ABRAMOS LA PUERTA PARA LA VISITACIÓN DE DIOS

Recopilado por Ritchie Pugliese

En Apocalipsis 3:20 leemos lo siguiente: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”

El Apóstol Juan tuvo una visión y vio al Señor en medio de siete candeleros, que representaban las siete Iglesias en la provincia de Asia (actual Turquía). Jesús lo lleva a Juan a hacer un recorrido espiritual por las siete Iglesias:

1. Efeso: Esta iglesia tenía el problema de hacer perdido del primer amor.

2. Esmirna: Era una iglesia perseguida que sufría por su fe.

3. Pérgamo: Era una iglesia infiel, casada con el paganismo.

4. Tiratira: Era una iglesia invadida por un espíritu religioso

5. Sardis: Era una iglesia que se sentía muy cómoda y satisfecha.

6. Filadelfia: Era una iglesia que perseveraba.

7. Laodicea: Era una iglesia tibia.

Jesús estaba visitando estas siete Iglesias para ver cómo estaban funcionando, dándoles consejos para que pudieran prosperar y avanzar.

Quizás la palabra que le dio a la Iglesia de la Laodicea haya sido una de las más importantes: “He aquí, yo estoy a la puerta”… ¡Abran la puerta!

El cuadro aquí, para que lo imaginemos por un instante, es que la iglesia está reunida haciendo sus reuniones ágapes donde compartían y comían juntos, y en un momento determinado Jesús golpea la puerta,… todos seguían celebrando ¡pero nadie le abrió la puerta a Jesús para dejarlo entrar! ¡Jesús quiso visitarles y bendecirlos pero no lo dejaron entrar! ¡Ellos estaban satisfechos con su propia fiesta pero perdieron la visitación del Señor!

Todavía hoy Jesús visita Su Iglesia y él está golpeando la puerta a ver si lo dejamos entrar. Si le abrimos la puerta, el entrará y hará con nosotros una fiesta espiritual. Él nos está llamando a la mesa del banquete para que tengamos comunión con él.

Cuando Su presencia entra, viene la sanidad, la provisión, liberación, paz, gozo, amor, perdón, poder, su favor.

Este es el tiempo de visitación para que podamos experimentar la bondad de Dios.

¿Qué es una visitación del Señor?

¿Le ha pasado que muchas veces que usted siente como que Dios pareciera estar a miles de kilómetros? Usted ora y ora, pero pareciera que no pasara nada. Los milagros también parecieran ser algo lejano… pero,… ¡de repente los cielos se abren, usted siente que la presencia de Dios ha venido, Dios le habla, la opresión es rota, las oraciones son respondidas y los milagros vienen! ¡Esto significa que usted ha sido visitado por Dios!

Algunos dicen: “No queremos una visitación, queremos su habitación”. La visitación es cuando Dios viene y su habitación es cuando Dios permanece o se queda.

Todos queremos la habitación del Señor, queremos que la presencia de Dios habite en nuestro medio, pero para que eso suceda, primero necesitamos de su visitación. Dios no puede quedarse hasta que primero haya venido, ¡y cuando eso sucede hay bendición!

Resultados de la visitación divina:

Provisión. Rut 1:6 dice: “Entonces se levantó con sus nueras, y regresó de los campos de Moab; porque oyó en el campo de Moab que Jehová había visitado a su pueblo para darles pan.”

Multiplicación (la esterilidad se va). En 1 Samuel 2:21 vemos a Ana, estéril: “Y visitó Jehová a Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante de Jehová.”

Liberación. En Lucas 1:68:” Bendito el Señor Dios de Israel, Que ha visitado y redimido a su pueblo,”

Revelación. Leemos en Lucas 7:16: “Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.”

Sanidad. Leemos en Juan 4:46-53:” Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa.”

En Lucas 19:44 Jesús profetizó: “…no conociste el tiempo de tu visitación.” Dios había venido pero no lo habían recibido y ni le dieron la bienvenida. El resultado fue la esterilidad.

¿Cómo abrimos la puerta para la visitación de Dios?

En Jeremías 29:10-14 leemos: “Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.”

¿Qué aprendemos aquí?

1. Dios da una promesa de visitación: “Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré”

Cuando parecía que era el fin de Judá, con todo destruido, templo quemado y la gente cautiva, Dios no olvidó a su pueblo y les prometió su visitación.

2. Hay un tiempo de su visitación: “Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años…”

Dios establece el tiempo de visitación, y esta es una ventana de oportunidad para no desaprovechar.

Cuando el pueblo de Dios anduvo por el desierto en Cades-Barnea, ellos pecaron primero y luego se dieron cuenta de su error. A pesar de lo malo que habían hecho, igual pensaron que Dios pronto los iba a llevar a la tierra prometida, pero no fue así. ¡La ventana de oportunidad se cerró para ellos y tendrían que esperar 40 años, donde muchos perecieron en el desierto! ¿Se da cuenta la importancia de no perder el tiempo de su visitación?

3. En Jeremías 29:11 el Señor nos dice que existe una razón para su visitación: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”

Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Su plan es que cumplamos nuestro destino en la tierra. Por eso Dios nos visita, para que nos mantengamos en el rumbo. Jesús nos visita para corregir si estamos fuera de curso y encaminarnos mejor hacia el cumplimiento de sus promesas.

El Señor también nos dice cómo abrir la puerta de oportunidad para su visitación:

Jeremías 29:12-13 dice: “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.”

“…me invocaréis”, esto significa “gritar, clamar”.

“oraréis a mí”, esto significa, “interceder con una carga espiritual pesada como cuando Ana oró a Dios para quebrar su esterilidad y poder quedar embarazada para dar a luz a Samuel”.

“… me buscaréis”, esto significa, “desear, rogar, requerir”

Estas tres palabras (invocar-orar-buscar) se resumen en una sola frase: ¡Tener desesperación por Dios! La desesperación por Dios nos hace abrirle la puerta cuando él golpea.

El ciego Bartimeo fue uno que tuvo esa clase de desesperación por Dios. En Marcos 10:46-52 vemos que cuando Bartimeo se enteró que Jesús estaba pasando por el lugar, visitando la zona, él se desesperó y comenzó a gritar para ser bendecido por el Señor. La gente lo quería hacer callar pero el gritó aún más fuerte ¡¡¡Hijo de David, ten misericordia de mí!!! El relato nos dice que Jesús lo sanó.

El ciego Bartimeo no era tibio como la Iglesia de Laodicea, ¡él tenía desesperación por el Señor!

El Señor en este tiempo está golpeando la puerta… ¿Tendremos nosotros esa misma desesperación? ¿Le abriremos la puerta para que él nos visite y así poder experimentar la gloriosa manifestación de Su presencia en nuestras vidas, congregaciones, ciudades, país?

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