¿ESTAMOS LISTOS REALMENTE PARA RECIBIR LA GRAN COSECHA DE ALMAS?

Recopilado por Ritchie Pugliese

Le invito a leer el siguiente relato real, el cual en mi caso personal me ha hecho replantear algunas cosas acerca de si como iglesia estamos realmente preparados para recibir la gran cosecha de almas que viene.

Léalo y es mi oración que el Espíritu Santo pueda darle el entendimiento y el alcance de la dimensión del amor que Dios tiene por los perdidos, como lo dice Juan 3:16.

Cuando dos lesbianas fueron a una iglesia a buscar problemas

“Vayamos a divertirnos un rato a ver cómo reaccionan”. Amy le dijo a su novia gay, a la cual no le gustaba mucho la idea de rodearse de cristianos.

Vamos, Amy le insistió, “sé que ellos siempre dicen: ven tal como estás” y quiero probar a ver si es verdad… especialmente con una gay”.

Amy había estado de novia en una relación lesbiana, desde hacía nueve años, y había roto esa relación. Ahora ella y Raquel habían comenzado a estar juntas cuando decidieron asistir a la iglesia ese domingo por la mañana.

“Vine con la misión de conmocionar a la gente”, Amy admitió. “Raquel y yo nos tomamos de la mano en frente de toda la gente y en vez de ver que se disgustaran o nos miraran avergonzados, la gente nos miraba a los ojos y nos trataban como personas normales. Debido a eso empezamos a ir a la iglesia todas las semanas. Siempre nos sentábamos cerca de la puerta, esperando ver si había alguna reacción de rechazo hacia nosotras. Cuando nos dimos cuenta que no pudimos “conmocionar” a la gente, no lo intentamos más y empezamos a escuchar lo que decían”

Amy siguió asistiendo sola a la iglesia      

“No mucho después de esto Raquel y yo dejamos de vernos pero yo seguí viniendo a la iglesia porque estaba buscando algo”, dice Amy. “Definitivamente no estaba buscando cambiar. No era mi estilo de vida lesbiana el que quería que Dios cambiara pero me maravillé de saber que Dios podría responder mis anhelos más profundos. El problema era que no confiaba para nada en Dios”.

“Cuanto más escuchaba y aprendía sobre las enseñanzas de Jesús, más comenzaba a creer que Dios realmente me amaba. Escuchaba una y otra vez acerca de que yo era su obra maestra perfecta, y con el tiempo yo comencé a creerlo. Cuanto más creía que Dios podía ver en mi algo de valor, más yo confiaba en él”.

Con el tiempo Amy, de a poco, le abrió su corazón y sus luchas interiores al Señor.

“Me llevó varios años, pero a medida que me acercaba más y más a Cristo, él gentilmente me llevaba por caminos sorprendentes”, ella dijo. “Primero, me di cuenta que mi padre había tenido varias aventuras amorosas mientras yo crecía. Eso para mí fue un golpe tremendo. Jesús comenzó a mostrarme cómo las raíces de mis problemas sexuales estaban ligados a los de mi padre. Yo era como él, que utilizaba a la gente para encontrar bienestar, vida y amor lejos de Dios”.

Amy continuó creciendo en su conocimiento de las Escrituras enamorándose más y más del Señor. Al siguiente año, Dios tenía otra sorpresa para ella: “Asistí a un seminario sobre Sanidad Interior en la iglesia. Yo quería ver como Dios podría poner un punto final a mi vida arruinada, pero lo que él me mostró me conmovió”

“Mientras el predicador contaba la historia de un intimidador”, Amy se acordó “De repente tuve una imagen de estar en el bus de la escuela. Yo vivía enfrente de Jimmy, un muchacho que me había molestado e intimado todo el tiempo. Pero ese día en particular actuó cordialmente mientras bajaba del bus. Él se disculpó por ser así, y me invitó a ir a su casa”.

El día del seminario sobre “Sanidad Interior”, ella también revivió la pesadilla y se vio a si misma entrando a la casa de Jimmy, notando que todas las persianas estaban cerradas. Pudo ver a dos jovencitos mirándola a los ojos con una mirada rapaz mientras la puerta se cerraba. Ella no pudo escapar y fue violada. ¡Tenía solamente nueve años!

Mientras la reunión del seminario continuaba, Amy se sumergía en un mar de lágrimas. Los demás ni se daban cuenta pero ella si se dio cuenta que el Señor le había mostrado todo eso para darle una revelación: Mostrarle que la fuente de sus luchas sexuales ocultas de años estaban debajo de ese fango.

“Después de esto, me di cuenta que Dios conoce más de mi vida de lo que yo se acerca de mi”. Amy prosiguió “y él quiere traer sanidad a mis heridas así que le entregué completamente mi corazón y cuerpo, todo. Mientras continuaba buscando intimidad con él, las luchas con el lesbianismo se fueron. No estoy diciendo que así es como Dios trata con todos, sino como él me estaba sanando. Cuánto más me enfocaba en el amor íntimo de Dios hacia mí y trataba de ver como su obra maestra perfecta se formaba en mí, más quería que él siguiera obrando en mi”

Siete años después

Siete años después, Amy comenzó a dirigir nuestro ministerio para ayudar a la gente a encontrar plenitud y sanidad de todas las clases de problemas sexuales y de relaciones. Ella ayuda ahora a otros a llegar a ser la obra maestro perfecto de Dios.

