Por Ritchie Pugliese
En Lucas 5:1-11 se registra un hecho importante del ministerio de Jesucristo, el cual tiene una lección muy importante para nosotros hoy. Esta historia se la conoce como la “pesca milagrosa”, donde a través de un increíble milagro, el Señor le enseñó una gran lección a Pedro.
Estoy seguro que nosotros hoy podríamos aprender diversas lecciones de este pasaje, pero hay una de ellas que nos ayudará a alcanzar un nuevo nivel espiritual en nuestra relación con el Señor.
Los vv.1-3 comienzan diciendo: “Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.”
Nos encontramos aquí inmersos en uno de los negocios más importantes de aquella época: La pesca, donde Simón (Pedro), empresario de la pesca, tenía su propia embarcación, la cual Jesús eligió para poder enseñar a la multitud desde allí.
Por lo que leemos del pasaje, ya los pescadores habían regresado de sus tareas diarias y habían lavado las redes, listos para marcharse cada uno a su casa. Por lo que leemos en el pasaje no había sido un buen día pues nada habían pescado. ¡Fue un día de inversión de tiempo, esfuerzo y recursos para conseguir nada a cambio!
Pedro era una persona que no solo estaba en el negocio de la pesca, sino que conocía como la “palma de su mano” todo lo referido al mundo de la pesca. En síntesis, Pedro representaba aquella persona que cree que “siempre sabe lo que hace”. En nuestro lenguaje diario diríamos: – Es el que las sabe todas -.
Imagínese si usted fuera Pedro que, luego de haber trabajado mucho, viene alguien que no pertenece al mundo de la pesca y le dice lo siguiente: (v.4) “Cuando (Jesús) terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.”
Pedro, seguramente atónito y a la vez molesto le dijo (v.5) “Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado…”
La respuesta de Pedro denota la actitud que muchas veces nosotros tenemos en la vida. Cuando Dios nos dice que hagamos algo, nuestra primera reacción (a menos que hayamos experimentado un quebrantamiento espiritual y una rendición absoluta a Dios) es: – ¡No te metas en mis asuntos! ¡Deja que yo decida qué hacer con mis cosas! –
¿Le suena familiar esta clase de pensamiento? Pedro es como muchos de nosotros que a veces le respondemos así a Dios, y reaccionamos con actitudes poco sumisas, perdiendo de vista que él es el Rey de reyes y Señor de señores.
El Señor, conocedor profundo de nuestra condición interior, no se va a quedar de brazos cruzados sino que intentará darnos algunas lecciones a ver si podemos aprenderlas.
Existen lecciones de Dios que sí las aprendemos y aprobamos y otras directamente no las aprobamos. En el caso de Pedro, vemos reflejado la paciencia del Señor ante su actitud inicial. Dios que todo lo ve, miraba el futuro de Pedro, no su presente.
A continuación quiero compartirle que existen cuatro niveles de pensamiento donde todos comienzan inicialmente pero que no todos los desarrollan completamente.
El avance del primer nivel hacia el último, si estamos dispuestos, nos llevará indudablemente a un nuevo nivel y madurez espiritual con el Señor. Miremos cuales son:
Nivel I: “No sabía que no sabía”
En este punto, Pedro era el que pensaba “que se las sabía todas”. ¿Sabe cómo se llama esto?: ¡Autosuficiencia y orgullo!
Muchas personas son así: Son inconscientes de su realidad, piensan que saben pero en realidad no saben nada. ¿Se siente identificado con ésta fase? ¿Se ve reflejado usted mismo con la reacción de Pedro?
Esta clase de personas nunca pueden recibir ni un consejo ni una sugerencia pues ellos siempre creerán que “ya lo sabían” cuando en realidad no lo saben todo, o ¡directamente no saben nada!
Existen cristianos que luego de tener años de estar en el camino, aún permanecen en este nivel inicial espiritual, que denota por cierto su inmadurez espiritual.
Nivel II: “Yo sé que no sé”
Pedro aprendió a avanzar de nivel a través de esta situación frustrante: Que él no sabía ni conocía nada acerca de Quién era Jesús.
Luego que Jesús le pidiera algo “incomodo’ y “fuera de tiempo”, “Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; más en tu palabra echaré la red.”
El v. 6 dice: “Y habiéndolo hecho,…” A pesar de sentirse molesto, hubo algo en su interior que le impulsó obedecer al Señor, lo cual implicaba reconocer que se estaba dando cuenta que no sabía.
Para aquel que todo lo sabe, es un golpe bien duro comenzar a darse cuenta que ahora empieza a saber cuánto no sabe o directamente reconocer que no sabe nada. ¿Se ha sentido así alguna vez, luego de pensar que en alguna situación usted “juraba” que lo sabía todo?
Todos los que amamos a Jesús en algún momento nos encontraremos ante esta situación del reconocer que no sabemos nada. Cuando llegue ese momento, se abrirán en ese instante dos caminos:
a) el seguir pensando que se todo o
b) darme cuenta que creía que sabía pero que en realidad no sé nada.
