Por Ritchie Pugliese
La intimidad con Dios comienza cuando decidimos buscarlo con todo nuestro corazón. El rey David escribió: “Cuando dijiste: ”Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová;” (Salmos 27: 8). Dios nos invita en Santiago 4: 8 a “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.” y nos anima a que nos “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”(Hebreos 4:16) para tener comunión íntima con él a través de la persona del Espíritu Santo (2 Corintios 13:14).
Dios nos está diciendo: “¡Busca mi rostro! ¡Acércate!” Nuestros corazones claman, “¡SÍ!” Pero nuestra carne grita “¡NO!” La parte triste es que nuestra carne generalmente gana y nos perdemos gran bendición.
Existen muchos cristianos que tienen inconvenientes o directamente no saben cómo entrar en la presencia de Dios para tener intimidad con él porque no han aprendido algunas claves importantes para tener en cuenta, que vamos a compartir hoy.
En el Salmo 46:10 se nos exhorta a,“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. La frase “estad quietos”literalmente significa “dejar de esforzarse.” Significa dejar ir, relajarse, bajar el volumen del mundo para escuchar el susurro silencioso de Dios. Es estar quieto y entrar en un lugar de descanso. Significa sumergirse en su presencia. El resultado es– conocerás que Él es Dios.
La palabra “conocer” es literalmente un conocimiento experiencial de Dios, no teórico. No es estar quieto y saber acerca de Dios. Es estar quieto y conocer a Dios por experiencia propia que nuestro Dios es real, vivo y activo. ¡Es experimentar a Dios! ¡Conocer la Presencia de Dios!
Al enfocar nuestro espíritu, alma, mente y cuerpo (todo nuestro ser) en el Señor, nos volvemos ajenos al mundo natural o físico que nos rodea.
La clave es dónde nos enfoquemos: en las cosas de Dios o en las cosas que nos distraen de este mundo.
La lectura de la Biblia y la oración son importantes pero no son suficientes para tener intimidad con el Señor. Debemos invertir, además, un tiempo a solas y de quietud con Él, no pidiéndole nada sino solo anhelar más de Él, más de Su plenitud, más de Su presencia en nuestras vidas.
Si logramos alcanzar este punto de intimidad con el Señor, cuando salgamos a enfrentar la vida diaria, el caudal de poder se liberará a través nuestro y el resultado natural de Su presencia será caminar en una atmósfera de milagros y en el fluir sobrenatural del Espíritu Santo.
Cómo sumergirnos en la presencia de Dios
¿Cómo nos “empapamos”, por así decirlo, o nos sumergimos en la presencia de Dios? Tomemos por un instante el ejemplo de una esponja. La idea es empaparnos como si fuéramos una esponja. Cuando uno coloca una esponja seca en un recipiente con agua, poco a poco el agua impregnará la esponja hasta mojarla completamente Ahora la esponja está impregnada del agua. Esto es lo mismo que sumergirse en la presencia de Dios. Mientras más nos empapemos, más nos llenaremos de Su Espíritu.
Sugerencias prácticas para “sumergirnos” en la presencia de Dios
¿Qué hacer en el tiempo que nos “sumergimos” en Su presencia?
Primero, busca un lugar privado a solas, puede ser una habitación, cierra la puerta y puedes ponerte de rodillas, postrarte delante del Señor. No importa si te sientas o te acuestas. Lo más importante es la actitud de tu corazón de querer buscar al Señor.
Segundo, permite que el Espíritu Santo te recuerde aquellas cosas en las cuales necesitas arrepentirte. Confiésalas específicamente y recibe el perdón de Dios. Permite que la sangre de Cristo te limpie de todo pecado y maldad (1 Juan 1:9) y recuerda que ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1).
Tercero, Puedes comenzar a adorar al Señor en tu lengua materna (español) y en el lenguaje del Espíritu Santo (hablar en lenguas). Para eso puedes poner música de adoración si lo deseas.
Cuarto; consagra todo tu ser al Señor de acuerdo a Romanos 6:13: “… presentaos a Dios como vivo de entre los muertos, y vuestros miembros como instrumentos de justicia para Dios”.
Quinto, mientras sigues buscando de Dios, comienza a recordar experiencias que has tenido con el Señor (es decir, sanidades, milagros, provisión) donde Él se haya manifestado de manera maravillosa. Esto te dará mayor conciencia de Su presencia mientras revives estos tiempos y tu fe y admiración por el Señor aumentará.
