Por Ritchie Pugliese
Uno de los pasajes más impactantes de la Palabra de Dios dice lo siguiente en Jeremías 33:3: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”.
Dios promete grandes cosas para su pueblo, todos deseamos grandes cosas del Señor ¿no es cierto? El requisito básico inicial para poder recibirlas es “clama a mí”. Clamar a Dios significa derramarse ente El, pidiéndole con desesperación que obre con su poder. Por eso una cosa es orar y otra es clamar.
Cualquiera puede orar, pero no todos saben clamar. Para poder hacerlo es necesario tener una visión concreta y especifica de lo que esperamos del Señor.
Sin una visión concreta y específica, el Espíritu Santo no podrá enseñarnos cosas grandes y ocultas. Los hombres de Dios, que han hecho historia espiritual a lo largo de los siglos, fueron hombres con una visión específica y concreta de parte de Dios.
La característica principal de un hombre de Dios es que tiene una clara visión espiritual para saber hacia adónde va. Muchos se pierden en la nebulosa de la infertilidad espiritual en sus vidas y ministerio por no tener una visión concreta.
El precio de la visión es muy alto. La Biblia lo enseña así en la vida de un personaje muy conocido llamado José. Su historia comienza así en Génesis 37:2: “José, siendo de edad de diecisiete años, apacentaba las ovejas con sus hermanos…”.
Aquí empieza la historia de José. El apacentaba las ovejas con sus hermanos, era uno más trabajando junto a sus hermanos. Todos hacían lo mismo. Parecía a simple vista que no hubiera diferencia entre él y sus hermanos., pero el v. 3 dice:”y amaba Israel (su padre) a José más que a todos sus hijos… y le hizo una túnica de diversos colores”.
La diferencia entre José y sus hermanos no estaba en el trabajo, educación sino en la túnica. Ella lo diferenciaba de los demás. La túnica representa la unción del Espíritu Santo. ¿Sabía usted que muchos no toleran la unción del Espíritu Santo que hay sobre nuestras vidas? Ellos la rechazan, rechazándonos a nosotros.
Cuando nos movemos en y por el Espíritu Santo, ponemos en evidencia la carnalidad y las motivaciones incorrectas de los demás. Así que si usted ha recibido la unción del Espíritu Santo no se alarme si le ocurre lo mismo que a José. Acuérdese de la “túnica”. Esa es la diferencia.
El v. 5 continua diciendo: “y soñó José un sueño…” José era un hombre, aunque muy joven e inexperto, que tenía sueños de Dios. ¿Sabes cuáles son las cosas grandes y ocultas que el Señor ha preparado para tu vida? ¿Sueñas por fe, cosas grandes para Dios? ¿Inviertes tiempo para pensar y planificar en el Espíritu lo que anhelas de Dios?
Estas cosas no son por cierto para los inmaduros y carnales. Ellos con su visión corta y terrenal pueden mal interpretar lo que estoy diciendo. Estas cosas son para aquellos que desean alcanzar madurez espiritual y están vacíos de toda carnalidad.
El v. 5 sigue diciendo: “… y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía”. Cuando compartimos con los demás nuestra visión espiritual es probable que algunos se rían o mofen diciéndonos: – eso no es para ti, es para alguien más importante y conocido -. Cuando le digan algo así recuerde que a José se lo dijeron primero sus hermanos.
Sé cauto y medido al compartir con otros la visión que Dios te ha dado. Pueden llegar a odiarte y menospreciarte. Lamentablemente aun en estos días existe entre los ministros celos la competencia ministerial.
El relato continua ahora de los vv. 7-10 diciéndonos que José les contó a sus hermanos en que consistían sus sueños. Nunca lo olvide: la visión es individual, y a veces incomprensible para los demás. Dios tiene un plan específico para cada uno de sus hijos, para cada uno de sus siervos. El está esperando que nos animemos y ejerzamos fe y veamos lo que Él quiere que veamos. Lo que yo vea es probable que difiera de lo que usted vera. Los hermanos de José no solo lo aborrecieron sino también “le tenían envidia”.
Hay siervos de Dios que a pesar de estar activos no saben hacia donde van. Por eso cuando se encuentran con alguien que si tiene una visión clara y precisa de Dios y sabe hacia donde se dirige, lo envidian.
Debemos saber hacia donde vamos y como haremos para poder llegar. Por cierto, para lograr todo esto debemos buscar el rostro de Dios y caminar en intimidad con El.
“Cuando tenemos una visión concreta de lo que Dios quiere hacer con nosotros, debemos esperar la oposición, incomprensión y envidia de los demás, aún de los miembros de nuestra familia”.
