Por Ritchie Pugliese
Marcos 8:22-26 dice:
“Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase. Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos…”
Este impactante relato nos muestra una circunstancia especial donde le trajeron un ciego a Jesús, para que fuese sanado. La secuencia de éste relato tiene para nosotros hoy varias lecciones prácticas para poder comprender el “toque” de Dios en nuestras vidas, para poder entender lo que el Señor está haciendo, por Su Espíritu, en nuestras vidas hoy.
En el v. 22 leemos que aparece en la escena “un ciego”, un hombre común y corriente del cual no se sabe su nombre, ni reputación social. Lo único que se sabía de él era que estaba en gran necesidad. Su problema no era algo sencillo sino muy complicado, sin salida natural.
Si bien es terrible padecer de la vista, existe algo mucho peor que no tener visión natural: No tener la visión espiritual para poder conocer y comprender el plan bendecido que Dios tiene para nuestras vidas. En 2 Corintios 4:4 encontramos que allí dice que el diablo ha cegado el entendimiento de la gente para que no conozcan ni descubran el Evangelio poderoso de Jesucristo; en 1 Juan 2:11 leemos que el que anda en tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos. Podemos tener una excelente vista natural pero aun así, ser ciegos e incapacitados de poder ver el glorioso plan que Dios ha trazado para todo aquél que en el cree (Juan 3:16).
Sigue diciendo el mismo versículo: “le rogaron que le tocase”. Un toque del Señor significa experimentar personalmente el impacto del poder de Dios para sacarnos de una condición no deseada y llevarnos a un lugar mejor.
Cuando vinimos a los pies de Cristo, estábamos ciegos, sin conocer el toque de la salvación de Dios, hasta que nos arrepentimos y nacimos de nuevo espiritualmente. Este fue el toque inicial de Dios sobre nuestras vidas, pero no el último. Un toque de Dios puede cambiar nuestra situación; un toque de Dios puede hacer lo que ningún otro puede hacer. Eso lo sabía muy bien el ciego, por eso buscaba a Jesús.
En el v. 23 dice “Entonces tocando la mano del ciego” La mano de Jesús es diferente a cualquier “mano” que otros nos quieran dar. Mucha gente pretende ayudarnos y pueden hacerlo hasta un límite, pero sólo Dios tiene todo poder para darnos la mano que realmente necesitamos.
La mano de Dios es creativa y transformadora de circunstancias y situaciones. En 1 Crónicas 29:12 leemos “en tu mano está la fuerza y el poder…”; en Esdras 8:22 leemos que “la mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan…” La mano de Dios se extiende no sólo para sanarnos sino también para llevarnos, guiarnos a una nueva manera de vivir, diferente a todo lo que hemos vivido hasta la fecha.
Sigue diciendo el mismo versículo “(Jesús) le sacó fuera (al ciego) de la aldea” ¿Por qué hizo Jesús esto? Parece algo intrascendente, pero en realidad lo que hizo el Señor fue sacarlo del medio ambiente negativo, imposibilitado, acostumbrado al fracaso y la derrota donde el ciego vivió toda su vida para llevarlo del lado del toque bendecido de Dios.
Existen muchos cristianos que todavía viven en la “aldea” de la derrota, fracaso, imposibilidad y carecen de la vista espiritual suficiente para ver que hay un mundo mejor con Cristo y una tierra llena de bendiciones para poseer por la fe. Se necesita un verdadero toque del Señor para dejar de vivir en la “aldea” espiritual y comenzar a ver el mundo lleno de posibilidades que tenemos en Dios.
Luego el mismo pasaje dice que Jesús hizo algo extraño: “escupiendo en sus ojos le puso las manos encima” Jesús llevó al ciego de lo acostumbrado hacia algo nuevo, que no se podía entender inicialmente. El “método” de Jesús para sanar no era de la manera acostumbrada. ¿Se imagina usted la reacción de la gente cuando, el que era ciego y ahora veía, les contó que Jesús le había escupido en los ojos e impuesto las manos? Es probable que le hayan dicho: – ¡Estas totalmente loco! Aquí aprendemos una verdad importante, y es que el obrar de Dios, para el pensamiento humano, es incomprensible y extraño, no se puede entender.
