Recopilado por Ritchie Pugliese
Generalmente cuando en la sociedad se habla de “religión”, se menciona al Cristianismo como una de las tres religiones más importantes, pero ¿sabías que a la luz de las Sagradas Escrituras el cristianismo bíblico y la “religión o religiosidad” se oponen entre sí?
Ver las cosas con ojos espirituales
Cuando comenzamos a ver las cosas con los ojos espirituales, las cosas se ven de “otro color”, es decir, las vemos como Dios las ve y no como la sociedad lo ve. Por eso, prestemos atención a lo que sigue para que podamos con los ojos espirituales de la fe, ver y saber realmente la diferencia que existe entre “lo religioso” y la genuina vida espiritual. El Espíritu Santo nos ayudará a entender que la palabra “religión” es mucho más que un simple término para definir una creencia.
La naturaleza del espíritu religioso
Un espíritu religioso es un demonio que busca sustituir con “actividad religiosa” al poder del Espíritu Santo en la vida del creyente. Su objetivo principal consiste en hacer que entre los miembros de la iglesia haya “…apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella…” (2 Timoteo 3:5).
Es bueno tener siempre presente que el apóstol completa su exhortación con estas palabras: “…a éstos evita” (2 Timoteo 3:5). Como lo identificó nuestro Señor, este espíritu religioso es “…la levadura (hipocresía) de los fariseos y saduceos” (Mateo 16:6) y de la cual Jesús advirtió a sus discípulos que se guardasen.
El espíritu religioso, hace que todo en apariencia pareciera “estar bien”, pero cuando se utiliza el discernimiento de espíritu, uno ve la realidad que es la carencia o ausencia de la presencia viva del Espíritu Santo.
El gran engaño
Una de las características más engañosas del espíritu religioso estriba en que se fundamenta en el celo por Dios. Tenemos la tendencia a pensar que el celo por Dios no puede ser malo, pero eso depende de la causa por la que seamos celosos por Él. Como el apóstol escribió de sus hermanos judíos: “Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia” (Romanos 10:2).
Nadie en el mundo oraba más, ayunaba más, leía las Escrituras más, tenía una mayor esperanza en la venida del Mesías, o tenía más celo por las cosas de Dios que los fariseos –pero fueron los mayores y más grandes oponentes de Dios y de su Mesías cuando vino a la tierra. De hecho, al joven Saulo de Tarso lo motivaba el celo por Dios cuando perseguía a la iglesia.
El Señor tuvo muy pocos problemas con los demonios mientras estuvo en el mundo. Rápidamente se arrodillaban ante Él vencidos y clamaban por su misericordia. Pero la comunidad de conservadores, celosos y religiosos, inmediatamente se convirtió en su mayor enemigo.
Quienes eran los más celosos por la palabra de Dios, crucificaron al Verbo, la Palabra cuando apareció para andar entre ellos. Y hoy pasa exactamente lo mismo.
Todas las sectas y las religiones falsas combinadas no han hecho tanto daño al mover de Dios como la oposición o la infiltración del espíritu religioso dentro de la Iglesia de Jesucristo.
Es posible discernir con facilidad las sectas y las religiones falsas, pero con el espíritu religioso es más complicado. Siempre ha procurado disminuir o desviar todo avivamiento y todo mover del Espíritu de Dios, hasta la fecha, y aun retiene su silla a través de la mayoría de la iglesia visible.
Una manifestación del espíritu religioso consiste en que tomará su asiento en el propio templo de Dios (que es la iglesia), para declararse que él mismo es Dios, y hacer que casi todo el mundo le siga.
Los cimientos del espíritu religioso
Como casi todas las poderosas fortalezas del enemigo, el espíritu religioso levanta su obra sobre dos cimientos básicos –temor y orgullo. El espíritu religioso busca hacer que sirvamos al Señor a fin de obtener su agrado, en lugar de alcanzar ese lugar de conseguir su favor y aprobación por medio de la cruz de Jesucristo.
Por tanto, el espíritu religioso basa su relación con Dios sobre una disciplina y esfuerzo personal, en vez de cimentarla en el sacrificio propiciatorio de Cristo. El motivo para hacer esto puede ser orgullo o temor, o una combinación de ambos.
