Recopilado y ampliado por Ritchie Pugliese
Cuando hablamos de la práctica de la vida devocional debemos darnos cuenta que invertir un tiempo con el Señor no significa hacerlo en forma mística o ritual. Ellos no deben hacerse en forma tan rígida que se transformen en una fría costumbre. La idea tampoco es que sean algo misteriosamente románticos, aunque la intimidad en nuestra relación con Cristo nos puede llevar a tener una experiencia parecida.
Los tiempos privados que le dedicamos al Señor son personales y ellos implican venir de una forma directa y abierta, humillándonos delante de su trono en adoración, cantándole y presentándole todo nuestro ser a nuestro Creador.
La práctica de la vida devocional es un ejercicio espiritual, no solo algo intelectual. Esto no significa negar nuestra capacidad de razonamiento o la manera de pensar sino que es esencialmente una relación de uno (el creyente) al otro (el Señor) en el Espíritu de Dios.
La búsqueda del caminar devocional con Jesús requiere que te abras a la búsqueda del Espíritu Santo, te conmuevas y avances con todo tu ser – espíritu, alma y cuerpo.
Antes de que comiences a practicar los devocionales diarios, necesitas aprender a venir a los pies de Jesús como lo vemos registrado en Lucas 10:38-42 “Aconteció que yendo de camino, entro en una aldea, y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, Dijo: Señor ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”
La frase “solo una cosa es necesaria” indica la prioridad de estar con Jesús, personalmente y devocionalmente. La frase “a los pies de Jesús” muestra el lugar exacto adonde debería llevar mi devocional.
Al reflexionar de nuevo sobre el pasaje, estuve meditando sobre lo que significa que alguien venga a los pies de otra persona. Tal posición indica humildad, disposición a ser enseñado, respeto. Tal compromiso a humillarse a uno mismo no requiere o implica la negación de la personalidad; aunque ser humilde signifique renunciar a la propia identidad.
La verdadera humildad delante de Dios nos guiara a la realización de nuestra verdadera identidad en Cristo, y a renunciar a las identidades sustitutas que a veces cultivamos. Aunque no tengamos la intención, las máscaras, fachada son fácilmente manifestadas en todos nosotros. Son ciertos hábitos o estilos de vidas que nos impiden reflejar la verdadera persona que Dios quiere que seamos.
Nuestra verdadera personalidad solo puede ser encontrada cuando venimos a los pies de Jesús. A los pies del Señor somos realmente lo que somos.
En las Sagradas Escrituras se detallan varios episodios de personas que venían a los pies de Jesús. Existen siete grandes bendiciones que solo pueden ser encontradas “a los pies de Jesús”. ¡Necesitamos cada una de estas bendiciones!
Veamos cuáles son:
1. A los pies de Jesús encontramos descubrimiento y dirección
“Viendo Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador Por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él. Y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.”(Lucas 5:8-11)
Las palabras de Pedro “apártate de mí… porque soy hombre pecador” no fueron habladas por una nueva alma arrepentida. Pedro había reconocido a Jesús como el Mesías antes de que esto suceda (vea Juan 1). Pero aquí, cuando “cayó de rodillas ante Jesús”, al ver el milagro, él estuvo grandemente consciente de su necesidad de una profunda santidad.
En respuesta al hambre por más de Dios, Cristo le dio una nueva dirección: “¡Desde ahora pescarás hombres, trayéndolos a mis pies!
El gran principio enfatizado en este pasaje es que el secreto de descubrir el significado y propósito de tu vida comienza con Jesús. Cuando reconocemos quien es Él, reconocemos cuánto le necesitamos, lo cual nos lleva a reconocer que Él nos creó para ser y hacer.
