¿QUIERES SABER LO QUE DIOS HA COMENZADO A HACER?

Por Ritchie Pugliese

Dios está cambiando la cara de su Iglesia

En el libro de los Hechos encontramos una secuencia importante acerca del obrar del Espíritu Santo de Dios en la Iglesia, y que tiene relación con lo que él quiere hacer hoy. Dice así la Palabra de Dios en Hechos 2:1-13:

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.

En este pasaje aparecen tres símbolos importantes relacionados con el Espíritu Santo:

a) El viento         

b) El fuego

c) El mosto o vino

Cada uno de estos símbolos tiene sus propiedades y además revelan lo que Dios quiere hacer en Su Iglesia en los tiempos que vienen.

Creo fervientemente que así como comenzó la Iglesia de Jesucristo, así ella va a terminar cuando se cumplan los tiempos proféticos.

La Iglesia comenzó con un orden divino: viento àfuego à vino, y considero que va a terminar o cerrar su ciclo profético con los mismos símbolos pero en un orden contrario. Es decir, con vino à fuego à viento.

Note algo interesante que creo que Dios quiere enfatizar: El orden del comienzo en Hechos 2: Viento, fuego y viento, con el orden de terminación (en los tiempos finales que vivimos): vino, fuego y viento forman una “U”, la cual pareciera representar un ciclo o una secuencia que deba cumplirse.

Los tres símbolos

Los símbolos mencionados tienen un significado profundo, pues ellos enfatizan lo que Dios quiere hacer. El viento representa la contundencia del Espíritu soplando por todos lados y desde cualquier lado. Eclesiastés 11:5 dice: “Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.” Juan 3:8 dice: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, más ni sabes de dónde viene, ni a donde va; así es todo aquél que es nacido del Espíritu”.

El viento de Dios sopla como quiere y solo podemos ver su efecto poderoso y escuchar su sonido. Esto es lo que Dios quiere hacer con su iglesia: Que la contundencia de su poder con sanidades, milagros y señales, inunde no sólo nuestras iglesias sino las calles, los barrios, las ciudades, los países para que la gente vea y como resultado de todo eso conozca Quién es el Señor y vengan a sus pies arrepentidos. En el corazón de Dios la manifestación gloriosa y poderosa de Su viento quiere redundar en una gran cosecha de almas como jamás hemos imaginado.

En cuanto al fuego podemos decir que representa el enamoramiento y la pasión por Cristo, sumado al deseo profundo de experimentar la hermosura de la santidad viviendo alejado de toda forma de pecado. Romanos 12:11 dice que debemos ser: “fervientes en espíritu” El fuego divino es la pasión que interiormente motiva e impulsa al cristiano a ser fiel a Dios por sobre todas las cosas. Este fuego también implica vehemencia espiritual, autoridad y dominio espiritual para deshacer, desintegrar las obras de maldad.

El mosto o vino también representa algo bien importante, pues en aquella época era utilizado mucho más que para beber y alegrarse. Servía como un medio medicinal sanador. Representa la sanidad de Dios derramada sobre Su pueblo.

El estado actual de la Iglesia          

En los días que vivimos vemos a la Iglesia mayormente distraída de su misión, sin pasión por el Señor y sin importarle la vida llena del Espíritu Santo. Por todo esto, y muchas cosas más, considero que la Iglesia se encuentra enferma, estancada y detenida. La Iglesia necesita ser sanada para que vuelva a retomar su vitalidad y se parezca a la Iglesia del libro de los Hechos.

En los últimos años Dios ha comenzado a obrar, sanando a la iglesia en algunas áreas. Al mencionar el término “sanar” me refiero a Dios restaurando verdades que permanecieron ocultas por años para alinear y posicionar a la Iglesia correctamente. Por cierto Dios continúa todavía sanando y restaurando verdades pero pareciera que existiera un freno que está impidiendo a la Iglesia avanzar espiritualmente para entrar en la siguiente dimensión, la del fuego.

