CÓMO HACER NUESTRAS LAS PROMESAS DE DIOS

Basado en Proverbios 4:20-22

“Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo.”

Introducción

Uno de los tesoros predilectos que Dios ha preparado para los suyos son sus promesas, las cuales aparecen reflejadas en las Sagradas Escrituras.

Las promesas que Dios nos da en su palabra fueron dadas como una expresión de su voluntad de dar, es una prueba de amor hacia nosotros su pueblo y sirven para: Saber que él es Dios fiel que promete y cumplirá lo que dice, porque tiene todo poder necesario para que podamos recibirlas.

En cuanto a nosotros, acerca de las promesas de Dios, necesitamos recordar lo siguiente:

  1. Necesitamos de las promesas de Dios para los desafíos de la vida diaria y el cumplimiento de su plan.

En 2 Pedro 1:3-4 leemos lo siguiente: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas (las promesas) llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina,”

El pasaje menciona que Dios nos ha provisto todo lo necesario para las cosas de la vida cotidiana y de la piedad (la vida espiritual). Dentro de ese “paquete” de bendiciones están incluidas sus promesas.

Dios nos ha dado preciosas y grandísimas promesas para no solo saber que existen en la Biblia, sino para que por sobre todo las recibamos. ¡Es nuestra herencia por ser hijos de Dios!

  1. Al recibir el cumplimiento de las promesas de Dios en nuestras vidas somos participantes de algo sobrenatural.

Es tan vital e importante recibir las promesas de Dios, que cuando eso sucede, se cumple en nuestras vidas lo que dice la parte final del v. 4 “para que por ellas (las promesas) llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina”.

Entonces, para recibir sus promesas necesitamos de la intervención sobrenatural de Dios. Si bien necesitaremos fe de nuestra para creerle a Dios y confiar en él, la parte principal siempre la hace él por ser el Señor.

  1. Las promesas cumplidas nos traen beneficios:

El Salmo 103:2 dice: “Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios.”

Proverbios 4:20 dice cuáles son los beneficios: “Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo.”

Por todo lo que estamos diciendo, definitivamente todos queremos encontrar esas promesas de Dios para que se hagan realidad en nuestras vidas, por eso es importante lo que dice Proverbios 4:20-22.

  1. Una cosa es saber que las promesas de Dios son potencialmente nuestras y otra muy diferente es recibirlas prácticamente.

El pasaje de Proverbios 4:20 dice algo muy importante relacionado a recibir las promesas de Dios: “a los que la hallan”. Esto da a entender dos cosas: 1) Que algunos hallan la palabra que están buscando y 2) Que otros no la pueden encontrar.

  1. Recibir las promesas de Dios tiene su proceso y metodología

A veces pensamos que por solo leer una promesa bíblica la vamos a recibir rápidamente, y a veces no sucede así. Nos olvidamos lo que dice Hebreos 6:12, el pasaje que nos refleja la metodología divina: “no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.”.

Las promesas de Dios se reciben por fe y paciencia. La fe es inmediata, pero la paciencia no. Puedo tener fe pero no paciencia y paciencia pero no fe. Para recibirlas necesitamos la misma medida de las dos. Cuando eso sucede, recibimos las promesas.

Recordemos que recibir las promesas de Dios no es algo natural, sino divino, por lo tanto debemos adecuarnos al proceso y metodología del Reino.

El punto de frustración

En este punto es donde llegamos a un grado de cierta frustración, porque muchas veces, a pesar de saber que Dios es cumplidor de promesas, y conocer sus promesas, nos quedamos sin recibirlas.

En Proverbios 4:20-22 se nos revela una guía práctica para hacer nuestras las promesas de Dios, de la cual quiero hablar hoy. El pasaje dice así:

“Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo.”

El pasaje revela cuatro pasos esenciales que necesitamos aplicar para hacer nuestras las promesas de Dios. Analicemos cada uno de ellos brevemente:

  1. “está atento a mis palabras”

La primera de las instrucciones implica prestar atención exclusiva a las palabras de Dios. En el mundo que vivimos con las distracciones que existen, sumada a la rapidez y velocidad de la vida cotidiana, y la lluvia de información, comentarios, mensajes, que nos llegan constantemente, hacen que tengamos una atención dividida y para nada exclusiva en la Palabra de Dios. Hoy vivimos en una cultura de atención diversificada. Esto lo vemos a diario aun en nuestras propias vidas, donde uno por ejemplo, puede estar en la cocina de su casa hablando con su cónyuge, viendo lo que dice la televisión y chequeando los mensajes en el celular a la misma vez. Vivimos en un mundo donde cada vez es más difícil prestar atención total y exclusiva a la Palabra de Dios, pero para recibir las promesas de Dios necesitamos darle atención exclusiva a lo que el Señor dice.

