Por Ritchie Pugliese
Mucho se ha dicho acerca del liderazgo en la Iglesia, pero nunca está de más refrescar conceptos que aparecen en la palabra de Dios, porque ellos son la vara para medir al liderazgo genuino espiritual.
Para hablar con fundamentos lo primero que necesitamos establecer son las diferencias que existen entre el liderazgo espiritual y lo que se conoce como liderazgo “natural” o secular.
Llamamos “liderazgo espiritual” al que se desarrolla en el ámbito de la Iglesia para Dios (nuestro servicio o ministerio en posiciones de responsabilidad). Liderazgo natural es aquél que se desarrolla en el ámbito secular-empresarial, fuera del ámbito de la Iglesia.
En ambos sectores el liderazgo puede parecer similar pero en realidad, a la luz de la Palabra de Dios, son diametralmente opuestos.
El liderazgo espiritual tiene ciertos límites al compararlo con el natural o secular. Por ejemplo: El líder de una compañía o negocio puede ser una persona promiscua, infiel a su esposa y ejercer su posición sin problemas y sin que nadie lo remueva de su lugar. En el liderazgo espiritual la integridad, honestidad, pureza y santidad son uno de los principales requisitos para ejercer y continuar en una posición de liderazgo.
En la Iglesia, el liderazgo necesita ser buscador y promotor de los intereses de Dios, santo y prudente en su ejercicio como autoridad delegada de Dios. Intentar hacer otra cosa significa rebajar la norma y parámetros que Dios ha estipulado en su palabra.
El problema que enfrentamos en el liderazgo de la Iglesia hoy es que existe en ciertos lugares una mezcla entre el liderazgo espiritual y el “natural” o secular. Como alguien dijo: “la mezcla de lo bueno con lo malo produce confusión”.
Existe mucha confusión en la Iglesia hoy con el tema del liderazgo debido a que tenemos diversos “modelos de liderazgo” que se oponen totalmente o parcialmente al que Dios requiere en su palabra. Hasta hemos pensado que esos son los “modelos” adecuados de lo que debería ser el liderazgo espiritual.
Por eso es conveniente volver a la Palabra de Dios en busca de lo genuino y esencial.
Antes de profundizar sobre el tema, creo conveniente analizar lo que se ve hoy en algunos sectores de la Iglesia, y se considera “liderazgo espiritual”. Luego de más de cuarenta años de estar en contacto con líderes de varios países, mayormente latinos, he notado características que afloran y hasta se las considera parte del “liderazgo espiritual”.
Detallaré a continuación algunas características de lo que se considera “liderazgo espiritual” en la Iglesia hoy, pero que en realidad no tienen nada que ver con un genuino liderazgo espiritual:
Aclaración: Menciono estas “características” no con la idea de juzgar ni señalar a nadie, ya que cada uno debe rendirle cuentas a Dios, el Juez justo, sino para llegar a entender lo que Dios quiere:
1. El ministerio egoísta-unipersonal-caudillesco
Esta clase de liderazgo es aquél en el que la persona que lidera es similar al hombre orquesta que todo lo hace y dirige. Es el que, por ejemplo, siempre predica en las reuniones generales y tiene la última palabra en todo lo referido a decisiones de cualquier orden. Este tipo de liderazgo jamás delega. Tiene una visión egoísta y cuando este fallece, el ministerio decae o desaparece. Se hace llamar “pastor principal” o directamente es el único pastor de la congregación.
Según el diccionario de la RAE un caudillo es un jefe absoluto. Este tipo de liderazgo es similar al liderazgo político de los países latinoamericanos y del Caribe, donde se pretende dominar desde una posición de poder. Esta clase de líder se considera a sí mismo absoluto e inamovible en su posición. Generalmente son personas de carácter tosco, recio y de “mano dura”, donde se obliga a que todos obedezcan sin murmuraciones. Es un liderazgo opresivo. Solo dejan su posición al morir y sin dejar a ningún heredero.
2. Búsqueda por ser el mejor y el más popular
La carrera despiadada por ser considerado el más ungido, más popular y el mejor es una constante entre el liderazgo en la Iglesia hoy. La carrera ministerial más se parece a la búsqueda de posición, fama y poder que cumplir una misión espiritual. Por cierto ningún ministro diría que “busca” todo eso pero con su estilo y forma de liderar lo demuestran.
3. Competencia con otros colegas ministeriales
Una cosa es ser un líder competente y otra ser un competidor. El liderazgo competidor no considera a los demás ministros como compañeros de batalla ni iguales, sino como contrincantes o adversarios contra su ministerio. Este tipo de liderazgo pelea contra “sangre y carne” (los demás ministros).
4. Son predicadores de “la gloria del segundo lugar”
Este tipo de liderazgo pregona “la gloria del segundo lugar” para crear en forma indirecta en su ambiente de influencia el siguiente patrón: – Les recuerdo que yo soy el primero únicamente y que todos ustedes siempre estarán debajo de mí –. Esta clase de ministerio establece límites para que el líder no sea invadido y siga siempre ocupando el primer lugar.
5. Énfasis en la imagen, fachada exterior
La promoción “marketinera” desenfrenada al mejor estilo Hollywood ha penetrado en ciertos sectores de la Iglesia. Este sistema “marketinero” hace su trabajo basado en la imagen del líder para presentarlo como un ganador, triunfador. Por eso vemos como la imagen y figura de estos líderes aparecen en las tapas de libros, propagandas, en los stands de conferencias ¡y aún en grandes carteles en las paredes de los atrios de las iglesias! Esta clase de líder solo desea ser conocido por las “luces” de su unción o ministerio pero no permiten ser conocidos como personas comunes.
