Por Ritchie Pugliese
Si tuviéramos que dar una definición básica de la palabra milagro podríamos decir: ¡Es algo imposible! Cuando enfrentamos diversas circunstancias difíciles, muchas veces decimos: – ¡Necesito un milagro del Señor! – u oramos fervientemente clamando – ¡Haz un milagro Señor! – ¿Se siente identificado con estas expresiones?
La palabra milagro también está registrada en el diccionario celestial, pero rara vez conocemos su real significado. Esta palabra refleja el poder sobrenatural de Dios obrando sobre una circunstancia donde ya no existen posibilidades humanas. La norma de Dios es hacer milagros, pues Él es Todopoderoso. Para Dios hacer un milagro no es nada especial sino algo intrínseco en su personalidad. ¡Él es un Dios de milagros que interviene en lo natural transformando lo imposible en posible, lo increíble en algo real!
Muchas veces pensamos y creemos que Dios es como nosotros: limitados y falibles. Cuando estamos en necesidad o en luchas, son más las veces que nos frustramos derrotados en vez de levantarnos en fe y creer que nuestra situación es la indicada para recibir un milagro divino, pues vemos las cosas bajo nuestra óptica en vez de la de Dios. Como a nosotros nos parece imposible, pensamos que para Dios también lo es.
Los milagros de Dios son para todos aquellos que reúnen ciertos requisitos reflejados en la poderosa Palabra del Señor. Con ésta frase es probable que usted se pregunte: – ¿Acaso Dios hace acepción de personas y ve a algunos como candidatos seguros a recibir un milagro y a otros como candidatos para no recibirlo? –
Dios no hace acepción de personas. Sus milagros están disponibles para cualquiera… para cualquiera que reúna las condiciones que Él ha estipulado. Dios reina por sobre todo y es el que pone las pautas a cumplir. Muchos pretendemos recibir un milagro de Dios sin haber sido instruidos en Su Palabra. Existen ciertas leyes espirituales necesarias que aplicar. Para que Dios sea glorificado, debemos aplicar lo revelado en la Palabra del Señor. No hacerlo es como pretender conectar un aparato electrónico sin consultar al manual del fabricante. Quizás podamos hacer algunas conexiones, pero lo más probable es que originemos un problema.
En el mundo espiritual existen leyes del Código de Dios, la Biblia, para aplicarlas a nuestras circunstancias, y si queremos ver sus resultados, en este caso recibir un milagro, debemos ponerlos en práctica.
Para que un avión levante vuelo, se deben poner en marcha dos leyes naturales: La ley de la gravedad y la ley de levantar vuelo. En este caso una supera a la otra, pero para poder recibir un milagro de parte de Dios, dos leyes espirituales deben operar simultáneamente, y paralelas, para desencadenar el favor del Señor.
Estas dos leyes son:
1) La ley del engrandecimiento
2) La ley del empequeñecimiento.
El Espíritu Santo está abriendo sus ojos espirituales para que usted sea un candidato seguro a recibir ese milagro que espera y viene únicamente del Señor.
Quizás en este momento usted esté pensando: – Pastor Ritchie, los milagros de Dios se reciben por la Gracia de Dios, sin que yo tenga que hacer algo, sino sería recibirlos por mi esfuerzo propio – Es verdad, todo lo que el ser humano recibe de Dios es por Su gracia y misericordia, pero recuerde también que para que usted pudiera recibir el milagro de la salvación, usted tuvo que hacer algo: buscar a Dios, humillarse ante El, oír la predicación del Evangelio y aceptar con fe a Cristo. En las cosas
del Reino de Dios, generalmente el Señor espera nuestra decisión de hacer lo que El dice, para que podamos recibir lo que El promete. Lo mismo sucede para recibir un milagro divino.
Muy bien, veamos entonces como operan estas dos leyes espirituales:
1. La Ley del Engrandecimiento
Esta ley la encontramos revelada en dos pasajes en el libro de los Salmos. El primero está en el Salmo 34:1-3:
“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos y se alegrarán. Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre.”
El segundo pasaje está en el Salmo 138:1-2 y dice:
“Te alabaré con todo mi corazón; delante de los dioses te cantaré salmos. Me postraré hacia tu santo templo, y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad; porque has engrandecido tu nombre y tu palabra, sobre todas las cosas.”