El orgullo y el temor son dos productos básicos de la caída, y nuestra liberación de ellos, por regla general, es un proceso bastante largo. Esta es la razón para que el mismo Señor le haya dado a Jezabel tiempo para arrepentirse, según se lee en Apocalipsis 2:20-21.
La Jezabel que figura en la Biblia fue la esposa del rey Acab y era una mujer muy religiosa que se había entregado a una religión falsa. El Señor le dio tiempo para el arrepentimiento porque las raíces de este espíritu se entierran con tanta profundidad que hay necesidad de mucho tiempo para arrepentirse a fin de alcanzar la liberación.
Sin embargo, aunque el Señor concedió a Jezabel tiempo para arrepentirse, reprendió a la iglesia de Tiatira por tolerar a esa mujer (Apocalipsis 2:20). Podemos ser pacientes con quienes tienen espíritus religiosos y darles tiempo para que se arrepientan, pero no debemos tolerarles en medio nuestro.
Si a este espíritu no se le confronta con rapidez, hará más daño a la iglesia (como congregación de santos), a nuestros ministerios, a nuestras familias, y a nuestras vidas, que quizá cualquier otro ataque que podamos sufrir.
Cuando un espíritu religioso se fundamenta en el orgullo, se evidencia por el perfeccionismo. El perfeccionista ve todo como blanco o como negro. Esto hace que se caiga en extremos, pues exige que a todos o que a toda enseñanza se juzgue como 100% bien o como 100% mal.
Este es un patrón con el que sólo Jesús podría cumplir y conduce a graves desilusiones cuando nos lo imponemos a nosotros mismos o lo fijamos a los demás. La gracia verdadera, auténtica y genuina, imparte una verdad que nos hace libres y nos muestra el camino para salir de nuestro pecado, o para llegar a niveles más altos de madurez espiritual.
El individuo con un espíritu religioso por lo general puede indicar los problemas con gran seguridad, pero usualmente no ofrece soluciones, a no ser derribar lo que ya se construyó.
Características de creyentes atrapados por un espíritu religioso:
1) La tendencia a ver nuestra misión principal como si fuéramos los llamados a criticar y eliminar lo que nosotros creemos o pensamos que está mal.
Un ministerio de una persona así, producirá más división y rupturas que las obras duraderas que se hayan edificado y que den fruto para el Reino.
2) La incapacidad para recibir una reprensión, sobre todo de aquellos a quienes podemos juzgar como menos espirituales que nosotros mismos.
Pensemos en cómo hemos respondido las últimas veces en que alguien trató de corregirnos.
3) La filosofía de no escuchar a los hombres, “sino solamente a Dios.”
Como Dios habitualmente habla por medio de los seres humanos, esta es una alucinación obvia, y revela un serio orgullo espiritual.
4) La inclinación a ver más lo malo en otras personas, otras iglesias, etc., que en lo que tienen de bueno.
Juan vio a Babilonia desde el valle, pero cuando lo llevaron a un alto monte vio la Nueva Jerusalén. Si sólo vemos a Babilonia, se debe a nuestra perspectiva. Quienes están en un lugar de visión verdadera, pondrán su atención en lo que Dios hace, no en los hombres.
5) Una sensación de culpa abrumadora que jamás se puede medir por los patrones de Dios.
Esta es una de las raíces del espíritu religioso porque hace que basemos nuestra relación con Dios en nuestras acciones y no en la cruz. Jesús ya dio la medida perfecta por nosotros. Él es la obra completa que el Padre busca realizar y cumplir en nuestro interior. La totalidad de nuestra meta en la vida debería ser simplemente permanecer en Él.
6) Creer que se les señaló para que arreglen todo lo demás.
Estas personas se convierten en vigilantes o policías autonombrados en el Reino de Dios. Rara vez se comprometen en la edificación espiritual, pues apenas sirven para mantener a la iglesia en un estado constante de molestia y agitación, y no es raro que causen serias divisiones.
7) Un estilo de liderazgo que es dominante, insolente, e intolerante de las debilidades o fracasos de los demás.
