Por Ritchie Pugliese
(Esta palabra es específica para aquellos ministros involucrados en los ministerios de Efesios 4:11)
Dios está buscando canales adecuados. ¿Eres uno de ellos?
Uno de los anhelos del Señor es que su Gloria se derrame sobre su Iglesia. Cuando esto sucede, Dios generalmente respeta un principio espiritual que entre otros pasajes se encuentra revelado en el Salmo 133:2-3: “Es como el buen óleo sobre la cabeza, El cual desciende sobre la barba, La barba de Aarón, Y baja hasta el borde de sus vestiduras; Como el rocío de Hermón, Que desciende sobre los montes de Sion; Porque allí envía Jehová bendición, Y vida eterna.”
En este pasaje la secuencia del derramamiento de óleo y del rocío, que son figuras del Espíritu Santo, es desde arriba hacia abajo. El principio que Dios respeta es el de la autoridad espiritual.
Dios que es el Dador de toda cosa buena, derrama de su gloriosa presencia primero sobre sus vasos escogidos, sus ministros, para que ellos luego a su vez lo ministren al pueblo. Cuando hablo acerca de los ministros me refiero a todos aquellos involucrados en los ministerios de Efesios 4:11 (Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros).
Dios quiere derramar de su Gloria y nos quiere utilizar a nosotros, sus ministros, cómo sus canales santos. Él es la Fuente y nosotros los siervos, los canales. Por eso Dios requiere que en nosotros, sus siervos-canales, no haya nada que impida, limite o detenga Su glorioso fluir.
Dios quiere derramar de Su gloria y quiere comenzar por sus siervos, sus ministros. ¿Por qué? Porque además del principio de autoridad espiritual que recién mencioné, es que la Biblia dice también en Oseas 4:9 “Y será el pueblo como el sacerdote”. En este contexto significa que si nosotros los siervos de Dios experimentamos la gloriosa presencia del Espíritu Santo, todos aquellos bajo nuestro ministerio también lo experimentarán. ¿No le parece glorioso?
Por eso es muy importante que, como siervos y ministros del Señor, prestemos mucha atención a lo que sigue en este artículo.
Cuando hablamos de los impedimentos que existen para que la gloria de Dios se derrame en nuestras vidas, ministerios, ciudades, naciones, generalmente pensamos en el diablo, cómo el que siempre quiere oponerse a todo lo de Dios, pero existe un enemigo que está mucho más cerca de lo que nos imaginamos para que la Gloria de Dios se derrame.
Creo que está llegando el tiempo en que dejemos de echarle la culpa siempre al diablo y como siervos de Dios nos analicemos y nos enfoquemos en nosotros, involucrados en los ministerios de Efesios 4:11. El tiempo ha llegado de darnos cuenta que el mayor impedimento para que la Gloria de Dios se derrame somos nosotros los siervos y ministros del Señor,
El Espíritu Santo en esta hora nos quiere recordar las palabras ungidas que el Apóstol Pablo le dijo a su hijo espiritual y líder Timoteo. Leemos en 1 Timoteo 4:16 “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.” ¿Pablo le dijo que cuidara primero de la doctrina? ¡No!. Timoteo debía cuidarse por sobre todo de sí mismo.
El Apóstol Pablo, conocedor de la naturaleza humana no redimida, clamó en Romanos 7:24:“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”, para luego explicar que la única solución es la vida en el Espíritu (Romanos 8).
Como siervos y ministros del Señor debemos cuidarnos a nosotros mismos. Necesitamos cuidarnos de lo que yo llamo “la carnalidad ministerial”. ¿A qué me refiero cuando hablo de “carnalidad ministerial”? A aquellas actitudes, motivaciones, reacciones, acciones y palabras que fluyen de nosotros, que de una manera u otra opacan, debilitan, frenan y aún detienen la manifestación de la Gloria de Dios en nuestro medio y lastiman al pueblo de Dios.
En los días que vivimos las cosas parecieran estar dadas vueltas. Pareciera como si hubiéramos perdido de vista a lo que hemos sido llamados por el Señor. Hoy nos han hecho creer que si tenemos un ministerio grande o famoso o una congregación grande, somos exitosos y estamos haciendo las cosas bien. Esa premisa es la que nos conduce a hacer “lo que sea” para que nuestro ministerio sea más promocionado y reconocido.