2. A los pies de Jesús encontramos sanidad y recuperación personal
“Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero, sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él. Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos” (Lucas 5:12-14)
Por la simple acción de caer sobre su rostro delante de Jesús, el leproso nos habla elocuentemente a nosotros. En su acercamiento al Señor, él simboliza en efecto la más grande aflicción de la humanidad, nuestra leprosa esclavitud a la soberbia, basada en nuestros propios méritos, que no es solucionada por un diagnóstico y tratamiento médico. Así que el leproso cayó delante del Señor Jesús, indicando no solo su profundo deseo de ser sanado sino también demostrando la manera de tratar con todos nuestros pecados: echándolos fuera y rechazándolos completamente.
Cuando caemos delante de Jesús, humildemente y honestamente, podemos ver nuestra propia “lepra” sanada. La lepra, es una figura del pecado en nuestra naturaleza humana. Y la sanidad del hombre leproso, a quien Jesús respondió tan gentilmente nos enseña una lección a cada uno de nosotros que venimos a sus pies: No hay nada – debilidades personales, insuficiencia, fallas, pecados -, a los cuales Cristo no pueda limpiar y liberarnos. ¡Él está deseoso! El simplemente espera por nosotros para que cesemos de intentar salvar nuestra apariencia y le busquemos.
3. A los pies de Jesús ofrecemos una adoración agradecida
“Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos, y besaba sus pies, y los ungía con el perfume” (Lucas 7:36-38)
Pocos eventos en las Escrituras demuestran ternura como lo hace este pasaje. Una mujer que es despreciada por los religiosos, porque era una mujer con un pasado pecaminoso, viene en humildad a la mesa donde Jesús estaba cenando con aquellos que la condenaban. Ella le mostró a Jesús un incontenible acto de devoción, sin calcular el costo de lo que hacía a los pies de Jesús. ¡Ella simplemente no parecía preocuparse de lo que pensaran los demás acerca del amor que tenía por Jesús! (Lea vv. 39-50)
Hay algo aquí para que todos nosotros podamos aprender: Viniendo a los pies de Jesús en oración privada afectará como vivimos nuestras vidas públicamente. La verdadera adoración a sus pies producirá nuevos valores en nuestras vidas, y llegaremos a estar más interesados en la voluntad de Dios que en lo que la gente quiere.
De la misma manera como la mujer, con un profundo agradecimiento debido al gran perdón que había recibido, demostró su abierta adoración al Señor; así nuestro ser al estar a los pies de Jesús tiene la manera de aumentar nuestra perspectiva de la grandeza de nuestra salvación.
Un saludable punto de vista de la Gracia de Dios en nuestras vidas incrementara nuestro interés en mostrar nuestro amor por Él, sin importar el costo, aun cuando otros estén mirando.
4. A los pies de Jesús encontramos liberación y una vida disciplinada
“Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea. Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros. Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes. (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos). Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él. Y le rogaban que no los mandase ir al abismo. Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso. Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó, Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos. Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo.” (Lucas 8:26-35).
El milagro de liberación que Jesús hizo con el endemoniado gadareno fue tan dramático, que puede parecer sin un punto de comparación para nuestras vidas. Las horrorosas e infernales obras de los poderes ocultos del enemigo están atormentando a las multitudes aun hoy pero la liberación esta disponibles para aquellos que “se postran a sus pies”
El demoníaco primer encuentro a los pies de Jesús trajo liberación, y libertad de cualquier opresión o esclavitud podemos encontrarla delante del Señor. Sin embargo, una igualmente e instructiva característica de esta historia es encontrada por segunda vez cuando vemos al hombre a los pies de Jesús. Ahora liberado, se encuentra a los pies de Jesús y permaneciendo allí (v.35). “vestido y en su cabal juicio”nos muestra la manera de vivir en un nuevo sendero de libertad en Cristo. La liberación ganada en un momento se asegura por mantener un nuevo estilo de vida.
Los Gálatas estaban instruidos en esto: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1)
En la misma manera, nosotros que hemos venido a Jesús necesitamos aprender no solo la dinámica de la liberación, sino también la disciplina de vivir en esa libertad. La continua libertad en la vida está sustentada por estar con Jesús… a sus pies.