Como dijo el apóstol: “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Santiago 3:17-18).
8) Sentir que estamos más cerca de Dios que los otros o que nuestras vidas y ministerios le son más agradables.
Esto es síntoma del profundo delirio de creer que somos más cercanos a Dios por lo que somos, y no por la obra de nuestro Señor Jesucristo.
9) Orgullo en nuestra madurez espiritual o en nuestra disciplina, sobre todo cuando nos comparamos con los demás.
La madurez espiritual implica crecimiento en Cristo. Cuando comenzamos a compararnos con los otros, es obvio que hemos perdido de vista nuestra meta verdadera: Jesús.
10) Creer que estamos siempre en la “onda” o sintonía de todo cuánto Dios hace.
Esto también incluiría pensar que estamos comprometidos en todo lo más importante que Dios realiza.
11) Una vida de oración mecánica.
Cuando comenzamos a sentir alivio debido a que nuestro tiempo de oración ya se halla cercano a su fin o porque está para terminar la lista de oraciones, deberíamos considerar en forma muy seria nuestra condición. Nunca se ha de experimentar alivio cuando se acaba la charla con el ser a quien se ama.
12) Hacer cosas a fin de ser visto por los hombres.
Este es un síntoma de la idolatría y de temer más a los hombres que a Dios. Su resultado consiste en una religión que busca agradar más a los seres humanos que al Señor.
13) Sentir una repulsión abierta por el emocionalismo.
Cuando una persona se encuentra bajo el dominio del espíritu religioso y encuentra la vida verdadera de Dios, casi siempre le parecerá excesivamente emocional y carnal. La pasión verdadera por Dios produce emociones y es muy demostrativa, como se puede ver en el caso de David cuando llevó el Arca de Dios a Jerusalén.
14) Utilizar el emocionalismo como sustituto de la obra del Espíritu Santo
Aquí se pueden incluir cosas como considerar necesario el llanto y las lamentaciones para evidenciar el arrepentimiento o caer bajo el poder como prueba de haber sido tocado por Dios. Ambas cosas pueden ser evidencias de la obra verdadera del Espíritu Santo; sin embargo, cuando se exigen esas manifestaciones, comenzamos a movernos en otro espíritu.
En el Primer Gran Avivamiento, las reuniones de Jonathan Edwards con frecuencia contaban con algunos de los hombres más rebeldes y más duros que, sin embargo, caían al piso bajo el poder del Espíritu Santo, donde a veces permanecían hasta más de 24 horas. Se levantaban cambiados por completo y tales manifestaciones, en apariencia tan extrañas, eran como combustible para el avivamiento. Con todo, Edwards afirmó creer que los hombres que imitaban las manifestaciones obraban más para acabar con el Gran Avivamiento que los mismos enemigos de la renovación.
15) Mantener registros, inventarios, o marcas de nuestras vidas espirituales. Esto incluye que nos sintamos mejor porque vamos a más reuniones, o leemos más la Biblia, o hacemos más cosas para el Señor, etc.
Todas estas cosas son buenas, pero la medida verdadera de la madurez espiritual consiste en mantenernos más cerca de Dios.
16) Sentirnos estimulados cuando nuestro ministerio parece mejor que otros.
Podríamos incluir aquí sentirnos sin ánimo cuando creemos que los demás van mejor o crecen más que nosotros.
17) Gloriarnos más en lo que Dios ha hecho en el pasado que en el presente.
Dios no cambia. Él es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8). El velo ya se quitó. Podemos acercarnos hoy más a Dios como nadie lo ha hecho antes en el pasado. El espíritu religioso siempre busca que enfoquemos nuestra atención en las obras y establecer comparaciones en lugar de simplemente dejarnos acercar más a Dios.
18) La tendencia a ser suspicaces (tener sospechas) de, o desconfiar de iglesias o mover del Espíritu nuevos, etc.
Este es un síntoma obvio de celos, fruto principal del espíritu religioso, o del orgullo que sostiene que Dios no haría nada nuevo sin hacerlo por medio nuestro. Desde luego, quienes tienen tal mentalidad rara vez son usados por el Señor para el nacimiento de obras nuevas.
