SANIDAD INTERIOR PARA TU ALMA

Por Ritchie Pugliese

Las causas que afean y afectan nuestra personalidad

Cuando Dios creó al ser humano lo hizo con la idea de que todos fueran iguales como criaturas pero con características individuales diferentes. Esa característica individual es la que se conoce como “personalidad”. Todo ser humano tiene una personalidad que la diferencia o distingue de los demás.

La “personalidad” según el diccionario de la RAE esta es: 1.  Diferencia individual que constituye a cada persona y la distingue de otra; 2. Conjunto de características o cualidades originales que destacan en algunas personas.

La personalidad es aquella cualidad que nos hacer ser “nosotros mismos” y a la vez es nuestra “pantalla” hacia el mundo exterior, ya que los que nos rodean ven y reciben el impacto de ella.

Nuestra personalidad puede gustarle o molestarle a los que nos rodean. La personalidad tiene la característica de afectar o bendecir a los que les rodean, puede colaborar en forma directa e indirecta mejorar y aun empeorar las relaciones interpersonales.

A todos nos gusta, o tenemos el anhelo, de ser conocidos y reconocidos por tener una personalidad positiva, cautivante, radiante, carismática, impactante. Es probable que ante los demás nos esforcemos para demostrar que tenemos una personalidad con esas características, ¡y los demás lo crean!… pero en lo profundo de nuestro ser nos sentimos pobres y miserables personas…al analizar nuestra personalidad en lo privado nos damos cuenta que estamos bastante lejos de ese ideal.

Causas que perjudican nuestra personalidad

Nuestra personalidad puede verse afectada y perjudicada por diversas causas y situaciones, generalmente negativas, que hayamos vivido en el pasado.

Todas esas cosas, si no las hemos superado, afean nuestra personalidad, nos deja una herida y a la vez produce una insatisfacción interior, porque sentimos que vivimos por debajo de lo que nos corresponde o quisiéramos en la vida.

A lo largo de nuestros años de creyente y estar en el ministerio, y por sobre todo por conocer mis propias debilidades, he encontrado algunas causas que desfiguran nuestra personalidad. Ellas son:

  1. Nuestro “yo” egoísta

El egoísmo es una de las actitudes que más dañan la relación conyugal. Según el diccionario de la Real Academia Española, es un “inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás”. La fuerza del egoísmo es tan fuerte, que puede apagar lentamente el amor y distanciar a los cónyuges, aunque vivan bajo el mismo techo.

  1. Heridas del alma

Estas son las situaciones vividas que nos han herido y, con el paso del tiempo, no hemos podido superar. Las heridas interiores del alma no sanadas nos producen dolor, y el recuerdo negativo de esos momentos del pasado a menudo pueden llegar a atormentarnos. No hemos podido olvidar. Por eso no podemos dar vuelta esa página en nuestra vida que nos angustia y no podemos disfrutar de una vida saludable.

  1. Frustraciones y complejos

Las frustraciones son el resultado de aquellas cosas que a través de los años no hemos podido obtener. Son vivencias negativas y desventuradas, que afectan nuestra actitud en la vida, y son independientes de nuestra personalidad.

Los complejos son emociones generalmente reprimidas y asociadas a experiencias que perturban nuestro comportamiento. Esas cosas que no hemos podido lograr en la vida nos producen un espíritu de conmiseración, que nos hace sentir inferiores y en desventaja al compararnos con otros (y, por lo general, nos comparamos solo con aquellos que nos superan).

  1. Trasfondo familiar

El trasfondo familiar es la sumatoria de varias cosas, como, por ejemplo, donde hemos nacido y vivido, como hemos sido criados, con quién o quiénes hemos vivido y lo que hemos experimentado en ese contexto. Todas esas vivencias, entre otras cosas, formará nuestro trasfondo familiar, que llevaremos a cuestas durante toda la vida. Si tuvimos un buen trasfondo familiar éste será un ingrediente a favor. Sin embargo, si no fue así, nuestro trasfondo familiar puede provocar grandes desdichas.

  1. Malas influencias

El dicho “dime con quien andas y te diré quién eres” define la elección que realizamos en la vida para interrelacionarnos con otras personas. Podemos tener un contacto con cualquier persona pero debemos ser selectivos a la hora de considerar a alguien como de confianza o que sea un amigo. Así como existen personas que nos ayudan a sumar y multiplicar en la vida, existen otras que dividen y restan. De estas debemos cuidarnos de no interrelacionarnos para desarrollar una amistad influenciadora.

  1. Incursión en el ocultismo

La gente se involucra en el ocultismo muchas veces como un juego o por otras causas. Involucrarse en el ocultismo no significa ser un brujo. Existen diferentes niveles de involucramiento en el ocultismo, el cual básicamente consiste en buscar “ayuda” o “poder” de otra fuente que no sea el Dios verdadero, manifestado en la persona de Jesucristo. La persona involucrada en el ocultismo con el paso del tiempo se transforma en la fuerza que lo domina, manifiesta la personalidad de aquél que lo posee, lo cual es altamente peligroso y dañino para la personalidad y los que los rodean.

Todas estas causas que he mencionado son las que originan las heridas interiores o heridas del alma.