La dimensión del fuego celestial se hace necesaria e indispensable en la Iglesia para que posteriormente dé lugar a la contundencia del viento de Dios sobre las naciones. Sin el fuego no vendrá el viento glorioso y poderoso del Espíritu Santo moviéndose libremente y haciendo la obra de Dios.

Cuando observamos a la Iglesia Primitiva, vemos que ella estaba caracterizada por tres cosas: La pasión por Cristo, la hermosura de la santidad y el poder del Espíritu Santo. El resultado de eso es que ellos tenían denuedo para predicar el Evangelio.

La palabra “denuedo” aparece en varios pasajes en el libro de Hechos 4:13; 4:31; 13:46; 14:3; 19:8. ¿Qué significa “denuedo”? Según el diccionario, la palabra significa “brío; valor, intrepidez, feroz, atrevido”. El fuego de Dios fluía a través de ellos e impactaban y reconquistaban terreno para Cristo dondequiera que iban. 1 Tesalonicenses 2:2 dice también algo importante: “…tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición”. Note las frases “denuedo en nuestro Dios”. Esto da a entender que el denuedo es producto del Espíritu Santo y este denuedo sirve “… para anunciaros el evangelio en medio de gran oposición” se refiere que para los tiempos duros y difíciles, es necesario e indispensable el denuedo de Dios, el cual impulsa a la Iglesia a predicar el Evangelio valientemente, contantemente e insistentemente.

El denuedo, intrepidez, valor, para predicar el Evangelio de la Iglesia Primitiva estaba estrictamente relacionado con la pasión, la santidad y el poder de Dios. La pérdida de uno de ellos originaría una mengua en la intensidad del denuedo para predicar el Evangelio.

En nuestra iglesia moderna la pérdida paulatina del denuedo para predicar el Evangelio de Jesucristo está originada en la mengua de nuestra pasión por Dios, nuestra santidad y la falta de poder.

Es triste decirlo, pero nuestro Cristianismo actual vive sumergido rodeado (o atrapado) en una carencia progresiva de falta de fuego divino. Es doloroso ver en algunos sectores de la Iglesia una confusión entre la religiosidad y la santidad, y por otro lado el rechazo abierto de la hermosura de la santidad y la aceptación pasiva de la liviandad. Se ha “inventado” una clase de Cristianismo que ha abaratado la Gracia de Dios. Se pregona que se puede vivir un cristianismo sin la necesidad de ser “demasiado” fiel y sin “fanatizarse” demasiado con santidad y el temor reverente a Dios.

En esta clase de “Cristianismo” da lo mismo ser fiel que practicar continua y descaradamente el pecado bajo la premisa de “total, Dios me perdona”. Esta clase de Cristianismo tiene la forma religiosa sin la sustancia. Son personas que conocen la vida de la iglesia (van a las reuniones, dan una ofrenda) pero piensan y actúan fuera de las paredes del templo como si fueran personas del mundo.

El menosprecio sigiloso y la pérdida de los parámetros de santidad, sumado a la rebaja de las normas básicas bíblicas, ha hecho que nuestro Cristianismo apenas pueda originar simpatizantes del evangelio pero no convertidos, integrantes o asistentes de alguna iglesia local pero no genuinamente redimidos comprometidos con Cristo. Encontrar hoy creyentes llenos del fuego de Dios, que prediquen con poder y autoridad, se ha transformado en la excepción cuando en la Biblia es la norma mínima del creyente Neotestamentario.

Hoy día nos encontramos con cristianos practicantes de una vida y lenguaje similar a la gente del mundo. Si uno colocara a ésta clase de cristiano y lo comparara con un “mundano”, ¡no encontraría mucha diferencia! , pues hablan lo mismo, piensan lo mismo y actúan de la misma forma. ¿Puede entender la crisis de fuego de Dios que estamos viviendo como Iglesia?