Continua el pasaje diciendo que José fue en busca de sus hermanos. Cuando ellos lo vieron, presta atención a lo que dijeron: v.19 “he aquí viene el soñador”. ¡José era un soñador! ¡El Señor desea que tú y yo también lo seamos para cumplir su propósito y voluntad aquí en la tierra!
El que no visualiza por fe, hacia donde quiere llegar, nunca lo lograra palpablemente. Recuerdo muy bien cuando, hace varios años atrás, atravesando un tiempo de oscuridad, conflicto y puertas cerradas, que el Señor me desafió diciendo: “Espera cosas grandes, desea cosas grandes, visualiza cosas grandes, cree cosas grandes… porque YO SOY GRANDE”.
Esta palabra de ánimo llenó al instante mi vida de gozo y fe, pues tomé esa palabra como una confirmación de lo que Dios deseaba y esperaba para mi vida y ministerio. El desea y espera lo mismo de tí. Debemos ser valientes para tener una visión y debemos tener una visión para ser valientes.
“La cobardía espiritual, anda en derredor nuestro intentando destruir y apagar el fuego de la visión”.
En los vv.20-22 vuelve a confirmarse esta verdad: así como los hermanos de José deseaban hacerlo desaparecer, lo mismo puede sucedernos a nosotros. Un hombre espiritual es un verdadero problema para los hombres carnales. A José ser un soñador le costó muy caro. Si tú deseas también ser contado entre “los soñadores de Dios” puede ocurrirte lo mismo que a él.
“Toda visión debe ser probada según su medida. Si ella es pequeña será probada pequeñamente; si ella es grande será probada grandemente.”
¿Cómo es tu visión? ¿Estás dispuesto a pagar el precio como José? Si lo estas, continúa leyendo lo que viene y pídele al Espíritu Santo entendimiento.
En el v.24 podemos ver que comienza una serie de “descensos” en la vida de José. El tenía una visión muy grande, incomprensible para la mente carnal. Por eso sus hermanos lo “echaron en la cisterna vacía”.
La cisterna representa el pozo de la duda. A veces cuando la visión parece no concretarse empezamos a decir: – ¿la visión era de mi carne o de Dios? Nuestra visión necesita ser probada, pulida y santificada antes de verla concretada. Nunca retrocedamos dejando de lado lo que el Señor nos ha mostrado en visión. Mantengámonos firmes en la fe dejando de lado la duda. No nos quedemos a vivir en la cisterna, salgamos de ella avanzando hacia el cumplimiento de la visión que Dios nos ha enseñado.
El v.28 continúa diciendo que José fue vendido a los madianitas mercaderes por veinte piezas de plata. Estos lo llevaron como esclavo a Egipto. “Egipto” representa al mundo y sus deseos que nos atacan con sus razonamientos y opiniones, por Ej: – Me voy a dedicar a otra cosa, la visión no es para mí – o – si hubiera tenido otro ministerio, más público, sería diferente -. Tengamos cuidado con esos pensamientos carnales. Ellos nos quieren esclavizar y llevarnos a Egipto otra vez.
El v.36 dice que José fue vendido por los madianitas a Potifar, oficial del Faraón. Como vera, la situación de este joven visionario cada vez se pone peor. ¡Cuantas veces hemos dicho: Señor, tendría que ya estar haciendo lo que tú me has mostrado en vez de estar en la condición en que me encuentro! O pensado: – Se me fueron los años y nada ha pasado –Si en algún momento de su travesía espiritual ha dicho o pensado estas cosas, la respuesta la encontrará en el cap. 39:2: “Jehová estaba con José, y fue varón prospero”.
“No importa a cuanta distancia nos encontremos de la concreción de la visión, lo importante es si en el trayecto el Señor está con nosotros”.
Para que la visión prospere y se concrete, Dios debe estar a nuestro lado en todo el trayecto, pues sin El nada podemos hacer. ¡Gloria a Dios!
El v.3 relata algo, quizás contradictorio, a lo que José estaba viviendo: “y vio su amo que Jehová estaba con el, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano”. Que edificante es saber que aunque la visión no se cumpla todavía, la unción en nosotros sí esta y se ve. Con visión o sin ella debemos estar siempre en sintonía con el Espíritu Santo.
José era consciente de esto y por eso perseveraba fiel en su camino. El v.4 nos enseña que Dios nos bendice para animar nuestra fe y para fortalecernos en la concreción de la visión. Él nos envía sus “vellones” para confirmarnos y decirnos: – No temas, yo estoy contigo -.
José no solo fue colocado en la cisterna (como ya dijimos que representa la duda), vendido a Egipto (que representa al mundo) sino que también tuvo que enfrentarse con algo inesperado: la seducción de la esposa de Potifar.
Esta mujer, “cada día” (v.10) trataba de conquistarlo y hacerlo caer. Debemos estar preparados y saber que la carne, inflamada aun por el mismo diablo, quiere hacer que retrocedamos y caigamos para que la visión quede solamente en una linda ilusión.
