LAS CORRIENTES DEL ESPÍRITU

Por Ritchie Pugliese

Una de las cosas más deseadas por todos aquellos que desean agradar a Dios es aprender a andar en las corrientes del Espíritu de Dios.

Podemos estar activos sirviendo a Dios pero a pesar de todo podemos fallar en movernos eficientemente en lo que respecta a hacer su voluntad y estar en “sintonía” con Él.

Todo creyente que quiera alcanzar madurez debe ejercitarse y aprender a caminar como El Señor camina.

El pasaje de Ezequiel 47 tiene mucho para decirnos sobre este tema. Es un pasaje profundo que nos dará una enseñanza específica para poder andar en las corrientes del Espíritu.

A través de las Escrituras encontramos varios pasajes donde se compara al Espíritu Santo con el agua (Léase entre otros Juan 7:38; 4:10; Isaías 55:1) para expresar la idea de lo que hace el Señor. En el pasaje de Ezequiel 47 también el agua es una figura del Espíritu Santo.

El pasaje comienza diciendo en el v.1 que del Trono de Dios fluía agua hacia fuera y más adelante vemos que todo lo que tocaba el agua, cobraba nueva vida. Luego en el v.6 el Señor le pregunta a Ezequiel: – “¿Haz visto hijo de hombre?” -, y le mostró los distintos niveles de profundidad de las aguas (luego veremos que eso significa) y lo llevó a la ribera del río para que viera lo que sucedía. Entonces en los vv.8-9 leemos: “Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río.”

El Señor le dijo a Ezequiel que las aguas que salían de su trono descenderían al Arabá (que es el Río Jordán) y que entrarían en el mar.

El mar que allí se habla es el Mar Muerto. Este es un mar que no tiene vida para dar, porque recibe agua pero la retiene en vez de verterla o derramarla en otro cauce. Las aguas del Mar Muerto son aguas que debido a su salitre son aguas que no permiten vida. Sus aguas son aguas estancadas que nunca se renuevan.

Es increíble lo que dice el Señor respecto a estas aguas. Él afirma que ellas, cuando sean tocadas por las corrientes que fluyen del trono, se tornarán en aguas vivas y se tornaría en un mar vivo.

Qué lección importante aquí aprendemos: Cuando las corrientes del Río de Dios tocan una vida, producen vida y movimiento y en ella hay bendición. Entonces, podemos con total certeza afirmar que en el Río de Dios hay bendición y aún todo lo que rodea al río es para bendición (v.12). ¡Eso mismo sucederá en nuestras vidas cuando nos dejemos llevar por las corrientes del Espíritu Santo!

El propósito de Dios es que cada uno de sus hijos esté sumergido en su río divino. ¡Él desea darnos más de Su presencia!

Ahora bien, para estar dentro del Río de Dios es necesario que aprendamos a dejar de lado dos actitudes que frenan el obrar del Señor en nuestras vidas. Las encontramos en Isaías 33:21Porque ciertamente allí será Jehová para con nosotros fuerte, lugar de ríos, de arroyos muy anchos, por el cual no andará galera de remos, ni por él pasará gran nave.”

Las dos palabras que nos enseñan qué actitudes debemos dejar son “galera de remos” y “gran nave”. Veamos qué significan cada una de ellas y obtendremos una hermosa lección espiritual:

Galera de remos: Estas eran embarcaciones que funcionaban gracias al esfuerzo humano. En ella había un grupo de esclavos obligados a remar para hacer desplazar a la galera de un lado al otro. El esfuerzo de estos hombres era terrible y muchos morían en las diversas travesías.

En el orden espiritual, la galera de remos representa el esfuerzo humano, que quiere con sus buenas ideas e intenciones meterse en el Río de Dios y avanzar en el. Si queremos realmente andar en las corrientes de Dios, debemos aprender a dejar de lado el esfuerzo humano y negar la carne. En las cosas de Dios, no bastan las buenas intenciones humanas sino en hacer lo que el Señor quiere.

Gran nave: Esta no era una nave común, sino una muy lujosa y adornada, utilizada para trasladar a los reyes.

En el orden espiritual, significa el orgullo y la ostentación. Hay muchos que pensamos que son mejores que los demás, que ya saben suficiente “de las cosas del Espíritu” y de los caminos del Señor. Son personas que siempre saben todo y no necesitan aprender más. Con estas actitudes, contrarias a lo que Dios espera de nosotros sus hijos, se cierran las compuertas que permiten el fluir de las corrientes del Río de Dios y nos hacen insensibles al mover de Dios.

Si en nosotros persisten las actitudes de la “galera de remos” (esfuerzo humano) y la “gran nave” (orgullo y ostentación), ellas nos conducirán al “Mar muerto”, es decir, lejos de las corrientes de Dios.

Tengamos mucho cuidado: No cambiemos la vida que hay en el Río de Dios por las aguas turbias y sin vida del Mar Muerto de nuestra naturaleza carnal. El Río de Dios quiere irrumpir en nuestras vidas para destruir toda nuestra carnalidad y poner en su lugar las actitudes correctas que aceleren el fluir de Dios.

