LA INFLUENCIA QUE NUESTROS HIJOS NECESITAN – Parte 1 –

Recopilado y ampliado por Ritchie Pugliese

Cuando Dios les dio la bendición de la fertilidad al hombre y a la mujer, fue para poder procrear una simiente bendecida dentro del vínculo precioso del matrimonio. Tener hijos es una bendición del Señor no sólo para sentirnos multiplicados generacionalmente sino con un propósito especial.

Nuestros hijos serán personas de influencia en el futuro si nosotros en el presente como padres, hacemos lo que nos corresponde. Nuestros hijos pueden recibir tanto buena como una mala influencia.

Ahora bien ¿Para qué Dios nos da hijos?

1. Para mostrar su favor (Sal. 127:3)

“He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.”

2. Para criarlos y formarlos según el deseo de Dios (Ef. 6:4; Col. 3:20-21)

“Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.”

3. Para encaminar a la siguiente generación en la voluntad de Dios (Sal.128)

Con lo que hemos visto hasta este momento podemos aprender un primer concepto básico:

“LA INFLUENCIA QUE RECIBAN NUESTROS HIJOS EN EL PRESENTE, SERÁ LA TENDENCIA DE ELLOS EN EL FUTURO”

En la Biblia encontramos que existen 2 rumbos posibles a tomar:

I. LA MALDAD E INIQUIDAD DE LOS PADRES

A. Éxodo 20:4-6 “la maldad de los padres”

“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.”

B. Éxodo 34:6-7 “la iniquidad de los padres”

“Y pasando Jehová delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.”

C. Números 14:18

“Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta los terceros y hasta los cuartos.”

II. LA MISERICORDIA DE DIOS SOBRE LOS PADRES

Deuteronomio 7:9-10 “misericordia… hasta mil generaciones

“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones; y que da el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago.”

La influencia que podemos darles a nuestros hijos puede ser buena o mala, de acuerdo a los parámetros estipulados por Dios o según nuestro propio criterio. ¡Nosotros decidimos que hacer!

EXISTEN DOS CLASES DE PADRES (padres-madres)

A. Padres piadosos que aman a Dios

a) Abraham (Gen. 18:17-19), un padre conforme al corazón de Dios

“Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra? Porque yo sé que mandará después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él.”

b) Eunice (la madre de Timoteo) que junto a su abuela Loida fueron una madre y abuela temerosas de Dios (2 Tim. 1:5):

“trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.”

B. Padres religiosos pero no amadores de Dios

El sacerdote Eli (1 Sam. 2:12, 27-30; 3:11-13) un padre religioso negligente que no impartió los principios espirituales.

“Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová…Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos. Aquél día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado. Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas.”

Al leer estas historias, claramente queda estipulado la clase de influencia que podemos darle a nuestros hijos como padres es:

a) buena, de acuerdo a la voluntad de Dios y a los principios reflejados en la Palabra de Dios o

b) mala, según nuestros parámetros familiares personales, costumbres, “a nuestra manera”.

Formación religiosa no es formación espiritual

Nuestro problema es que erróneamente hemos confundido formación religiosa con formación espiritual. La formación religiosa es aquella que desarrolla el área religiosa de una persona pero es incapaz de afectar para bien su carácter y principios de vida; en cambio la formación espiritual, desarrolla a la persona en forma integral de acuerdo a los principios de Dios. El sólo hecho de “asistir” a una iglesia, orar por los alimentos en la mesa, contar historias bíblicas en la cama a nuestros hijos no significa influenciarlos para bien.

Nuestros hijos no son influenciados por lo que les decimos ni por las acciones religiosas, sino por lo que vivimos y somos como en el hogar. La verdadera influencia que nuestros hijos reciben es la que le impartimos nosotros los padres, dentro de la atmósfera hogareña.

En 2 corintios 2:14-17 leemos algo interesante que tiene mucho que ver con lo que estamos hablando. El v. 14 dice “por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento”. El v.15 también dice: “que somos grato olor…”. Aquí aprendemos otra verdad: “Lo que fluye de nosotros, es lo que realmente somos”.

“LO QUE FLUYE DE NOSOTROS, ES LO QUE REALMENTE SOMOS”

Como creyentes en Cristo, fluirá de nosotros lo que conocemos de Dios. Eso se llama experiencia o vivencia espiritual, es decir, lo que yo vivo en Cristo eso es lo que fluye de mí. Esto es algo que no se puede fingir ni ocultar con ningún perfume o desodorante. Es un olor espiritual que todos despedimos.

Este principio es una gran verdad espiritual para darnos cuenta que nuestros hijos reflejan no sólo nuestras virtudes o habilidades sino también nuestras debilidades y tendencia al pecado. Es por eso que aquí nos enfrentamos a un serio problema para resolver.

A menos que vivamos a la altura de lo que Dios quiere, no podremos impartir una sana influencia en la vida de nuestros hijos. Ningún padre que se dice creyente en Cristo, tiene autoridad espiritual para formar a sus hijos si no está siendo formado paralelamente por Dios.

Una buena pregunta para hacernos es: – ¿Qué clase de padre/madre soy? –

Una evaluación individual ante el Señor

Sería bueno hacer un alto para tomar papel y lápiz, y pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine y nos haga ver “tal como somos”. Escribe lo que Dios te va mostrando, para de esa manera poder detectar cuales son aquellas debilidades que tienes, cuales son aquellas tendencias, vicios, cuales son aquellas heridas interiores que continúan abiertas sin sanar, cuál es tu herencia generacional familiar.

A menos que hayamos empezado a trabajar en esas áreas y empezar a ver los primeros frutos de esa siembra, no podremos influenciar para bien a nuestros hijos. Muchos de nosotros hemos pretendido formar a nuestros hijos cuando en realidad, por no estar dispuestos a cambiar y mejorar, los estamos “deformando”. Que nuestra oración sea en esta hora: – ¡Oh Señor, abre nuestros ojos como padres para que podamos conocernos y ver nuestra realidad espiritual. Ayúdanos a cambiar y a estar siempre haciendo lo que a ti te agrada! –

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