“La carne, el mundo y el diablo, desataran su ataque constante e insistente para debilitarnos en la fe, hacernos estériles espirituales y para que no logremos cumplir la visión dada por Dios”
En los días que vivimos, la santidad parece ser algo fuera de moda, de otra época. Pareciera como si vivir en santidad no fuera el requisito básico para ser bendecido por Dios. ¡Cuantas veces hacemos la voluntad de Dios y pareciera que nada cambia! Seguramente José se habrá preguntado lo mismo. Por ser fiel a Dios fue llevado a la misma cárcel (v.20).
Hay veces que pensamos que la santidad no trae éxito, y que la carne pareciera avanzar más rápido. No creamos a esa mentira. La carne aunque avance más rápido, tiene un solo final: la muerte, en cambio la santidad, aunque parezca a veces lenta, tiene un final seguro y con premio: llegar a destino, ver cumplida la visión y glorificar al Señor. ¡Aleluya!
Si alguna vez te has preguntado: -¿De que vale ser santo? – -¿de que sirve tener visión? -, recuerda que el que sigue firme al Dios de la visión, triunfa. No te desvíes, haciéndole caso a esas preguntas, pues ellas quieren hacerte perder en el olvido.
El v.21 vuelve a decir la frase: “Jehová estaba con José, y le extendió su misericordia…” No importa dónde y como estamos. Si Dios esta con nosotros no debemos temer.
“Cuando las cosas no salen según lo esperado, cuando después de clamar a Dios aun no vemos nada… no temamos… todavía no es el final… ¡falta el obrar de Dios!”
Los vv.22-23 nos enseñan una gran lección: Donde estemos, aunque sea lejos de lo que Dios nos ha mostrado, debemos ser canales de bendición hacia los demás y hacia Dios. Pidamos gracia divina para poder lograrlo.
El en cap. 40:1-23 se relata que José estando en la cárcel interpreto el sueño del panadero y el copero. José todavía esperaba algo de los hombres, pues le dijo al copero “acuérdate de mí” (v.14), pero el v.23 dice que el jefe de los coperos no se acordó de él, sino que lo olvido. ¡Cuántas veces hemos bendecido a otros, aun estando en una situación no deseada por nosotros y fuimos olvidados en vez de ayudados!
En estos tiempos de “sequía” aun los más maduros espirituales son sacudidos en sus fundamentos. En esto tiempos, el Salmo 31:22 cobra más color: “Esforzaos todos los que esperáis en Jehová y tome aliento vuestro corazón”.
Debemos alentarnos de saber que Dios no se olvida de nosotros. No debemos dar lugar al desaliento, al ver que el tiempo pasa y nada sucede.
“La espera pone de manifiesto si la visión que recibimos fue de nuestra propia imaginación o si vino de Dios”
Lo que es de Dios permanece a pesar de las demoras. Podrán haber tiempos de dolor, tristeza, llanto pero la visión quedara intacta sellada con el fuego del Espíritu santo en nuestro corazón.
“Aquel que tuvo una visión de Dios, nunca debe rendirse. Si es necesario debe estar dispuesto aun a morir creyendo en esa visión divina”
Luego de dos años (v.41) ¡dos años sin que nada sucediese! … Faraón tiene un sueño difícil de interpretar por sí mismo. Entonces manda a llamar a sus magos y sabios en busca de interpretación.
El v.8 dice en su parte final “…mas no había quien pudiese interpretar a Faraón”. En ese momento de confusión y desilusión para Faraón, aparece en la escena el jefe de los coperos que había recibido tiempo atrás una interpretación de su sueño de parte de José. Él le dice a faraón que un joven hebreo lo había ayudado (vv.11-13).
Faraón entonces mando a llamarlo (v.14) y cuando estuvo frente a él le pidió su ayuda para interpretar sus sueños. En el v.16 José le responde a Faraón: “no está en mi (la capacidad de interpretar) y Dios será el que dé respuesta propicia”.
Esta era la oportunidad para que José pudiera salir de la cárcel, era la oportunidad de mostrarse ante los demás como un ser inteligente y con más “unción”… pero no lo hizo… más bien se movió dando exclusivamente la gloria a Dios. El anuló su carne y sus anhelos para glorificar al Señor, es por eso que fue de gran ayuda para Faraón.
Hay veces que intentamos “soplar’ más fuerte que el viento del Espíritu Santo para acelerar el plan de Dios en nuestras vidas y fracasamos. El carnal es aquel que corre y se cae; el espiritual avanza paso a paso y llega a tiempo a su destino. Así son los parámetros en el Reino de Dios. Como alguien dijo sabiamente: “Muchas veces, la velocidad de Dios es despacio y más despacio”.