Estoy seguro, que tanto usted como yo deseamos vivir sumergidos cada día en el Río de Dios.

Para que eso sea una hermosa realidad necesitamos eliminar “la galera de remos” y la “gran nave” y poner en su lugar actitudes que facilitan el cauce del Río de Dios en nuestras vidas. Vemos cuáles son:

a) Sensibilidad para seguir el curso del Río de Dios.

Eclesiastés 11:5 “Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.”

La sensibilidad es algo que puede aprenderse, pero no sucede inmediatamente, pero la manera inicial de practicarla es por medio de la meditación de la Palabra de Dios y la ferviente oración. Ellos son dos conductos que ayudan a romper nuestra capa de insensibilidad y hacernos más sensibles para seguir el Río de Dios.

b) Disponibilidad para estar siempre en el Río de Dios.

Lea 2 Crónicas 16:9 “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él.

El Señor utiliza a los que están dispuestos. Muchos tienen otras cosas o prioridades en sus vidas que les impiden presentarse ante Dios y decirle: “Aquí estoy Señor”.

Tener un corazón perfecto para con Dios significa entre otras cosas estar disponibles para Él, y eso implica también:

a. Dejarse guiar para poder diferenciar el Río de Dios de “mi” río. Hay veces que intentamos racionalizar y limitar el poder de Dios y como consecuencia de eso, nos desviamos de su cauce glorioso. Por algo Romanos 8:14 dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.”

Una de las características principales de los hijos sedientos de un Dios vivo es ser guiados por su Santo Espíritu.

b. Dejarse ayudar por el Espíritu Santo para poder permanecer en frescura espiritual y no estancarnos en nuestras debilidades carnales. Romanos 8:26 nos enseña que tenemos un Ayudador poderoso. Con este Gran Ayudador podemos transformar nuestras debilidades en fortalezas.

c. Discernimiento espiritual para evitar ser engañados y meternos en “ríos cenagosos de las tinieblas”. 1 Juan 4:1 dice: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios;…”

Nunca se olvide que así como la voluntad de Dios es que estemos sumergidos en su Río, paralelamente el mismo Diablo intentará engañarnos y confundirnos para llevarnos por otras corrientes. ¡Cuidado!

d. Dejarse ministrar y ser enseñados por otros.

En el Reino de Dios hay dos clases de capacitación: 1) La que recibimos directamente de Dios por medio de su Espíritu Santo y una comunión íntima con Él y 2) La que recibimos de los siervos de Dios (pastores, maestros, etc.). La segunda es la más sencilla pero la primera a veces es más profunda y muchas veces más dolorosa. El propósito de ellas sirve para ayudarnos a crecer y madurar en la fe. Por eso debemos dejarnos ministrar por el Señor y también por los siervos maduros de Dios. 1 Juan 2:27 dice en cuanto a la ministración directa de Dios:”Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.”

Si cultivamos estas actitudes en nuestras vidas, podremos entrar y permanecer en el Río de Dios.

LOS NIVELES DE PROFUNDIDAD DE LAS AGUAS DE EZEQUIEL 47

Explicaremos ahora, lo que significan los niveles de profundidad del agua que salía del Trono de Dios, relatado en Ezequiel 47:

1) El agua hasta los tobillos:

Significa que estoy empezando a meterme en el Río de Dios pero aún puedo salir. Hay muchos que se asustan de entrar en el Río de Dios por comentarios de personas carnales que les dicen – “no seas fanático” – y ante la duda, retiran sus pies de las aguas refrescantes del Espíritu, condenados a vivir una vida religiosa, opaca y sin vida de Dios.

2) El agua hasta las rodillas:

Significa que ya ha vencido los comentarios de los demás y está buscando más del Señor. Las rodillas dan la idea de orar, buscar el rostro de Dios en la intimidad, pero, aun así, todavía se puede retroceder y salir del agua.

3) El agua hasta los lomos (la cintura):

Significa experimentar las primeras “sensaciones” que uno vive, previo al dejarse llevar por la corriente. El agua hasta los lomos ya quiere arrastrarnos y mostrarnos su potencia. De allí en más depende de nosotros si nos dejamos llevar por las aguas o no. El agua hasta los lomos nos da la idea de quebrarnos ante Dios y dejarnos llevar por sus corrientes.

4) El agua que cubre todo el cuerpo:

Aquí ya comenzamos a vivir lo hermoso que es dejarse llevar completamente por las corrientes del Espíritu. Ya no decidimos donde ir ni nos interesa controlar los movimientos de las aguas. Simplemente nos dejamos llevar por ellas. Estas aguas son aguas de rendición absoluta e incondicional. Allí en verdad daremos fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno recibiendo un gran crecimiento espiritual.

¿Nos vamos dando cuenta todo lo que implica estar sumergidos en las corrientes de Dios? ¿Nos estamos concientizando de todo lo que significa estar en las corrientes de Dios?

El Señor está dispuesto a bendecirnos. Solo resta que nos pongamos en la línea que Dios quiere para ingresar a su Río poderoso. ¡Ven sin tardar a Sus corrientes poderosas!

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