Hoy consideramos a un ministro, “exitoso”, si aparece en los medios de comunicación, tiene libros publicados, tiene programas en la radio o TV o es invitado a hablar a las grandes conferencias o eventos. Somos deslumbrados por las “luces ministeriales” que en realidad no tienen nada que ver con desarrollar un ministerio bajo el poder del Espíritu Santo.
No hay nada de malo en tener un ministerio bendecido, reconocido y que alcance a las multitudes, pero tenemos que saber que la medida de nuestro éxito ministerial no depende de todas estas cosas sino de si a través de nuestro ministerio (local, nacional, internacional,) la Gloria de Dios se derrama para bendecir, transformar y edificar a la gente. Sería bueno preguntarnos sinceramente: ¿La Gloria de Dios se manifiesta a través de nuestro ministerio para ministrar a la gente?
Como ministros hemos sido llamados a ser los canales de Dios para que su Gloria se manifieste. Este es el motivo principal porque Dios utiliza a sus siervos, y a la vez debería ser nuestra motivación principal. Pretender servir a Dios por debajo de esta premisa simplemente deberíamos considerarlo cómo “fracaso” ministerial.
Un ministro puede tener un nombre reconocido, ser pastor de la iglesia más grande de la ciudad, tener un ministerio televisivo y tener libros publicados, pero si a través de su ministerio la Gloria de Dios no se derrama bendiciendo, transformando y edificando a la gente, a los ojos de Dios ese ministerio es improductivo y de poco impacto espiritual.
Necesitamos que nuestros ojos sean sanados con colirio para que podamos ver las cosas como Dios las ve. Vuelvo a repetir, la medida del “éxito” ministerial está determinada por si la Gloria de Dios se derrama y manifiesta con libertad a través de nuestro ministerio, no importa si es grande, mediano o pequeño.
Los siervos-ministros de la Iglesia Primitiva tenían bien en claro cuál era su misión. Quizás podamos argumentar que en aquellos tiempos no había medios de comunicación para promocionar un ministerio, etc, pero quiero hacerle ver que hay un principio que sigue vigente desde siempre: Como siervos de Dios hemos sido llamados a ser transmisores de Su Gloria. ¡Para esto hemos sido llamados!
El apóstol Pablo sabía que había sido llamado para eso, por eso dijo en 1 Corintios 2:3-5 “Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, 5 para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.”
Note la actitud de Pablo, lo único que le interesaba no era demostrar si tenía una presencia impactante, elocuencia, magnetismo o carisma personal sino en que todos pudieran quedar impactados por el poder de Dios y el pasar desapercibido. Precisamente esa es la misión de un canal de Dios: Pasar desapercibido y que solo Dios sea reconocido.
La norma Neotestamentaria de impacto o éxito ministerial era la capacidad de ministrar, soltar, el poder de Dios para que Su Gloria se manifieste y bendijera a la gente. Así lo enseña 1 Pedro 4:11 “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
Debemos gozarnos por todos aquellos a los cuales Dios utiliza por todo el mundo y porque cada uno de nosotros seamos también utilizados por el Señor, pero no debemos perder nuestra óptica espiritual, la óptica de Dios, que es que seamos vasos y a la vez canales invisibles para dejar dondequiera que vayamos “el olor de Jesús”, la fragancia del Espíritu Santo, el impacto de Su presencia, la manifestación de Su Gloria.
¿Adónde quiero llegar con todo lo que le estoy compartiendo? Que cualquier intento de despliegue humano para buscar promoción personal significa lisa y llanamente abaratar el llamado que hemos recibido de Dios y poner trabas para que su Gloria se manifieste.
El Espíritu Santo nos está invitando en éste tiempo a que nos examinemos a la luz de la Palabra de Dios, para que podamos detectar si existen cosas que están frenando o deteniendo el derramamiento de Su Gloria. Debemos reconocer que como ministros muchas veces con nuestras palabras y actitudes lastimamos a la gente. Ellos no ven en nosotros la pureza, santidad y vida cristalina que caracteriza a los siervos de Dios. Muchas veces tenemos reacciones naturales que opacan lo sobrenatural que fluye a través de nuestro ministerio.
