Por Ritchie Pugliese
Aquellos que caminamos con el Señor desde hace un tiempo sabemos que cuando el pecado se desliza en nuestras vidas, inmediatamente el Espíritu Santo, que reside en nuestro interior, nos redarguye que algo anda mal y nos instruye a que nos arrepintamos inmediatamente. Su Palabra lo dice en Hechos 3:19 “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,”
Su perdón y limpieza están al alcance de nuestra mano, con la posibilidad misericordiosa de Dios de darnos una nueva oportunidad para caminar en la vida totalmente perdonados y sin culpa. Siempre luego del arrepentimiento viene el refrigerio espiritual, la paz interior.
Cuando no hay arrepentimiento
Siempre Dios ante el pecado le da al ser humano la posibilidad de hacer un alto, arrepentirse y cambiar de rumbo, pero esto no siempre sucede. Muchas veces debido a nuestra dureza espiritual, preferimos vivir con remordimiento en vez de canalizar el compungimiento del Espíritu Santo en nuestro interior en un posterior arrepentimiento y cambio de actitud.
Si no escuchamos esta sugerencia espiritual interior de arrepentirnos inmediatamente, y decidimos persistir en nuestro error y pecado, comenzaremos lentamente a perder sensibilidad espiritual. Esto continuará en aumento hasta que en un momento determinado, ya no seremos más sensibles a la voz y guía del Espíritu de Dios.
Si continuamos sin arrepentirnos, entonces Dios, para protegernos y evitar nuestro descenso espiritual hará lo siguiente:”
1. Enviará a alguien a exponer lo que está mal en nuestras vidas.
Esto fue lo que sucedió en el caso del Rey David, cuando luego de su pecado con Betsabé y posterior asesinato de su esposo, al no arrepentirse prontamente, fue confrontado por el profeta Natán. Dios no hace esto con el propósito de avergonzarnos sino para alentarnos, advertirnos y protegernos… ¡y para que nos arrepintamos y comencemos a ser fieles otra vez!
2. Si aún así rehusamos arrepentirnos, vendrá el juicio.
La Biblia “Si pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (1 Corintios 11:31-32). Por cierto este juicio no es como la gente cree y dice “Dios te va a castigar, ya vas a ver” pensando que vendrá sobre la vida de esa persona calamidad y toda cosa mala. Este juicio, para el creyente nacido de nuevo, es restaurador, aleccionador pero nunca destructor pues Dios es un Dios de segundas oportunidades y misericordia.
Dios, porque es bueno y para siempre es su misericordia, “tolerará” el pecado por un tiempo para darnos oportunidad de arrepentirnos y evitar que recibamos el castigo. Es bueno destacar que aún en el castigo, el deseo del Señor es que no seamos condenados con el mundo. Dios es Dios misericordioso y dispuesto a perdonar al pecador que se arrepiente. El hijo pródigo volvió en sus sentidos cuando estaba en la porqueriza con los cerdos. Es mejor volver a tus sentidos en una porqueriza que continuar en tu pecado, y un día escuchar al Maestro decir: “… nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:23).
¿Qué sucede si no nos arrepentimos?
Si no nos arrepentimos, sufriremos tarde o temprano, aunque ese no sea el deseo de Dios para nosotros. Refiriéndose a esto, Pablo dijo: “Por lo cual hay muchos enfermos (afectados físicamente) y debilitados (en su alma y espíritu) entre vosotros, y muchos duermen (mueren prematuramente)” (1 Corintios 11:30). El pecado finalmente producirá la muerte física y espiritual.
¿No le parece ya que es tiempo de arrepentirse y volver a la senda de la fidelidad para experimentar un nuevo comienzo?
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9)