En estos dos pasajes aparece la palabra “engrandecer” ¿Qué significa engrandecer? Agrandar algo. Es similar a mirar un objeto con una lupa. Al mirarla a través de ella se agranda más y más ante nuestros ojos.
Esto es lo que tenemos que hacer espiritualmente para poder recibir un milagro de parte de Dios. En medio de nuestros problemas y luchas necesitamos engrandecer, agrandar, al Señor. ¿Qué significa prácticamente engrandecer al Señor?
Es bueno aclarar que mi alabanza no hará a Dios más grande de lo que ya es. ¡El es Dios por sobre todo y el más grande aún sin mi alabanza y adoración!, pero en lo que se refiere a experimentar un milagro en nuestra preocupante necesidad, la idea aquí es engrandecer al Señor con nuestra alabanza y adoración, para que nuestros problemas se vean más chiquitos.
Cuanto más engrandezcamos al Señor, más grande se verá El y comenzaremos a ver simultáneamente a nuestros problemas más pequeños. Ya no veremos más problemas grandes, demonios grandes o dificultades grandes.
Cuando exaltamos al Señor, nos levantamos por fe a las alturas espirituales donde sólo vemos al Señor muchísimo más grande que cualquier lucha o prueba que estemos atravesando. Alcanzamos un lugar espiritual donde tenemos certeza de fe que nuestro Dios es más grande que cualquier dificultad, problema o ataque del enemigo. Esta posición define en nuestras vidas la victoria o la derrota, la recepción o pérdida del milagro.
Esta nueva perspectiva de fe que alcanzamos con la <b>ley del engrandecimiento</b>, es similar a cuando uno va camino hacia el aeropuerto. Uno avanza en el auto por la calle y ve a los edificios más grandes y altos que uno, pero una vez que tomamos el avión y levanta vuelo vemos que esos mismos edificios, que antes nos parecían gigantes, ahora apenas se ven desde las alturas. Todo es cuestión de perspectiva o altura. ¿Ve a sus problemas, luchas, ataques del enemigo muy grandes, como si fueran aún más grandes que el Señor? ¿No será que todavía no ha aplicado la ley del engrandecimiento?
Cuando usted se disponga, con su alabanza y adoración, a engrandecer al Señor, levantará vuelo como las águilas a las alturas del Espíritu donde solo se verá Alguien grande, que todo lo llena: El Señor. Todo lo demás, comparado con El, se verá bien pequeñito. Por medio de la ley del engrandecimiento, Dios quiere cambiar nuestra óptica natural por la celestial, para que podamos ver a nuestras dificultades y problemas como El los ve.
En Lucas 1:46-47 encontramos la ley del engrandecimiento aplicada en la vida de María. Allí dice el pasaje: “Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador”.
Para nosotros hoy leer este versículo nos bendice pero para María, vivirlo y decirlo fue un acto de fe desesperante. Usted ya sabe cómo fueron los acontecimientos. Ella recibió la noticia de un ángel de Dios, estando soltera, siendo virgen y comprometida para casarse con José, de que iba a quedar embarazada del Espíritu Santo.
En aquella época, cuando una mujer quedaba embarazada de soltera y era descubierta, era condenaba a morir apedreada por la gente. ¡No solo perdía su reputación sino también su vida! La noticia del ángel, humanamente hablando, puso sobre María una “sentencia de muerte” pero ella en vez de dejarse abrumar por sus sentimientos, pensamientos negativos, y vaya a saber todo lo que el diablo le diría acerca de su difícil circunstancia, hizo algo por fe: Le creyó a Dios y decidió engrandecer al Señor sobre sus problemas. No se dejó llevar por lo que veía ni se dejó intimidar por las voces interiores que sentía. Tuvo que tomar una decisión de fe y aplicar la ley del engrandecimiento. A medida que repetía: – Engrandece mi alma al Señor – una y otra vez, su fe crecía y Dios se hacía grande y más grande y todo lo demás parecía más y más pequeño.