19) La tendencia a rechazar manifestaciones espirituales que no entendemos.
Esto es sintomático de orgullo y arrogancia donde se presume que nuestras opiniones son las mismas de Dios. La humildad verdadera nos mantiene enseñables y abiertos en espera paciente para fructificar antes de emitir juicios. El discernimiento verdadero nos capacita para buscar y esperar lo mejor, no lo peor. De ahí porqué se nos exhorta: “Examinadlo todo; retened lo bueno [no lo que es malo] (1 Tesalonicenses 5:21).
20) Una reacción acusadora e intolerante hacia la carnalidad en la iglesia.
La verdad es que probablemente hay mucha más carnalidad en la iglesia y mucho menos del Espíritu Santo, de lo que hasta la persona más crítica jamás haya visto. Es de importancia aprender a discernir entre ellos, ser liberados de nuestra carnalidad y crecer en nuestra sumisión al Espíritu Santo. Pero el individuo crítico querrá aniquilar a quienes aún pueden ser 60% carnales, pero que el año pasado eran 95% y hoy se hallan en la etapa de progreso, en lugar de ayudarlos a lo largo del camino.
21) Una reacción acusadora e intolerante hacia la inmadurez en la iglesia.
Hay cierta cantidad de inmadurez que el Señor tolera. Un niño de dos años es inmaduro si se le compara con uno de nueve, pero eso está bien. De hecho, puede ser hasta muy maduro para sus dos años. El espíritu religioso idealista sólo ve la inmadurez, sin considerar otros factores importantes.
22) Pensar que la aprobación de Dios sobre su vida o ministerio dependen de las manifestaciones extraordinarias.
Esta es apenas otra forma de mantener un registro para compararnos con los demás. Jesús hizo algunos de sus milagros más grandes, como andar sobre el agua, para que los vieran sólo unos cuantos. Hacía sus obras para glorificar al Padre, no para glorificarse Él. Quienes utilizan la evidencia de los prodigios y señales para testificar y construir sus propios ministerios y famas, se han apartado seriamente de la senda de la vida.
23) La incapacidad para unirse a algo que no se considera como perfecto o casi perfecto.
El Señor se unió e incluso dio su vida por toda la raza humana caída. Tal debe ser la naturaleza de quienes permanezcan en Él.
24) Llegar a ser extremadamente paranoide (temeroso) del espíritu religioso.
No es posible que nos liberamos de algo por temerlo, sino por vencerlo mediante la fe en Jesucristo.
25) La tendencia a no exaltar, ni glorificar, a Jesucristo y a su obra expiatoria en la cruz del calvario
Si edificamos nuestras vidas, ministerios o iglesias sin entender lo que Jesucristo hizo en la cruz del calvario, estamos en peligro.
¡Vivamos una vida cristiana llena del Espíritu Santo y libre de toda religiosidad!
Probablemente todos estamos sujetos a ser afectados por el espíritu religioso, por lo menos en cierto grado. El apóstol Pablo nos exhorta: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe…” (2 Corintios 13:5). Primero, no dice examine a su vecino o examine a su pastor sino “…a vosotros mismos…” Si usamos esto para medir a otros, puede ser un síntoma de tener problemas serios.
Pasos prácticos para vivir la vida cristiana sin religiosidad:
Si luego de leer los puntos arriba mencionados, usted detecta que su estilo de vida cristiana se asemeja a uno, dos o más puntos:
1. Reconozca ante Dios que hay en su manera de ver y practicar la vida cristiana indicios de religiosidad. Reconozca esto como una barrera/pecado para la vida cristiana abundante y victoriosa.
2. Reconozca ante Dios que la religiosidad le he impedido vivir una vida llena del Espíritu Santo.
3. Clame en su interior a Dios para que el Espíritu Santo irrumpa sobre su vida eliminando todo influencia religiosa. ¡Sea libre de todo espíritu religioso!
4. Aplique los principios bíblicos para la vida abundante, llena del Espíritu Santo. Desarrolle una nueva intimidad con el Señor y una comunión genuina con la persona del Espíritu Santo.
5. Siga el consejo de Efesios 5:18 de ser continuamente lleno del Espíritu Santo.