Jesús nunca se horrorizó de la gente

¿Nos damos cuenta que Jesús no se horroriza de lo que la gente religiosa se horroriza? Jesús sabía que Zaqueo le robaba a la gente a escondidas y sacaba provecho de su conducta poco ética, pero Jesús no estaba horrorizado. Él no le ofreció corrección sino relación (Lea Lucas 19:5). Esto horrorizaría a cualquiera, pero esa relación con Jesús fue lo que cambió a Zaqueo.

Jesús sabía que la mujer samaritana en el estanque se había casado y divorciado cinco veces. Él sabía cómo ella estaba relacionada con el hombre que vivía (Juan 4). Jesús no sentía repulsión (Los samaritanos del tiempo de Jesús eran tratados con desprecio por la comunidad religiosa como la gente gay hoy es tratada en algunos círculos cristianos). Nada de esto hizo que Jesús se fuera o que no le ofreciera el agua viva. Es probable que Jesús quería seguidores que fueran menos como los fariseos y más como él, inconmovible.

Lucas relata el momento en que Simón el fariseo invitó a Jesús a cenar. Jesús entró en la casa y sentó a la mesa (Lucas 7:36) junto con los amigos religiosos de Simón, quienes eran escépticos acerca de la verdadera identidad de Jesús, principalmente porque parecía que él mostraba más amor por los pecadores que amor por la ley de Moisés. (Jesús dejó bien en claro que esto no era verdad, pues el vino para cumplir la ley de Moisés). Ellos invitaron a Jesús para juzgarlo no para aprender de él.

La cena en el medio oriente se realizaba en una mesa muy baja con almohadas en el piso para sentarse, con gente sentada con los pies estirados al lado o detrás de ellos. Cuando la comida estaba siendo servida, una mujer inmoral irrumpió en la reunión. Ella se las arregló para estar cerca de Jesús. Lucas se aseguró que supiéramos que era una mujer pecadora (v.37). ¡Ella no solo tenía algunos deslices sino más bien vivía una vida sexual desviada y todos los sabían! Su prontuario era de conocimiento público. Toda su vida ella había sido juzgada y condenada por los religiosos, así que ir a la casa de sus atormentadores fue algo de mucho coraje.

Ella estaba allí porque Jesús estaba allí. Ella había escuchado en las calles que había esperanza en Jesús para la peor persona. Oyendo que Jesús estaba cerca, una fuerza imparable la hizo ponerse a sus pies. Mientras ella estaba en Su presencia, la esperanza brotó y toda la pena que ella cargaba debido a su conducta la hizo comenzar a llorar. Sus lágrimas accidentalmente cayeron en los pies sucios de Jesús (que los anfitriones no habían mostrado la mínima cortesía de lavarlos como era la costumbre).

La tensión en la sala crecía, todos se miraban cuando ella cayó de rodillas a los pies de Jesús y comenzó a lavar sus pies con su pelo. Ella tomó una botella de aceite mezclado con perfume, puso aceite en sus manos y amablemente frotó los pies de Jesús, besándolos mientras los ungía con perfume.

Jesús está sentado allí, sin sobresaltarse, con los ojos fijos en los fariseos, esperando la reacción de ellos, conmocionados, con sus ojos llenos de fuego condenatorio y sin misericordia.

Simón no podía soportarlo más. Lo ocurrido estaba probando lo que pensaba. El murmuró para sí mismo y sus invitados “más respetables”. “Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora”. (v. 39).

En otras palabras, él pensaba que si Jesús fuera verdaderamente un profeta, el sabría acerca de los escandalosos pecados sexuales de ella, y estaría horrorizado, pero Jesús no estaba conmocionado ni horrorizado.

Si esto hubiera pasado hoy…

Ahora, tenemos que darnos cuenta que esto era una situación controversial. Imaginemos a una conocida prostituta buscando a tu pastor, besando sus pies y frotándolos con aceite luego de la reunión del domingo. Es probable que sería el último domingo del pastor en esa iglesia y la gente le hubiera puesto un punto final lo más rápido posible. ¿Qué estaba pensando Jesús? ¿Por qué él no se horrorizaba como el resto de los religiosos?

Jesús mira el corazón. Es cuestión del corazón. Jesús confrontó los corazones carentes de amor de sus invitados y amigos mientras esta mujer le demostraba un corazón radiante de amor. “Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?” (vv. 40-42).

“Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado” (v.43).

“Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.” (Lucas 7:41–47)

Todo es cuestión de amor…del amor de Dios

¡Todo es cuestión de amor! No olvidemos lo que Jesús nos quiso mostrar: Si verdaderamente reconocemos cuánto le costó a Dios perdonarte, fluirá desde nuestro corazón ese mismo amor para darlo a otros que necesitan más de lo mismo.

¡Todo es cuestión de amor! No un amor que ignora la podredumbre y el daño que ha destrozado la imagen de Dios, ¡sino un amor que reconoce el Amor misericordioso que Dios le ha dado a una pobre persona como soy yo!

El gran amor de Dios trae Gracia y Verdad juntamente para dar esperanza a un mundo hundido que necesita del perdón y la restauración.

Escrito por John Burke pastor de Gateway Church de Austin, Texas, y autor del libro “No se permite gente perfecta.” Traducido al español por Ritchie Pugliese.

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