Todos sabemos cómo terminó la historia: María no fue apedreada, no perdió su reputación sino que por ser fiel a Dios en ese momento crucial de su vida, vio cumplido en ella el propósito y la bendición del Señor. ¡María conocía la ley del engrandecimiento! ¿Qué hubiera pasado si María no hubiera puesto en práctica la ley del engrandecimiento? Usted ya sabe la respuesta. La Biblia nos anima a imitar lo bueno.
Aquí tenemos algo bueno, indicado y efectivo para practicar en medio de nuestra situación irreversible y preocupante, una ley estipulada por Dios que produce los resultados de Dios.
Este es el tiempo de comenzar a dedicar más tiempo a engrandecer al Señor que a engrandecer sus problemas. Cuanto más grande lo haga al Señor, con su alabanza y adoración, verá a sus problemas más y más pequeñitos. ¡Verá con los ojos de la fe al Señor llenándolo todo, eso le elevará en fe y le ubicará en la posición correcta para recibir el milagro de Dios! ¿Lo cree?
2. La Ley del Empequeñecimiento
Esta segunda ley operará sin nuestra participación, aunque como dije anteriormente las dos leyes operan juntas.
La ley del empequeñecimiento consiste en que veremos ante nuestros ojos como todas nuestras posibilidades de ayudas o soluciones naturales comienzan a empequeñecerse, esfumarse o desvanecerse completamente.
Para esta ley hay que estar bien preparado pues en lo natural no es nada alentador, pero es parte del proceso de Dios hacia el milagro. – ¿Por qué tiene que suceder esto, Pastor? – Existen muchas respuestas, pero la que Dios quiere enfatizar es que tenemos que reconocer que a veces, a pesar de estar afirmando y creyendo que estamos esperando un milagro, tenemos guardado un “último recurso natural” por si no pasa nada.
Así somos los seres humanos, siempre queremos quedarnos con un último recurso por si las cosas no salen bien. Son como esos ahorros que los tenemos bien guardados “por las dudas”. Decimos que no tenemos un centavo pero ellos están allí como último recurso.
Dios, conocedor de todas las cosas y deseoso de llevarse todo el mérito y la gloria, comenzará a trabajar y acomodar las cosas para la llegada del milagro. Si Dios va a enviar un milagro, entonces ya no queda más nada humano por hacer e intentar. Por eso Dios espera muchas veces hasta que agotemos todos los recursos humanos para que venga Su milagro.
Cuando uno hizo de todo e intentó todo, y nada ha sucedido, estamos en la “P.C.T.I” ¿Qué es la “P.C.T.I”? Es la Posición Cero de Total Inutilidad, donde ya no tenemos nada ni nadie que nos ayude, excepto Dios. Esta posición es incómoda para nuestra carne, pues es una posición de total imposibilidad, pero es la posición ideal espiritual para recibir un milagro del Señor
Nunca lo olvide: Si usted todavía puede hacer algo para salir de su situación, todavía no necesita un milagro, pues para que eso suceda tiene que llegar a la “Posición Cero de Total Inutilidad.”
Es por eso que usted, para saber si ya está en ese nivel, para recibir un milagro, necesita primero evaluar sus niveles de descenso de sus circunstancias.
Generalmente la línea descendente de nuestras circunstancias operan de esta manera: Al comenzar a analizar nuestra situación puede ser que sea mala o haya descendido para estar peor. Quizás de peor se transformó en complicada. Luego la complicación se transformó en desesperada y de la desesperación descendió al último estado de Posición Cero de total imposibilidad (P.C.T.I). Si se encuentra en ese punto, gócese en el Señor porque usted califica para recibir el próximo milagro de Dios.
El Señor puso en marcha la ley del empequeñecimiento con varios personajes de la Biblia. Uno de ellos fue Gedeón, precisamente antes de darle una gran victoria sobre sus enemigos (Jueces 7). Dios iba a hacer algo grande por eso le dijo: “El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado.”(v.2).