Lamentablemente aún desde los púlpitos se ha licuado y ha enseñado fuera de contexto bíblico lo que es la Gracia de Dios. No son muchos los predicadores que hablan de arrepentimiento, renunciar a la vieja vida, quebrantar el “yo”; negarse a sí mismo, menguar para que Cristo crezca. Se enfatiza muy sigilosamente la psicología de la auto-realización y valoración de sí mismo (que es en definitiva la exaltación del “yo” no quebrantado por Cristo), cuando claramente la Palabra de Dios nos habla de tomar la cruz, negarnos a nosotros mismos, para que Cristo fluya siendo el Señor de nuestras vidas. Las palabras del Apóstol en Gálatas 2:20no vivo más yo, más Cristo vive en mi” parecieran ser conceptos de otra época, impracticables para el día de hoy.

Con una Iglesia inmersa en semejante decadencia espiritual no es ningún misterio darse cuenta de la carencia actual de falta de autoridad que padece. Es como dijo Jesús, “cuando la sal pierde su sabor, solo sirve para ser pisoteada por los hombres” (Mateo 5:13).

Cuando la Iglesia pierde su posición de autoridad espiritual, la cual se fundamenta en la santidad, el temor reverente a Dios y la obediencia absoluta, con la ayuda del Espíritu Santo, no es sorpresa ser la burla y el menosprecio de la sociedad. Sigilosamente el enemigo ha hecho callar a la Iglesia para que no se predique el Evangelio ni el reino de Dios avance.

La pérdida del fuego de Dios ha hecho que seamos “evangélicos que no predican el Evangelio”. ¿Acaso no suena como una contradicción? Habiendo sido encomendados para ser voceros, vivimos acallados y enmudecidos.

Cuando leemos en el libro de los Hechos vemos que la gente respetaba a la Iglesia por su autoridad espiritual y nadie quería estar en contra de ellos. La palabra y mensaje de la Iglesia era respetada. La Iglesia no era respetada por ser una organización grande o famosa a nivel edilicio o administrativo. Era respetada porque se sabía que entre ellos estaba el Todopoderoso Señor moviéndose con poder y lo que ellos decían y proclamaban era lo que Dios decía. El respeto exterior de la gente era debido a que ellos sabían que la gente de la Iglesia vivía del lado de un Dios vivo y sobrenatural.

En Hechos 3:43 leemos “y sobrevino temor a toda persona…” y en el v.47 dice “teniendo el favor con todo el pueblo”; en 5:13 dice: “… ninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente”. ¡Los inconversos sabían que el que se metía contra algún cristiano sabía que se iba a meter en problemas porque Dios lo defendería con Su poder y ellos serían avergonzados y vencidos! ¿Puede entender lo que significa la autoridad de Cristo en la Iglesia?

Hoy lamentablemente vemos casi todo lo contrario a esto: La gente se burla de nuestro sistema religioso, ofende y se mofa descaradamente y nosotros, pasivos, dejamos que el enemigo nos avergüence. Con nuestra clase de vida “light” le estamos demostrando al mundo que es lo mismo vivir con o sin Cristo, que no es tan importante vivir comprometido con Cristo. Después nos quejamos del crecimiento de las sectas más raras y variadas que parecieran ganar adeptos que no tienen problemas en defender su creencia y engañar a todo el mundo con sus mentiras religiosas.

¿Puede entender lo que estoy enfatizando? ¡Necesitamos una restauración del fuego de Dios en los púlpitos y las bancas de la iglesia! Cuando eso suceda no nos callaremos más y la contundencia del poder será tan grande que el enemigo será pisoteado y veremos a la gente venir a los pies de Cristo arrepentida como nunca antes.