6. Seducidos por el materialismo y amor por el dinero
Esta característica es una de las que más daño ha hecho al Reino de Dios y escandalizado a muchos. Este tipo de liderazgo a pesar de predicar sobre las virtudes espirituales y la gloria del cielo venidero, su estilo de vida ostentoso y materialista contradice lo que predica. Detrás de la máscara religiosa hay una avidez por el dinero y una sagacidad para convencer a la gente a dar. Esto produce por cierto un gran rechazo entre la gente, aunque a pesar de eso muchos los siguen. Esta clase de liderazgo prospera y prospera, pero sus feligreses empobrecen. Estos ministerios parecen más “centros de recolección de dinero” que un santuario espiritual.
7. Actitud orgullosa y arrogante, especialmente si sus ministerios son crecientes y exitosos
Este tipo de característica se nota mayormente entre aquellos que tienen “grandes” ministerios o son figuras famosas en la Iglesia. El orgullo y la arrogancia que manifiestan tienen un abanico de expresiones, como ser: Son distantes y no hablan con nadie, y tienen siempre gente que los sirvan. Caminan rodeados de guardias o guardaespaldas por todos lados o tienen personas que les llevan desde el desayuno a la oficina hasta el maletín y la Biblia cuando predican. Ellos pretenden ser “reyes” servidos por súbditos.
Con gran dolor debemos decir que nuestros días se ven afectados por este tipo de liderazgo en muchos sectores de la Iglesia… ¡pero gloria a Dios que existe otro tipo de liderazgo del cual vamos a hablar a continuación y de los cuales tenemos muchos ejemplos hoy!
Este “otro tipo de liderazgo” en realidad es el que agrada a Dios y espera de sus siervos, sus ministros.
Características del genuino liderazgo espiritual
La primera verdad para entender el genuino liderazgo espiritual es que en el Reino de Dios no debería haber líderes sino siervos. Observemos las palabras de Jesús en el siguiente pasaje de Mateo 20:25-27:“Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Más entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo;”
Jesús aquí está poniendo los fundamentos de lo que significa servir a Dios y ser un representante del Reino en los puestos de autoridad.
En el v. 25 detalla las características del liderazgo fuera de la iglesia y en el v.26 dice contundentemente que “entre vosotros no será así”. Aquí Jesús pone una barrera divisoria entre lo que es ser una autoridad espiritual y tener un liderazgo que puede ser “religioso” pero es natural en esencia.
Luego menciona dos palabras que serían las virtudes de aquellos que anhelan u ocupan una posición de responsabilidad en el Reino de Dios: servidor y siervo.
No hace falta tener demasiada inteligencia para entender que un servidor y un siervo no son precisamente aquellos están en los primeros lugares sino más bien detrás de las bambalinas ayudando y colaborando. Estas dos virtudes deberían caracterizar a todos aquellos que tienen responsabilidades y ocupan puestos de autoridad espiritual en la Casa de Dios.
Por los modelos de liderazgo “moderno” que vemos desplegados en la iglesia hoy, esto podría considerarse como el lado opuesto, pero así es: Dios ha decidido que los que presiden deben ser servidores y siervos.
El problema es que para la mentalidad no renovada por el Espíritu, tener actitud de siervo significa:
1) dar una imagen de ser un “pobrecito” o persona débil, y que eso lo descalifica para ejercer en alguna posición de autoridad;
2) permitir o dar lugar para que los demás se aprovechen por su debilidad y lo dominen.
Para la mente renovada por el Espíritu, ocupar una posición en la delantera espiritual implica presidir y dirigir con actitud de siervo, sirviendo a los demás.
La pregunta que surge es: ¿Dónde se encuentran personas así en el liderazgo de la Iglesia hoy?
En realidad la respuesta poco importa, pero lo más importantes es que si nosotros ocupamos en el Reino de Dios alguna posición de gobierno y responsabilidad debemos trabajar en nuestras vidas para ser esa clase de siervos y servir a los demás.
Así que en la matemática del Espíritu la suma de ser siervo de Dios + servir a los demás es igual (=) a tener un ministerio fructífero espiritual. Tener un ministerio espiritual, entonces, implica ser siervo y servir a los demás.
Decidir ser siervo y servir a los demás es una decisión interior que deberíamos tomar antes de ocupar o darle la posibilidad a alguien de ocupar una posición de responsabilidad en el Reino de Dios. Si nuestra búsqueda es pretender “liderar” pero no ser siervos ni servir, espiritualmente hablando no somos hombres y mujeres conformes al corazón de Dios ni calificamos mínimamente para ser considerados hombres o mujeres de autoridad espiritual.
Es tiempo que la Iglesia produzca una abundancia de hombres y mujeres que en las posiciones de autoridad y gobierno sean siervos y servidores; es tiempo que esta clase de personas sean promovidas para ocupar los lugares donde están aquellos con actitudes e intereses completamente diferentes. Es tiempo de posicionar en lugares de gobierno espiritual a aquellos que genuinamente han desarrollado una actitud de siervos y desean servir a los demás.
¿No cree que ya es tiempo que la Iglesia se caracterice por tener personas en lugares de autoridad que sean siervos y sirvan a los demás como Jesús hizo? Quizás no podamos cambiar a los que están a nuestro alrededor pero si podemos hacerlo nosotros, rindiéndonos al Espíritu Santo para que produzca en nosotros la expresión práctica y visible de lo que es un verdadero y genuino liderazgo espiritual.