Como siervos de Dios hemos sido llamados no solo a ministrar con la contundencia del poder del Espíritu Santo sino también a manifestar con nuestra vida la presencia del Espíritu Santo, es decir, reflejar la hermosura de la santidad, manifestar el carácter de Cristo.
Por eso, a continuación quiero detallar algunas características o rasgos de nuestra personalidad, que si no los controlamos y eliminamos de nuestras vidas, pueden frenar, limitar o directamente eliminar el fluir de la presencia de Dios y el impacto de su Gloria:
1. El egoísmo
El egoísmo en la vida de un siervo de Dios es una gran trampa, pues le impulsa a querer ser siempre el primero y mejor, a ser el que siempre tiene que estar solo al frente para que todos los demás estén debajo suyo y sean sus “segundos”.
Recuerdo a un pastor para la cual trabajé por algunos años que siempre predicaba de la “gloria del segundo lugar”. Predicaba sobre esto, ¡pues él quería ser siempre el primero en todo y tener a todos bajo de su autoridad en un estilo autoritario!
La personalidad egoísta nunca quiere trabajar en equipo ni considera a los demás iguales a él, aunque con gracias o dones diferentes. Esta clase de individuos solo “sirve” si él es el que lleva la delantera en todo o es el “principal” en una congregación o ministerio. ¡Mucho cuidado! ¡Todos podemos ser así si nos descuidamos!
Miren lo que dice la Biblia:
1 Corintios 13:5: (el amor que fluye de Dios) “no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;”
Filipenses 2:21: “Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús.”
El egoísta busca siempre lo suyo primero por sobre los demás. Utiliza las cosas del reino de Dios para su propia gratificación, sin importarle nada más. En su mente y corazón el Señor no está en primer lugar.
2. El orgullo – altivez y soberbia
Esta debilidad de carácter se manifiesta generalmente por lo que decimos tanto arriba cómo debajo de la plataforma. Manifestamos orgullo, altivez y soberbia por lo que decimos y por nuestras actitudes.
Los otros días escuchaba a un predicador “grande y famoso” predicar en una conferencia y la enseñanza era estupenda, pero en un momento acotó algo donde demostró su personalidad altiva. Él dijo: “…. Nosotros, los que hemos sido llamados a hablar a multitudes….” Esto fue muy sutil y casi imperceptible, pero lo que estaba diciendo en realidad era “yo fui llamado a hablar a multitudes y ustedes no”. ¿Qué es eso? Un destello carnal de orgullo y altivez que opaca el fluir del Señor. ¡De esto tenemos que cuidarnos!
En otra oportunidad asistí a una “gran conferencia” donde escuché a un predicador muy famoso predicar y no sé por cual motivo, había mucha menos gente de la esperada en un edificio para albergar a miles de personas.
Cuando este pastor se paró en la plataforma, comenzó a ver los asientos vacíos y dijo con un tono enojado:” – Hermanos, hace mucho tiempo que no le hablo a tan pocas personas. Es un dolor muy grande para mí predicarle a tan pocas personas –“La gente se miraba una a la otra atónita, pues fue una expresión abierta de menosprecio a los pocos que estábamos allí dispuestos a recibir algo de Dios.
Con esas palabras manifestó su altivez y orgullo, pues estaba acostumbrado “solo a predicarle a las multitudes” y se sentía “humillado” de predicarle a tan poca gente. ¡Qué Dios nos guarde de actitudes como estas, que frenan literalmente el fluir de Su Gloria!
Otras veces nos encontramos con ministros que “porque son famosos”, ya no se puede hablar con ellos directamente sino a través del filtro de dos o tres secretarias. Cuando uno los busca para hablar, no atienden sus teléfonos personales y se mantienen con una actitud distante, como considerándose “mejor que nosotros”.
Es tiempo que se terminen este tipo de actitudes que pertenecen más al mundo de la farándula que al Reino de Dios. ¿Entiende ahora por qué la Gloria de Dios no tiene lugar para derramarse?
Miren lo que dice la Biblia:
Salmo 19:12-13: “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí; Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.”
Proverbios 16:18 “Antes del quebrantamiento es la soberbia, Y antes de la caída la altivez de espíritu.”
