NUESTRAS PALABRAS, ¿EDIFICAN O DESTRUYEN?

Recopilado por Ritchie Pugliese

Nuestras palabras tienen la capacidad de cambiar la atmósfera espiritual que nos rodea. ¿Lo sabías?

Para poder ser un canal de bendición con nuestra lengua, con nuestra manera de hablar, debemos primero y principal hacernos un examen para saber si nuestro lenguaje está enfermo o sano, si está limpio o contaminado.

En la Biblia existen seis enfermedades de la lengua o de nuestra forma de hablar. Ellas son:

1. HABLAR DEMASIADO:

Esta clase de enfermedad del lenguaje es tan común que la mayoría de la gente lo acepta como algo normal. La Biblia dice en Proverbios 10:19: “En las muchas palabras no falta pecado; más el que refrena sus labios es prudente.” En otras palabras, si hablamos demasiado corremos el riesgo de decir algo equivocado. No hay otra alternativa. También la Palabra nos advierte aún de no hablar demasiadas palabras cuando nos dirigimos al Señor. Eclesiastés 5:1-2 dice: “Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal. No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.” Muchas veces, como cristianos, decimos algo diferente de lo que vivimos. Cantamos por ejemplo, “Señor, tú eres mi dueño” pero seguimos haciendo nuestra propia voluntad. Le damos a Dios un doble mensaje, y esto no glorifica su nombre. Luego en v.3 dice: “Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de la multitud de las palabras la voz del necio”. Utilizar muchas palabras es la señal de una persona necia. Cuando una persona habla y habla todo el tiempo, está revelando una falta de paz interior en su corazón.

2. PALABRAS OCIOSAS, VANAS:

En Mateo 12:36, Jesús dijo: “Más yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.” Un día tendremos que dar cuenta de todo lo que hemos hablado. Allí se revelará la cantidad de palabras ociosas y vanas que hemos dicho. La exageración es una forma de hablar mal. La Palabra de Dios nos dice en Mateo 5:37; “Pero sea vuestro hablar; sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.”

3. CHISME (Calumnia, difamación):

En el Antiguo Testamento, más precisamente en Levítico 19:16, Dios dejó establecido lo siguiente: “No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová”. La calumnia, la mentira exagerada, el hablar con malicia contra otros, es chisme. Es interesante notar que el título “diablo”, que se le da a satanás en el Nuevo Testamento, significa en el original griego “calumniador, difamador, chismoso, acusador”. Si practicamos el chisme en sus variadas formas, estamos haciendo el trabajo del enemigo. No sólo debemos cuidarnos de no practicar el chisme, sino también no prestar oídos a los chismes que otros nos traen. Las palabras del chismoso vienen cargadas de veneno diabólico. Proverbios 18:8 dice: “Las palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas”; Proverbios 20:19 dice también: “El que anda en chismes descubre el secreto; no te entremetas, pues, con el suelto de lengua”. Como cristianos no debemos hablar ni escuchar chismes, sino debemos hablar siempre con integridad y santidad.

4. MENTIRA:         

En Proverbios 6:16-19 el escritor detalla siete cosas que Dios rechaza o aborrece: “Seis cosas aborrece Jehová, y aún siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos”. En este listado que Dios aborrece, aparece la mentira y tres de ellas están relacionadas con la lengua o lo que hablamos. Proverbios 12:22 dice también: “Los labios mentirosos son abominación a Jehová; pero lo que hacen verdad son su contentamiento”. Cada vez que decimos alguna mentira, a través de nuestros labios fluye algo que viene del mismo diablo. Juan 8:44 dice: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando hablar mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.”

5. LISONJA, ADULACIÓN:

El Salmo 12:1-3 dice lo siguiente: “Salva, oh Jehová, porque se acabaron los piadosos; porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres. Habla mentira cada uno con su prójimo; hablan con labios lisonjeros, y con doblez de corazón. Jehová destruirá todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente.” También, Proverbios 26:28 dice: “La lengua falsa atormenta al que ha lastimado, y la boca lisonjera hace resbalar”; Proverbios 29:5 dice, además: “El hombre que lisonjea a su prójimo, red tiende delante de sus pasos”. Muchas personas pueden acercarse a nosotros diciendo palabras bonitas, con la intención de obtener algo de nosotros, pero esas palabras son carentes de verdad y sinceridad. ¡Cuidado!

6. HABLAR EN FORMA APRESURADA:

Proverbios 29:20 dice: “¿Has visto hombre ligero con sus palabras? Más esperanza hay del necio que de él.” Debemos aprender a medir nuestras palabras para no pecar con nuestra boca. Tenemos el ejemplo de Moisés, guiando al pueblo de Israel por el desierto. Dios le había dicho que hablara a la piedra para que saliera agua, pero él estaba muy enojado con los hijos de Israel y les dijo otra cosa y además golpeó la roca (Ver Números 20:7-12). Este acto de desobediencia, expresado en hablar apresuradamente le costó el privilegio de guiar al pueblo de Israel a la tierra prometida (lea también Salmos 106:32-33).

Este es el tiempo de hacer un diagnóstico con nuestro lenguaje, para saber si estamos hablando palabras que no bendicen. ¡No lo deje para mañana y examínese hoy mismo, pues ahora es el momento de comenzar a hablar de una manera que agrade a Dios!

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