Para la reflexión:

¿Cómo nos acercamos a la Palabra de Dios? ¿Lo hacemos con toda la atención o una atención dividida?

¿Cuáles son aquellas cosas que nos impiden darle atención exclusiva a la Palabra de Dios?

¿A cuál palabra le damos mayor atención?

 

  1. “Inclina tu oído a mis razones”

La palabra inclinar significa en el diccionario de la RAE “Encorvar el cuerpo para significar adoración o rendimiento”. Esto nos habla de una actitud reverente y de humildad. Es una actitud que nos conduce a tener un espíritu enseñable, dispuesto a aprender. Muchos de nosotros a pesar de ser creyentes, todavía tenemos barreras mentales cuando vamos a la Palabra de Dios Esto se debe en muchos casos a nuestro trasfondo, prejuicios, preconceptos religiosos y “pensar que las sabemos todas”. Para aprender los nuevos conceptos del Reino de Dios debemos quitarlos de nuestras vidas. Eso significa experimentar una renovación mental.

Es interesante destacar que Romanos 10:17 dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. El pasaje dice que la fe viene, llega a nuestra vida por oir la Palabra de Dios. Eso significa además que sino oímos la Palabra, la fe puede irse. Podemos leer la Biblia de tapa a tapa sin oir la voz de Dios. No solo es cuestión de leer, sino oir las razones (la palabra) de Dios con un espíritu enseñable.

Para la reflexión:

¿Estamos dispuestos a dejar de lado nuestras barreras mentales, nuestro trasfondo, prejuicio y preconceptos religiosos para reemplazarlos y renovar nuestra mente con los principios del Reino de Dios?

 

  1. No se aparten de tus ojos

La tercera instrucción tiene que ver con la mirada, es decir, la necesidad de estar enfocado en la Palabra de Dios y no mirar hacia ningún otro lado. Se refiere a la manera dónde fijamos nuestros ojos. Lucas 11:34 en la Reina Valera Antigua dice: “La antorcha del cuerpo es el ojo: pues si tu ojo fuere simple, también todo tu cuerpo será resplandeciente

La palabra “simple” en el griego es “Japlós” y significa, “simple, sincero”.

En este pasaje Jesús está tratando sobre la manera como utilizamos nuestros ojos. Cuando nuestro ojo es simple y sincero, vemos las cosas como fueron escritas originalmente. No entramos en discursos teológicos ni discutimos filosóficamente sobre las Sagradas Escrituras. Tomamos la Palabra tal como es y como dice.

Necesitamos aprender a leer la Palabra de Dios con un ojo simple y sincero, que diga: “Esto es lo que Dios dice, esto es lo que significa, así que yo creo lo que está escrito”.

Para la reflexión:

¿Adónde fijamos nuestros ojos? ¿Qué es lo que miramos con mayor detenimiento?

¿Qué es lo que cautiva mi mirada más que a otras cosas?

¿Cuáles son aquellas cosas que nos hacen apartar la mirada de Dios y sus promesas?

 

  1. Guárdalas en medio de tu corazón

Aquí el énfasis no está solo en guardar la Palabra del Señor como un frío mandamiento religioso, sino guardarlas en medio de nuestro corazón. No dice en la periferia sino en el medio de nuestro corazón. Eso implica que valoramos tanto la Palabra del Señor que le permitimos que penetre nuestro ser. Proverbios 4:23 dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.”

Guardar la palabra es ponerla en el lugar seguro y privado de nuestro corazón y a la vez no permitir que nada ni nadie la robe o quite.

La racionalización de la Palabra de Dios es uno de los enemigos que impiden que penetre en nuestro ser y se haga nuestra. Las palabras mentirosas de maligno también son las que intentan impedir que las guardemos y retengamos en nuestro corazón.

En la parábola del sembrador Jesús explica lo que puede suceder en el corazón de las personas que reciben la palabra. Lucas 8:12-14 dice: “Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven. Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero estos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos, estos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.

 

Recibir las promesas de la Palabra de Dios es nuestro legado como hijos de Dios. Por eso, seguir la secuencia de los cuatro pasos esenciales que hemos compartido, es vital y determinante para hallar, encontrar y recibir las promesas que tanto necesitamos para nuestras vidas.

 

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