Hoy tenemos muchos cristianos inteligentes, competentes, calificados, cultos y educados pero carentes del fuego de Dios. Son personas dotadas pero no quebrantadas; tienen ética en la vida cotidiana pero no impactan a nadie con su testimonio. Son creyentes que disfrutan su “propia” salvación sin importarles la necesidad de rescatar a otros del infierno para llevarlos al reino de la luz a través de Cristo. No en vano el Apóstol Pablo exhortó a avivar el fuego del don en 2 Timoteo 1:6. Podemos tener el don pero nos falta el fuego ¡Para traer a la gente a los pies de Cristo no basta con tener dones o capacidades, es necesario tener por sobre todo el Fuego divino ardiendo! ¡Para echar fuera a los demonios y cortar toda obra diabólica destructiva en la gente necesitamos del Fuego celestial! ¡Para cortar las maldiciones familiares y generacionales en nuestros países, ciudades, barrios, localidades, necesitamos del Fuego de Dios!

La iglesia necesita en esta hora crucial de la historia, alinearse y posicionarse en la dimensión del fuego de Dios para que el viento demoledor y contundente del Espíritu Santo sople sobre la iglesia y el mundo en que vivimos y veamos la manifestación gloriosa y asombrosa del poder de nuestro Dios Todopoderoso.

La dimensión del fuego de Dios es una dimensión que posiciona a la Iglesia, a nuestras vidas, en una posición de Autoridad y Dominio sobre las fuerzas del mal, para extender el Reino de Dios.

En esta hora vital de la historia es necesario que como Iglesia tomemos una decisión de dejar la pasividad, la liviandad, la apatía, la cobardía. Por eso:

1. Reconozcamos adónde hemos caído y arrepintámonos de nuestra liviandad, apatía y pasividad espiritual. Reconozcamos que estamos viviendo en un estado de “chatura” o decadencia espiritual, muy por debajo de lo que Dios requiere para este tiempo.

2. Reconozcamos y definamos a nuestro estado espiritual decadente como un pecado, que contrista la presencia del Espíritu Santo y apaga el fuego de la santidad de Dios.

3. Humillémonos bajo la poderosa mano correctiva de Dios para que erradique de nuestro ser la tendencia a la decadencia y el letargo espiritual.

4. Renunciemos a nuestra falta de apetito espiritual por la búsqueda de la santidad y la adaptación resignada al conformismo y adormecimiento espiritual. ¡Clamemos al Señor que nos restaure con Su mano redentora!

5. Busquemos desesperadamente Su presencia para que podamos alinearnos y posicionarnos espiritualmente como es necesario para volver a ser una Iglesia de impacto. Desarrollemos una nueva intimidad y comunión con el Espíritu Santo.

6. Grupalmente e individualmente volvamos a leer el libro de Hechos de la Palabra de Dios y clamar desesperadamente, a medida que leamos, para que el fuego de Su presencia nos toque para que podamos actuar con la vehemencia espiritual y contundencia que tuvo la Iglesia Primitiva.

7. Clamar a Dios para que el avive el fuego del don o los dones que tengamos, ¡pues sin el fuego de Dios no podremos convencer ni ganar a nadie para Cristo, y mucho menos pisotear las tinieblas!

8. Clamemos por un despertar evangelístico y por la multiplicación de los ministerios evangelísticos de poder. Evangelismo + señales, prodigios, milagros.

9. ¡Actuemos en el Nombre del Señor en los distintos lugares donde el Señor nos ha colocado, y Dios respaldará nuestra fe, confirmando la Palabra con señales, prodigios y milagros como jamás hemos visto. Veremos las almas venir desesperadas a nuestros lugares de reunión a postrarse arrepentidos ante el Señor! ¡La gran cosecha no será una ilusión sino una realidad!

Si usted luego de leer este artículo siente vergüenza interior y un sentimiento de culpabilidad, pero a la vez se da cuenta que Dios le está impulsando hacia una nueva dimensión espiritual, Le animamos a realizar los pasos que hemos sugerido y decida transformarse en un impartidor de fuego divino para contagiar a otros, a fin de que el mundo pueda ver la clase de Dios al que servimos. Termino con el pasaje de Ezequiel 37:9 cuando el profeta clamó desesperado: “Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla… sopla sobre Tu Iglesia” ¡Amén!

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