Vivimos en un mundo donde hay gente con heridas interiores o heridas del alma por todos lados. Inclusive muchos de los que le han entregado su vida a Cristo, a pesar de ser creyentes de años, todavía tienen heridas interiores que necesitan ser sanadas.

La pregunta que surge es ¿Cuál es la solución?

Un cambio de perspectiva

Para tratar con las heridas interiores o heridas del alma, existen dos clases de perspectivas. La perspectiva humana es la que ve las cosas desde la óptica visible y provee soluciones naturales. Los científicos creen que la Psicosomatología es la ciencia que partiendo de la mente o el alma ayuda a sanar y fortalecer la mente para tener un cuerpo sano. Es la influencia del alma sobre el cuerpo porque todo problema comienza por la mente.

La otra perspectiva es la divina. Dios como Creador del ser humano, ve las cosas a partir del Espíritu, donde está la raíz de todas las cosas. Hebreos 11:3 dice: “lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” Por eso su propuesta es, partiendo del Espíritu, bendecir a toda la persona.

Dios creó al ser humano en forma tripartita (espíritu-alma-cuerpo), como le enseña 1 Tesalonicenses 5:23: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” Por eso, la perspectiva divina es la Pneumo-psico-soma-tológica, la cual va a la raíz para desde allí ver la realidad de las situaciones, traer soluciones y bendecir a la persona.

La solución a las heridas interiores la tiene Dios, por eso es importante hablar de que así como existen heridas del alma, el Señor tiene Su sanidad interior a través del Espíritu y la aplicación de los principios de su palabra viva.

Por consecuencia, para nosotros ser sanados de las heridas interiores debemos alinearnos en la forma de pensar de Dios que es la Pneumopsicosomatologia. (Esta palabra está compuesta por tres palabras griegas: Pneumo: espíritu; Psico: alma y Soma: cuerpo)

Por eso cuando hablamos sobre sanidad interior debemos establecer la diferencia con otros métodos humanos. La propuesta de Dios es la acción del Espíritu sobre la persona para sanar su espíritu, alma y cuerpo. Como creyentes en Cristo, vemos las cosas partiendo desde la óptica divina.

Entonces, la pneumopsicosomatologia es una herramienta divina que nos capacita para ver al ser humano a partir del espíritu y desde allí trabajar para sanar su alma y bendecir su cuerpo. Esta es la única y gran solución para los problemas del alma. ¿Maravilloso, verdad?

¡Dios tiene un plan de sanidad interior para la humanidad y esta si es una muy buena noticia!

Significado de “sanidad interior”

Para saberlo es importante que demos una definición:

“Sanidad interior es la capacidad sobrenatural que provee Dios a través de su palabra, en conjunto con la obra del Espíritu Santo, para eliminar de nuestro ser interior aquellas cosas del pasado que nos lastiman, hieren, degradan, y reemplazarlas por los principios que Dios establece en su palabra.”

Dios se ha manifestado como un Dios de sanidad interior cuando proféticamente en el Antiguo Testamento dijo algo relacionado al futuro ministerio del Señor Jesucristo. Isaías 61:1-4 es una profecía sobre la persona del Señor Jesucristo, escrita cientos de años antes de su nacimiento, la cual se cumplió cuando el Señor comenzó su ministerio como lo revela Lucas 4:18-19. En Isaías leemos:

“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;  a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya. Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones.”

El primer y trascendental paso hacia la sanidad de las heridas interiores es alinearse con Dios. Eso significa: cambiar de reino, recibir a Cristo en el corazón como nuestro Salvador como lo expresan Colosenses 1:13 “el cual (Dios) nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” y Juan 1:12 “Mas a todos los que le recibieron (A Cristo como su salvador), a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”

Este nuevo posicionamiento nos alinea con Dios, el Creador, por la tanto la sanidad del alma es posible. Al dar este paso trascendental, ya podemos tratar con nuestras heridas y dejar que Dios las sane completamente.

Pasos posteriores pero muy importantes para la sanidad interior

  1. El lugar del Espíritu Santo

A medida que caminamos con Dios y tenemos intimidad con él podemos acceder a tener comunión íntima con el Espíritu Santo como dice 2 Corintios 13:14 “la comunión del Espíritu Santo sea(n) con todos vosotros”. Esa comunión nos hará reflejar la imagen de Cristo y desmenuzará aquellos aspectos negativos de nuestra personalidad.

  1. La importancia de la Palabra aplicada

La Palabra de Dios es mucho más que un libro literario y religioso. ¡Las palabras de Dios son espíritu y son vida! Juan 6:63 dice: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”. La palabra tiene poder en si misma para cambiar y transformar situaciones. Al aplicar la palabra a nuestra manera de vivir, ella se va impregnando en nuestro ser produciendo la sanidad del alma y renovación espiritual.

  1. Proceso progresivo de cambio

Para no frustrarse es necesario entender que los cambios pueden ser inmediatos en algunos casos, pero generalmente son progresivos, lo cual requerirá obediencia, paciencia y perseverancia, para no frustrarse y detener el obrar de Dios. Dios es Dios de procesos y caminar en esta dinámica será muy beneficioso para la sanidad del alma.

Podemos con la ayuda del Señor sanar cada una y todas las heridas del pasado para tener y manifestar una personalidad que agrada a Dios, nos ayude a realizarnos en la vida y bendiga a los que nos rodean.

 

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