Gedeón estaba al frente de un ejército con treinta y tres mil soldados y Dios comienza a ejecutar la ley del empequeñecimiento. Les dice: “Ahora, pues, haz pregonar en oídos del pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase desde el monte de Galaad. Y se devolvieron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil.” (v.3)
¿Se imagina la reacción de Gedeón? Seguramente les habrá gritado: – ¡Muchachos, no se vayan, no nos dejen solos! – y por otro lado miraría al Señor confundido diciendo: -¿Esto es tuyo Señor o del diablo? –
Aquí no termina la historia, que seguramente hizo poner los pelos de punta a Gedeón, como sucede con nosotros cuando vemos operar la ley del empequeñecimiento. Dice ahora el v. 4: “Y Jehová dijo a Gedeón: Aún es mucho el pueblo; llévalos a las aguas, y allí te los probaré; y del que yo te diga: Vaya éste contigo, irá contigo; mas de cualquiera que yo te diga: Este no vaya contigo, el tal no irá. Entonces llevó el pueblo a las aguas; y Jehová dijo a Gedeón: Cualquiera que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a aquél pondrás aparte; asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas para beber. Y fue el número de los que lamieron llevando el agua con la mano a su boca, trescientos hombres; y todo el resto del pueblo se dobló sobre sus rodillas para beber las aguas. Entonces Jehová dijo a Gedeón: Con éstos trescientos hombres que lamieron el agua os salvaré y entregaré a los madianitas en tus manos…”
A esta altura ya Gedeón estaba al borde de la locura. Su ejército contaba solo con 300 y enfrente la Biblia dice que eran “multitud” (v.12). Estaría más confundido que antes, pensando sólo que les esperaba una rotunda derrota.
Así pensamos nosotros cuando la ley del empequeñecimiento de parte de Dios comienza a operar en nuestras vidas, ministerios, empresas, etc. Vemos como todo se va cayendo, deteriorando más y más cuesta abajo hasta el punto de la total inutilidad humana. El ejército de Gedeón fue colocado en esa posición indispensable para recibir el milagro, como seguramente le ha estado a usted sucediendo con sus circunstancias.
Este punto para Gedeón era la “Posición Cero de Total Inutilidad”, o punto más bajo. Aquí él perdió toda posibilidad humana de ganar la batalla frente al enemigo e iba a necesitar de un milagro divino para ganar esa batalla. ¿Qué sucedió? Si sigue leyendo el relato, la Biblia dice que Dios hizo el milagro y le ganaron a un ejército superior en número. Dios transformo lo imposible en posible con este milagro.
Quizás usted se identifica con Gedeón. Ha visto ante sus propios ojos, paso a paso, como su negocio, trabajo, salud, economía, ministerio, etc. han ido descendiendo estrepitosamente hasta el punto cero de total imposibilidad. ¿Se encuentra en esta situación? Sé que es difícil hacerlo, pero gócese en el Señor pues usted califica para el próximo milagro divino.
Seamos sinceros: Estas situaciones no quisiéramos enfrentarlas pero por cierto suceden en nuestras vidas, y Dios las permite, para que lleguemos a un punto donde nos desplomamos vencidos y le digamos: – Señor, yo no puedo hacerlo, es imposible para mí.
Quizás en este momento usted esté pensando que su situación es peor que la de Gedeón o cualquiera de nosotros. Generalmente las situaciones que nos pasan a nosotros siempre son peores que la de los demás.
Cuando alguien nos cuenta un problema, respondemos: – Si, ¡pero tú no sabes lo que me está pasando a mí! – Yo no sé cuán grande sea su problema, pero a través de éste artículo usted está recibiendo fe, que viene por oír la Palabra de Dios, para que se dé cuenta que Dios es mucho más grande que cualquier problema, ¡Inclusive el suyo!
No deje pasar un minuto más, comience ya mismo a poner en práctica la ley del engrandecimiento. Ya la ley del empequeñecimiento es probable que la haya visto operar en sus circunstancias. No tema. Dios está en control, sólo resta que usted decida comenzar a engrandecer al Señor con su alabanza y adoración.
Al principio seguramente le costará romper esas capas de incredulidad, temor, dudas, pero a medida que intensifique su engrandecimiento del Señor, algo sucederá espiritualmente en un momento determinado: Levantará vuelo en las alturas del Espíritu y su atmósfera cambiará y sólo verá grande, bien grande, muy grande al Rey de Reyes y Señor de señores. Comenzará a ver su problema más y más pequeño… ¡y en medio de su cambio interior vendrá el milagro exterior! ¡Recíbalo de parte de Dios!