Cuando venimos a buscar al Señor para recibir un toque, es muy probable que no entendamos nada de lo que está sucediendo. Muchas personas se asustan o escandalizan cuando ven a alguien caer al piso por el poder de Dios o con alguna otra manifestación del Espíritu Santo. Las cosas de Dios al principio, muchas veces, no las entendemos y se requiere sólo fe para poder recibirlas. Jesús le dijo a Simón Pedro en un momento: “…lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora, más lo entenderás después” (Juan 13:7).
Las cosas de Dios son las cosas del Espíritu de Dios, y ellas operan en una dimensión completamente diferente a lo que estamos acostumbrados naturalmente. En 1 Corintios 2:14 leemos que el hombre común y corriente (natural) no puede entender las cosas del Espíritu de Dios, porque le parecen una locura. Si lo que llaman locura sirve para que una persona pueda ser sanada de su ceguera y pueda ver y experimentar todo lo hermoso que Dios tiene para su vida, ¡bendita locura! Quizás usted hoy tenga que decirle al Señor: – ¡Dios mío no entiendo mucho de lo que está pasando, me parece una locura, pero sé que tú estás aquí y necesito del toque de tu Espíritu Santo! –
El relato continúa cuando Jesús le preguntó al hombre si veía bien. El que estaba ciego le respondió, en el v. 24 “veo a los hombres como árboles…” El ciego ya había recibido un toque del Señor, pero todavía era insuficiente. Era un toque parcial, no total. Cuando venimos al Señor, al principio no sólo no entendemos mucho de lo que está sucediendo, sino que tampoco vemos todo el panorama despejado o aclarado. Todavía vemos nuestra situación sin la solución anhelada. Lo que sucede es que Dios todavía no ha terminado con nosotros, aún faltan muchos toques más por recibir del Señor. Esto explica porque, cuando empezamos a ajustar nuestra vida a los principios de la Palabra de Dios, no vemos cambios inmediatos o instantáneos. Vemos nuestra situación como “árboles”, es decir, nos preguntamos: ¿Por qué si recibí a Cristo, todavía no veo un cambio total en mi situación? o ¿Por qué, a pesar de haberme consagrado y recibir un toque de Dios, todavía no veo mis problemas solucionados? Necesitamos saber que el cambio que Dios ha comenzado a realizar en nuestras vidas será paso a paso y progresivo, no inmediato y total.
Así como la ceguera del hombre fue restablecida en un proceso de diferentes toques del Señor, lo mismo sucederá en nuestras vidas. Que usted haya recibido un toque de Dios una vez, pero eso sólo no es suficiente, ¡Dios quiere continuar tocándole con su poder una y otra vez para restablecer su vida y situaciones completamente! Es por eso que usted todavía ve medio nublado, y a medio cumplir, todo lo hermoso que Dios le ha prometido que va a hacer en su vida. Dios está sanando paulatinamente su ceguera para que usted empiece a ver las cosas como Dios las ve y experimente el cambio que sólo el Señor puede dar.
El v. 25 dice: “Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente…” El que era ciego necesitó depositar su fe en Jesús, sabiendo que si Dios fue fiel para empezar a tocarle y restablecer su vista parcialmente, Dios también sería absolutamente fiel para sanarlo totalmente. El que era ciego necesitó un nuevo toque de Jesús. Así es con nosotros también.
Necesitamos, como dijimos anteriormente, una y otra vez que Jesús nos toque con su mano poderosa. Aquí aprendemos otra lección bien importante: Debemos aprender a permanecer tomados de la mano del Señor confiando que El seguirá a lo largo de toda nuestra vida, una y otra vez, dándonos nuevos toques de su Espíritu Santo. De esa manera nuestra vista espiritual será sanada, veremos por fe el panorama bendecido que nos espera si permanecemos en Cristo y lo alcanzaremos en el Nombre del Señor.
Dios todavía no ha terminado con nuestras vidas y tiene reservado más “toques” para nosotros hoy. ¿Anhelamos ser, realmente y nuevamente, tocados por el Señor?