Cuando empezamos a considerarnos que somos “más especiales” que los demás por cómo predicamos o por el edificio que tenemos o la gente que sigue nuestro ministerio, estamos en serios problemas, aunque sigamos haciendo lo que hacemos y veamos resultados. Cuando nos sentimos mal por predicar en lugares pequeños o a un grupo de personas, definitivamente algo no está bien en nuestro interior. ¡Guárdanos Señor!
3. La ostentación – gloriarse –
La ostentación y el gloriarse a sí mismo está muy relacionado con el orgullo, la altivez y la soberbia, y en realidad con todos los otros puntos mencionados.
Muchas veces cuando Dios nos respalda y nuestro ministerio impacta y bendice, podemos caer en el riesgo de pensar que ha sido por causa nuestra o por nuestra habilidad en vez de la Gracia de Dios. Cuando creemos que “somos algo”, estamos cayendo en la ostentación y el gloriarse a uno mismo.
Ya sea que tengamos libros publicados, una agenda muy completa para predicar en diferentes ciudades del mundo, aparezcamos en la televisión, hablemos en la radio a nivel internacional, tengamos gracia para predicar, enseñar o echar fuera demonios, o seamos los pastores de la iglesia más grande de la ciudad, debemos siempre recordar que nos es por causa nuestra sino por la Gracia y favor del Señor.
Miren lo que dice la Biblia:
1 Corintios 1:25-31
“Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Más por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.”
2 Corintios 10:17-18
“Más el que se gloría, gloríese en el Señor; porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba.”
¿Puede entender que nuestras actitudes negativas, que no son otra cosa que nuestra carne no quebrantada, son un impedimento para que la Gloria de Dios se manifieste?
Aprobados por Dios
A continuación quiero mencionar cuáles son las cualidades para adoptar, si anhelamos realmente ver la Gloria de Dios manifestada a través de nuestro ministerio y queremos ser siervos aprobados por Dios:
1. Un siervo aprobado por Dios Glorifica a Dios
Cuando usted predique y la gente le diga: – ¡Qué palabra pastor! – o cuando usted extienda su mano y la gente se sane, y luego le digan: – ¡Que unción que tiene!,- le sugiero que inmediatamente en su interior decida anular su carne y comience a darle todo el crédito al Señor. – ¡Recibe Señor la total y absoluta Gloria! – No lo repita por repetir, sino hágalo tomando conciencia de la necesidad que usted tiene de siempre darle toda la Gloria al Señor. ¡Decida jamás robarle toda la gloria que le pertenece a Dios! Si lo hacemos estamos en serios problemas.
La Biblia dice:
Salmos 115:1
“No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria, Por tu misericordia, por tu verdad.”
Hechos 12:22-24
“Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de Dios, y no de hombre! Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos.”
Existen serios peligros por no darle la Gloria a Dios o intentar robarle la Gloria que solo le pertenece a él. ¡Guárdanos Señor!
2. Un siervo aprobado por Dios aprende a menguar por causa del avance del Reino de Dios
Note que dije “aprender a menguar”. Lo digo porque para hacer esto debemos decidir entrenarnos constantemente en menguar y menguar, una y otra vez.
Naturalmente a nadie le gusta pasar desapercibido, pues queremos ser amados, queridos y reconocidos, pero cuando entendemos cómo opera el mundo espiritual, aprendemos que la medida del fluir de la unción del Señor depende del grado o el nivel de cuánto decidamos menguar a nosotros mismos.
¿Qué significa menguar? Yo lo resumo así: Dar un paso hacia atrás voluntariamente cuando me correspondería en realidad estar un paso hacia adelante. No se ven muchos ministros hoy día con esta santa actitud, pero creo que Dios está levantando una nueva generación de ministros que han sometido su carne y aprendido a menguar a sí mismos. ¡Estos son los que verán la Gloria de Dios en sus ministerios!
¡Aprendamos a menguar a nosotros mismos antes que seamos avergonzados públicamente al ser humillados por los hombres!
La Biblia dice:
Juan 3:30
“Es necesario que él crezca, pero que yo mengue”
Note que dice “es necesario”. Menguar es una necesidad si anhelamos ver la Gloria de Dios en nuestro ministerio.
Gálatas 2:20
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Este versículo es una declaración de muerte de nuestro ego. Si lo logramos hacer todos verán a Cristo en nosotros. Jesucristo será visto y exaltado y nosotros pasaremos desapercibidos.