Luego le puedes decir al Señor: “Dios, quiero más de Ti, más de Tu Presencia, más de Tu plenitud en mi vida. Lléname con más de Ti”. Puedo repetir esta declaración muchas veces mientras espero al Señor y me concentro en él adorándole.
En este punto ya no es necesario decir nada y es entonces cuando puede empezar a escuchar su voz o simplemente experimentar su presencia hermosa y silenciosa.
La clave aquí es aprender a esperar en silencio y quietud. Es de mucha importancia esperar en el Señor hasta que experimentemos su Presencia manifiesta. Allí experimentarás verdadera paz interior, como si Dios te abrazara, y una sensación de satisfacción total que solo Dios puede dar.
Experimentar la verdadera presencia íntima del Dios viviente cambiará radicalmente tu vida. Muchos describen la Presencia manifiesta de Dios de diferentes maneras. Algunos experimentan un calor, electricidad o temblores. Para otros, es una sensación de sentirse como “más livianos” (sin las cargas de las preocupaciones), otros experimentar una paz profunda o llanto gozoso. Lo más importante no es sentir sino experimentar la presencia de Dios en el Espíritu.
Durante nuestro tiempo de búsqueda de Dios y sumergirnos en su presencia nos posicionamos espiritualmente también para recibir alguna palabra, un mensaje, un susurro de su voz que nos ministre en lo profundo de nuestro ser, “un toque”, imágenes, visitas angélicas y revelaciones sobrenaturales. Aquí hay una lista parcial de lo que se puede esperar cuando buscamos al Señor:
Sueños (Job 33: 14-16, Génesis 28: 10-16)
Visiones (Daniel 7: 1-3,9, Hechos 16: 9-10)
Trances (Hechos 10: 9-17, 11: 5)
Experiencias fuera del cuerpo (2 Corintios 12: 2-4)
Visitas angelicales (Lucas 1: 11-17, 1:57, Hechos 12: 7-10)
Ser transportado en el Espíritu (Hechos 8: 39-40)
Experimentar la presencia manifiesta entonces, 1) Nos abre la puerta de entrada al reino sobrenatural. Es el comienzo. Entramos en el ámbito espiritual donde podemos verlo, escuchar su voz, caminar con él y ser fortalecidos por él, y 2) Nos cambia y transforma a la imagen de Cristo, porque al estar en intimidad con él, llegamos a ser como él es: Santo.
El efecto acumulativo
A veces podemos llegar a sentir que nuestro tiempo de “empaparnos o sumergirnos” en la presencia de Dios ha sido improductivo. Nos preguntamos: “¿Valió la pena?” porque no vimos un cambio o beneficio inmediato. Debemos darnos cuenta que hay un efecto acumulativo que tiene lugar cuando paso tiempo en la presencia manifiesta del Señor.
De este efecto acumulativo, Dios está haciendo un depósito en lo más profundo de mi ser. Cuando empiezo a dar rienda suelta a esa unción fluye del depósito que había estado haciendo todo el tiempo. También cuando atravesamos luchas, pruebas o ataques del enemigo podemos soportarlas gracias al caudal de la presencia de Dios depositada previamente en nuestro ser.
Debemos aprender a acercarnos silenciosamente a su presencia solo queriendo más de él. Necesitamos “sumergirnos en Su presencia”, extrayendo más de Su plenitud para que sea derramada en aquellos lugares de nuestra vida donde somos estériles. El efecto acumulativo de pasar tiempo con el Señor producirá un aumento de unción en tu vida. La liberación de esa unción servirá como un trampolín para una vida de milagros.
El apóstol Juan les ofrece a los creyentes una declaración alucinante en 1 Juan 4:17, “… como Él es, así también somos nosotros en este mundo”.
La implicación de este versículo es clara: los creyentes deberían ser como él. Esto es casi imposible sin pasar tiempo de calidad en Su presencia manifiesta. Nunca llegaremos a entender su naturaleza compasiva por una humanidad perdida y herida sin tiempos regulares y diarios con él.
Para concluir…
La intimidad con Dios es el medio por el cual accedemos a vivir en lo milagroso. Pasar tiempo en Su presencia manifiesta es la disciplina que debemos desarrollar para acceder a todo lo que Dios tiene para nosotros. Y, el efecto acumulativo se notará gloriosamente por lo que sucederá con nuestra unción (o dones) cuando fluya para ministrar sanidad o cualquier otro aspecto sobrenatural.