Por Ritchie Pugliese
Una de las palabras relevantes durante el ministerio de Jesús fue la que se encuentra en Juan 3:8. Allí dice: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; más ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.”
Jesús allí expresó el accionar del Espíritu Santo, utilizando la analogía del viento.
Es interesante notar que en éste pasaje, tanto la palabra griega para “viento” como la palabra para “Espíritu” es la misma: “pneuma”. Es por eso que literalmente el pasaje de Juan 3:8 podría leerse de la siguiente manera:
“El Espíritu (pneuma) sopla de donde quiere, y oyes su sonido; más ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (pneuma).”
El Espíritu Santo registró esta profunda verdad para enseñarnos un principio importante: El Espíritu Santo hace como él quiere, obra cuando quiere y se mueve dónde quiere y con quien quiere.
Una de las cosas de las cuales he sido testigo, y tuve que aprender a lo largo de mi vida cristiana y ministerial es que en ésta tierra, nadie puede tener la exclusividad absoluta de la presencia y el poder del Espíritu Santo ni nadie puede pretender ser el “dueño” del Espíritu Santo, pues ese es patrimonio exclusivo de Dios.
La idea de Dios siempre ha sido que todos sus hijos puedan disfrutar de la presencia y el poder del Espíritu Santo, sin excepción.
En los tiempos que vivimos, pareciera que la Iglesia todavía no hubiera aprendido a administrar la multiforme gracia de Dios, cometiendo una y otra vez los mismos errores que sólo han conducido a frenar y detener la obra de Dios en la tierra. La iglesia aún conserva el patrón de pensamiento equivocado de que existen personas, lugares, congregaciones, ciudades o naciones más “privilegiados o preferidos” por Dios para el accionar de Su Espíritu. Esto por cierto sucede en muchas partes del mundo, pero sucede por la absoluta gracia de Dios y no por méritos propios.
Por muchos años se creyó que el poder del Espíritu Santo era patrimonio exclusivo de los ámbitos pentecostales y los sectores carismáticos, y que en otros lados “no pasaba nada”, pero para nuestro asombro Dios con su característica manera de avergonzar la mente para revelar lo que hay en lo profundo del corazón, lo ha derramado en denominaciones y lugares donde bajo nuestra óptica religiosa limitada era imposible que sucediera.
Dios nos enseñó, y lo sigue haciendo con su increíble paciencia, que en cuanto al tema de la presencia y el poder del Espíritu Santo, no existen elegidos o preferidos ni tampoco existen carteles religiosos que aseguren su obrar. Considerarse o llamarse a sí mismo “Pentecostal o Carismático” no es ninguna garantía de que realmente el Espíritu Santo pueda estar obrando eficazmente.
Nuestra mente finita le ha puesto límites al ilimitado obrar del Espíritu Santo. Cada vez que alguna organización, persona o congregación han creído tener el “patrimonio del poder” o se han considerado “los preferidos de Dios”, el Espíritu Santo contristado ha tenido que decidir cambiar de rumbo para buscar un nuevo cauce que se ajuste al sentir de Dios.
Es tiempo de abrir nuestros ojos y levantarnos para darnos cuenta que el Espíritu Santo no tiene dueño, ¡pues el único dueño es Dios! La obra de Dios es similar a la del viento: No podemos controlarlo, dirigirlo ni obligarlo, pues sopla donde quiere.
Nuestra actitud egoísta y altiva nos ha hecho creer muchas veces que debido a que Dios actúa entre nosotros, es porque somos “más dignos y privilegiados” de experimentar su presencia y poder, cuando en realidad eso sucede por la absoluta Gracia y favor de Dios. En la presencia de Dios no hay lugar para la altivez y el orgullo (Isaías 57:15) pero he notado que en muchos lugares donde se pregona que “Dios se mueve” existe una alarmante falta de humildad y una exageración de soberbia. Esto por cierto no es lo que Dios quiere que suceda.
En esta hora de la historia quiero decirle que Dios continuará haciendo lo que siempre hizo, a pesar nuestro. El continuará moviéndose donde quiera, cómo quiera y con quien quiera, nos guste o no nos guste aceptarlo.
He compartido esta problemática porque percibo en el Espíritu que en el pueblo de Dios, debidos a los excesos cometidos, existen muchos creyentes genuinos y sinceros, que por una causa u otra no han podido todavía experimentar la plenitud de la presencia y el poder del Espíritu Santo. Ellos se comparan a los que están en “el mover de Dios” y se sienten inferiores o indignos o les han hecho creer esta mentira.
Dios, que es restaurador de todas las cosas, está sanando a su Iglesia y haciéndole recuperar terreno perdido para hacernos ver que éste es el tiempo para alinearnos en lo que él está haciendo, pues la manifestación de su presencia y poder están por hacer algo en la tierra que jamás se ha visto en la historia.
Por eso el Señor en este día te está hablando, para que dejes de ser solo un observador y te transformes en un participante activo de la presencia y el poder del Espíritu Santo. Él te dice en esta hora: – Hijo/a mío/a, si hasta este momento alguien te ha hecho creer que eres un creyente o ministro de “segunda” categoría, y has pensado que la presencia y el poder de mi Espíritu está reservada sólo para aquellos que son “especiales”, yo te digo que ahora mismo extirpo ese patrón de pensamiento equivocado de tu mente. Amado/a mío/a, cree con todo tu ser que mi promesa de derramar mi Santo Espíritu sobre toda carne sigue vigente, ¡y tú, estás incluido/a en esa promesa! ¡Levántate ahora y disponte a experimentar la total plenitud de mi presencia y mi poder!-
¿Puedes entender lo que esto significa? ¡Como hijo/a del Dios Altísimo, eres un recipiente creado y adecuado para experimentar la dimensión profunda de la presencia y el poder del Espíritu Santo! ¡No te conformes con menos!
Por eso, En esta hora crucial de la historia dile al Espíritu Santo: – ¡Obra en mi de la manera que tú quieras y como quieras! ¡Soy un canal disponible! –
Tomado del libro digital titulado: “La presencia y el poder del Espíritu Santo” escrito por Ritchie Pugliese
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