3. Un siervo aprobado por Dios vive en humildad
Algunos confunden la humildad con pobreza y no saben que la humildad es una actitud santa del corazón.
La humildad tiene ciertas características: no compite ni se compara con otros, reconoce lo que Dios hace en otros y es consciente de que existen otros que lo superan.
Además, implica caminar en la seguridad en lo que uno es y lo que puede dar ministerialmente en Dios, pero nunca piensa que es el mejor o “la última Coca-Cola en el desierto”. Sólo la humildad nos hace ser personas sencillas, accesibles, simples, aunque tengamos acceso a una buena posición social, económica o ministerial.
Existen ministros que no tienen nada (espiritualmente hablando) y aparentan mucho y hay otros que tienen mucho de Dios y a pesar de eso manifiestan una actitud santa de humildad genuina originada en el corazón. ¡Sigamos este ejemplo!
La Biblia dice:
Proverbios 22:4
“Riquezas, honra y vida Son la remuneración de la humildad y del temor de Jehová.”
Filipenses 2:3
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás cómo superiores a él mismo;”
Isaías 57:15
“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.”
4. Un siervo aprobado por Dios tiene una dependencia total del Espíritu Santo
En nuestro cristianismo moderno con tanta tecnología, medios de difusión, libros, comentarios, recursos financieros, títulos teológicos, comentarios, etc, podemos desarrollar, si quisiéramos, un ministerio sin depender del Espíritu Santo… ¡y muy pocos se darían cuenta de eso! ¿Lo había pensado?
Todo lo que mencione puede ser útil por cierto, pero sin la dependencia del Espíritu Santo es nuestro ministerio simplemente será “pura espuma religiosa” o un “negocio de carácter religioso”.
A veces uno habla con ministros y ellos nos cuentan sus ideas, proyectos, sus métodos, y lo que menos mencionan es una dependencia total al Espíritu Santo. Uno se pregunta: – ¿Dónde está Dios aquí? –
La Biblia dice:
Romanos 8:14
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.”
Zacarías 4:6
“No es con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”
5. Un siervo aprobado por Dios tiene un espíritu y actitud enseñable
Entre los que ministran, ¡qué difícil es encontrar ésta cualidad! He llegado a la conclusión que las personas que no tienen un espíritu enseñable, tienden a fosilizarse o secarse espiritualmente con el tiempo. Tienen los conceptos de la Palabra pero pierden la “frescura” espiritual de la Palabra.
Una actitud enseñable es una característica indubitable de una persona llena del Espíritu Santo. Lo que sabe de la Palabra, el ministro lo reconoce cómo algo dado por la Gracia de Dios, y a su vez sabe que necesita aprender más y más de los secretos revelados en la Palabra de Dios. Existe un dicho que dice: “Cuándo más aprendes de un idioma, te das cuenta que necesitas aprender todavía mucho más”. Si eso es para lo natural, ¡cuánto más para lo espiritual!
Necesitamos desarrollar un espíritu enseñable y caminar en la vida, con la idea de que “no sabemos todas las cosas” y que por consecuencia nos resta mucho por aprender todavía de otros, ya sea de la Palabra de Dios, y de otras cosas de la vida diaria y ministerial.
La Biblia dice:
Proverbios 1:7
“El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza”.
Para finalizar…
Que el Señor nos ayude a examinarnos a nosotros mismos, en esta hora crucial de la historia, para poder limpiarnos y librarnos de cualquier actitud carnal que intente frenar, limitar y aún eliminar el fluir de la presencia y la Gloria de Dios a través de nuestro ministerio. Que nuestra decisión en éste día sea la de considerarnos simplemente vasos frágiles, canales o conductores de algo que no nos pertenece, pues viene desde arriba, de nuestro Dios, ¡la gloriosa presencia de Su Espíritu Santo!
Que en nuestras vidas ministeriales se refleje lo que dice 2 Corintios 4:7: “Pero tenemos éste tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”
Dios está cambiando la cara de Su Iglesia y a la vez levantando una nueva clase de siervos, ministros como lo dice Jeremías 3:15 “y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia.” Decida hoy ser de esa clase de siervos, ministros, ¡pues ellos son los que verán en sus vidas y ministerios derramada la Gloria de Dios!