser débiles y “carnales”. Lo peor de todo es que existen muchos más que consideran a las tentaciones como un pecado. ¿Es esto así? ¿Qué dice la Palabra de Dios? ¿Recibir una tentación es un pecado?
Lo primero que necesitamos saber es que la tentación no proviene de Dios. Esto está bien establecido en Santiago 1:13 “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;”
Lo segundo e importante que necesitamos saber es que la tentación le sucede a todos sin excepción, independientemente del nivel espiritual que tenga la persona. Esto lo vemos por ejemplo en la vida del Señor Jesús. Leemos en Lucas 4:1 “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo.”
Jesús no era un “creyente débil ni carnal”. La palabra dice “Jesús, lleno del Espíritu Santo”. ¡Jesús estaba lleno del Espíritu Santo e igual fue tentado!
Ahora bien, ¿Quién es el tentador? La respuesta la tenemos en Mateo 4:2-3 “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.” El tentador es el diablo: “era tentado por el diablo” (Lucas 4:1).
Qué utiliza el enemigo para tentarnos
¿Cuándo fue el diablo a tentar a Jesús? Cuando este enfrentó una situación que lo debilitaba. El pasaje de Mateo dice que Jesús “tuvo hambre”. Cuando el enemigo vio que Jesús enfrentaba una debilidad (hambre), lo atacó para tentarle.
En cuanto a la tentación hacia nosotros, los hijos de Dios, el enemigo hace algo similar: El se vale de nuestras debilidades para tentarnos e incitarnos a desobedecer a Dios.
Santiago 1:14 (NVI) lo explica claramente: “cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos (debilidades) lo arrastran y seducen.”
Todos tenemos áreas débiles donde Dios tiene que hacer su trabajo. Como creyentes, podemos recibir multitud de tentaciones pero existe siempre un área más débil en la cual el enemigo sabe que podemos caer y desobedecer a Dios con mayor facilidad. El generalmente utiliza esa área más débil para tentarnos.
¿Conoces cuáles son tus debilidades? ¿Conoces cuál es tu debilidad principal? ¡El enemigo de tu alma sí las conoce! Conocernos a nosotros mismos, y saber cuáles áreas son las más débiles, es definitorio para poder enfrentar, superar y vencer la tentación.
Lo interesante de la tentación es que por el hecho de recibirla, no significa que ya hemos sido derrotados. La tentación es un estado intermedio entre decirle “no” al enemigo y decirle “sí” al Señor.
Para cada tentación que padezcamos siempre Dios tiene una vía de escape. Así lo afirma su Palabra en 1 Corintios 10:13: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”
Dios tiene para nosotros una salida, pero es nuestra tarea resistir la tentación. Cuando lo hacemos triunfamos y somos bendecidos. Santiago 1:12 (NVI) dice: “Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman.”
Una cosa es ser derrotado al ceder a la tentación y otra cosa es resistir la tentación. La palabra “resistir” implica una batalla difícil, pero no imposible, porque contamos con la ayuda del poder del Espíritu Santo. Santiago 4:7 (NVI) dice: “Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes.”
¿Qué sucederá si resistimos la tentación? El enemigo huirá de nosotros e irá a atacar a otro más débil.
¿Qué sucederá si cedemos ante la tentación? Santiago 1:14-15 “cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte.”
Cuando cedemos a la tentación, pecamos y este trae consigo la muerte. ¡No nos conviene ceder a ninguna tentación, por más atractiva que nos parezca!
Cada tentación que recibimos es una oportunidad, una puerta abierta no solo para fortalecer nuestro carácter sino para recibir bendición del Señor.
Por eso, no temas ser tentado, eso les sucede a todos los creyentes todos los días. Eso sí: Enfréntala sabiendo de qué se trata, como el enemigo está disfrazado detrás para hacer de las suyas, resístela con la fuerza de Dios, gana la batalla por fe y de esa manera tu vida será bendecida y glorificarás al Señor.