LA OMNISUFICIENCIA DE DIOS – El Señor que todo lo llena –

Cuando hablamos sobre los atributos de Dios nos referimos a cualidades o características suyas que nos ayudan a entender cómo es él. Los seres humanos nunca lograremos comprender completamente todo lo que Dios es, pero él ha revelado mucho sobre sí mismo en su Palabra.

Las Sagradas Escrituras enseñan que Dios tiene atributos únicos que demuestran su grandeza. Ellos son:

Santidad

La santidad de Dios habla de su majestad y grandeza, de su pureza y de su perfección moral. En Dios no hay mancha ni pecado. Nadie es santo como el Señor; no hay roca como nuestro Dios. ¡No hay nadie como él!
(1 Samuel 2:2)

Eternidad

Dios no tiene principio ni tendrá fin. Él ha existido por siempre y existirá por toda la eternidad. Este es un concepto difícil de entender para nosotros los seres humanos que contamos todo basados en el tiempo: segundos, minutos, años, estaciones… Pero Dios no está limitado por el tiempo. Desde antes que nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios.(Salmo 90:2); Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén. (1 Timoteo 1:17)

Amor

La Biblia lo dice muy claro para que no nos quede ninguna duda: Dios es amor (1 Juan 4:8). El amor de Dios es el amor más verdadero y puro que jamás podríamos imaginar. Su amor no tiene nada que ver con el amor humano que a veces está lleno de altibajos e incertidumbres. El amor de Dios no se basa en los sentimientos ni en las emociones sino que es acción. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. (Juan 3:16-17). Jesucristo es la expresión mayor y más clara del amor de Dios.

Inmutabilidad

Inmutable quiere decir que no cambia, que no se puede cambiar ni mudar. Dios ha sido, es y siempre será igual… desde la eternidad y por toda la eternidad. Su carácter o la esencia de lo que él es, no cambia: lo que él es hoy, lo ha sido siempre. “Yo, el Señor, no cambio” (Malaquías 3:6a).

Omnipresencia, es decir, Dios está en todos lados a la vez.

“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra.” (Salmos 139:7-10).

 Omnipotencia, es decir, Dios tiene todo poder

“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” (Mateo 28:18)

Omnisciencia, es decir, Dios conoce todas las cosas

“Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios.” (Juan 16:30)

Existe, además, un octavo atributo que tiene nuestro Dios, al cual deseo enfatizar hoy y es: La omnisuficiencia de Dios, o el Señor que todo lo llena.

La palabra “omnisuficiencia” no se encuentra en el diccionario de la RAE, pero si existe en lo que yo llamo el diccionario espiritual divino. Si tuvieramos que definir la palabra diriamos que “es la capacidad que tiene Dios de llenar completamente nuestros vacíos para que estemos saciados, satisfechos, completos y realizados en la vida.”

En la Biblia, Dios se muestra como “llenador de vacíos“. Esto lo vemos demostrado en el comienzo de la creación cuando leemos en Genesis 1:2 que la tierra estaba vacía, y posteriormente sigue diciendo el pasaje que el Espíritu Santo se movia. ¿Para que se movía el Espíritu? Para llenar la tierra.

En Efesios 5:18 tambien vemos a Dios como el llenador cuando dice: “Sed llenos del Espíritu” como una sugerencia divina para no estar vacíos espiritualmente.

Para manifestar su omnisuficiencia, Dios utiliza a su Espíritu Santo, que es el Agente divino que nos sacia.

Existen dos pasajes que nos hablan de la omnisuficiencia del Señor:

Efesios 1:23 dice lo siguiente: “la plenitud de Aquel (el Señor) que todo lo llena en todo” y

Efesios 4:10 “El que descendió (el Señor), es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo”.

La omnisuficiencia de Dios es tan grande, que tiene la capacidad de llenarlo todo, inclusive nuestro vacío interior.

Cuando hablo de vacío interior, no me refiero al vacío que la persona sin Cristo tiene, y que solo él puede llenar, sino a algo que a pesar de ser creyentes puede afectarnos.

Los sinsabores o “vacíos” de la vida

El llamado “vacío interior” se produce en nuestro ser debido a los sinsabores de la vida. A pesar de ser creyentes en Cristo, muchas veces experimentamos sinsabores ocasionados por las luchas, pruebas, dificultades que atravesamos.

Cuando hablamos de sinsabores, nos referimos a aquellas situaciones y experiencias negativas que atravesamos, que si no opera la omnisuficiencia de Dios, nos dejarán un vacío frustrante interior.

Existen diferentes situaciones que producen sinsabores, como ser, la pérdida repentina de un ser querido, una sanidad que no ha llegado; cosas que no han salido de la manera exitosa que esperábamos en los negocios o el ministerio, una relación amorosa que no ha funcionado, un fracaso financiero, ministerial, y tantas otras situaciones que a veces nos toca atravesar en la vida.

Todo ese cúmulo de situaciones negativas producen en nosotros un vacío que conduce a la amargura, frustración e infelicidad.

Una buena noticia

La buena noticia es que en medio de todo lo negativo, Dios tiene siempre una salida. El Señor, por ser Omnisuficiente, quiere llenar nuestros vacíos con su gloriosa presencia para que podamos estar saciados y completos en él.

La presencia de Dios está disponible para llenar tu vacío y darte el contentamiento que necesitas. No sigas viviendo con ese vacío interior. Abre tu corazón y permite que él llene ese vacío específico con su presencia. Cuando eso suceda, el pasaje de Colosenses 2:10 será una realidad en tu vida y se dirá de ti que “… estáis completo(s) en él (Señor).” ¡Serás saciado! ¡Bendito sea su nombre!

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