Nivel III: “Estoy creciendo, aprendiendo y lo estoy poniendo en práctica”
Esta fase la encontramos resumida en el relato de los vv.6-9 “Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él,”
Al llegar a este momento Pedro entró en el nivel III, en el cual la persona llega a la siguiente conclusión: “Estoy creciendo, aprendiendo y lo estoy poniendo en práctica”.
En un instante el Señor pulverizó el patrón de pensamiento de “todo lo sabe” que Pedro tenía sobre sí mismo. Esto originó que Pedro se humillara rendido a los pies de Jesús. La humildad es una preciosa y valorada actitud para Dios pues cuando alguien llega a ese nivel, Dios puede comenzar a trabajar y realizar Su preciosa obra interior en las vidas.
Ahora Pedro continuaría con un nuevo proceso de destrucción de los “patrones de sí mismo” para incorporar los nuevos patrones bendecidos del Reino del Señor.
Nivel IV “todo esto funciona por lo que ahora sé”
Cuando una persona llego a este nivel, sigue avanzando hacia el nivel IV que dice: “todo esto funciona por lo que ahora sé”
Llega un momento de nuestra vida Cristiana donde tenemos que llegar al convencimiento profundo de que lo nuestro no sirve, y que sólo lo de Dios sirve. Aquí tenemos la certeza que los parámetros de la Palabra de Dios son preciosos, valiosos, útiles para la vida cotidiana presente y la eternidad.
Cuando aplicamos lo que Dios dice, recibiremos la bendición que El promete. Como alguien dijo: “Lo único que funciona de la Palabra de Dios es lo que aplicamos y obedecemos”
¿Puede ver el patrón bíblico de los niveles de crecimiento y madurez espiritual que una persona puede tener en su andar con Cristo?
Otro ejemplo importante
Antes de finalizar, quiero mostrarle que en el Antiguo Testamento tenemos otro caso similar, el cual refleja la condición en general de la humanidad en sus encuentros con Dios.
En 2 Reyes 5 nos encontramos con un personaje llamado Naamán, “general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso.” La lepra en esa época era considerada la peor de todas las enfermedades.
En medio de su enfermedad, “…una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra. Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel.” (vv.2-4)
“Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. “(v.9)
Eliseo tenía una idea premeditada en su mente para enseñarle una lección espiritual a Naamán, quien pensaba que porque era alguien importante, iba a ser atendido como se lo merecía… pero… cuando él se anunció, “… Eliseo le envió un mensajero, diciendo: “Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio.” (v.10)
Se imagina todo lo que habrá pensado Naamán?: – ¡¡¡No, Esto no me lo puede hacer a mí, que soy un personaje famoso!!! -, pero la situación era que el mensajero le había dado instrucciones sobre lo que tenía que hacer… sin poder ver al profeta ni saludarlo.
Naamán, como muchos de nosotros se fastidió y se sintió degradado, menospreciado, cuando en realidad Dios quería hacer un gran milagro en su vida y sanarle.
En los vv. 11-12 leemos cual fue la actitud de Naamán: “Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado.”
Al enojarse, Naamán demostró estar en el nivel I: “no sabía que no sabía”. Él no podía ver más allá de sus narices, él no podía entender lo que estaba sucediendo pues las cosas estaban sucediendo como él no quería.
Cuantas veces cuando no conocemos algo, nos quejamos, lo criticamos o lo menospreciamos, y nos enojamos porque no viene de acuerdo a lo que nosotros “sabemos”, a nuestros patrones de pensamientos pre-establecidos.
Los que le rodeaban se acercaron y le hablaron diciendo: “Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?”
Al final Naamán cedió a “sus derechos”, rindió su voluntad y comenzó a hacer lo que se le había dicho el entro en el nivel espiritual II recién mencionado: “yo sé que no sé”. Al obedecer estaba manifestando que haría algo que no sabía porque alguien se lo había dicho que podría traer resultados.
Cuando comenzó el proceso de sumergirse varias veces el entro en el nivel III: El entonces descendió, “y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.”
Como habíamos visto en el caso de Pedro, el nivel III es el que dice: “estoy creciendo y aprendiendo y lo estoy poniendo en práctica”. Aquí comenzó para Naamán un proceso diferente pero efectivo, este eran el nivel espiritual al cual Dios lo quería llevar para poder revelarse con poder en su vida. El Señor nos llevara de lo “nuestro conocido” a los “suyo desconocido” a fin de que podamos entender su preciosa voluntad y seamos bendecidos.
Al ser sanado completamente de la lepra, Naamán reconoció que “todo esto funciona por lo que ahora sé”. Naamán ahora conocía por experiencia propia quien era Dios y lo que Él podía hacer. Entro en una nueva dimensión espiritual y con una perspectiva nueva para toda su vida.
Los ejemplos de Pedro y Naamán nos muestra la manera en la cual Dios nos quiere llevar del nivel inferior hacia un nivel superior con el propósito de crecer espiritualmente.
Decidamos ser de aquellos que no se quedan estancados sino que deciden avanzar paso a paso hasta llegar al nivel IV donde experimentaremos crecimiento, madurez y entraremos en una nueva dimensión espiritual con el Señor.
Dios es un Dios de procesos y nos quiere llevar a que alcancemos un nuevo nivel espiritual. ¿Estamos dispuestos a atravesar el proceso?