5. A los pies de Jesús hay Intercesión y bendición para la familia
“Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban. Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa; porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía” (Lucas 8:40-42)
El desesperado pedido de Jairo para que Jesús fuese a su casa y sanase a su hija moribunda es comparable a la misma emoción que siente cada persona por su propia familia. Jairo hizo una súplica “a los pies de Jesús” y el Salvador inmediatamente respondió.
Lucas 8:49-56 relata el final feliz de la historia – un final que por el Espíritu Santo todos deberíamos entender como algo más que una simple historia. Este episodio es una profecía para cada padre, cada hijo, cada familiar. Este es un evento que demuestra esta promesa: Dios respondiendo las oraciones de la gente que viene a los pies de Jesús a interceder por sus familiares.
Humanamente hablando, las circunstancias de la hija de Jairo no eran en vano. Entonces, así como Jairo vino con una fe simple, nosotros debemos hacer lo mismo. ¡No hay situación demasiado extrema, ni síndrome de muerte tan pronunciado que Jesús no pueda manejar! Ven a sus pies diariamente, creyendo que su poder salvador penetrará en toda tu familia.
6. A los pies de Jesús hay victoria
“Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo porqué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz” (Lucas 8: 43-48)
¿Cuánta gente vive durante su vida con fastidio, desgaste, por los problemas que vienen como una plaga? Muchos amados hijos del Padre están privados de una vida de completo gozo y de los más ricos destinos de Dios debido las situaciones difíciles que tienen que vivir.
La mujer que empujaba en medio de la concurrencia estaba con algo parecido. ¡Pero mira esto! Ella se arriesgó a ser pisoteada por la multitud para venir a los pies de Jesús y tocar el borde de su manto. Los doce años de enfermedad la habían dejado débil, sin un centavo y afligida, pero ella se negó a vivir lejos de Jesús.
¡Y allí, a sus pies fue sanada! Esta clase de sanidad nos enseña una lección y una promesa. La lección es que no importa cuánto tiempo de desesperanza o dificultad haya pasado– no importa cuánto esfuerzo humano se haya hecho para resolverlo – tu puedes traerlo a los pies de Jesús. Y la promesa es que el poder de Jesús está fluyendo, dondequiera y cada vez que la gente le busque y le toque. Él es el que todavía llega a nuestras necesidades más profundas (vea Hebreos 4:15), así que no vaciles en alcanzarlo y expresarle todas tus necesidades.
7. A los pies de Jesús tenemos un encuentro con un Dios vivo
“Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él tomó, y comió delante de ellos.” (Lucas 24:36-43)
En medio del pánico, en el aposento alto, Jesús vino a encontrarse con sus discípulos la tarde siguiente a su resurrección. Su acercamiento muestra la paciencia que Jesús tuvo con los temores de ellos, pero también muestra como el expresó la realidad de su victoria: Él los invito a que examinasen sus heridas que ahora estaban completa y milagrosamente sanadas. “Palpad”, Él dijo, impulsándoles a tener compañerismo por tocar sus manos y a adorarle por venir a sus pies. Cuando hicieron eso, la realidad de su triunfo fue verificado a ellos. Ellos tocaron la evidencia palpable de un Salvador resucitado y victorioso.
Tomás, quien más tarde oyó lo que había sucedido durante su ausencia, insistió para verificar lo mismo y quedó bien satisfecho (vea Juan 20:24-29). Los testigos de la resurrección de Cristo no eran tontos maniquíes sino testigos oculares inteligentes del más grande milagro y del hecho más seguro de la historia de la humanidad.
Pero el más grande factor de este milagro es la confirmación que nos trae a nosotros hoy:“Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19)
Lo que hemos visto nos enseña que si nosotros venimos a sus pies, el Espíritu Santo hará que la gloriosa realidad de su victoriosa resurrección nos provea fe y aliento para seguir hacia adelante. ¡Vale la pena venir a los pies de Jesús! ¿Por qué no intentarlo hoy?