Por Ritchie Pugliese
La Biblia enseña que Dios es el único merecedor de toda la alabanza y la adoración. Uno de los principales propósitos por los cuales Dios nos ha rescatado de nuestra vana manera de vivir, no ha sido sólo para darnos la vida eterna, sino también para que seamos personas que le tributen una magnífica alabanza y adoración.
La Palabra de Dios dice en el Salmo 34:1: “Bendecid a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca”. El salmista tenía la actitud que Dios espera de nosotros sus hijos e hijas: alabarle y bendecirle en todo tiempo. Sería bueno preguntarnos, ¿es la alabanza en todo tiempo una realidad en nuestras vidas?
Cuando las cosas salen bien y como nos gustan es muy fácil alabar a Dios; cuando vamos a un servicio de la iglesia, fluyen con facilidad las dulces canciones y alabanzas de lo profundo de nuestro ser. Sin embargo ¿qué pasa cuando nuestras cosas, en la vida cotidiana, comienzan a salir mal y atravesamos tiempos de pruebas, luchas y dolor? ¿Nuestra alabanza al Señor es continua, intermitente o se detiene completamente?
Debemos reconocer que muchos de nosotros tenemos un cristianismo “almático”, basado en los sentimientos, que nos hace alabar a Dios sólo cuando todo sale bien; pero si miramos con atención a la Palabra de Dios veremos que el deseo de Dios es que le alabemos en todo tiempo, cualquiera sea nuestra situación y condición.
Si usted cree que esto no se puede llevar a la práctica, permítame compartirle lo que enseña la poderosa Palabra de Dios. Ella nos dice que existe una manera de alabar al Señor en todo tiempo. La respuesta es el sacrificio de alabanza.
¿Qué es el sacrificio de alabanza? Yo lo defino de la siguiente manera: “Es alabar a Dios aunque las circunstancias de este mundo no salgan como hubiéramos deseado”. Cuando nos dan un aumento de sueldo en el trabajo, es muy fácil alabar a Dios; pero cuando tenemos aquellos días “oscuros”, pareciera que el fluir de la alabanza se hubiera terminado.
Necesitamos saber el propósito por el cual Dios espera que le alabemos en todo tiempo: porque Él está reinando en Su trono con poder y autoridad; porque Él es el Señor de la historia; y porque en Sus manos están nuestros tiempos. Aunque tengamos luchas, problemas y dificultades aquí en la tierra, Dios continúa reinando allí en el cielo. Una de las características de los cristianos fieles y obedientes es que alaban a Dios en todo tiempo, ya sea el momento bueno o malo. Es precisamente para los momentos difíciles que el Señor ha provisto la bendición de practicar el “sacrificio de alabanza”.
Para ser sinceros, muchos cristianos no lo practican argumentando lo siguiente:
a) Dicen que cuando atraviesan momentos malos no sienten deseos de alabar al Señor; y
b) Dicen que si uno alaba a Dios en los tiempos difíciles, se transforman en hipócritas.
¿Es esto así? Si miramos la Palabra de Dios encontraremos la respuesta.
Para responder lo que dice el punto “a” podemos decir que la Biblia afirma que “el justo por la fe vivirá” (lea Hab 2.2; Rom 1.17 y Gál 3.11). El justo es aquél que ha sido perdonado y ha recibido la limpieza de sus pecados por medio de la sangre de Cristo. Según la Biblia, el justo debe vivir principalmente por la fe, que es don de Dios (Ef 2.8), y no depender exclusivamente de sus sentimientos.
Nuestros sentimientos tienen su lugar en la vida cristiana, pero ellos siempre deben estar debajo de la fe y controlados por la Palabra de Dios. Si no hacemos esto, nuestra vida será inestable y nunca lograremos crecer y madurar. Dios espera que su pueblo le alabe en todo tiempo, cuando sienta o no sienta nada, pues la vida cristiana es cuestión de fe. Cuando nos movemos de esa manera, somos estables y maduros espiritualmente.
Yo le animo a que cuando sus cosas vayan bien, alabe al Señor; pero también le invito a que comience a poner en práctica el “sacrificio de alabanza” cuando sus cosas no salgan bien o esté atravesando un tiempo de luchas y dificultades. ¡Él es su cuidador y protector, ni un sólo cabello de su cabeza cae sin su aprobación! (Mt 10:30). ¡Alabe al Señor en medio de sus problemas, y verá cómo la Gloria de Dios descenderá, le cubrirá y bendecirá todo su ser y circunstancias!
En cuanto al punto “b”, podemos decir que Dios necesita de su pueblo una actitud de obediencia, hecha en espíritu y verdad, sin hipocresía. Debemos saber que la persona hipócrita finge ser algo que en realidad no es.
En los tiempos antiguos, los griegos utilizaban en sus funciones teatrales máscaras para representar un personaje determinado. La persona que actuaba se colocaba esa máscara para mostrar al público una imagen que no era la suya, sólo estaba actuando y dramatizando una escena teatral.
En nuestro lenguaje popular, la persona hipócrita es aquella que tiene dos caras, y lleva ese estilo de vida por varios motivos:
1) para dar una imagen externa;
2) para buscar su “propia gloria” y quedar bien ante los demás; y
3) para buscar que los demás “lo alaben” y digan de él buenas cosas.
La hipocresía es un verdadero mal que afecta a nuestra sociedad, pero nosotros como cristianos no necesitamos tener ese estilo de vida.
La Biblia dice que cuando alabamos a Dios en todo tiempo no somos hipócritas. ¿Sabe por qué? El Salmo 50.14, 15 y 23 dice: “sacrifica a Dios alabanza, y paga tus votos al altísimo e invócame en el día de la angustia; te libraré y tú me honrarás. El que sacrifica alabanza me honrará”.
La Biblia en ningún lado dice que si alabamos a Dios en todo tiempo somos hipócritas. ¡En realidad somos obedientes! El creyente cuando decide alabar a Dios en todo tiempo, inclusive en los momentos malos, lo hace por los siguientes motivos:
1) porque desea ser obediente a lo que dice la Biblia;
2) porque de esa manera le da gloria y honra al Señor; y
3) porque al practicar el “sacrificio de alabanza” hace que los que le rodean sean motivados a hacer lo mismo y de esa manera glorifican al Señor.
¡Cuando usted y yo practicamos el “sacrifico de alabanza”, Dios nos ve como personas obedientes a Su Palabra!
El espera y desea de nosotros el “sacrificio voluntario de nuestras bocas” (Salmo 119.10); es decir; “Sacrificio de alabanza, frutos de labios que confiesen su nombre” (Hebreos 13.15).
Decida hoy mismo practicar lo que dice y enseña la Palabra de Dios, y de esa manera experimentará la bendición de alabar al Señor en todo tiempo. ¡De esa manera Dios será glorificado!