Por Ritchie Pugliese
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella… éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe” (2 Timoteo 3:1-5,8).
El apóstol Pablo no podría haber definido mejor los tiempos que vivimos. Basta con mirar a nuestro alrededor y escuchar las noticias mundiales para darnos cuenta de que realmente vivimos “tiempos peligrosos”. La muerte de George Floyd bajo la rodilla de un oficial de policía ha desatado revueltas y caos en todos los Estados Unidos lo cual está revelando las bajezas del corazón humano. Tampoco desconocemos las muertes y la crisis financiera mundial que está provocando la pandemia del COVID-19, además del confinamiento en nuestros hogares sin la posibilidad de congregarnos en nuestras iglesias. Y podríamos seguir mencionando hechos reales que nos amedrentan y desaniman.
Como Iglesia de Cristo necesitamos ser conscientes de la guerra que se está librando y ser “entendidos en los tiempos”, como lo eran los hijos de Isacar, que “sabían lo que Israel debía hacer” (1 Crónicas 12:32). Nosotros, la Iglesia, también necesitamos saber cómo actuar en medio del caos de confusión y pérdida de valores que vemos a nuestro alrededor. Sin embargo, para poder interpretar el panorama desolador que nos rodea, debemos hacerlo desde una perspectiva espiritual, no natural.
El pasaje de Efesios 6:12 describe gráficamente lo que estamos viviendo: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne [la realidad física, tangible], sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”.
Hoy observamos horrorizados en nuestras ciudades y las naciones del mundo hechos y manifestaciones jamás vistas, que no son otra cosa que la operación sigilosa de las fuerzas espirituales de maldad que buscan engañar, contaminar y confundir la mente de cada individuo a fin de erradicar la existencia de Dios, el Creador del universo.
Esta es la guerra que se está librando hoy: Eliminar a Dios de cada aspecto de la vida. El plan del diablo es desacreditar la Palabra de Dios y promover prácticas y libertades que “pisotean” los valores y los principios que Dios ha establecido. A través de los siglos, el enemigo ha estado lanzando un cruel ataque contra la 1) familia y la 2) sexualidad. Y ahora vemos, como nunca antes, un ataque contra la 3) la Iglesia de Cristo.
En esta ocasión nos enfocaremos en el ataque contra la familia y la sexualidad.
El ataque contra la familia y la sexualidad
Cuando una sociedad abandona la fe en Dios y la obediencia a su Palabra, le da entrada al maligno para que promueva libremente nuevas ideas o patrones de pensamiento que contradicen la Palabra de Dios. Lamentablemente, esto es lo que ha sucedido en muchos sectores de nuestra sociedad. El enemigo lo ha aprovechado y se ha introducido sutilmente en gran parte de los medios de comunicación con el objetivo de hacer creer que existen alternativas “más modernas” para la sexualidad y la vida familiar, que lo que Dios ha establecido desde la creación del mundo.
Bajo la excusa de la libre expresión, la discriminación y los derechos humanos, el enemigo está desarrollando una estrategia para inculcar nuevas formas de vida y sexualidad. El embate de esta propaganda es tan fuerte que confunden a la sociedad y nos tildan de errados y arcaicos a los que practicamos y defendemos los principios creacionales de Dios mientras cada vez ganan más aliados que se suman a esta nueva norma de vida inmoral.
Poco a poco nos están cerrando las puertas en los medios de comunicación, que no quieren oír lo que enseña la Palabra de Dios, para invitar, en cambio, a quienes promueven alternativas contrarias a la enseñanza bíblica.
Sigilosamente, el diablo está ganando adeptos con toda esta propaganda, que aboga por una “tercera opción sexual” en sus más variadas expresiones, la unión de pareja entre personas del mismo sexo, quienes incluso adoptan hijos o alquilan vientres para tener “sus propios hijos” y así poder formar “su propia versión de una familia”. Mientras que por otro lado, son cada vez más las mujeres (y los hombres) que se manifiestan a favor del aborto. Vemos manifestaciones de personas que salen con carteles a las calles para pedir por los derechos de las mujeres de terminar con su embarazo en cualquier etapa del mismo sin pensar en los derechos de esa vida que llevan dentro.
La estrategia es controlar la mente de las nuevas generaciones, y para eso están comenzando a manipular a los niños. Recientemente, llegó a mis manos un libro de educación sexual que se enseña en algunas escuelas, donde se muestra a dos niños y dos niñas con diferentes sexos. El dibujo de una de las niñas tenía vagina, mientras que el de la otra tenía un pene. Por el otro lado, dibujaron a uno de los niños con pene y al otro con vagina. Estos dibujos pretenden demostrar que el género sexual que tenemos al nacer no define, necesariamente, nuestra tendencia sexual y que cada uno puede elegir el género sexual que más le guste.
El objetivo es reprogramar a los niños para que acepten desde muy pequeños que además de hombres a los que les gustan las mujeres, existen hombres a los que les gustan otros hombres y que además de mujeres a las que les gustan los hombres, existen también mujeres a las que les gustan otras mujeres… ¡y todo eso está bien!
Si bien no es conveniente ni productivo juzgar ni condenar a quienes promueven tales ideas, tampoco se los puede ignorar y mucho menos justificar. Como cristianos llegó la hora de despertar a la realidad peligrosa que estamos viviendo y reconocer la necesidad de promover con un nuevo énfasis los principios que Dios ha establecido con respecto a la sexualidad de la raza humana.