En los vv.17-36 José revela el sueño de Faraón con la humildad y sencillez de alguien que sabe que Dios lo respalda y usa con poder. En el v.33 le dice a Faraón: “… provéase ahora Faraón de un varón prudente y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto”.
Otra persona, en lugar de José, habría dicho: – Señor Faraón, póngame a mí en esa posición porque yo tengo el ministerio de dirigir -. José era un hombre de Dios y como tal no lucho por la gloria, el poder y prestigio.
Su “sueño” ya Dios la conocía, porque seguramente él se lo pedía cada día en oración. José era un hombre de Dios y no necesitaba rogarles a los hombres, él le rogaba al Dios que levanta y promueve en su tiempo a sus siervos. José no le pidió nada a Faraón, solo lo sirvió.
Estemos seguros que cuando el Señor vea esa actitud en nosotros nos sucederá lo mismo que le paso a José: Fue bendecido y exaltado. Los vv.38-40 dicen: “y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos otro hombre como éste, en quién esté el espíritu de Dios? Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú”.
En un instante José pasó de lo más bajo a lo más alto. Así son los hechos de nuestro Dios. El en un solo instante puede hacer lo que tanto tiempo hemos esperado. ¡Gloria sea a su nombre! ¡Qué gran lección aprendemos!: si para ver concretada la visión que Dios nos ha dado, José tuvo que pagar el precio ¿Tú estás dispuesto a pagarlo también?
La concreción de la visión es para los valientes; es para aquellos que se animan a caminar por la fe contra viento y marea; es para aquellos que interpretan a los problemas y las dificultades como escalones que nos llevan a la concreción de la visión.
Cuando alguien tuvo que pasar por muchas dificultades y un tiempo de espera para poder llegar al destino trazado por Dios, cuando llegue será una persona que valorara y cuidara diligentemente el lugar donde Dios lo ha colocado. José obro con eficiencia para glorificar al Señor (vv.46-49).
Cuando la visión se concreta y es realidad, debe dar fruto, ya que la esterilidad no es de Dios. En las matemáticas espirituales Dios es el que suma y multiplica; el diablo es aquel que siempre resta y divide.
Los vv. 50-52 dicen: “Y nacieron a José dos hijos antes que viniese el primer año de hambre, los cuales les dio a luz Asenat, hija de potifera, sacerdote de On. Y llamo José el nombre del primogénito, Manases, porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre. Y llamo el nombre del segundo: Efrain, porque dijo: Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción”. El nombre “Manases” quiere decir: El que hace olvidar.
Cuando el Señor concreta la visión en nosotros, nos ministra de su sanidad interior para que olvidemos todo lo que hemos padecido en el pasado y disfrutemos todo lo recibido en el presente. El nombre “Efrain” quiere decir: Fructífero. Dios hizo fructificar a José en la tierra de su aflicción.
Nosotros estamos en este mundo para recibir las bendiciones de Dios. Ellas no son para cuando estemos en el cielo, porque allí no harán falta. A las bendiciones las necesitamos aquí y ahora en la tierra. Por eso el Salmo 27:13 dice: “Hubiera yo desmayado si no creyese que veré la bondad (la visión y/o la bendición) de Jehová en la tierra de los vivientes”.
Cuando nuestra visión la veamos realizada en la tierra, vendrá acompañada de un Manases y un Efrain. ¡Gloria a Dios! Si continuamos leyendo la vida de José, nos daremos cuenta que la concreción de la visión no lo cambio, sino que siguió siendo el mismo. ¡Cuántos siervos de Dios, cuando son desconocidos, viven una vida de humildad ante el Señor y los demás, pero cuando comienzan a ser reconocidos por sus ministerios cambian su conducta y se tornan en orgullosos y faltos de humildad! El Señor nos guarde de semejante actitud. ¿Estamos dispuestos a seguir siendo los mismos cuando se cumpla la visión que tanto esperamos? ¿Estamos dispuestos a seguir tan fieles a Dios luego que la visión se concrete? El siervo de Dios siempre sigue igual en su carácter y conducta, con o sin la concreción visible de la visión. A ellos nada los cambia, siempre mantienen una línea de conducta que agrada a su Señor.
José demostró su fidelidad al Señor aun en las peores circunstancias. Cualquiera es fiel cuando todo sale bien, pero pocos lo son cuando viene la adversidad.
Que el Señor nos de gracia divina para alcanzar buen testimonio, mediante la fe, en la espera de la concreción de la visión que Dios nos ha dado; que el Señor nos de la misma actitud que tuvo José: Ser fieles a Dios hasta el final, aunque la visión se demore. El precio de la visión es muy caro, pero si tú estás dispuesto a pagarlo ¡La visión será tuya y veras la gloria de Dios!