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra…”. Génesis 1:27-28
Aquí Dios estableció un patrón fundamental en la creación: La humanidad estaría compuesta por dos géneros: Varón u hombre y hembra o mujer, con una anatomía física distintiva y, obviamente, con una tendencia sexual definida.
Todo intento de alterar la anatomía física con la que nacemos es, literalmente, una perversión del plan original de Dios en la creación. Hoy día vemos hombres que se inyectan hormonas femeninas para parecerse a la mujer. Y la mujer hace lo mismo para adquirir una apariencia masculina en un claro desafío a la autoridad de Dios, el Creador.
El matrimonio y la familia que Dios instituyó en la creación se están desintegrando frente a la nueva corriente de libre sexo, sin ningún tipo de compromiso. Hoy día los adolescentes se inician sexualmente apenas desarrollan y le dan rienda suelta a sus instintos sexuales, sea cual sea. Las parejas jóvenes que están de novio no ven la necesidad de casarse porque pueden convivir sin estar atados a los papeles “por si la relación no funciona”. Esto hace que no se tenga ningún compromiso con la relación y ninguno se esmere por crecer y madurar juntos.
Para los que dieron el paso de casarse, el divorcio es la salida más rápida frente a los problemas de la vida matrimonial. Cada vez son menos los cónyuges que quieren luchar por su matrimonio. Y de esta forma, cada vez son más los niños que crecen confundidos entre familias ensambladas con hermanos de distintos padres… ¡y con padres del mismo sexo!
Lo que estamos planteando está lejos de ser una lucha entre un concepto anticuado y otro moderno ni entre la vieja era y la nueva era. La esencia de esta guerra es la misma que se desató desde el mismo comienzo de la creación cuando la serpiente antigua, el diablo, engañó a la mujer y le dijo: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Gn. 3:1) Hoy la lucha es la misma. El enemigo, rebelde y astuto por naturaleza, desafía al ser humano y le dice: “¿Quién es Dios? Yo soy igual que él. ¿Quién dice que lo que Dios dijo sobre el sexo y el matrimonio es lo correcto? ¡Yo tengo una propuesta mejor!”.
Ante esta realidad, tenemos dos alternativas: dejar que las cosas sigan su curso, con la excusa de que todo tiene que ir de mal en peor para que se cumplan los tiempos proféticos, o entender que Dios nos permite vivir en esta hora de la historia con el propósito de levantarnos para promover los principios del Reino de Dios. Como Iglesia de Cristo necesitamos salir de nuestro letargo y actuar con sagacidad y prudencia.
Algunas sugerencias para promover los valores que Dios ha establecido desde la creación:
1. Necesitamos actuar con el espíritu correcto.
No debemos involucrarnos en peleas y discusiones acaloradas contra aquellos que profesan esta nueva creencia. Necesitamos tener una actitud ofensiva, pero, a la vez, pacífica. Debemos comprender que el fanatismo religioso hace estragos en el mundo y produce brechas irreparables. Muchas veces, impulsados por el deseo de defender los valores cristianos, podemos juzgar y condenar a los demás y levantar un muro de división que les impide recibir el evangelio de Jesucristo. Debemos compadecernos de los que no tienen a Cristo, así como el Señor “se compadece de nuestras debilidades” (He. 4:15). ¡Seamos sabios y prudentes!
2. Necesitamos tener presencia cristiana, principalmente, en los lugares de influencia.
Toda persona que trabaje en el ámbito del gobierno, la política, la educación, los medios de comunicación, etcétera, tiene la posibilidad de propagar sus ideas. Por eso, ¡necesitamos en los puestos de autoridad a personas que crean y promuevan los principios creacionales de Dios! Hoy más que nunca, debemos animar a nuestros jóvenes a estudiar y a insertarse en todos los ámbitos de la sociedad para ser “sal y luz” en un mundo en tinieblas.
3. Es indispensable desarrollar una estrategia adecuada de propaganda para promover los principios creacionales de Dios.
La Iglesia debe pensar en la manera de hacer llegar la Biblia, la Palabra de Dios, a niños, jóvenes, adultos y ancianos acorde a la edad de cada uno y acorde a los tiempos modernos. El Espíritu Santo nos dará creatividad para poder llegar a la sociedad no solo con predicaciones, enseñanzas, seminarios, talleres, la radio y la televisión; sino también a través de la Internet, las redes sociales, las aplicaciones de teléfonos inteligentes y toda la tecnología de última generación. Si no lo hacemos nosotros, la Iglesia de Cristo, lo hará el enemigo. “Seréis testigos… hasta lo último de la tierra” (Hechos. 1:8)
Para finalizar:
Conscientes de los tiempos difíciles que estamos viviendo, nuestro ministerio está ofreciendo una “Certificación de Coaching de Entrenador para la vida familiar” (Family Life Coaching Certification) a todos aquellos que realmente tengan la carga espiritual y quieren capacitarse para promover los valores que Dios ha establecido en la creación y, además, estar capacitados para aconsejar y ministrar a matrimonios.
Para saber más sobre el tema, favor de entrar al siguiente enlace: